Brazil
Sinopsis de la película
En un extraño y deprimente universo futurista donde reinan las máquinas, una mosca cae dentro de un ordenador y cambia el apellido del guerrillero Harry Tuttle (Robert de Niro) por el del tranquilo padre de familia Harry Buttle, que es detenido y asesinado por el aparato represor del Estado. El tranquilo burócrata Sam Lowry (Jonathan Pryce) es el encargado de devolver un talón a la familia de la víctima, circunstancia que le permite conocer a Jill Layton (Kim Greist), la mujer de sus sueños. Y, mientras la persigue, hace amistad con Harry Tuttle y se convierte en su cómplice.
Detalles de la película
- Titulo Original: Brazil
- Año: 1985
- Duración: 138
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Opinión de la crítica
7.3
80 valoraciones en total
Brazil es una película completamente inclasificable. En parte comedia- una comedia completamente negra- y en parte drama, pero también ciencia ficción y cine negro. Llena de referencias cinematográficas a películas de culto como El Tercer Hombre o El acorazado Potemkin, Brazil posiblemente es una de las comedias más extrañas que han existido. Con una estética completamente barroca, multitud de escenas realmente surrealistas, esta película es un cruce entre un siniestro cuento de hadas y una oscura distopía tragicómica. Ciertamente, puede resultar odiosa para parte del público (para gran parte) y apasionante para la otra, pero lo que es innegable es que como esta no hay otra película, es innovadora y atrevida en su planteamiento, cínica y mordaz. El antiguo integrante de los Monty Python demuestra como sus animaciones de stream-of-consciousness que ya vimos en Monty Pythons Flying Circus pueden servir- estructuralmente- como base para esta película que se mueve como un péndulo entre el sueño y la pesadilla.
De la película es mejor no decir nada, y es mejor no saber nada antes de verla, para que sorprenda como se supone que ha de sorprender. A pesar de su calidad- es lo mejor que he visto de Terry Gilliam- la película peca de tener escenas excesivamente largas, sobretodo la famosa batalla contra el samurai, que fue parcialmente cortada en la versión para cines del estreno en Estados Unidos (la única edición de la versión norteamericana que me parece acertada). También cabe añadir que en ocasiones puede hacerse insoportablemente barroca, por tener una estética tan sumamente recargada, si bien hay que admitir que- aunque algo molesta- estos diseños son muy adecuados para el ambiente del film, aunque no resulten precisamente elegantes (algo parecido ocurría con el kitsch intencionado de La naranja mecánica ).
Finalmente cabe añadir ciertas anécdotas. Brazil es quizá una de las película más atacadas por los zafios arcaicos de Hollywood, y los intentos de mutilación realizados por los ejecutivos del cine familiar han dado pie a un libro y un documental de una hora, titulados ambos The Battle for Brazil , que narran las aventuras y desventuras de Terry Gilliam para conseguir que su versión llegase intacta a la pantalla. Más de una persona considera Brazil mala película por haber visto el corte de Hollywood, subtitulado Love Conquers All (El amor lo conquista todo). Esta versión, de aproximadamente 92 minutos, elimina las escenas más fuertes de la película, substituye el final por secuencias empalagosas casi propias de Sonrisas y lágrimas y edita salvajemente el contenido, añadiendo algunas escenas que Terry Gilliam eligió suprimir de la versión final por razones obvias (para más detalles, hay un Brazil FAQ por internet). Esta versión aún se retransmite en algunas cadenas norteamericanas todavía. Pobre Gilliam.
Abordar la crítica de un film que ha sido interpretado de tan diversas formas es un poco difícil. Quizás hasta en esto se revele la genialidad de T. V. Gilliam. Cuando salí del cine, luego de verla la primera vez, quedé muda por un largo rato y a merced de los flashbacks que iban y venían a su antojo por mi cabeza. Había sido introducida en un mundo que parecía irreal, en una atmósfera pesada y peligrosa. Pero luego de verla otras veces me pregunté hasta qué punto Gilliam no sabía de las dictaduras sudamericanas. Brazil, película clasificada como de ciencia ficción, surrealista, futurista, etc. La repensé desde ese punto de vista. Y encontré demasiados parecidos entre el film y estas dictaduras, también estas parecen de ciencia ficción, surrealistas por momentos, kafkianas ciertamente, crueles como la escena de la despaparición de De Niro.
Gilliam es inocente ?. Sí, su estética es todo aquello que se dice del film, pero detrás de esa estética vemos la persecución implacable a quien se considera capaz de subvertir el sistema, los favoritismos a los amigos del sistema, la aparente inocencia escondida en una mosntruosa burocracia que en realidad está sostenida por una perversa ideología que se adapta perfectamente a sus necesidades, las desapariciones inexplicables y la tortura cruel y quizás sin fin. Guilliam no puede ser inocente. Yo no lo creo. La mejor creación del director.
Orwell , Fellini (visualmente y por su incontinencia) y Kafka (mundo torpemente organizado, rutinario y opresivo, personaje principal que ve en esa normalidad un absurdo descalabro…) están muy presentes en la cinta (ya se ha dicho). El protagonista busca en sus sueños consuelo ante el mundo gris y mecanizado en el que vive, un mundo al que acabará enfrentándose.
A Gilliam se le va un poco de las manos la película y no hace hincapié en los elementos que sujetan la historia, en este caso la trama de intriga (el error informático que lleva al protagonista a conocer a la chica con la que sueña y a enfrentarse a ese sistema totalitario debía ser un crescendo que acaba diluyéndose) y el romance (tremendamente impersonal). Ambos aspectos parecen cansados, una mera excusa para que Gilliam reinvente 1984 desde una perspectiva surrealista, felliniana, onírica, psicodélica… Ni siquiera me molesta una cierta confusión (creo que encaja con el desquiciamiento del protagonista y con el final) provocada por un atropellamiento en determinadas escenas, supongo yo que para regodearse a gusto en su poderosa y excéntrica imaginería visual, pero echo en falta que las ideas no se coman la narración.
Hay por tanto una mala gestión de recursos, debería recurrir más a la sutileza (el exceso de pretensión y detalle acaba por ser redundante al incidir demasiado en sus intenciones paródicas y críticas) y recortar algunas de sus ideas, así habría más espacio para que cuando los protagonistas se besan no tengas la impresión de que lo están haciendo dos desconocidos. Por tanto le falta esa historia contada de una pieza, bien estructurada, que enganche. Falla en su perspectiva puramente narrativa, perspectiva a la que no renuncia, no se trata de que exija en todas las películas un guión bien trazado que sirva para cohesionar ideas sueltas, pero ya que el director recurre a una historia de amor y de intriga más o menos convencional es deseable que la cuente bien.
Pese a todo es una película fascinante que, sin apurar sus posibilidades (como le suele pasar a Gilliam), es sincera y muy entretenida, con un diseño de producción virtuoso, un humor negro y grotesco predecible pero efectivo e ideas sueltas que, aunque no estén todas bien ensambladas, tienen mucho valor por sí mismas. Creo que al final hay un empate técnico entre la alegórica inventiva y la irregular intensidad dramática.
Las interpretaciones sobre el título son muy jugosas. Gilliam dijo que para él Brasil era un hombre tumbado sobre una playa llena de vertidos industriales, con la radio y su toalla, escuchando la canción que da título al film. La canción, por tanto, es una ensoñación para escapar de la rutina y el desencanto, y ahí encaja la visión de la película de los sueños como motor para el cambio.
Pero la referencia que aquí se ha hecho al paralelismo entre dictaduras sudamericanas y el sistema al estilo del gran hermano te vigila de la película es francamente interesante.
Curioso también aunque no premonitorio que Gilliam filmara esta película en 1984, justo también cuando Michael Radford rodaba la obra epónima del genial Orwell.
Si bien todo hay que decirlo, la obra (Brazil) roza sucintamente la verdadera substancia de la obra literaria, esto es, la descripción de la vida concebida en un mundo formado por estados totalitarios, bloques políticos de pensamiento que alienan las mentes colectivas de los habitantes, y los convierten en medios para el fin, el fin de un poder perpetuado.
Así pues, Gilliam basándose en la obra Orwelliana, encamina a su protagonista Sam Lowry (una especie de Winston Smith más atolondrado), desde su puesto de funcionario del departamento de registro, y sin ambiciones a ascender en el escalafón profesional (y ello aún a pesar de los ímprobos esfuerzos de una madre con influencias en el departamento de información) a través de una serie de alocadas aventuras y ensoñaciones Gilliamianas, muy al estilo del preludio obertura del Sentido de la Vida.
Si bien la obra literaria constituye una indiscutible OBRA MAESTRA, esta obra podríamos catalogarla coma una obra menor, aunque no exenta de méritos propios.
Como casi toda la producción de este director, ésta está revestida de su habitual impecabilidad en cuanto a la facturación técnica.
Jonathan Pryce (Sam Lowry) perfila su personaje dotándole de una maravillosa profundidad psicológica, y al igual que el Winston Smith de 1984, se enamora también y de manera repentina de una Julia particular, Jill Layton (Kim Greist), luchando ambos por un fin menos vital que en la obra de Orwell, pero igual de loable, evitar una injusticia.
Aquí no se habla en neolengua, ni tampoco se utilizan tres tipos de vocabularios, ni se tiende a reducir el vocabulario para evitar que la gente tenga conciencia, ni existe el doblepensar, ni el crimental, ni hay telepantallas,ni se habla del famoso GRAN HERMANO.
Ahora bien, y dado que esta obra también se desarrolla bajo los auspicios de un estado totalitario, existen ministerios fuertemente burocratizados que entorpecen el devenir cotidiano, y aletargan las conciencias de una población cada vez más embrutecida.
No creo que Gilliam se planteara criticar lo que Orwell en su obra 1984 denominaba como el Ingsoc (interesante también el prólogo de Rebelión en la Granja), o socialimo inglés, pero sí que bajo esta serie de impactantes y deliriosos gags visuales, hay un cierto tono de denuncia no sólo hacia cualquier forma de totalitarismo, sino también a otro tipo de histerias totalitarias menos ofensivas y más superficiales como la obsesión por la estética en general.
Para verla como lo que es, una película de uno de los directores más locuaces y locuelos del panorama artístico mundial.
Pues sí, a pesar de estar considerada una obra de culto y de contar con una apabullante legión de seguidores, he de admitir que después de haber visto esta película de Terry Gilliam me he sentido tremendamente decepcionado. Es lo que tiene ponerse a ver algo con cierta predisposición positiva, que luego te pegas el tropezón, pero hoy, el que en su día me sorprendiese con su Miedo y Asco en las Vegas, me ha devuelto un golpe que no me ha gustado nada de nada.
Y eso que la idea parte de una premisa interesantísima, ya que el contexto donde se desarrolla una tediosa y cargante historia central es simplemente brillante, claustrofóbico y único a partes iguales. Terry nos describe a medida que la trama principal avanza, un estado futurista sumido en una inútil burocracia, tapadera de crímenes de estado y otras animaladas por el estilo. Nos pinta un gobierno que lo mismo tiene la libertad de irrumpir en tu casa de un modo totalitario, que llevarse a tu marido amordazado y secuestrado simplemente por una sospecha o un error de papeleo.
También podemos ver en la galería de personajes y situaciones que se nos presenta, salvajes críticas a cosas como la infancia corrompida, el consumismo y la publicidad salvaje, la cirugía estética, los límites entre la intimidad personal y la seguridad social, la inoperancia de los organismos de estado, la alienación y un largo etcétera siempre con un tono, o de humor negro (negrísimo), o con un extravagante delirio y excentricismo.
En fin, que va a valer más el contexto que la trama en sí, porque la historia central es tan sosa, plana, y aburrida que te invita a darle al stop… y eso unido a un extensísimo metraje, a ciertas reiterancias, y a pretensiones mal conseguidas, hacen que se me quede la realmente jodida sensación de que el señor Terry nos ha vendido una moto muy brillante por fuera, pero con poca fuerza para tirar para adelante.
De todas formas disfrútenla, porque solo su apuesta arriesgada hace de por sí que merezca la pena verla alguna vez en la vida. Eso sí, échenle paciencia.
Y mira que creía que me iba a gustar… ainsss … un 4.