El último voto
Sinopsis de la película
Bud Johnson (Kevin Costner) es un apático y juerguista cuarentón. Lo más valioso de su mediocre vida es su brillante hija Molly (Madeline Carroll) que, con sólo doce años, introducirá, sin querer, a su padre en la vida política.
Detalles de la película
- Titulo Original: Swing Vote
- Año: 2008
- Duración: 119
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Opinión de la crítica
Película
5.1
38 valoraciones en total
Un planteamiento que podría haber dado mucho juego, queda reducido a una blandísima crítica contra el sistema político norteamericano, entremezclada con pinceladas de drama familiar, con niña repipi y padre guarrete incluidos. Costner se marca un country rock decentillo, así, como curiosidad. Incluso alguna parodia de la publicidad electoral tiene cierta gracia, pero la película acaba naufragando hasta convertirse en mero telefilme dominguero de sobremesa. Advertencia: los minutos finales pueden provocar sonrojo a personas con sentido común, aunque en el caso de profesar un acendrado antiamericanismo, pueden presentarse episodios espasmódicos o bien úlceras sangrantes.
Con un argumento que pudo haber sido relevante hace 5 años, esta es una comedia sobre cómo una chapuza en las elecciones de EEUU deja a un votante con las llaves para elegir quien gobierna en la Casa Blanca. La estrella es Kevin Costner. La vivienda natural de esta película es en un DVD.
El protagonista de Bailando con lobos y Waterworld es Bud, un tío vago amante de la cerveza, que vive en un parque de caravanas donde pasa sus días bebiendo y llevándose mal con su hija de 12 años.
Con más interés en dormir la última resaca que seguir las elecciones muy reñidas, Bud es obligado a prestar atención cuando un problema con las máquinas cuentavotos hace que su voto sea el más importante en la historia de los EEUU.
Pronto después, el Presidente (Kelsey Grammer) y el rival demócrata (Dennis Hopper) empiezan a cortejarle y a cambiar sus políticas para ganar su favoritismo.
Aunque tiene sus gracias e intenta meterse con la apatía de los votantes americanos, los chistes no funcionan, Costner parece que tiene resaca de verdad, y el conteo es demasiado alto, especialmente durante el largo discurso de Bud al final.
Se podría decir que mientras que existen películas que tratan de mantener una visión crítica con el sistema, hay otras que adoptan una forma aparentemente crítica pero que en el fondo se limitan a colocar el viejo orden bajo un nuevo disfraz. Ésta entra, en mi opinión, en el segundo grupo, y, lo pretendiese o no, acaba resultado un producto considerablemente reaccionario, burdo e inmovilista (aunque se publicite como lo contrario).
En un momento en que el presidente de EEUU vive un momento histórico de impopularidad, El último voto es una película destinada a encauzar el descontento generalizado de la sociedad con respecto a la política, fingiendo que lo que ofrece el guion ( se responsable: vota ) representa de hecho una alternativa para mejorar el mundo. Y pese a que seguramente no faltarán quienes salgan del cine con la sensación de que la película realmente invita a la reflexión o a tomar parte activa en la política, El último voto es en realidad un panfleto diseñado para convencer a la gente de que la alternancia entre los dos macropartidos representa una elección real, aun cuando ambos están financiados por el mismo tejido empresarial. Para ello, la película presenta un mundo de colorines y nubes de algodón en el que la política se mueve no al ritmo de los intereses económicos invisibles para el votante de a pie, sino al ritmo de los deseos de cada uno de esos votantes, con lo que es perfectamente posible que éstos, con la sencilla opción de votar demócrata o republicano, puedan crear un gobierno a la medida y enfocado a ayudar a los pobres, los enfermos, los oprimidos, etc.
Dejando de lado que la película sí que critica algunos aspectos de la política, como la falta de escrúpulos de los candidatos a la hora de decir una cosa o la contraria según convenga, la sensación final es la de que esos aspectos son secundarios, y que en el fondo el director quiere transmitir una fe ciega y absoluta en el sistema, para lo que se incluyen toda suerte de discursos demagógicos, e incluso se hace que los personajes de los candidatos a la presidencia acaben renegando de sus directores de campaña para recuperar la honestidad perdida (en un par de escenas de memorable inverosimilitud).
La película también respalda todos los dogmas básicos de la democracia estadounidense: el bipartidismo (durante la película apenas se insinua la existencia de cualquier otra opción política aparte de los demócratas y los republicanos), las campañas políticas que se centran en los candidatos casi por encima de los partidos (como si las decisiones fundamentales dependiesen de ellos y no de todo el aparato que tienen detrás), etc. Y esto último es lo peor. Se nos intenta decir que un presidente es solo un gestor, un hombre de gran valía profesional de cuya sabiduría y templanza va a depender el rumbo que tome el país, pero como si detrás de la cara que aparece en el póster electoral no hubiese nada.
Vista ayer en preestreno, película que podría ofrecer bastante más, pero que tiene algunos momentos bastante buenos.
Con un poco más de atrevimiento en cuanto al enfoque, una mayor profundiad, y un mejor uso del excelente reparto, la película podría haber sido magnífica… pero se queda en una película normal y mediocre.
Buen planteamiento, una mirada algo diferente a la ya manida crítica al clientelismo electoral, lástima que la propia película acabe cediendo ella también al clientelismo hollywoodiano. Creo que además de la lectura directa en relación con el disimiulo y falsedad de los candidatos existe otra más inquietante que es un torpedo a la línea de flotación del sistema democrático.
El indiscutible axioma un hombre un voto entra en crisis cuando son llevados al límite los fundamentos del hombre y la trascendencia del voto
El melifluo final al más puro estilo Hollywood desmerece a mi entender las espectativas iniciales, cortando de raiz cualquier posibilidad de profundizar en las contradicciones, o al menos paradojas, que intuíamos de trascendencia social y política. Estoy seguro que un buen director europeo hubiera dado otro remate más sugerente sobre el que reflexionar.