Los jóvenes salvajes
Sinopsis de la película
Cuando un joven de origen puertorriqueño es acuchillado hasta la muerte en un barrio hispano, tres chicos de una banda italo-americana son acusados del crimen. Hank Bell, el ayudante del fiscal del distrito, un hombre con ambiciones políticas, los envía a prisión. Pero, conforme avanza la investigación del caso, se da cuenta de que la trama es mucho más compleja de lo que parece. Adaptación de la novela de Evan Hunter A Matter of Conviction .
Detalles de la película
- Titulo Original: The Young Savages
- Año: 1961
- Duración: 103
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Opinión de la crítica
Película
6.9
44 valoraciones en total
Protesto…
Grosera (intelectualmente), tosca/brutal (cinematográficamente) y obscena (ideológicamente: didactismo moralista, machacón y apabullante).
Concatenación sonrojante e histérica de escenas saturadas de obviedad y subrayados.
Tenemos a un rocoso y sobrio Lancaster como estrella indiscutible de la función, es el refulgente fiscal, el superhéroe cotidiano que vela por la verdad y el bien. Es cierto que ha huido de un pasado duro y humilde, que se ha casado con una niña rica y que intenta agradar y favorecer a su superior en su carrera política, pero eso son minucias en comparación con su indomeñable conciencia y su irrenunciable asunción de los verdaderos valores de la, a pesar de todo (la corrupción del sistema y las claras desigualdades sociales), maravillosa democracia americana. Su amada esposa (todo honradez y carácter) y su querida ex novia (todo bondad y comprensión) le guiarán por el buen camino. Tendrá que luchar contra todo tipo de bellacos (las bandas son consideradas víctimas pero presentadas como chusma: matones, extorsionadores, locos, proxenetas, putas…) y renunciar a sus intereses, pero nada importará si triunfan los verdaderos valores: la compasión, la comprensión y, en definitiva, el BIEN.
El debate principal es sencillo y eterno: los individuos son malos por naturaleza o es el medio el que los condiciona inexorablemente, y de ahí se deriva una consecuencia legal: si deben ser juzgados de manera implacable y solo por los terribles hechos, o, por el contrario, hay que tener en cuenta las circunstancias que les conforman, la marginación social y la extrema juventud como atenuantes). La lucha entre el ojo por ojo y la esperanza en el ser humano y su posible regeneración, entre el fatalismo y las segundas oportunidades, entre una postura más conservadora/reaccionaria u otra más progresista/contemporizadora. La película intenta mostrar todas las opciones y no decantarse por ninguna (aunque al final lo hace de la forma más previsible y simplona), lo malo es la mirada agresiva y el puro golpe de efecto, no hay ni capacidad de análisis ni un mínimo de mesura.
El producto final es un bienintencionado pero fracasado intento de mostrar unos hechos espinosos y conflictivos para reflexionar sobre ellos y llegar a conclusiones valiosas, lo lamentable es que todo se malogra por el afán de llamar la atención recurriendo a todo tipo de artimañas: sensacionalismo, acumulación de grandes escenas , sal gorda a diestro y siniestro, malos de caricatura, personajes de cartón piedra… Se violenta la historia para meter a la fuerza una especie de ensayo primario, con sermones, grandes momentos y, finalmente, una tesis de alpargata.
La película, que tiene bastante menos fama de la que merece, empieza con una secuencia que me encanta, acompañando a los títulos de crédito. Tres muchachos atraviesan a paso vivo, con cara de pocos amigos, calles de una zona pobre de Nueva York, enfilados hacia su objetivo: un chico portorriqueño ciego. Y lo encuentran.
En un mundo ideal todas las influencias que recibiesen los niños serían buenas, todas las personas tendrían fortaleza de carácter y un recto discernimiento del bien y el mal, y la gente sólo se agruparía para fines no preocupantes. Hacia ese mundo hay que tender, y muchas personas ponen de su parte para que así sea. Creo que en esta tarea los más eficaces son gente como el señor Bell, el ayudante del fiscal del distrito encargado del caso, maravillosamente interpretado -cómo no- por Burt Lancaster. No su excesivamente idealista esposa, ni el periodista coñazo, ni la hipócrita madre del ciego.
Otra vez Lancaster y su socio Harold Hetch buscando historias, proyectos y personajes de interés.
Frankenheimer era por entonces aquel un director en alza, joven promesa… aún no ese director consagrado al que Lancaster habría de recurrir con frecuencia por motivos controvertidos –quizás por su talento, por dejarse hacer… Quizás 50%-.
En esta cinta, vaticinando alegremente, el peso de la estrella pareciera imponerse al del realizador, y quizás sea entretenido elucubrar sobre quién tenía el voto dirimente en caso de empate. Opiniones al respecto hay de todos los colores.
Argumentalmente hay un esquematismo plúmbeo y avejentado, aunque se planteen temas para el debate con una moderada habilidad dramática. Pese a todo, su afán de didactismo social recarga demasiado el acabado final. Incluso cae en una encorsetada previsibilidad por su afán a la hora de introducir situaciones y perspectivas que evitaran maniqueísmos.
Técnicamente se observa una tendencia –la secuencia de la persecución o el asesinato del inicio son representativas- a introducir todo tipo de resortes visuales con la incontinencia típica del novato que busca hacer méritos abriendo la mayor cantidad de bocas posible. Es un trabajo tan apabullante y musculado –para la época y la experiencia del realizador- como artificial y en determinados momentos el ojo, en consecuencia, no descansa.
Por lo demás, hay momentos de buen pulso narrativo y planificación que avanzan mucho del Frankenheimer posterior, su inmenso cuidado en detalles de academicismo pretencioso, introspectivo y físico, donde la imagen jalonara narrativamente elementos clave de la historia (los planos distribuyen los rostros en función de su intensidad dramática, por ejemplo). Paralelismos que recuerdan ese nervio tan de los 60 propio de muchos directores de su generación, y que en gran parte supusieron un suma y sigue del trabajo de realizadores como Don Siegel o Sam Fuller (cineastas de alguna forma bisagra que se foguearon en la serie B abriendo sendas de un cine frenético y con un sentido más explícito de la violencia física y psicológica).
Interesante y polémica película, con un estilo cercano al telefilm, aunque en todo caso comprometida con su época, con un esquema sencillo: el asesinato de un joven ciego puertorriqueño, por unos muchachos de una banda rival a la que pertenecía el muerto. A partir de ahí, la consiguiente investigación en la descubriremos que las cosas a veces no son lo que parecen. Una historia de guerra de bandas callejeras parecida a West side story, pero nada romántica, sin la maravillosa coreografía y por supuesto la bella música compuesta por Leonard Bernstein. Esta es una versión mucho más dura y cercana a la calle, a la realidad. Muy cerca de Manhattan, en el Harlem hispano pululaban estas bandas de jóvenes desarraigados, viviendo en la pobreza, la delincuencia como horizonte en una jungla de odio.
John Frankenheimer, desarrolló una carrera desigual pero nunca falto de interés, pertenece a la generación de directores procedentes de la televisión (Lumet, Mulligan, Penn, Ritt), que a partir de finales de los cincuenta se incorporó al mundo del cine. Acostumbraban a filmar películas comprometidas con su tiempo, de rabiosa actualidad o desmitificando el clasicismo. El director se lamentaba – por lo que nunca se dio por satisfecho – de que le exigieron filmar un film de categoría A, con un presupuesto de categoría C. Estupendo trabajo de Burt Lancaster como ayudante del fiscal, con aspiraciones políticas y de origen humilde como los chicos a los que tiene que arrestar. Una excelente Shelley Winters encarna el papel de madre de uno de los chicos y antigua ex novia del propio Lancaster.
El estilo de Frankenheimer se desenvuelve bien en esta clase de film de tipo psicológico. Los jóvenes salvajes disfruta de unos encuadres inclinados muy típicos del cineasta, su descripción narrativa, planificando las secuencias de forma sobria y concisa. Gracias a la gran amistad que mantenía con Lancaster, fue productor de esta y otras de sus películas trabajando juntos con asiduidad en otros films. Esta es una película áspera y cruda, estupendamente ambientada, que presenta conflictos sociales y reflexiones éticas y morales difíciles de resolver.
Para su primera incursión en la pantalla grande, Frankenheimer tomó una novela de Evan Hunter (que adaptaron Miller y Anhalt) y contó con el gran Burt Lancaster, quien protagonizaría casi todas sus grandes películas (concentradas en el primer quinquenio de los 60): El hombre de Alcatraz, El tren, Siete días de mayo.
Tras el asesinato de un joven portorriqueño ciego en un barrio de Nueva York a manos de tres chicos italo-americanos, el instructor de la fiscalía del distrito (Hank Bell – Lancaster) decide , contraviniendo su función, esclarecer los hechos y buscar la verdad. Durante la investigación, Bell (que cambió su verdadero apellido, Bellini, de origen italiano) se verá más o menos presionado por todos: ambas bandas, su jefe (futuro candidato a gobernador) que busca la silla eléctrica para el culpable, su antigua novia, que es la madre del principal sospechoso, su mujer, contraria a la pena de muerte.
Frankenheimer lleva a cabo una fuerte crítica a la sociedad estadounidense a quien culpa, al menos en gran parte, de ser la causante de la existencia de esas bandas, que nacen de la miseria más absoluta. También critica a la justicia de ese país, que no permite interrogar a un menor de 16 años pero sí puede freirlo en la silla eléctrica .
A través del protagonista principal, el director nos conduce por los barrios marginales, nos muestra la extrema pobreza: niñas que se prostituyen, familias enteras que viven hacinadas, jóvenes que ven la violencia como forma de vida y única solución…
Pero también, y es uno de los puntos a destacar, aunque la sociedad tenga gran parte de culpa, los miembros de las diferentes bandas son mostrados como gente sin escrúpulos, y la mayoría disfruta con lo que hace, no quieren cambiar nada de su amarga situación: unos asustan a su mujer, otros le pegan a él una paliza, todos quieren acabar con sus rivales.
A destacar la interpretación de Lancaster, que con este director siempre bordó sus papeles. También de Winters y la intervención de Telly Savalas. Asimismo, una buena y muy apropiada partitura musical de David Amram (que repetiría en El mensajero del miedo).
Un film duro, interesante y necesario, estrenado el mismo año que West Side Story, con cuya temática enlaza.