El último caballo
Sinopsis de la película
Después de terminar la mili en el cuerpo de caballería, Fernando decide comprar a Bucéfalo, el caballo que ha sido su compañero durante ese tiempo y regresa a Madrid con el animal. Pero la ciudad se ha transformado tanto que ni siquiera encuentra una cuadra ni tiene tiempo para atenderlo. Así las cosas, tendrá que buscar alguna solución.
Detalles de la película
- Titulo Original: El último caballo
- Año: 1950
- Duración: 74
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Opinión de la crítica
Película
7
87 valoraciones en total
Independientemente de los valores cinematográficos abajo reseñados, es de visión obligatoria para todo madrileño o que conozca Madrid, pues al contar con gran numero de exteriores, es una gozada ver (a través de una magnifica fotografía), como era Madrid en los años 50 (Cava baja, el mesón del segoviano, ahora casa Lucio, Arco de cuchilleros, Plaza de Callao, Plaza de Cibeles, antigua cochera de bomberos de Santa Engracia, parque del Retiro, plaza de las Ventas, y bastantes más que no he sabido reconocer).
Deliciosa comedia costumbrista, trufada de esa fina ironía y ese humor soterrado y retrancosamente inteligente inherente a la obra de Edgar Neville, a la sazón conde de Berlanga del Duero (tanto en teatro, como en cine y literatura), con un argumento (vicisitudes para mantener al caballo en un Madrid, se supone que moderno y el triangulo amoroso con la novia de toda la vida y la simpática florista) y un desarrollo de la trama, solo al alcanza de dos genios como el que aquí nos ocupa y Frank Capra.
Fernando Fernán Gómez, esplendido como de costumbre (impagable esos paseos montado en Bucéfalo por pleno Madrid), José Luis Ozores, tronchante y eficiente como ese resabiado amigo bombero y el paisanaje madrileño magníficamente retratado en sus actitudes y castizo acento.
Absolutamente recomendable.
Me parece una joyita, del todo inesperada, con unos cuantos aspectos a disfrutar: los actores, el paisaje humano, el paisaje urbano (de día y de noche), diálogos, el título y lo que acaba significando. Además, del todo ecológica ahora: el huerto urbano! pero del año 1950.
Comedia ligera de Edgar Neville. No busquen ni gran cine ni grandes pretensiones, pero es bastante interesante.
Fernando Fernán Gómez como siempre está de cine. Pero el acompañamiento tampoco es moco de pavo. José Luis Ozores está espléndido, sobre todo en las escacharrantes escenas en el parque de bomberos. Y hay una actriz, que no conozco, haciendo de mamá de la novia que borda su papel. El resto de los secundarios también es glorioso, como ese cochero borrachuzo tan castizo. Atención a la chuza que se cogen los protagonistas casi al final de la peli. ¡Así da gusto emborracharse coño! ¡Viva la vida antigua !
Pero lo que más destaca es ese recorrido que hace de Madrid la película. Es una delicia impagable. Ya nos gustaría a los de Barcelona que hubiese una película de esa época que reflejase eso.
Desde hace tiempo pienso que Edgar Neville es uno de los mejores directores de cine españoles y, desgraciadamente, uno de los que menos se conocen. Películas tan buenas como La torre de los siete jorobados, El crimen de la calle de bordadores, El baile o La vida en un hilo dejan constancia de ello. Pero después de ver esta joya que es El último caballo, definitivamente creo que ya es hora de reivindicar definitivamente su figura.
Desde hace poco tiempo que he oído hablar de esta película y tenía muchas ganas de verla, estando seguro que no me defraudaría. Y, en efecto, no sólo no me ha defraudado sino que me ha parecido una gozada.
A partir de un simple hecho, un ex-soldado de Caballería no quiere abandonar a su caballo bajo ningún concepto, Neville crea una obra sólida y muy divertida. El fondo de la película El último caballo es totalmente actual. Estamos hablando de 1950 y ya reivindican los viejos tiempos sin vehículos, sin máquinas, con más tranquilidad. Sesenta años después, con una situación mucho peor, seguimos reivindicando lo mismo pero con mucha menos esperanza.
La idea y el guión, del mismo Edgar Neville, son estupendos y la película tiene momentos realmente muy divertidos (por ejemplo, las conversaciones telefónicas del amigo bombero son memorables). Las actuaciones de Fernando Fernán Gómez y de José Luis Ozores son fantásticas y los actores secundarios no desmerecen. Por último es muy interesante el aspecto costumbrista de la película y las escenas que aparecen del Madrid de los últimos años de la posguerra.
En resumen, una delicia, una joya casi desconocida y de la que desde aquí recomiendo su visionado.
Puta esclerosis… Nos privó de haber seguido disfrutando de un actor inigualable en la historia del cine patrio. Además, la especie Ozores se desvirtuó y lo que vino después no le llegó ni a la suela de los zapatos. Porque, para el que les escribe, José Luis es el actor español por excelencia, con el que mejor se lo pasa, con el que más disfruta, con el que ríe, con el que llora, con el que comparte esas situaciones inverosímiles que solo le ocurren a él, con el único que se imagina viviendo alguna aventura, al que añora cuando terminan sus películas. Rostro afable, cariñoso, cercano y actuaciones repletas de naturalidad y sencillez. Así de grande era José Luis. Un actor que más de medio siglo después sigue demostrando que, ante la cámara, solo vale el talento y la espontaneidad, y eso a él le sobraba por los cuatro costados.
Y aquí se une, en otra de esas películas poco conocidas (gracias caballero por el descubrimiento), a Fernán-Gómez y al poco valorado Neville para regalarnos una comedia espléndida, fantástica. Además, como en las grandes del género, con un desarrollo que claramente va in crescendo hasta llegar a una parte final gloriosa, antológica. Yo no sé lo que me pude reír anoche. Increíble. Algunas secuencias, me atrevo a afirmar, deberían ser cumbres en la historia del humor en nuestro país. Como aquellos gags de Martes y Trece en Nochevieja, Gila con su teléfono u oír a Zapatero hablando en francés. Auténticos monumentos al descojone y que hacen que uno se olvide por completo de si el día fue mejor o peor, bien o regular: el momento de risa a carcajada limpia está asegurado.
Se deberían de rescatar todas estas cintas y situarlas donde merecen. Enseñar a los mequetrefes que dicen hacer cine en este país lo que es hacerlo, pero de verdad. Sin conservantes, sin colorantes. Únicamente con mucha capacidad de ingenio y con un retrato de Madrid, que sirve como fondo, maravilloso. Esto es cine: trasladarte a esa ciudad en los cincuenta y además haciéndotelo pasar genial con las aventuras y desventuras de dos castizos que lo único que quieren es vivir en un mundo sin polución (menudos adelantados). Así que, si no la ha visto y me han leído, no se la pierdan, por favor. Y si la han visto, enhorabuena…y ya saben: ¡Abajo los camiones!, ¡viva el mundo antiguo!