El día de los forajidos
Sinopsis de la película
El implacable Jack Bruhn (Burl Ives) y su banda de desertores se apoderan de un remoto poblado del Oeste, que permanece aislado por la nieve. Sólo el ranchero Blaise Starrett (Robert Ryan), al que la llegada de los forajidos le ha entorpecido la reclamación de sus tierras, hará frente a la banda de asesinos.
Detalles de la película
- Titulo Original: Day of the Outlaw aka
- Año: 1959
- Duración: 96
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Opinión de la crítica
Película
7.1
48 valoraciones en total
Último western de André de Toth (Makó/Hungría 1922 – Burbank/CA 2002). El guión, de Philip Yordan, adapta la novela Day of Outlaw (1955), del escritor especializado en relatos del Oeste Lee E. Wells. Se rueda en escenarios exteriores de Mount Bachelor (Oregón) y en estudio, con un presupuesto de serie B. Producido por Sidney Harmon para UA, se estrena en julio de 1959 (EEUU).
La acción dramática tiene lugar en la pequeña localidad de Bitters, de unos 20 habitantes, cerrada por la nieve y situada cerca de la frontera oeste del territorio de Wyoming, el invierno de un año cercano a 1890, durante 24 horas. El ranchero Blaise Starrett (Ryan), acompañado de su capataz Dan (Persoff), se acerca al pueblo con el propósito de enfrentarse al granjero Hal Crane (Marshal), que cerca sus tierras con alambre de espino. La pelea convencional entre rancheros y granjeros queda interrumpida por la llegada del capitán Jack Bruhn (Ives) y su banda de 6 forajidos. Starrett, antiguo pistolero, líder de los rancheros del lugar, es orgulloso y se siente decepcionado por la pérdida de su antigua novia. Crane, líder de los granjeros, se encuentra cansado y desea vivir en paz. Bruhn es un antiguo capitán del arma de caballería, expulsado del ejército e interiormente atormentado por los remordimientos y la mala conciencia. Helen (Louise) es una mujer hermosa, seductora, práctica y leal, que se ha casado con el primero de sus amantes que le ha propuesto matrimonio.
El film suma drama, acción, aventura y western. Es el décimo primer western del realizador y el último de su segundo ciclo, integrado por 5 obras (La mujer de fuego, El honor del capitán Lex…). Como es habitual en los trabajos de De Toth, el film respira originalidad y la singularidad propia de una obra que lleva impresa la huella de su personalidad. Los personajes son seres corrientes, movidos por intereses comunes y dotados de cualidades normales. La acción los enfrenta a situaciones extremas, que afrontan para sobrevivir. Su visión de la condición humana es pesimista: la ve abocada a la barbarie, la crueldad y el salvajismo, como bien pone de manifiesto el film que comentamos.
Los móviles principales de la conducta humana son la lujuria, los deseos de embriaguez, la piromanía (admiración por el fuego que todo lo arrasa) y la satisfacción de los instintos atávicos de violencia, pelea y muerte. La afición que siente por las peleas a puñetazos tiene su expresión en la bárbara paliza que recibe un personaje en la calle principal del pueblo. Le gusta tratar temas poco o nada convencionales, duros y turbulentos, en los que la lucha entre el Bien y el Mal se desarrolla en escenarios oscuros y opresivos, dominados por la pulsación de las bajas pasiones y los instintos más primitivos y abominables. Aprovecha como puede los mayores espacios de libertad creativa que consienten en aquellos momentos los dirigentes de un Hollywood complaciente en exceso y enemigo de las historias ásperas y desabridas.
11 de enero de 2009. Me sorprendo al consultar la ficha de este film y comprobar que solo tiene treinta y tres votos. Son de esas cosas incomprensibles que suceden en esta comunidad. Day of the Outlaw es a mi juicio uno de los westerns postrímeros más importantes y, sin duda, contiene los momentos de más calidad en la filmografía del director André de Toth.
Ambientada en un marco oscuro, fúnebre y casi fantasmagórico el excelente guión de Philip Yordan ( Men in War con muchos aspectos similares a esta cinta) nos acerca de nuevo al western psicológico donde, con unos diálogos acetadísimos, se ponen en juego las morales y condiciones humanas de los protagonistas. Para ello André de Toth filma a estos de cerca, en unos primeros planos inusuales en el género, y dejando ver al espectador las sensaciones y las tensiones que invaden a cada uno de ellos.
Todo comienza en un pueblo fronterizo de Wyoming en un duro invierno. La paz del lugar se ve alterada por las disputas entre los veteranos vaqueros colonizadores y nuevos granjeros llegados del este y que pretenden mediante vallas cercar sus propiedades. Al frente de estos viejos y curtidos vaqueros está Blaze (Robert Ryan) un hombre de fuertes convicciones y que lucha denostadamente contra la barreras que le puedan ser impuestas. Justo (y nunca mejor dicho) cuando todo parece inevitable hacia la confrontación aparecen un grupo de bandidos, liderados por el capitán Bruhn (un genial Burl Ives) y que toman el pueblo en su huida del ejército. A partir de aquí la película se centra en la relación que se establece entre Blaze y Bruhn y en el intento de ambos de controlar a lo forajidos, auténticos delincuentes con ansias de whisky, mujeres y arrasar con el pueblo y sus habitantes.
Alabar también la música y la excelente fotografía en blanco y negro que adorna la historia y que desmuestra en los momentos necesarios la superioridad de las duras condiciones meteorológicas que rigen la naturaleza y que se imponen en todo momento a cualquier acción humana. A todo esto pone el colofón un inspiradísimo director que, cuando ya parece que la historia agoniza, se inventa y estira un final regalándonos unos cuantos momentos espléndidos y que completan un western injustamente olvidado a día de hoy por los usuarios de Filmaffinity, con muchos amantes del género entre ellos.
Blaise Starrett (Robert Ryan) un duro ganadero harto de las alambradas puestas por los granjeros que impiden a sus reses caminar libremente, se dirige a un pequeño pueblo de apenas 20 habitantes al pie de unas montañas, con la intención de matar si no retira la alambrada a Hal Crane (Alan Marshal), un granjero casado con un antiguo amor (Tina Louise), al que además de por el tema de las alambradas, odia por estar casado con la mujer que todavía ama y que ya nunca podrá tener, y por creer que como hombre que ayudo a pacificar esas antaño salvajes tierras, no puede permitir la conducta contraria a sus intereses de los pacíficos y a su juicio interesados granjeros.
Montañas heladas presidiendo el nevado pueblo, Starrett y los granjeros, una vez agotado el dialogo, esperando la caída de una botella puesta a rodar por el mostrador de un bar como señal para dirimir a tiros la cuestión, y justo en el momento en que la botella está a punto de caer, la puerta se abre violentamente dando paso al grupo de ladrones renegados del ejercito mandado por el Capitán Jack Bruhn (Burl Ives): 5 malencarados facinerosos, y un chaval que se ve tiene buen fondo, que toman al pueblo como rehén para curar una fea herida del Capitán y seguir camino antes de que lleguen los soldados que van en su busca por el robo de una fuerte suma de dinero.
Con una historia que según va avanzando va pasando de canónico western con ganaderos y granjeros enfrentados, a grupo de lugareños invadidos por fuerza hostil, y finalmente acaba instalándose como poderoso western psicológico, el duro y recio Andre De Toth (detrás en cuanto a mitomanía y enjundia de sus trabajos de los también tuertos, John Ford, Raoul Walsh, Fritz Lang, y el fingidor Nicholas Ray, pero siempre fiable en sus poderosos y resultones enfoques de cámara en buenas series B varias) adaptando una novela escrita por Lee E. Wells, pone en marcha una función a la que sientan como un guante esos parajes nevados (rodada en Mount Bachelor, Oregon), personajes desbordantes de conflictos internos y carga psicológica bien descritos y mejor filmados (una escena con los facinerosos obligando a bailar a las mujeres del poblado mientras la cámara va girando alrededor del escenario y parejas, sin mostrar violencia física resulta mucho más violenta describiendo la indefensión de esas mujeres que la mas gráfica que se les ocurra), y un tramo final entre pasajes de montaña helada sacudiendo, en unos los bajos instintos de avaricia y maldad sobre unas duras condiciones de supervivencia, y en otros la suicida busca de redención acorde con sus convicciones y pasado (sublimes Robert Ryan y Burl Ives encarnado a 2 personajes cuyo proceder recuerdan al posterior William Munny).
Súmese una buena fotografía de los parajes helados y sempiterna imagen de las montañas heladas que acaban redondeando el poderío dramático del film, una buena banda sonora, un muy buen trabajo de todo el elenco actoral (inmenso Robert Ryan en la composición de su trágico y crepuscular personaje), y tenemos uno de esos western presuntamente menores, que a mi juicio bien se podría calificar de cuasi obra maestra, a la que espero no tengan la osadía de meterla mano con un remake al estilo del perpetrado por los Coen con la icónica Valor de Ley 1969 .
Hace tiempo que los ganaderos lograron echar de sus tierras a los forajidos y pistoleros en un inhóspito valle del Oeste rodeado de desafiantes montañas. Después de varios lustros, son los paletos agricultores los que desafían con sus cercas de púas el bienestar de un ganadero (Robert Ryan) que está dispuesto a vender cara su derrota. La llegada de unos forajidos perseguidos por la caballería, relega a un segundo plano las disputas territoriales. Esta excusa argumental sirve a Andre de Toth para realizar un retrato descarnado de un pequeño pueblo cuyo corazón está tan helado como el terrible entorno salvaje que le rodea. Tan sólo el whisky o los malos humos son capaces de calentar las mejillas de estos deshumanizados y poco charlatanes habitantes de la frontera.
Articulada sobre dos relatos casi independientes, del Toth presenta espléndidamente el primero bajo un prisma teatral donde la cámara se muestra casi permanentemente estática. El segundo, la huida de los forajidos a través de una escarpada montaña, rezuma, sin embargo, demasiado convencionalismo, limitándose a anticipar un desenlace previsible y obvio.
En su conjunto se trata de un estimable western donde su director demuestra tener más oficio que talento.
Desde que Fred Zinneman hiciera aquella maravilla titulada Solo ante el peligro, el tema de un hombre abandonado a su suerte contra un grupo de malhechores en un pueblo perdido del oeste se puso de moda.
André De Toth también tiene su película sobre el tema, El día de los forajidos, un apreciable western pero alejado de otro suyo de más nivel como Pacto de honor. Lo mejor es la presencia de un incombustible y creíble Robert Ryan, con mucho oficio, representando un perfil de antihéroe muy convincente y secundado por un grupo de actores cumplidores que es lo que se pide en este tipo de producciones.
La película tiene una puesta en escena y estructura demasiado teatral y televisiva, que no ayuda mucho a quererla, y el doblaje en castellano es simplemente espantoso. Es muy probable que en V.O gane más, espero poder echarla un vistazo si la encuentro.
El desarrollo de su trama es muy previsible, y esa ausencia de sorpresas argumentales únicamente es soportada por las interpretaciones, que repito es lo mejor del film.
Para la amplia, variada y elevada historia del western, El día de los forajidos no pasará a la posterioridad, pero al menos resulta un producto hecho con pulso, en una de esas historias que siempre ofrecen más de lo que se puede esperar.