Soltero en apuros
Sinopsis de la película
Stephen dirige un casino y, a pesar de los problemas que esto implica, los mayores quebraderos de cabeza se los causan tres mujeres: su ex mujer, una bella cantante, sobrina del propietario del casino, y una niña de cinco años a la que su padre, después de perder todo su dinero, ha dejado olvidada en el casino.
Detalles de la película
- Titulo Original: 40 Pounds of Trouble
- Año: 1962
- Duración: 106
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Opinión de la crítica
Película
5.6
85 valoraciones en total
Uff, como que no.
Ópera prima de Norman Jewison, el director de cintas tan interesantes y dispares como En el calor de la noche , El caso Tomas Crown , El violinista en el tejado , Hechizo de luna y muchísimas más, nos presenta una amable comedia que, quizá en su día tuviera aspectos interesantes, pero que a mí, se me ha hecho sosa y aburrida.
El directivo de un casino de juego de Nevada, divorciado y en plena batalla legal con su exmujer, se las tendrá que apañar para cuidar de una niña, a la que han dejado abandonada en la habitación del hotel que regenta.
Así resumido, parece una trama muy simple y en realidad lo es, lo que pasa es que el director ha pretendido apuntar muchas otras cuestiones, que hacen que la película divague muchísimo,( los líos con su exmujer, el ambiente del casino, tratar de darle cierto toque de slapstick, historia romántica metida con calzador, algo de metraje dedicado a Disneylandia…), que hacen que una película de duración normal, parezca que dura tres horas ( a mí, esa sensación me dio).
Es posible que en los años 60, esta película tuviera cierto enganche, pero hoy, ya no aporta nada de interés. Estos temas se han tratado tantas veces y mucho mejor, que ya no contiene nada ni que conmueva ni que divierta.
Desde luego, Norman Jewison tiene cintas mucho más apetecibles que ésta.
Opera Prima del realizador canadiense Norman Jewison, autor de interesantes y notables cintas como: El violinista en el tejado, En el calor de la noche, El secreto de Thomas Crown, Hechizo de luna , Agnes de Dios y Jesucristo Superstar entre otras.
Como elemento a su favor destacan las maternales intenciones del hado invisible y en contra el abuso de burbujas y pompas de jabon en su representación.
Entre el 4 y el 5.
4.5 por exceso de azucar.
Llevo algún tiempo considerando la posibilidad de abrir un subblog para agrupar en él las críticas de las óperas prima por las que siento verdadera devoción, sobre todo cuando se trata de autores consagrados de quienes ignoraba cuál pudo haber sido dicha obra, pero la dificultad técnica y la más que segura opción de tener que abrir otro exclusivamente para esas óperas primas me temo que me reduzcan a seguir sin dar un paso cibernético que acabe complicándome en exceso la existencia, ya de por sí ajetreada con los tres blogs que hasta la fecha voy sacando adelante a no pocos trompicones y más que moderada (pero selecta) audiencia (a la que recomiendo que, en el entreacto, visite nuestro bar…). Hace unos días tuve la suerte de ver la ópera prima de Norman Jewison, un autor de dos musicales que fueron grandes éxitos en su momento, El violinista en el tejado y Jesucristo Superstar, aunque excelente director en otros géneros también, por supuesto, como la oscarizada, seis, En el calor de la noche, con la ahora celebérrima canción de Quincy Jones, de idéntico título, cantada por Ray Charles o la comedia de estereotipos como ¡Que vienen los rusos! Con una producción de Tony Curtis, Soltero en apuros varía lo suficiente el clásico en el que se inspira para lograr una película diferente y en la que la situación del protagonista, un seco Mr. McCluskey, a quien prácticamente en ningún momento se dirige nadie por otro nombre que por el apellido, se ve envuelto entre dos complicadas situaciones: cómo hacerse cargo de una niña cuyo padre la deja abandonada en un casino en Nevada, una presencia, la de la menor en ese local, penada por ley y la tentación seductora de la sobrina del jefe del casino, un maravilloso mafioso interpretado por Phil Silvers con gracia inigualable. La sobrina en cuestión, una cantante que debuta en el casino del tío, es nada más ni nada menos que Suzanne Pleshette, con lo que puede explicarse a la perfección el serio dilema que significa para Curtis, que está saliendo de un divorcio en el que se le acusa de no querer pagar la pensión a la rica heredera de la que se ha divorciado, con la consiguiente prohibición de salir de Nevada si no quiere ser detenido y puesto a disposición judicial. Como se aprecia hay una gran dosis de ligereza en las situaciones, todas ellas tomadas desde un punto de vista cómico que evita cualquier planteamiento realista, salvo en la resolución de la trama, en la que la realidad hace acto de aparición, precisamente para poder resolver el enredo previo. La película sigue la estética de muchas películas de Jerry Lewis, tanto por lo que hace a la puesta en escena, como al uso privilegiado del plano americano y la cámara fija ante la que se van encadenando gags centrados en la tumultuosa relación de los personajes con las cosas, como ocurre cuando la invitada, una Claire Wilcox de excepcional naturalidad y simpatía, menos sobrada que Shirley Temple y más espontánea, usa el cuarto de baño del soltero de oro Tony Curtis, para desesperación de este, quien se convierte, de repente, en un cómitre que obliga a la condenada a galeras a ir recogiéndolo todo y ordenándolo, pues el tal McCluskey es, en efecto, una maniático del orden y la eficacia, de ahí que la intrusión de la niña suponga un quebradero de cabeza que acabará trastocándolo todo. Apenas se entera de la muerte del padre en un avión, toma la decisión de, junto con la sobrina del gánster, llevar a la niña a Disneyworld, donde, gracias a la presencia impagable del agente judicial que lo quiere detener, tiene lugar una persecución que reúne dos motivos de interés, uno, la propia persecución, al estilo slapstick (policías incluidos, por cierto, figurantes del parque), y dos, ser la primera vez que se autorizaba un rodaje de cine en Disney, lo que aprovechó Jewison para, con la colaboración fantástico del gran payaso que también fue Tony Curtis, recorrer prácticamente la totalidad de las secciones temáticas del parque, una visita nostálgica y casi arqueológica al primer parque abierto por la empresa Disney. La película, ¿aún no lo había dicho?, es un remake de Dejada en prenda, de Alexander Hall, interpretada por Adolphe Menjou y Shirley Temple, aunque, ya digo, el apostador profesional en los hipódromos es cambiado aquí por un gerente de casino cuya fría eficacia al margen de los sentimientos se irá derritiendo a medida que las complicaciones le vayan devorando la agenda. Casi veinte años después de la original versión de Jewison, Walter Bernstein dirigió El truhan y su prenda, con un excepcional Walter Matthau y dos coprotagonistas de lujo, Julie Andrew y, si, también Tony Curtis de nuevo, aunque, ahora, en un papel de gánster malvado que nada tiene que ver con el dandy sensible y de tierno corazón que protagoniza en Soltero en apuros. Las películas con niño, niña en este caso, siempre son un serio problema para cualquier director, pero la pequeña Claire Wilcox debió de nacer en un camerino, no en un hospital o en su casa, porque el desparpajo de su actuación es de tal naturaleza que ni siquiera la pizpireta Shirley Temple de la primera versión sale bien parada de la comparación. Suzanne Pleshette ha de poner el tipo y el rostro preciosísimo y poco más, porque, a pesar de sus magníficas cualidades de actriz, aquí tiene un papel casi de terciaria, más que de secundaria, en cualquier caso, otorga verosimilitud a la disparatada situación y contribuye, en algunas secuencias en escogidos exteriores, a redondear la parte de comedia romántica que tiene, también, la película. Entiendo que haya quien no comprenda que quepan en el gusto de un crítico obras tan dispares como la Belinda criticada hace escasos días o la presente, pero el cine está lleno de géneros, los géneros de reglas y las reglas de excepciones. De todo ello hay en Soltero en apuros para quien vea el cine sin anteojeras.
Manager de la sección de juegos del famoso club de Bernie Friedman, Steve McCluskey es un hombre para el que, desplumar a los incautos de cada día que todavía creen que, en un casino, es posible hacerse rico, ya se ha vuelto simple rutina. Entre tanto, sigue jugando a separarse de la bruja de su mujer… así que, su vida personal, no pasa por lo que pudiéramos llamar un momento edificante.
Entonces, llega el día en que el fatum decide darle a McCluskey otra oportunidad… y en su camino pondrá a tres personas muy distintas: El primero, Howard Piper, otro necio que ha decidido jugarse su fortuna a las cartas y que al momento de marcharse con las manos vacías, olvidará que andaba con su pequeña hija de seis años, la cual termina quedándose en aquel casino a la espera de un regreso que quizás no se produzca. Así, Penny Piper será la segunda personita que entrará en la vida de aquel jugador al que la vida pretende rescatar. Y también aparecerá, Chris Lockwood, una cantante con un rostro para enmarcar, quien durante su permanencia en el club tendrá que vérselas con la actitud despectiva de McCluskey y hasta tendrá que hacer las veces de niñera de turno.
Pero estas dos mujeres tienen un algo irresistible… y el jugador va a tenerlas muy cerca como darse la ocasión de comprender que ¡es un tesoro lo que la vida le ha enviado!… y quizás, hasta lo veamos haciendo lo que nadie imaginaba: ¡montando en trencitos y botecitos en Disneylandia!
UN SOLTERO EN APUROS es una fresca y entretenida comedia, basada sin duda en la ya clásica película de Alexander Hall, Little Miss Marker (1934), que protagonizaran Adolphe Menjou y Shirley Temple, la cual fue rehecha de nuevo en 1980 por Walter Bernstein, con Walter Matthau y Sara Stimson. Fue el debut como director del canadiense Norman Jewison, quien desde entonces dejó demostrado que tenía buen pulso para la comedia. Y fue la primera producción a la que se le permitió rodar dentro de las instalaciones de Disneylandia.
Tony Curtis, tiene aquí otro de sus muchos aciertos como comediante y resulta muy apropiado como el truhán al que le ha llegado el momento de demostrar que también tienen palpitaciones humanas. Suzanne Pleshette, tendrá que convencerle de que, así como hay brujas, también hay mujeres que son verdaderos ángeles. Y Claire Wilcox, será la traviesa y muy dulce pequeñita, llamada a aflorar lo que de bueno hay en todo ser humano.
En un ambiente muy acogedor y familiar, el filme consigue demostrar que, en definitiva, poder amar es lo que todo el mundo desea, porque absolutamente nada positivo se puede extraer timando a otros y dejándoles en la ruina. ¡Hay que ser muy necio para así creerlo!