El forastero
Sinopsis de la película
Western ambientado en la América pionera sobre las relaciones que se establecen entre Cole Harden, un vaquero honesto, y Roy Bean, un juez caprichoso y de singular moralidad. Notable duelo interpretativo que le valió el Óscar al gran Walter Brennan.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Westerner
- Año: 1940
- Duración: 100
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Opinión de la crítica
Película
7.4
98 valoraciones en total
Pais
Directores
Actores
- Aleth Hansen
- Annabelle Rousseau
- Art Mix
- Arthur Aylesworth
- Bill Beauman
- Blackjack Ward
- Buck Connors
- Buck Moulton
- C.E. Anderson
- Charles Coleman
- Charles Halton
- Chill Wills
- Connie Leon
- Corbet Morris
- Dana Andrews
- Danny Borzage
- Doris Davenport
- Forrest Tucker
- Frank Cordell
- Fred Stone
- Gary Cooper
- Gertrude Bennett
- Hank Bell
- Heinie Conklin
- Helen Foster
- Henry Roquemore
- Jack Pennick
- Jim Corey
- Joe De La Cruz
- Julian Rivero
- Lew Kelly
- Lilian Bond
- Lucien Littlefield
- Lupita Tovar
- Miriam Sherwin
- Paul Hurst
- Phil Tead
- Philip Connor
- Roger Gray
- Stanley Andrews
- Ted Wells
- Tom Tyler
- Trevor Bardette
- Walter Brennan
- William Gillis
- William Steele
Gary Cooper tenía treinta y nueve años cuando protagonizó esta película y ya era un actor sumamente conocido, con grandes éxitos de taquilla a sus espaldas. Aquí está como es él: limitado y eficaz a partes iguales. Walter Brennan le da la réplica componiendo un personaje de entrañable canalla , capaz de emocionarse ante su artista favorita y, al mismo tiempo, de ahorcar cruel e indiscriminadamente al primero que pasa por la puerta, o incendiar sin escrúpulos cultivos y viviendas. Por ese excelente trabajo interpretativo, el actor, que entonces contaba con cuarenta y seis, recibió un Oscar, algo que le sucedería dos veces más a lo largo de su carrera.
Y el duelo entre ambos termina siendo la metáfora de la película. Porque ambos representan los límites de un mundo inhóspito en donde la vida humana era un bien poco preciado, y la supervivencia, un deporte obligado por las circunstancias. En ese sentido El forastero es una película del Oeste, sí, pero también lo es de las contradicciones profundas del corazón de los hombres, en un momento de la historia de Estados Unidos en el que se estaban edificando las bases mismas de la civilización.
Pero no es solo eso. También es una comedia: Cooper y Brennan mantienen una divertida relación durante la primera media hora de la película que parece que nos va a llevar pronto a un final feliz, que, finalmente se producirá pero con uno de los dos muerto. William Wyler rebasa los géneros cinematográficos y construye una magnífica película que desde los primeros minutos produce la sensación de coherencia y rotundidad que producen la mayoría de las que dirigió a lo largo de su carrera. Maneja todo de manera calculada y precisa: los tiempos, las atmósferas, la fotografía, de una gran belleza, los cambios de nivel de la realidad: desde la introspección sicológica al documento.
Hay momentos memorables. El incendio de los cultivos es una maravilla. Algunas cabalgadas de Gary Cooper o las peleas en mitad de la arena, también lo son. Imágenes poderosas, imposibles de olvidar.
En un pequeño pueblo, al norte de Vinegaroon, en Texas, la ley la imparte un hombre muy particular. Se llama Roy Bean y se le conoce como El Juez de la Horca. No es abogado, pero él se autonombró juez. No conoce de leyes, pero él aplica las suyas y se le respeta. Es parcializado cada que le conviene, pero la gente lo sigue porque necesita las leyes y nadie allí conoce otras que no sean las suyas.
La historia que nos cuenta el director William Wyler, como la inmensa mayoría de las películas del oeste, no pretende tener un firme asidero en los hechos tal como sucedieron. Quizás se rememore algún episodio cierto, pero los personajes, en definitiva, son ampliamente retocados para dar mayor relieve a los sucesos que al final deciden contarse.
El cine es esencialmente ficción pues, aún en el documental, hay una selección subjetiva de los hechos que corresponde al criterio moral, ideológico y sensible del realizador. Por esta razón, una película no debe evaluarse considerando lo que realmente sucedió (pues esto último es también lo que otros dicen, y no es menos subjetivo), sino que debe interpretarse partiendo de lo que cuenta y de la manera en que lo cuenta.
Wyler ha recreado una encantadora e interesante amistad entre el juez ya descrito, quien vive perdidamente enamorado de Lily Langtry, una cantante inglesa a la que sólo conoce por las numerosas fotos que conserva, como un tesoro, en la pared de la cantina que él mismo maneja y Cole Harden, un forastero que es llevado al bar acusado de robar el caballo de Piel de Pollo uno de los asistentes de Bean.
Entre ellos, sucederán situaciones deliciosas cuando, para salvar su pellejo, Harden le hace creer al enamorado juez, que es amigo íntimo de la soñada Lily y que incluso conserva de ella un mechón de su cabello.
En aquella tierra, se viene dando la lucha entre los ganaderos que no respetan la propiedad privada y los agricultores que defienden sus sembrados del paso arrasador del ganado de aquellos. Recién ha terminado la Guerra Civil y cientos de colonos luchan por asentarse y vivir en paz.
Gary Cooper recrea a un hombre de diálogo quien luego tomará partido por los agricultores, cuando se hace amigo de Jane Ellen Mathews, y con sus propios ojos, observa los atropellos del ganadero Bill y su pandilla. Walter Brennan, en una brillante e inolvidable actuación que le mereció su tercer premio Oscar, da vida a un singular Roy Bean, que nos causa más risas que resentimiento, aunque sabemos que está del lado de los ganaderos y que, en definitiva, sólo defiende sus propios intereses.
Un filme bellamente fotografiado y con algunos momentos (el juicio a Harden, la consecución del mechón, la entrega de éste a Bean, el juez como único espectador en la presentación de Lily…) que difícilmente olvidaremos en el resto de nuestra vida.
Título para Latinoamérica: EL CABALLERO DEL DESIERTO.
Intenso y reconfortante western de William Wyler (1902-1981). Escrito por Jo Swerling (diálogos), Niven Busch (trama), Lillian Hellman (no acreditada) y Oliver La Farge (no acreditado), el guión desarrolla un argumento de Stuart N. Lake. Se rueda en escenarios naturales de Arizona. Nominado a 3 Oscar (actor reparto, dir. artística y guión original), gana uno. Producido por Samuel Goldwyn, se presenta en sesión de preestreno el 18-IX-1940 (EEUU). La acción dramática tiene lugar en Vinagaroon (Texas), pequeña población ganadera, y en Fort Davis (Texas), entre 1870 y 1879, con un inserto referido a septiembre de 1884.
El film explora las tensiones y luchas que enfrentan a los antiguos ganaderos latifundistas y a los nuevos colonos dedicados a la explotación de pequeñas granjas, levantadas con el esfuerzo de su trabajo. Focaliza la atención en los intereses contrapuestos de los dos grupos, sus diferentes métodos de trabajo, sus visiones diversas del mundo y del país, sus distintas capacidades de influencia y sus apoyos contradictorios. Dentro de este marco general sitúa el enfrentamiento entre un vaquero adicto a la libertad y un antiguo forajido integrado socialmente y convertido en guardián de la ley. De la mano de éstos, explora la miseria y la grandeza de la condición humana.
Describe la precariedad institucional y administrativa que rige en amplias zonas del Oeste fronterizo. Condena los simulacros de justicia a cargo de personas desaprensivas y deshonestas, el imperio de la ley del más fuerte, las tropelías contra los intereses legítimos de los colonos, las decisiones unipersonales sectarias y partidistas, la defensa de los intereses particulares y las lesiones del bien común. Exalta la amistad, el compañerismo, la sinceridad, el sentido de la aventura, el espíritu emprendedor. Contrapone los deseos de la mujer de echar raíces en un lugar donde vivir y las tendencias nómadas del hombre.
La narración es intensa y vibrante. La historia se presenta depurada, estilizada y exenta de elementos no esenciales. Los diálogos son agudos y divertidos. Salpicada de humor, la cinta incorpora escenas espectaculares y de acción trepidante y amalgama iconografía de los viejos westerns mudos con referencias románticas propias del western del momento.
La fotografía pone especial cuidado en el realismo de la acción y de las imágenes. La cámara busca posiciones disimuladas (tras la rueda de un carro, tras una cerca…), que confieren a la visión el aire de la mirada propia de un mirón o voyeur, que ve sin ser visto, observa con curiosidad e interés y mira por el placer de ver. El film, realizado por un Wyler joven (37 años), es sólido, absorbente y entretenido.
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Buen western cuya mayor aportación al género es la del personaje de Brennan, un juez antojadizo, muchas veces despótico y cruel, que está platónicamente enamorado de una actriz. Por desgracia, este personaje no está tan explotado como debería y la acción recae con frecuencia en los tópicos del género, encarnados en el héroe Gary Cooper (en ocasiones acertadamente ambiguo) y en los personajes de los ganaderos y los colonos, entre los que destaca Dana Andrews.
Sin embargo, más allá de este guión en el que se mezclan los aciertos y los tópicos, considero que lo mejor de la película es su fotografía, irreprochable, con escenas espectaculares como la del incendio. La banda sonora acompaña correctamente, aunque sin temas destacados como otras películas del género.
El duelo final deja un sabor parecido al del conjunto de la película: grandes ideas pero, por los motivos que fueran (no sé hasta que punto Wyler se vio condicionado), no explotadas hasta el máximo.
La grandeza de El forastero es que cuenta con cosas que no se han visto en ningún otro lado. El humor extravagante del juez Roy Bean no es posible verlo en ningún otro lado, algo que tiene que ver, y mucho, con la interpretación de Walter Brennan, él es quien acapara el verdadero interés del desarrollo de la historia. Siempre me ha parecido que la cara (de tonto) de Gary Cooper supone un duro inconveniente en cualquier película, pero como aquí vive a la sombra de Brennan el obstáculo de su presencia es menor.
No sé por qué pero me da la impresión que William Wyler fuerza la introducción de la lucha entre colonos agricultores y ganaderos autóctonos, algo que es necesario señalar porque es el contexto, pero sin duda alguna el mayor atractivo es la vida y obra de ese inclasificable juez. Cuando trata el tema de los colonos todo se pierde en topicazos, y lo digo tanto por lo bueno como por lo malo, si un tópico lo protagoniza Gary Cooper me parece rancio, pero claro, Brennan surge con su cerveza y ese licor que se come la madera de la barra y el tópico es muchísimo más digerible. El final de Cooper con Dana Andrews, otro tópico prescindible, el de Brennan, para quitarse el sombrero. La verdad es que yo me lo he pasado genial, porque me gustan las del oeste, ver esos caballos al galope (hay muchas escenas de babilla, de diez), unos malos malísimos y otros justos y buenísimos, pero sobre todo, insisto, ver a Brennan apareciendo con locuras imposibles, suerte de él. ¿Cae bien?, ¿cae mal?, nadie podrá decir que no es diferente.