Los tontos y los estúpidos
Un grupo de profesionales del cine entra en un plató para ensayar durante un solo día la obra Los tontos y los estúpidos . Siguiendo las indicaciones del director (Roberto Álamo), los actores irán transformando en una película lo que no era más que una historia plasmada en un guión. Mario, Paula, Miguel, Lourdes y su madre fingen, representan, esconden sus defectos y carencias, engañan y se autoengañan. Unos, para cambiarlo todo, de modo que todo siga igual. Otros, hartos de tanta farsa, se jugarán la felicidad a una sola carta. Porque no es lo mismo ser tonto que ser estúpido.
Una apuesta sentimental arriesgada este film de Roberto Caston que consigue hacernos mirar en el espejo de nuestra cotidianeidad. Muchas de sus historias son mentiras, fingir e interpretación frente a la vida de los otros.Para el director lo mas importante para llegar es emoción y credibilidad para lograr la empatia. Cine dentro del cine de un equipo que a las ordenes del director-interprete Roberto Alamo, han de leer un guión. Los engaños y la confusión con la realidad es constante en manos también de Cuca Escribano, Aitor Beltran, Vicky Peña y Nausica Bonnin. La primera película en euskera del director gallego (Ander) de temática gay le abrió muchos festivales. Con esta propuesta, sube el listón y por tanto, también los elogios y las criticas.
Enseñar al público como se hace una película y hacer de eso una película pero sin ser un documental, ser un formato extraño, raro, diferente….expectante.
Un hilo conductor de vidas entrecruzadas, no Robert Altman pero si muy aprovechable, gracias a las píldoras de humor repartidas por el film que hacen que el esfuerzo del espectador por seguir las historias se hagan muy llevadero.
Cine que reconforta. Cine altamente recomendable.
Los tontos y los estúpidos surgió de la casualidad: no había dinero para hacer una película normal y hubo que recurrir a la imaginación para solventar los problemas financieros. Así es como nace una original propuesta de cine dentro de cine, o, mejor dicho, guion dentro de guion, en la que la puesta en escena es nada y todo al mismo tiempo.
Los actores, en su mayoría desconocidos, realizan buenos trabajos, especialmente el actor francés que ni siquiera aparece, fomentando el deseo hacia lo que cada cual quiera imaginar. Sin embargo, las historias entrelazadas, por sí solas, no valen nada. Y ahí es donde el film pierde su fuerza. Porque las grandes ideas y los alardes de originalidad siempre deben ir acompañados de un buen guion.
La obra recuerda a Dogville, de Lars von Trier, por la ambientación minimalista, pero el guion tan sólo recuerda a cientos de películas iguales. Sumando ambos elementos, queda una película correcta y a ratos sorprendente, muy interesante por sus peculiaridades pero tarde o temprano olvidada por la banalidad de su trama (aderezada, por suerte, con buenos golpes de humor). Es decir: menos mal que no hubo dinero para hacer una película normal.
Juan Roures ~ La estación del fotograma perdido