La boda de Muriel
Sinopsis de la película
Muriel es una chica con sobrepeso que vive en un mundo de fantasía, canciones de ABBA y catálogos nupciales. Sueña con un príncipe azul que algún día la liberará de su odiosa familia y de sus burlonas amigas. Cansada de esperar su llegada, decide irse a la ciudad y buscarlo. Uno de los mayores éxitos del cine australiano de los noventa.
Detalles de la película
- Titulo Original: Muriels Wedding
- Año: 1994
- Duración: 105
Opciones de descarga disponibles
Si quieres puedes obtener una copia de esta película en formato HD y 4K. Seguidamente te mostramos un listado de opciones de descarga directa disponibles:
Opinión de la crítica
Película
6.5
99 valoraciones en total
La vi hace algunos años, cuando estaba en mi adolescencia y la verdad me sentí muy identificada en aquél entonces, no en todo porque mi familia no era así dejada, al contrario mi mamá era muy sobreprotectora, demasiado diría yo, pero me identifiqué porque yo siempre soñaba con hacer cosas divertidas, con que llegara un príncipe azul a mi vida, con que ese espíritu libre que yo tenía lograra liberar también al cuerpo que poseía, todo eso me llevó a ver en Muriel a una chica como yo, una chica nada ajena para mí, al contrario más cotidiana de lo que muchos puedan imaginar, pues creo que habían y siguen habiendo miles de Murieles, algunas soñadoras, otras reprimidas, o muchas con ambas características, que van por ahí desencadenando su propio destino y esperando al igual que Muriel encontrarse por fin a sí mismas, y desinhibirse por completo en esta sociedad de consumo que día tras día nos sumerge más en los paradigmas de la belleza superficial y los cerebros desocupados.
Muriel (Toni Collette) ha crecido sintiéndose una nulidad. Su padre está obsesionado con el éxito y la fama, su madre es un cero a la izquierda, sus hermanos y ella misma se hacen mayores sin tener muchas perspectivas de futuro y, aún menos, de triunfar en el sentido en que su ambicioso y codicioso padre entiende ese término.
Para añadir más cosas a la lista, Muriel tiene muchos kilos de más, es tímida y se siente tan sola y tan inútil que mendiga la amistad de unas antiguas compañeras de escuela que son unas tontas engreídas con la cabeza hueca y que cifran su propia valía en el atractivo físico, en la popularidad y en la rivalidad para atraer a los hombres.
Muriel se siente patética, y de hecho al principio llegamos a verla así. Una chica guapa y acomplejada porque su gordura la excluye, que está en paro, que se pasa los días escuchando la música de Abba en su habitación y que se conforma con tener unas amigas que la desprecian.
Un día decide reaccionar y dar el primer paso para marcar una conveniente distancia entre ella y su agobiante casa familiar y, mediante una maniobra no demasiado lícita, se marcha de vacaciones a una isla, siguiendo los pasos a sus estúpidas amigas. Allí se reencuentra con otra antigua compañera de instituto, Ronda (Rachel Griffiths), con la que congenia. A partir de ese viaje, Muriel decide buscarse la vida y volar del hogar paterno, así que se marcha con Ronda a Sydney para empezar de nuevo.
Interesante disección de los dudosos valores impuestos y metidos por los ojos a las masas: el éxito, la competitividad, la superficialidad, la creencia de que la belleza física conlleva la felicidad, de que el matrimonio es la máxima aspiración para las mujeres… No ha habido un solo día en que Muriel no haya escuchado a su padre decir lo inútil que ella es, que no ha llegado a nada… Su máxima aspiración, por supuesto, es ser popular y casarse, y verse bonita. No se valora lo bastante para advertir que se deja arrastrar por unos sueños vacíos y que para ser una mujer de valía no es necesario casarse, ni ser bonita físicamente, ni ser popular (si ser popular conlleva tener unas amigas tontas y ególatras y gente alrededor que sólo te valora por tu apariencia).
En Sydney comenzará su nueva vida con Ronda, y juntas van a pasar buenos y malos momentos.
Muriel va a emprender su propia maduración. Se va a equivocar, va a vivir nuevas experiencias, y se va a dar cuenta de que ciertas aspiraciones no tienen por qué suponer alcanzar la felicidad.
Nunca el dicho de y vivieron felices y comieron perdices ha estado más fuera de lugar.
Comedia dramática y reflexiva de P. J. Hogan que bajo su fachada algo simplona esconde todo un muestrario, en ocasiones doloroso y punzante, de los fracasos personales y de la búsqueda de la libertad personal.
He visto esta ácida comedia recientemente y lo que más me ha sorprendido es que rebosa frescura aún habiendo pasado más de diez años de su estreno, con un elogioso intento de apartarse de la comedia convencional al uso. Toni Collette además está esplendorosa en su papel de una joven que huye sin saber bien en qué dirección, tratando de salir de un ambiente social opresivo y lleno de convencionalismos.
Una joyita.
A primera vista, parece una película bastante petarda sobre una hortera australiana cuyo único deseo en la vida parece ser el de casarse a la más pura manera Lady Di y escuchar ABBA hasta que le revienten los tímpanos. Es una impresión errónea y resultaría una lástima dejarse llevar por ella y perderse una película que guarda varias y muy agradables sorpresas dentro de sí.
Empieza como comedia, se introduce de manera desgarradora en los terrenos de la tragedia y mientras tanto, presenta una cabal inspección de lo que significa ser y tener…y desear. Sin grandes alardes ni tremendismos, sólo con la sencilla habilidad de un director contando una historia sobre una persona cuyo legítimo deseo es el encontrar un lugar en el mundo y, en resumen, pertenecer a algo y a alguien, aunque este deseo pueda llevarle por caminos inesperados y no siempre recomendables.
Una película para llorar, para reír, para regodearse con los temazos de ABBA, para sentirse confortado, para pensar, para desear comerse el mundo, para huir, para encontrar, para dejarse llevar…Muy buena.
Muriel’s wedding forma parte de ese grupito de comedietas modestas y traviesas que con cuatro chavos y mucho talento nos cuentan, entre chorrada y chorrada, cuatro cositas de la vida. Pim, pam…, así, sin más…, como quien no quiere la cosa. Porque en una sociedad repleta de rateros, sinvergüenzas, embusteros, farsantes, crápulas, aduladores, chaqueteros, depravados y tunantes de índole diversa, muy pocos tenemos la fortuna de poder echar unas risas o compartir un cafelito con esa Muriel, perdón Mariel, de nuestro entorno más cercano.
Y aunque la música de ABBA que lleva enquistada la peli repatee a más de uno por sus desmedidas dosis de almíbar, la verdad es que refuerza la teoría de que, pese a su carrocería hortera y casposa, las melodías del grupo escandinavo reflejan a la perfección ese puntito fresco, ingenuo y romántico de aquellos inolvidables 70. Y eso es lo que, a veces… sólo a veces, echamos de menos los más viejos del lugar.
Como bien dice Sugarfoot: Una joyita… y añado yo,… a reivindicar.