Hotel del Norte
Sinopsis de la película
En un modesto hotel de un barrio popular de París, Renée (Annabella) y Pierre (Jean-Pierre Aumont), una joven pareja de enamorados, alquilan una habitación para una sola noche. Ambos jóvenes tiene intención de suicidarse: Pierre matará a Renée de un tiro, y luego disparará contra sí mismo. Pero el plan no sale como tenían planeado…
Detalles de la película
- Titulo Original: Hôtel du Nord
- Año: 1938
- Duración: 95
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Opinión de la crítica
Película
7.1
56 valoraciones en total
1) Marcel Carné dirige acertadamente un gran guión de Jacques Prévert, polifacético escritor de orígenes más dadaístas que surrealistas, autor de la conocida canción Les Feuilles Mortes [Las hojas muertas].
2) Arranca la película con una formidable escena nocturna, en el comedor del Hôtel du Nord, modesto hostal junto al parisino canal de Saint Martin. Sentados a una gran mesa, los dueños celebran con parientes, huéspedes y amigos una primera comunión, en medio de continuas risotadas y libaciones.
Tras esta chispeante presentación de unos cuantos personajes, llega pidiendo habitación una pareja extraviada y romántica cuya onda lúgubre corta un instante la fiesta. Ya en el cuarto, los jóvenes se recuerdan sobre la cama el plan desesperado que han concebido en vista de que su amor vehemente y fogoso no encaja en un mundo adverso, y se expresan una vez más sus sentimientos torrenciales.
3) De ahí en adelante, los acontecimientos se suceden, casi todos en el hostal, colmena humana repleta de bulliciosos secundarios, retratados con mirada aguda e indulgente, con rico vitalismo y una tolerante humanidad de barriada, que no juzga y deja vivir. El ‘realismo lírico’ de Carné quería ser también ‘cine de calle’, y así acoge con normalidad entre los huéspedes a un confitero homosexual, una prostituta (desbordante interpretación de Arletty, que se apodera de media película), al niño Manolo, huérfano de los bombardeos de Barcelona adoptado por los patrones… Otros son un pánfilo cómicamente obsesionado con sus actividades de donante de sangre, su mujer insatisfecha, el vivales que se arrima y el proteico rufián de la prostituta (Louis Jouvet), cuya personalidad va mostrando sorprendentes capas.
4) La historia principal, la de los amantes trágicos, flojea a ratos. Concebida con acentuado dramatismo, los actores tienen que sostener diálogos que resultan más embarullados que pasionales, y sus actuaciones no aguantan siempre los abundantes primeros planos. Pero, por vasos comunicantes, la trama de historias que tejen en el hotel los secundarios, con la prostituta y su chulo a la cabeza, inunda el argumento y lo desborda.
Sin cesar la vida pasa, como las gabarras por el canal, los trenes por la estación vecina, por el empedrado la cuadrada furgoneta, los carros de caballos, el ancho autobús de línea…
En varios diálogos increíblemente afortunados, en las escenas callejeras, el comedor repleto de obreros y pintores, el baile popular del 14 de abril, y tantas otras, en la escenificación y la fotografía, de riqueza deliciosa, Carné captura esa vida, la recrea y la plasma en celuloide con delicadeza tan enérgica que 70 años después todavía conmueve.
Película circular, drama romántico basada en la muerte y la vuelta a la vida. Empieza con una comunión y un anochecer y finaliza con el 14 de julio y su posterior amanecer.
—Toma de la Bastilla—. El ambiente es festivo y jovial… la presentación de los personajes. Los dueños que han adoptado a un niño huérfano de la guerra civil española, la tormenta eléctrica, se duda con los petardos finales, la pareja que llega carente de ganas de vivir. Han pensado en todos los detalles de su suicidio… pero la cosa falla. Carné podría dirigir su mirada en ese torturado y cobarde joven que piensa que ha matado a su novia y ha sido incapaz de acabar con su vida… pero prefiere brindarles una segunda oportunidad. Ella vive… Él también, pero tendrá que estar en la cárcel un tiempo…
Resulta sorprendente ver una película de 1939 tan avanzada a su tiempo. Una historia de chulos, putas, suicidas,cobardes… en la que nadie es bueno ni malo del todo.
Confieso que Marcel Carné me parece un director excesivamente teatral. Los movimientos de los personajes a veces son lentos y forzados. A veces, creo que le falta pulso narrativo. Sin embargo, aunque en El hotel del norte hay partes en que el ritmo decae, la segunda mitad de la película nos atrapa y ya no nos suelta hasta un rato después de acabar la película.
Elegante, sencilla, sin aspavientos… es un cine que ya no se hace. Al menos así de bien.
Si usted va a Paris invierta una mañana paseando por el Canal de San Martín. A mitad de camino se encontrará con el Hotel du Nord. Siéntese en una mesa, pida un café y póngase a recordar las imágenes de esta película rodada en 1938 por Marcel Carné. Es posible que si está el dueño del lugar le proponga visitar la habitación dieciséis que se conserva bastante parecida a cómo aparece en ella.
No verá entrar por la puerta a Louis Jouvet, que por aquel entonces tenía 51 años, ni a Annabella, una hermosa joven de 29, supervivientes ambos de los respectivos naufragios de sus propias vidas. Tampoco verá a Jean Pierre Aumont, de 28, el suicida que se retractó de su suicidio, el asesino que no mató a su víctima. Los tres actores ya murieron, pero no el recuerdo de lo que fueron sus personajes, el furioso amor que vivieron los dos más jóvenes y el desencanto que precipitó al abismo al primero.
El Canal de San Martín conserva a la perfección el aire con el que aparece filmado: ambiente popular, plagado de artesanos, albañiles y modistas. La diferencia es que ahora todos llevan teléfonos móviles y antes para llamarse tenían que gritar por las ventanas. Porque Hotel du Nord describe a la perfección lo que fue ese París en que el amor desgarrado, el aliento del pueblo y la poesía estaban unidos de la mano. No en vano el guión lo escribió un gran poeta, Jacques Prevert, colaborador habitual del director.
Por todo ello me parece un exponente extraordinario de un cine a caballo entre la lírica más refinada y el costumbrismo más populista. También hay mucha densidad teatral en su interior. A veces Jouvet parece estar actuando en el escenario de la Comedie Française, componiendo un personaje con un infinito matiz de tristeza y desencanto que solo un gran actor trágico puede crear. A veces el desgarrado amor de los dos protagonistas se tiñe de tragedia shakesperiana en el molieresco corazón de París.
Todo eso lo puso en escena Marcel Carné, que a pesar de sus 32 años ya había mostrado su talento en Drôle de Drama (1937) y Le Quai des brumes (1938), entre otras películas, y que aquí preparaba el terreno de la excelencia que le llegaría en Les enfants du Paradis (1945), rodada en mitad de la ocupación alemana.
Imprescindible.
Marcel Carné crea en Hotel del Norte un microcosmos lleno de vida y de fuerza, centrado en el hotel que define el título del film, un microcosmos en el que no falta siquiera la referencia a la coetánea Guerra Civil Española. El suicidio es una idea que sobrevuela la película de principio a fin, creando un ambiente fatalista, sucio, situado entre el amor y la soledad, entre la salvación y la condenación, entre un pasado que pesa mucho y un futuro que nadie conoce. Louis Jouvet realiza una notable interpretación, y sin él la película no sería la misma.
Hotel del Norte es un clásico del cine francés, y puede encuadrarse en el llamado realismo poético francés de los años 30. Los movimientos de cámara dan al plano y a la puesta en escena una elegancia muy peculiar. Carné estaba entonces en su mejor momento.