El amo de la casa
Sinopsis de la película
Adaptación de una obra teatral de Svend Rindon sobre la tormentosa relación que mantiene un marido tiránico con su familia. Es la historia de un hombre que trata despótica y arbitrariamente a su esposa y sus hijos. Su vieja niñera, la única persona a la que ha respetado en su vida, le hará ver de una peculiar manera que su comportamiento es cruel y vergonzoso.
Detalles de la película
- Titulo Original: Du skal aere din hustru aka
- Año: 1925
- Duración: 117
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Opinión de la crítica
Película
7.3
73 valoraciones en total
Aunque este tipo de situaciones parezca superado por la sociedad actual, en la época en que es concebida esta hermosa película de Dreyer, no lo estaba en absoluto, incluso se suelen dar este tipo de casos todavía desgraciadamente. Esta es la emotiva historia de un tipo despreciable que descarga sus frustraciones y fracasos personales maltratando a su familia, más directamente en su esposa Mary, que la menoscaba y humilla constantemente. Un film conmovedor del maestro danés cuando aún no era reconocido por su calidad artística, que nos demuestra más allá del dominio del arte, lo insensatos que somos todos, cuando sólo valoramos las cosas importantes de la vida tras haberlas perdido, sólo entonces recapacitamos y nos lamentamos amargamente.
El amo de la casa es conocida también por Honrarás a tu esposa (que sería la traducción literal del título original del film), sí, es una película muda de 1925… pero aunque pueda estar un escalón por debajo de sus famosas obras maestras (La pasión de Juana de Arco, Ordet, Gertrud), es una película que aglutina todos aquellos elementos (concreción, depuración, fotogenia, tratamiento del espacio, estilo elegante) por los que son reconocidos los otros films definitorios del autor. Esta es una película crucial, ya que su éxito de público propició que Dreyer fuera llamado tiempo después por la Societé Générale des Films de París para realizar su película sobre Juana de Arco. Dreyer contaba en sus memorias que el preestreno en París de El amo de la casa fue abucheado por un grupo de hombres de negocios que seguramente se vieron identificados por el protagonista de la historia.
El film narra como he aludido con anterioridad, la historia de Vicktor (Johannes Meyer), un hombre que actúa de manera despótica con su esposa (Astrid Holm) y sus hijos, hasta caer enferma su cónyuge, haciéndose cargo de la casa su anciana nodriza Mads (Mathilde Nielsen). Un melodrama severo que atañe a la severidad como única forma de reeducación de un comportamiento tan despectivo y egocéntrico. Dreyer se cuida de mostrarnos con gestos y miradas ese comportamiento de los distintos personajes sin apenas rótulos que describan lo que va sucediendo, las imágenes lo dicen todo, como debe ser.
La película inicia una exploración directa y concisa de la culpa y la expiación en términos sociales (enmarcada en lo que hoy denominamos violencia de género), mediante un plan tramado por la nodriza y la suegra de Vicktor. El film en una excelente copia en DVD está acompañado por una estupenda música de piano por Lars Fjeldmose. La película está trufada de planos preciosos que el buen aficionado al cine admirará si se atreve a descubrir cine mudo de uno de los más grandes maestros.
Dreyer junto con Murnau son los dos genios más grandes de la historia del cine.
Aquí ya vemos de lo que va a ser capaz este cineasta en un futuro.
Rechazando espectacularidades vanas, hizo una película de gran sencillez sobre lo cotidiano.
La crítica a los maridos que convierten en esclavas a sus mujeres no tiene desperdicio.
Es una historia tremendamente humana y emotiva.
Es una lástima que ésta película sea tan desconocida. También tiene el título de El amo de la casa .
Dreyer muestra inquietudes sociales con uno de los primeros films claramente feministas de la historia del cine, en una época que el vanguardista cine danés y escandinavo estaban en pleno auge creativo, con grandes directores, como el propio Dreyer, o los suecos Stiller o Sjostrom.
El director danés se introduce en el típico hogar. Un bucólico lugar, en apariencia, en donde conviven un jóven matrimonio con tres hijos, sin embargo, bajo tal apariencia subyace una amarga convivencia, cuyo foco es el despótico caracter del cabeza de familia, empeñado en hacer trabajar a su mujer como a una criada por el mero hecho de acercar el único sueldo al hogar, sin embargo su vieja niñera, que también vive bajo el mismo techo, y es consciente de las continuas vejaciones que debe afrontar la pobre ama de casa, trazará un plan para revertir la situación.
Du skal ære din hustru (que en español viene a ser algo así como Honra a tu esposa) cuenta la historia de un patán llamado Viktor Frandsen (Johannes Meyer) que trata a Ida (Astrid Holm), su mujer, como una basura, abusando de una autoridad caduca como macho y proveedor del hogar. Esto hasta que su antigua nana (Mathilde Nielsen) decide sacar a la pobre desgraciada de casa y darle una lección al abusón de su marido invirtiendo los papeles y poniéndolo a trabajar como una ama de casa para que aprenda a respetar a su esposa, quien es más buena que el pan pero sobradamente pendeja como para dejarse mangonear de semejante forma.
Voy a ser totalmente franco: esta es una película, en general, un poco aburrida. Sensación que no se mitiga por más que haga un alegato de reivindicación del papel de la esposa en los años veinte, cosa bastante de avanzada, y que a nivel formal esté sembrada de bellos aciertos visuales que atestiguan que en efecto fue dirigida por quien la firma (Dreyer le le confiere un general buen gusto visual que da prueba del ojo preciso de un artista de su categoría).
Pero esta es una apariencia superficial y transitoria. No podría nunca decir que Du skal ære din hustru sea una mala película, decirlo sería una majadería a la luz de su calidad visual y de su meollo argumental y discursivo. Tampoco podría decir algo en contra de su director, yo a Dreyer lo adoro con el alma, de hecho, películas suyas como Dies Irae (1945), Ordet (1955) y Gertrud (1964) son de las piezas audiovisuales más bellas sobre las que uno pueda posar el ojo, y La Passion de Jeanne d’Arc (1928) es, de lejos, una de las mejores películas de la historia del cine y además se encuentra entre mis favoritas de todos los tiempos. Carl Theodor Dreyer no es cualquier papanatas y aunque esta película fue hecha durante sus primeros años de carrera como director, ya demuestra un talento poco común. Como sea, este largometraje está atravesado por un incómodo elemento sumamente teatral (de hecho es la adaptación de una obra de teatro de Svend Rindon) que sin duda mitiga su capacidad para sobrecoger al espectador.
Ahora bien, si usted consigue sobreponerse a la sensación inicial de tedio, podrá encontrarse con unos personajes sórdidamente complejos, retratados con una plasticidad que ya poco se ve en estos días, pero de la que el director danés siempre fue un prodigioso exponente, con planos memorables de esos que dan ganas de enmarcar, como aquel del abrazo entre Ida y Viktor que luego ha sido homenajeado y repetido tantas veces en la historia del cine, y con escenas llenas de un inteligente simbolismo amargo, como aquella en la que Ida raspa la mantequilla de su propia tostada para que la de su esposo tenga un poco más de sustancia. También podrá disfrutar el espectador de unas interpretaciones para ser aplaudidas, que además se nutren de gran atención al detalle simbólico desde el guion, como ese en el que Viktor aparece acomodando la pata coja de la mesa por nostalgia, en conexión con aquel otro momento previo en el que Ida hacía lo mismo por pura sumisión.
Y hay aún más recompensa para los ojos que no se dejen distraer por ese tono letárgico del largometraje (Dreyer siempre esconde innumerables capas de interés estético y discursivo): Du skal ære din hustru está sentando unas importantes bases, quizá sin saberlo, de lo que llamaré naturalismo cinematográfico (ese que será luego vertebral de movimientos como el Neorrealismo Italiano) a través de la atención a historias pequeñas, a personajes sencillos, incluso aparentemente anodinos, pero llenos de matices, y a detalles contextuales prosaicos en su superficie pero cargados de connotación a través de una mirada humildemente poética.
No se deje, pues, distraer por las apariencias.