Un día de furia
Sinopsis de la película
Un pistolero salva la vida de un sheriff. Sin embargo, cuando al poco tiempo, el pistolero entra en el pueblo del sheriff, éste se ve en la tesitura de ceder a la presión de sus ciudadanos contra el pistolero o devolver la deuda contraída con él.
Detalles de la película
- Titulo Original: A Day of Fury
- Año: 1956
- Duración: 78
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Opinión de la crítica
Película
5.2
99 valoraciones en total
Muy entretenida cinta del oeste, pura serie B, sí, pero dirigida con mano firme por Harmon Jones, simpático pero intrascendente artesano del Hollywood de los años cincuenta y sesenta principalmente.
Lo cierto es que no tiene nada de particular esta película, pero contiene todos los ingredientes del buen western, comenzando por un ritmo sostenido y unas excelentes escenas de acción.
La violencia es dura y descarnada cuando tiene que serlo y además posee un final muy adecuado y coherente con la historia que narra de forma fluida y amena.
La verdad es que deja un buen sabor de boca, aunque bien es cierto que se olvida con cierta facilidad.
Y es que no sé qué tienen las pelis de serie B con Dale Robertson de protagonista, que siempre me acaban gustando de bastante a mucho.
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Por una vez el título responde fielmente al contenido de la cinta. En efecto, todo pasa en un día de furia, en un domingo de verano que comienza con un cruce de disparos y la muerte del emboscado asaltante a manos de un pistolero que salva así la vida del marshall. Un marshall que unas horas después debía casarse con una antigua señorita de saloon y vieja conocida del pistolero. En pocos minutos el drama está servido.
Aumenta rápidamente la tensión cuando el pistolero se presenta en el pueblo. Un pueblo dominado por las fuerzas bienpensantes celosas de guardar las apariencias, con un juez que impone una hipocresía rancia como norma de conducta, secundado en principio por un predicador intolerante. Todos desean que se marche el pistolero, saben que puede alterar el cómodo equilibrio que viven los vecinos.
En este contexto el pistolero llega dispuesto a romper las cadenas. Y las rompe literalmente a tiros, abriendo de par en par las puertas del saloon, cerrado por descanso dominical y trayendo a sus señoritas que habían sido expulsadas del pueblo. Recuperan sus moradores la libertad ante el escándalo de la gente de bien . El pueblo bebe, canta, baila, juega y se divierte a sus anchas. El pistolero ha roto las cadenas, pero el juez tiene también sus bazas. Y las juega. El enfrentamiento entre ambos arrastra a los vecinos a inclinarse a un u otro lado. Nadie queda al margen, ni siquiera el espectador que no tiene entonces claro qué partido tomar.
Sobre todo teniendo en cuenta que en segundo plano hay planteado otro enfrentamiento, el trío amoroso que forman pistolero, marshall y su novia, antigua señorita de saloon . Es entonces cuando empezamos a ver la cinta bajo otro punto de vista. El pistolero liberador , en el fondo, lo que busca es quitar a los que están imponiendo su ley para imponer él la suya despótica, y dominar así al pueblo junto a la señorita . Se abre entonces una tercera vía de resolución, la del sensato marshall que, con la ayuda del predicador, consciente ahora de los abusos de autoridad, acaba imponiendo su ley batiendo en el duelo final al pistolero por la campana (nunca mejor dicho).
Esplendido planteamiento denunciando el puritanismo y la hipocresía social con algunos toques de Solo ante el peligro , diálogos cortantes como cuchillos, magníficos personajes, lo mismo los principales ya citados que los secundarios (dueña del saloon, doctor sensato, joven impulsivo de malos tragos, maestra maledicente …), hábil uso de juegos de sombras y extraordinaria imagen final con la chica del vestido rojo, símbolo de haber superado la hipocresía y de saber asumir el pasado.
Una escena para recordar. Buena parte de la cinta la pasa el pistolero jugando, y ganando, al póker. En un momento dado los jugadores deben abandonar la mesa en plena jugada dejando allí las cartas y los fajos de dólares. Después de un buen rato reanudan la partida allí donde la habían dejado. Nadie ha tocado nada en la mesa durante su ausencia. Y es que el juego es sagrado en el Oeste.