Ginger y Fred
Sinopsis de la película
Una pareja de bailarines que habían saltado a la fama gracias a su perfecta imitación de Ginger Rogers y Fred Astaire se reúnen años después en Roma para aparecer en un programa de televisión. El regreso de la pareja resultará bastante traumático para los dos.
Detalles de la película
- Titulo Original: Ginger e Fred
- Año: 1985
- Duración: 127
Opciones de descarga disponibles
Si deseas puedes conseguir una copia de esta película en formato HD y 4K. A continuación te detallamos un listado de opciones de descarga directa disponibles:
Opinión de la crítica
Película
7
53 valoraciones en total
– Unos fabricantes de bragas comestibles.
– Un viejo cura que hace milagros y levita
– Un diputado en extrema huelga de hambre por las injusticias del mundo y el maltrato a los animales
– Una medium que graba frases dichas por los muertos
– El joven que se va a casar con una anciana
– Un transexual cuya obsesión es hacer felices a los presos
– 24 enanos. Los minibailarines.
– Una vaca con 12 ubres
– Un mafioso esposado y vigilado
– Una mujer heróica a la que han privado de su televisor durante dos meses.
– Un almirante viejo y sordo, héroe de guerra.
– Dobles de Clark Gable, Brigitte Bardot y otros
– Una vieja pareja de bailarines separados hace 30 años que vuelven a actuar juntos. Ginger y Fred.
Todos estos y algunos más constituyen el universo felliniano en la magnífica Ginger&Fred . Personajes grotescos salidos del mundo onírico y surrealista del genial director.
El film pertenece ya a la última etapa del director, etapa en la que según la crítica dominante, Fellini se alejó de la crítica y del público.
Sin embargo Ginger& Fred no está muy lejos de la calidad de Amarcord, Ocho y medio o La dolce vita . Y es una de las películas que mejor transmite la esencia de este enorme creador.
Todos los personajes citados son reunidos por la televisión italiana para un cutre y esperpéntico programa navideño. Todos los tipos imaginables, la parada de los monstruos..
La película es una despiada crítica coral de la sociedad italiana, consumista, corrupta, insustancial. El personaje de Fulvio Lombardini, magnate de la televisión y multiples negocios, es ni más ni menos que Silvio Berlusconi, todavía hoy ¡primer ministro italiano!´La televisión es omnipresente en esa italia decadente.
Además, a través de la pareja protagonista (excelente Giuleta Masina, inconmensurable Marcelo Mastroianni, en una de las mejores interpretaciones de su carrera) analiza profundamente los sentimientos personales, las ilusiones y las fustraciones. Ella acude a la cita televisiva por un cierto orgullo de su pasado, para que la vean sus nietos, corre un riesgo, lo sabe, pero lo afronta. Él, perdido en el mundo acude exclusivamente por el miserable dinero que les van a dar. Entrañable visión de la vejez, nostalgia y añoranza de un pasado que siempre fue mejor.
Como en todas las películas de Fellini, la música es un punto fuerte. Desde los títulos de crédito. Música que rememora el circo, el mundo del espectáculo, que alegra y entristece, tragicómica.
El baile final de Ginger y Fred es el mejor momento de la película y uno de los grandísimos momentos del cine italiano. A la vez decadente y emocionente, grotesco y conmovedor. Mastroianni, único e irrepetible.
Quizá no estemos ante el mejor Fellini, pero estamos ante un gran Fellini, un Fellini en ebullición que quiere contarnos todo, expresarnos todos sus sentimientos. Un regalo para el gran cine.
Hace unos días vi por primera vez la película de Federico Fellini Ginger y Fred (1985) en la que Julietta Masina y Marcelo Mastroiani nos regalan la interpretación de Amelia y Pippo, una pareja de bailarines que durante los años 1940 realizaban imitaciones de los bailes de los míticos Fred Astaire y Ginger Rogers y que ahora vuelven a encontrarse después de 30 años invitados a la gala de Navidad de un programa televisivo.
No dejen de ver a Mastroiani inventándose el origen del Claquet, o verlos sentados en medio del escenario planeando su fuga durante un apagón en el plató. Lo que comienza siendo una crítica al mundo de la televisión, se convierte en una suerte de tolerancia hacia su existencia. Tolerancia como la que despliegan Pippo (ejemplo de bebedor lúcido y vividor mentiroso) y Amelia (empresaria, abuela y ejemplo de lucidez y moderación) ante sus inevitables diferencias, que los han llevado a unirse y separarse una y otra vez en diferentes momentos de su vida. Fellini cierra la película en una estación de tren, pero deja una preciosa puerta abierta por la que se cuela la vida cotidiana.
Durante la década de los ochenta, el mundo de la televisión sufrió una nefasta mutación con la llegada de las cadenas privadas de televisión en Italia, poco después ocurriría en España. Hasta entonces la única televisión era la estatal, como en España, pero las cadenas estatales que monopolizaban la caja tonta tenían una programación cultural aceptable. Con la llegada de las privadas, básicamente con la irrupción de Berlusconi, en lugar de disfrutar de una variedad cultural competitiva y apetecible, la televisión se fue denigrando paulatinamente, en su afán de ganar audiencia y generar publicidad a cualquier precio, con programas estúpidos, groseros (las mama chichos) y execrables, concursos absurdos e idiotas para marujas y degustadores de programas de cotilleos indecentes que menosprecian la inteligencia del espectador.
El cineasta de Rimimi lanzó una rotunda campaña contra las interrupciones publicitarias en la emisión de sus filmes, denunciando la manipulación de sus obras por intereses bastardos, convirtiendo al espectador en un idiota incapaz de concentrarse y reflexionar, así como de seguir el ritmo narrativo. Fellini se había apercibido de la tele dependencia, seducidos por la televisión basura, anticipándose en cierto modo en la que ha degenerado tal situación ahora (Sálvame, Gran Hermano, Supervivientes). Ginger y Fred no rechaza el medio televisivo, lo que critica es el uso abusivo que se hace de él. Todo lo que provoca asombro, lo que provoca ruido, todo lo más disparatado es primicia como se dice en la jerga. Todo debe ser dado al público como pasto.
Asistimos a los preparativos, la grabación y la posterior despedida de los protagonistas de un especial televisivo navideño, por el que desfilan una serie de personajes caricaturescos, un bestiario de fenómenos humanos llamados a testimoniar la vulgaridad más grotesca: desde la delegación folclórica que lleva al fenómeno local, una monstruosa vaca con innumerables mamas, hasta un ex sacerdote contestatario con su enamorada, desde una mujer que ha abandonado a su marido e hijos porque se ha enamorado de un extraterrestre, hasta un inventor de lencería comestible, también hallamos a un sacerdote que obra milagros y un almirante que hace un siglo efectuó no se sabe bien qué proeza. Músicos enanos, travestis ninfómanas, dobles de famosos y frikis de todo pelaje. Por fortuna, Pippo y Amelia son los únicos personajes dignos que recrean los números musicales de la famosa pareja americana Ginger y Fred con los que habían triunfado antiguamente en espectáculos de tercera fila.
Si Fellini nunca dejó de tratar a sus personajes con ternura, la televisión por el contrario, sólo busca mediocridad y carnaza, les destruye a cambio de un minuto de gloria catódica. Más allá del lamentable y bochornoso show, Ginger y Fred es la historia de un breve encuentro sin futuro de dos viejos bailarines de tip-tap, Pippo (un genial, Marcello Mastroianni), un tanto calavera que lleva una vida anárquica y flirtea con el coñac, Amelia (Giulietta Masina), es una pequeño burguesa algo ingenua dispuesta a bailar para agradar a sus nietos. Un reencuentro de unas horas que a Fellini le sirve para plasmar una amarga reflexión sobre el tiempo que huye irremediablemente. Un conmovedor y lírico film nacido bajo el signo del sarcasmo. Ginger y Fred no es perfecta, en mi opinión, hay excesivo trazo grueso, pero cuando el domador Fellini empuña la fusta y desciende a la pista, el film despega volando muy alto.
Espléndido cuento de navidad del Fellini más entrañable, melancólico y paradójicamente más accesible que nunca.
Y ello a pesar de que la película es una feroz y despiadada crítica en tono de sátira hacia el mundo de la televisión y del consumismo bajo el aspecto de la publicidad, con mensajes subliminales como aquel Fulvio Lombardoni, mecenas de tres al cuarto que recurrentemente aparece a lo largo del metraje de la cinta, bien en forma de vendedor ambulante demagogo y populista, vendiendo longaniza y lentejas (muy apropiado en el país transalpino para la época de navidad en que está ambientada la película) en la entrañable estación de Términi, bien en la forma de publicidad masiva e incitante al consumismo atroz…en Italia se dijo que dicha figura correspondería a la emergente figura en aquel entonces del más tarde archiconocido Silvio Berlusconi…
Fellini se muestra pesimista hacia una sociedad cada vez más alienada, criticando esa publicidad masiva que él consideró odiosa con aquella legendaria referencia suya sobre el asunto cuando en una ocasión sentenció aquello de, …La publicidad interrumpe la emoción , pues Fellini odiaba sentarse a ver una película y que de repente la dichosa publicidad la interrumpiera, y ello a pesar de que él también participó de aquel mundo con sus famosos anuncios sobre la pasta Barilla…
Todo ese mundo discordante es roto por esos fantasmas surgidos de la oscuridad del pasado y que con el paso del tiempo también se esfumarían con el implacabla paso del tempus fugit …aquella simpática pareja de artistas interpretados por unos DESCOMUNALES Giulietta Masina y Marcelo Matroianni que durante 15 años, en los 40 y principios de los 50, formaron pareja artística imitando aquella legendaria pareja de baile de Fred Astaire y Ginger Rogers por los teatros de Italia y que ahora, 30 años después y en los inicios de los 80, son reunidos por el programa de tv Ed ecco a voi (con todos uds) , que acoge a toda una colección de frikis varios acorde con los nuevos gustos de una sociedad cada vez más hueca y vanal y obsesionada por el consumismo atroz…
Desesperanzados, ambos artistas creen estar en un sitio, lugar y tiempo equivocados, e intentarán huir…aunque sea demasiado tarde y el tip-tap o claqué del Chick to Cheek haya comenzado…
Una de sus películas mejor narradas y filmadas, para una película magistral llena de mágicos e inolvidable momentos,y ello aún a pesar de que el maestro nos retratara una Roma sucia y hedionda, tal vez como símbolo de la corrupción que estaba viviendo a todos los niveles…
Como dicen los italianos una película indimenticabile (inolvidable) que a buen seguro hará las delicias del espectador y de la que Almodóvar tomó buena nota para su posterior filmografía, pues algunos de sus habituales y estridentes personajes salieron de esta troupé felliana del Ginger e Fred de Fellini…
I M P R E S C I N D I B L E.
Federico Fellini dirigió esta nostálgica comedia de ocaso, rescatando la aparcada carrera cinematográfica de su esposa, la genial Giulietta Masina, y relanzando a un maduro Marcello Mastroianni, antiguo icono y sex-symbol italiano.
Masina resurgió de un retiro de los platós y de los escenarios que había durado dieciséis años, y lo hizo con ese aire de irresistible dulzura y desparpajo que la había acompañado siempre, para actuar a las órdenes de su marido en la que sería su última colaboración conjunta.
Fellini, agudo observador de lo llano y de lo grotesco, y que podría definirse como una especie de Velázquez del cine, desnuda para el espectador la olla de grillos a la que se reducen nuestros tiempos locos. Mezcla sabiamente la melancolía de un ayer esplendoroso que intenta resucitar tras décadas de hibernación, y el frenesí de un hoy cacofónico, plural y extravagante. Muestra el furor con el que la televisión revoluciona, influye y trastoca a toda la sociedad, instituyéndose como el medio de comunicación de masas más difundido y absorbente del planeta, y sus llamativas y subliminales tácticas de sugestión psicológica que juegan con el subconsciente de la incauta, hechizada y adormecida audiencia.
Reuniendo a dos ex-bailarines de claqué que adquirieron gran fama en las décadas de los treinta y de los cuarenta imitando los números de baile de Ginger Rogers y Fred Astaire, Fellini traza un retrato que araña con zarpazos de melancolía y de añoranza de una época hermosa que se truncó por la ingratitud del desgaste y del transcurso del tiempo. Amelia y Pippo arrasaron sobre los escenarios y se separaron para no volver a reencontrarse hasta treinta años más tarde.
Y ahí se encuentran ahora, dos ancianos que acuden a la llamada de un hortera programa de variedades para interpretar su último baile juntos. Sin saber a ciencia cierta por qué están ahí, ni por qué demonios han accedido a meterse, aunque sea por un día, en la locura del mundillo de la televisión, saliendo brevemente de sus vidas corrientes.
En el fondo saben que lo hacen porque desean recobrar parte de la magia que resplandeció sobre el brillo del encerado escenario, y en las lentejuelas de los vestidos con que Amelia emulaba a una de las bailarinas de claqué más famosas de la historia.
Saben que lo hacen porque desean recobrar el fulgor que iluminaba unas miradas que relucían de juventud y de presagios.
Saben que lo hacen porque desean rescatar del baúl del olvido la época más feliz de sus existencias.
Incluso aunque tengan que pasar por mil incomodidades, soportar la barahúnda de un montón de gente de toda condición que habla a la vez y se mueve de un lado a otro entre cámaras y micrófonos, ser testigos de muchas escenas esperpénticas y contagiarse de la histeria que envuelve a la televisión. Preguntándose cómo han ido a parar a semejante gallinero impresentable y ansiando salir huyendo tanto como ansían volver a vibrar con el ritmo de unos pasos de baile que llevan en la sangre.