Tres en un sofá
Sinopsis de la película
Christopher Pride es un joven artista que gana un concurso de pintura cuyo premio consiste en diez mil dólares y el encargo de pintar unos frescos en un edificio de París. Encantado por la noticia, le anuncia la buena nueva a su prometida, con el deseo de que le acompañe. Ésta, psiquiatra de profesión, tiene a tres pacientes con verdadera aversión a los hombres…
Detalles de la película
- Titulo Original: Three on a Couch
- Año: 1966
- Duración: 109
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Opinión de la crítica
Película
6.1
100 valoraciones en total
Jerry es un tío con suerte. Le ha tocado pasta y un viaje a París. El problema es que la chica es Psiquiatra y tienes tres pacientes que son mujeres. El señor Jerry vuelve a tener mucha suerte ya que se las camelará a las tres para poder irse de viaje con su titi. Claro está que tienes que tener un don especial y ese don lo tienen pocos. Y uno de esos pocos es Jerry Lewis. Un crack para todo. Un auténtico multiusos. ¿Cómo lo haces Jerry?.
Soy multifacético, talentoso, saludable, un genio de fama internacional. Tengo un cociente intelectual de 190, lo que supuestamente me hace un genio. Mi respuesta a todos mis críticos es sencilla: Me gusta, me gusta en lo que me he convertido. Jerry Lewis
A Jerry Lewis yo lo considero un buen comediante. Le debo momentos muy gratos, un buen número de películas muy entretenidas y, como suele ocurrirle a todos los artistas, también le hemos visto uno que otro fiasco. Pero, ya lo hemos dicho: De tanto en tanto, la musa a todos nos juega sus malas pasadas.
TRES EN UN SOFÁ es, para mi gusto, una de las apariciones más infortunadas que haya tenido este actor y director. Su salida de la Paramount, por razones que apuntaban al insatisfactorio resultado económico que venían teniendo sus últimos filmes, no le sirvió para reflexionar seriamente sobre lo que seguía para él de ahí en adelante, y al llegar a la Columbia, siguió haciendo lo mismo convencido, de seguro, de que el problema era de los demás y en ningún caso suyo. Si su IQ estaba en 190 como el mismo Lewis afirma, creo que su ego andaba por los 750 sobre un máximo de 500.
Como Jerry Calamidad o Las joyas de la familia, TRES EN UN SOFÁ nos sigue mostrando a Jerry inflándose e inflándose (el cuerpo pronto seguirá a la mente como precisa metáfora)… y además de que deja a las mujeres como tontas, requetetontas, incluida su enamorada Elizabeth Acord, una psiquiatra que consigue una peligrosa transferencia con sus pacientes, en ambas direcciones (Janet Leigh creo que debió sentirse como una codorniz bailando con un avestruz), Jerry Lewis vuelve a aparecer casi todo el tiempo haciendo, él mismo, cinco insulsos papeles con tres de los cuales vuelve a jugar al seductor irresistible. De paso, nos regalará el que podría ser el striptease de peor gusto que haya habido en la historia del cine.
Para pisotear la psiquiatría, profesión de muy alta acogida entre los norteamericanos, Lewis osa poner en un obstetra, y en su propio talento seductor, la solución simplísima que, en meses, no había podido visionar la atractiva, pero ilusa psicoanalista, para sus tres pacientes. No obstante, todo esto lo habría aceptado de buena gana -¡pues también es cierto que hay psicoanalistas que dejan muy mal parada la profesión!- si Lewis, por su parte, se hubiese mostrado cáustico y divertido. Pero, siendo justos, lo que aquí vemos es a un requetetonto mofándose de cuatro tontas. Por esto, quizás el mejor acierto del filme, sea esa toma donde vemos a Christopher-Lewis colgado, como un niño, de la falda de la psiquiatra.
Después de ver esta obra es fácil pensar que en ella ya se evidenciaba la pérdida de talento y de facultades cómicas de Jerry Lewis, sobre todo comparándola con la previa Las joyas de la familia (The Family Jewels, 1965). Entre uno y otro título, se puede decir que Lewis evoluciona y no evoluciona. Evoluciona hacia un mal camino, dirigiéndose hacia una comedia romántica más adulta, más sofisticada, que tal vez era un tipo de comedia más taquillera. No evoluciona (también, mal encaminado), repitiendo las payasadas de siempre, y el humor más grueso de sus películas anteriores, y repitiendo el tema del doble, es decir, desdoblándose en varios personajes.
Lo peor de todo es que estos dos caminos son erróneos: ni acierta con la comedia más o menos romántica, más o menos sofisticada, ni acierta con las payasadas y los personajes que encarna. Nada hace gracia, todo da un poco de vergüenza ajena, especialmente las escenas en las que aparece travestido, como Heather , y especialmente el streap-tease que hace quitándose la ropa de mujer, y poniéndose ropa de hombre. La fiesta del final es larga, aburrida, y Buddy Lester como borracho de show de tercera categoría no hace ninguna gracia. La supuesta sátira del psicoanálisis y de los psiquiatras, tan importantes en los Estados Unidos, no hace gracia y además es muy burda. Según la película, si una mujer -eso sí, guapa y joven- tiene problemas psicológicos, lo único que tiene que hacer para solucionarlos es enamorarse de un hombre seductor, y ya está, con eso todo está arreglado.
Hay críticos que han destacado de este film cosas como el empleo del color en las sesiones psiquiátricas, o la secuencia del baile lento entre Lewis y Janet Leigh, pero la verdad es que ni siquiera esos elementos son muy dignos de rescatar, ni dignifican el conjunto, que es realmente catastrófico. Tan sólo salvaría a Janet Leigh, que en este largometraje hace una función parecida a la de Dean Martin, o Darren McGavin, en films previos protagonizados por Lewis, y a Kathleen Freeman, y a James Best, buenos secundarios, lastrados por un guión estúpido.
Aquí se ve a Lewis, como actor protagonista, harto, agobiado, y cansado, en su tarea de desdoblarse en varios personajes, tarea que, en la fiesta del final, se revela como una tarea agotadora y absurda. Esto es así en la ficción del film, pero este agotamiento de determinadas estrategias humorísticas vale también en el lado de la realidad del Lewis actor y director, en 1966.