Caravana de mujeres
Sinopsis de la película
A mediados del siglo XIX, un guía de caravanas (Robert Taylor) recibe el encargo de conducir a un grupo de mujeres desde Chicago a California. A partir de Independence (Missouri) tendrán que recorrer cinco mil kilómetros cruzando las montañas de Utah y el desierto californiano, en un viaje lleno de penalidades que constituye una auténtica odisea. El objetivo de la caravana es llegar a un valle habitado por un grupo de solteros solitarios que buscan esposa.
Detalles de la película
- Titulo Original: Westward the Women
- Año: 1951
- Duración: 118
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Opinión de la crítica
Película
7.1
65 valoraciones en total
La relación entre el cine comercial y el género femenino no es muy diferente a la relación que existe entre los hombres y las mujeres. El cine lleva desde sus inicios realzando la belleza de las mujeres, halagándolas desde el visor de una cámara, retratando todo lo que en nosotras puede haber de agradable y decorativo. Pero llegamos a un punto en que no queremos que nos digan que somos guapas o sensuales. Eso ya lo sabemos. Llegamos a un punto en que lo que en realidad deseamos es que el cine aprenda a querernos tal y como somos. Y esto incluye querernos incluso en los momentos que no somos ni guapas, ni decorativas ni sensuales. Es un largo camino que el cine todavía no está muy dispuesto a recorrer, excepto en ocasiones. Una de estas ocasiones se celebra, a lo grande, en esta (otra más) joya de William Wellman.
Las mujeres de Wellman son todas las mujeres. Unas mujeres capaces de recorrer cinco mil kilómetros de desierto y montañas para encontrarse con un montón de tipos que no han visto en su vida y de los que no conocen más que la foto. Mujeres que empujan carretas a través de las rocas pero gritan de pánico cuando ven a una serpiente, mujeres capaces de parir sin detener la marcha y al mismo tiempo, de hacer detener toda una caravana para acicalarse en mitad del desierto, mujeres con todas sus paradojas, su coraje, sus debilidades y esa capacidad innata de universalizarse que tiene el género femenino y de la que extrae gran parte de su fuerza.
Wellman reescribe la épica en sordina para adaptar la visión de un clásico viaje-odisea al temple y el silencio femeninos. Nadie duda de que la muerte o el sufrimiento o el cansancio no serán suficientes para detener la voluntad de un montón de mujeres con un objetivo común. Y con todo, lo mejor es que al llegar, ellas han cambido de muchas maneras, pero en ningún momento dejan de ser mujeres.
Moisés en su camino a Canaán no lo tuvo ni la mitad de crudo que Robert Taylor guiando a la caravana de mujeres: sin embargo, tampoco tuvo jamás a seguidores más fervientes. De las pocas ocasiones en el que las mujeres podemos contemplar un cine que habla de nosotras no como si nos admirase, sino como si simplemente, nos queriese.
En la noche del 3 de Enero de 1985 un grupo de solteros de Plan (Huesca) estaban en el único bar del pueblo viendo una película del oeste llamada Caravana de Mujeres. De aquella visión surgió una iniciativa pionera en nuestro país, y así, mediante anuncios en prensa se solicitaron mujeres dispuestas a desplazarse a Plan con fines matrimoniales. La iniciativa fue todo un éxito
No soy ninguno de aquellos pioneros pero más de veinticinco años después he visto esta película (por segunda vez), sin intenciones casorias, que gracias a Dios estoy atado y bien atado, y, como suele suceder, la he redescubierto, encontrando en ella detalles que la inexperiencia me impidió descubrir en su día.
El fundamento primigenio de esta historia se basa en la odisea, allá por los años 40, de un grupo real de mujeres sudamericanas que atravesaron el istmo de Panamá para unirse en matrimonio con los integrantes de una colonia de rancheros. Esta noticia, de la que se hizo eco la prensa, llegó a conocimiento de Frank Capra quien maduró el proyecto. Sin embargo sus pretensiones de dirigir un western chocaron con los intereses de su productora, Columbia, por lo que Capra comentó el tema con su amigo William A. Wellman quien, en palabras del propio Capra he flipped (obvio traducirlo). Wellman planteó la historia a Dore Schary, por entonces director de la MGM quien recogió la idea y financió el proyecto.
Caravana de mujeres es una película excelente. Una película con espíritu Capra, es decir, aparentemente sencilla pero de una fuerza y una rotundidad inusitadas. Películas escuela podríamos decir. Un grupo de más de cien mujeres que, no solo se equiparan en todo a los rudos hombres del wild wild west, sino que dejan a mas de uno a la altura del betún. No en vano Wellman tiende a fotografiarlas de abajo arriba, enmarcando sus rostros cansados y sudorosos con el desértico cielo.
El calvario de las mujeres de ficción no fue un jardín de rosas para sus intérpretes. Wellman se lo anticipó: El rodaje en las Montañas de Utah y el desierto de California será largo, sucio y cansado. No esperen camerinos para prima donnas . Y dicho esto las puso a entrenar, con un programa que incluía gimnasia, saltos a la comba, manejo de mulas, disparos, etc.
Excepcional Robert Taylor en un papel agridulce de firme conductor de caravanas aparentemente despiadado pero dejando entrever una sensibilidad especial. Por su parte, John McIntire no defrauda (nunca lo hace) como organizador de la caravana. Y por último mención cum laude para Hope Anderson (recuérdenla en Sin remisión de John Cromwell) en un papel pleno de fuerza, entereza y todo lo que hay que poner.
Un film absolutamente imprescindible del director que nos regaló aquella obra maestra que se llama Incidente en Ox Bow. Esta no le anda a la zaga.
Una de las auténticas obras maestras del gran William A. Wellman. Una caravana pasional retratada al viento desafiante de los grandes espacios del Western de toda la vida. Esas mujeres maravillosas, sentimiento y pasión en celuloide, que parten en busca, no de oro, sino de su particularísimo Shangri-La del amor, no por más desconocido, menos deseado, enfrentándose a múltiples peligros, acabarán, irremediablemente, por destripar nuestras entrañas, después de una hora y pico de impactos vivenciales, tan impresionantes como la Odisea de Ulises (bien que menos mitológicos) ¡Cuántos nudos en la garganta, frente a ese tierno apostolado pasional, que ilustra a la perfección la creciente voluntad femenina cuando se deja prender por el secreto acto de sus más íntimas emancipaciones, y que, por supuesto, significaba un bocado demasiado indigesto para aquellas beatitudes reinantes en el coto cerrado (a la mujer) del durísimo Oeste Norteamericano! Ese gigantesco women´s convoy será así capaz, ante los ojos asombrados del super macho Taylor, de dar vida a un orden personal nuevo, férreo, y obsesivamente fetichista en cuanto se refiere a sus sueños domésticos. Mujeres que se enfrentan a la pirueta milagrosa de una búsqueda voluptuosa en el puritano siglo del revólver, pétreo como Mr. Taylor, desprovisto de tonos lastimeros, y en las que, pese a las arenas movedizas de un paisaje aterrador, sobre el que gravita un sol que cae a plomo, la muerte (ataques indios incluídos), y todo el horror de una Naturaleza, tantas veces fantasmal y cruel, persistirán hasta el fin en el factor esencial a que las arrastra esa imparable y valiente sensación física (también anímica) que promueve el deseo de ser amado. Todo lo asume Wellman con una gran honestidad y pocos medios. Hay un rincón para cada protagonista enfrentado a sus problemas personales. Un durísimo Robert Taylor, quizás en uno de su mejores papeles. Una arrebatadora Denise Darcel que sería ave de paso en el cine yanqui ( Veracruz y alguna más que no recuerdo), y una inolvidable, gigantesca (en todos los sentidos) Hope Emerson que amortiguará los efectos devastadores de gran parte del tremendo viaje (o via crucis). El resto del elenco femenino es igualmente sensacional. Yo creo que es uno de esos Westerns inclasificablemente magníficos que alegraron nuestra infancia a través de aquel mundo fantástico de las sesiones dobles de los sábados por la tarde en nuestros cines de barrio . Y que, aunque me repita, es una de las más brillantes misiones imposibles jamás filmadas. ¡¡Gloriosa a todas luces en nuestro recuerdo de cinéfilos y en nuestro corazón celulóideco !! ¡¡Mil veces brillante su trabajo Mr. Super William A. Wellman!!
La cosa prometía, porque la historia va de transporte de ganado. Pero no sé hagan ilusiones, que a Wellman le da por hacer un western realista. O sea que aunque disfrazado, en realidad esto es un dramón de tomo y lomo.
Para disimular ponen a Robert Taylor al frente del ganao . Pero sólo es una cortina de humo, porque en esta caravana imperan las mujeres y las leyes (dos conceptos absolutamente violables en los westerns ofensivos y denigrantes que se precien), con discriminación positiva incluida.
A saber:
William Wellman describe, en sus películas, caminos de ida y vuelta. En ‘El rastro de la pantera’ todo empieza y acaba en una misma casa en medio de la nieve. En ‘Incidente en Ox-Bow’, dos jinetes llegan a un pueblo y entran en un bar –un perro cruza la calle. Al acabar la película, tras la lectura de una carta en ese mismo bar, los dos jinetes salen del pueblo –el mismo perro cruza la misma calle, esta vez en dirección opuesta. En ‘Cielo amarillo’ la primera y última escena están rodadas en idéntica localización, un banco –y lo que ocurre allí describe una perfecta simetría… o, más bien, una edificante y parabólica anti-simetría.
Un círculo completo. Un recorrido circular, íntimo y externo, en que los recintos parecen diferentes porque las personas han cambiado. Una vuelta completa por la rueda de la vida de los personajes. Una vuelta con sabor a desafío. Una vuelta, en fin, que es rito moral de iniciación o aprendizaje.
‘Caravana de mujeres’ también empieza y concluye en una misma localización: el valle de Roy Whitman. Citaré dos planos que refuerzan esa simetría estructural. Hacia el minuto seis, vemos un camino con un fondo de árboles en hilera. En primer término, un grupo de vaqueros. Dos jinetes, Roy y Buck, parten en busca de esposas para todos. Finalmente, hacia el minuto ciento dos, el mismo plano recibe a las mujeres. La misma carretera, los mismos vaqueros en primer término, la misma hilera de árboles. El tiempo transcurrido entre ambos planos abarca la odisea del viaje en caravana.
Veo en Buck Wyatt (Robert Taylor) en cierto modo un álter ego del propio William Wellman. Hosco y severo dirigiendo y, sin embargo, incapaz de reprimir una sonrisa de satisfacción ante el valor y la perseverancia de las heroínas –las actrices.
‘Caravana de mujeres’ riza el rizo: es un drama con encanto. Un drama en el que apenas cabe la sensiblería. La rueda gira y no hay lugar para el lamento largo. La tragedia dura lo que dura un plano de silencio.
En el minuto veinticuatro, Buck, contratado para liderar la caravana, le pregunta a Roy: Ready? En el silencio que sigue –tan sólo unos segundos– una plegaria muda inunda la pantalla. Roy alza la vista y le contesta: Take them to my valley –llévalas hasta mi valle. Sentimos la emoción contenida que late en todos los inicios.
[Continúo en el spoiler, destripando trama, detalles y argumento]