King Kong
Sinopsis de la película
Durante la Gran Depresión, Ann Darrow (Naomi Watts), una actriz de vodevil, se queda sin trabajo. Su suerte parece cambiar cuando conoce a Carl Denham (Jack Black), un empresario que lucha para abrirse camino en el mundo del espectáculo. A ellos se une Jack Driscoll (Adrien Brody), un autor de teatro. Los tres emprenden un viaje a una remota isla, donde Denham tiene previsto dirigir una película. En una frondosa selva, descubren a King Kong, un gorila gigantesco, y a una tribu de seres prehistóricos que han vivido ocultos durante millones de años. Movido por su insaciable ambición, Denham, planea la captura del gorila con el propósito de exhibirlo en Nueva York.
Detalles de la película
- Titulo Original: King Kong
- Año: 2005
- Duración: 187
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Opinión de la crítica
6.2
79 valoraciones en total
Fui con muchas dudas a verla. Por una parte confiaba en Peter Jackson después de haber visto películas suyas magníficas. Por otra parte desconfío de los remakes porque casi nunca sale nada verdaderamente bueno de ellos.
Además, había leído opiniones para todos los gustos, alguna verdaderamente entusiasta, pero casi todas decepcionadas. A unos no les gusta la parte del principio, a otros la del medio, a otros la del final. Se suponía que los efectos especiales no estaban a la altura, que los actores (salvo la protagonista) no estaban nada bien, que sobraba metraje por todas partes… La gente la calificaba por partes, cuando otras veces juzgan sagas enteras como una unidad. Se hablaba de ella en ocasiones con tanto ensañamiento como con la nueva trilogía de Star Wars…
¿Y qué me he encontrado? Que casi todo el mundo había visto… otra película.
Porque si la grandiosidad en cine tiene un nombre, desde ahora es Kong. Si hay un remake hecho con respeto y con cariño, es esta película, llena de homenajes, de verdaderos homenajes, que no de plagios. Si hay diversión, ternura, emoción y terror, aquí están.
Porque no me parece lógico ensañarse con dos planos de efectos digitales cuando están rodeados de otros 20 perfectos. Porque esa obsesión porque no se note nunca nada y si no, no vale nos va a acabar impidiendo disfrutar de la magia del cine. Porque pareciera que el único con derecho a hacer películas de dinosaurios es Steven Spielberg. Y encima Kong es pura perfección, uno de los hitos de la infografía, un actor digital de primer orden.
King Kong es una historia de amor y ternura tremenda, las escenas en que Ann Darrow logra la amistad del simio a base de hacer el saltimbanqui, el baile sobre el hielo o los momentos frente a un sol posado sobre el horizonte, son puro amor al cine: dejarse llevar para contemplar la belleza plasmable en una pantalla. Nada que ver con los delirios eróticos de la versión de Guillermin.
King Kong es un film coherente, que podría tener una duración más breve, pero que está perfectamente equilibrado internamente. Ninguno de los actos, entre un prólogo y un desenlace magníficos, pierde ni ritmo, ni diversión ni interés. King Kong es un festival del exceso, pero el mismo concepto de King Kong es excesivo: o se hace un film excesivo o no se molesta uno en hacerlo…
Y además es un film sobre el amor al cine, sobre la pasión por hacer cine, por el espectáculo, llevada a la psicopatía. El director se identifica con el personaje más desagradable y rastrero de todos, retratado de manera verdaderamente negativa, no como en el film original. Por esto y por algunos aspectos secundarios, al film de Jackson que más me recuerda es a Forgotten Silver (La Verdadera Historia del Cine), un mediometraje que aprovecho para recomendar.
En fin: imprescindible para amantes del cine de cualquier y de todas las épocas.
Existe en el cine comercial norteamericano de estos tiempos una clara tendencia al exceso. Las tremendas mejoras tecnológicas permiten a los artistas de Hollywood introducir todo lo que deseen en sus películas, sin que haya límite alguno. Todo se puede hacer, toda idea se plasma. Claro ejemplo de esta tendencia es la saga Matrix, de los hermanos Wachowski. Ahora, de la mano de alguien muy curtido en estas batallas (Peter Jackson, responsable de la estupenda trilogía de El señor de los anillos), nos llega este abrumador remake del clásico King Kong, con tres horas de duración, momentos de una espectacularidad y un exceso nunca vistos en una pantalla de cine pero también algo más.
Y es que Jackson vuelve a demostrar con esta cinta, que su cine no consiste solamente en vacíos fuegos de artificio y que es capaz de añadirle emoción y sensibilidad. Es entretenida hasta convertirse en algunos momentos en una montaña rusa que parece que nunca para (toda la parte de la isla), es muy hermosa cuando nos cuenta su historia de amor, que podría haber caído en el ridículo, pero de alguna forma se salva. Incluso los actores, con la dificultad añadida de tener que actuar ante elementos irreales que luego servirán para añadir los incontables efectos, rayan a gran altura. Yo resaltaría especialmente a dos: Naomi Watts, confirmada ya como una de las grandes actrices del momento y el excelente cómico Jack Black, que ejerce aquí de mesiánico director de cine, puede que inspirado por Orson Welles o por el propio Jackson. Tampoco la música, que dio problemas y tuvo que ser cambiada en las últimas semanas de posproducción, chirría en absoluto y contribuye a la constante emoción que transmite la película. Un montaje rápido y eficaz hace el resto.
No entraré en este caso a cuestionar la naturaleza discutible de todo remake. Y es cierto que en momentos se pasa de abrumadora y efectista. Pero los aspectos positivos terminan pesando más que los negativos. Y es que Peter Jackson no es un director cualquiera y es por ello que, una vez más, no ha hecho la típica superproducción navideña despojada de contenidos. Sólo con ver el artesanal retrato de la Gran Depresión en los primeros minutos todo esto queda confirmado.
Más que mayúscula como se ha catalogado al remake de Peter Jackson, yo lo definiría de excesivo.
Siendo un incondicional del director neozelandés me he encontrado con el primer filme de Peter Jackson que no me ha gustado. Podría ser peor, por ejemplo si el proyecto lo hubiese realizado Spielberg, pero me vienen a la cabeza diferentes preguntas: ¿Por qué nos entrega un filme comercial de tres horas? ¿Era estrictamente necesario ese exceso de metraje? ¿Por qué hay tantos bichos en la isla y nos tienen que enseñar a todos? ¿Por qué ese empeño de realizar la película más grande de aventuras del cine moderno? ¿Por qué hay tantos efectos y tan poca imaginación?
Agradezco desde sus títulos de crédito que P. Jackson pretenda homenajear más que remaketear al filme original del 33 y que la película tenga una estructura clásica. Pero encuentro números defectos provocados por momentos que me han parecido bochornosos, ridículos y carentes de ideas.
Su arranque y desenlace me han gustado, convencido y los sigo con mucho interés. La recreación de Nueva York es magnífica y la entrañable historia de amor zoofilico queda muy bien. Todos mis problemas se centran en la parte más larga del filme, la de la insoportable estancia en la isla.
Respeto y exceso son las dos palabras que bajo mi punto de vista mejor expresan un resumen para el nuevo King Kong de Peter Jackson. Ya desde el principio se intuye que Jackson es un gran admirador del film original de Cooper-Schoedsack al cual no sólo ha respetado sino que lo ha homenajeado con sumo cariño y acierto. Pero es una verdadera lástima que las intenciones de Jackson no se quedara ahí, en darle un aire fresco y renovado a una película tan antigua y el director de El Señor de los anillos ha cometido la torpeza de prorrogar y exagerar todas y cada una de las escenas en las que el espectáculo se hace con el control de la pantalla. Jackson ha caído en la exageración y exceso no sabiéndose contener y prolongando excesivamente escenas que hubieran tenido mayor realce de haber sido drásticamente reducidas, es por ello que atrevo a asegurar que el King kong de Jackson de haber permanecido en un par de horas estaríamos hablando de una obra maestra. Incluso el cine tiene que tener sus límites dijo en cierta ocasión Tim Burton algo que el neozelandés no ha sabido o no ha querido comprender. El universo digital de Jackson tiene hermosos escenarios todo un mundo colorista y maravilloso que se alterna con la bronca ruidosa de sus bichos cargados de píxeles innecesarios. Un buen espectáculo que con mesura y más método hubiera sido un impecable ejercicio de maestría.
Lo más fascinante del cuento de King Kong (al que a partir de ahora nos referiremos por las iniciales KK por motivos humorísticos) es que se supone que es una historia de amor, una especie de revisión del mito de La Bella y la Bestia.
Y es posible que haya gente que acepte este hecho sin cuestionarlo, como aceptaríamos una licencia poética o cualquier fantasmada hollywoodiense, pero el espectador inquieto se sentirá obligado a comparar las dimensiones de la rubia con las del gigantesco simio y su cabeza se pondrá a dar vueltas intentando imaginar el momento de la consumación (dando por sentado que podemos descartar que se trate de un amor de esos castos y espirituales basados en el cariño de la amistad i las conversaciones, más que nada porque la rubia habla en inglés y el mono habla en el idioma de gruñidos de los monos, y si no hay comunicación verbal resulta muy complicado conocer la belleza interior del interlocutor).
Y al fin y al cabo, parece que KK se enamora en plan flechazo, a primera vista, y eso sólo lo consigue la atracción carnal…
Hablando en plata: resulta evidente que el gorila aspira a realizar algún tipo de acrobacia sexual con la rubia.
Ante la necesidad de abandonar cualquier fantasía sobre coitos tradicionales debido a la imposibilidad de introducir la pieza A en la ranura B cuando A>>B, uno no puede dejar de preguntarse qué posibilidades de llegar al orgasmo tiene un gigantesco pene de mono si es estimulado por una pequeña rubia a base de refregarse contra él con todo su cuerpo, abrazándolo y gesticulando frenéticamente con brazos y piernas, y recorriendo el glande a lengüetazos como quién lame de aquí para allá un gran utensilio de cocina en el que se ha preparado un pastel de chocolate.
Tal escena puede resultar un poco grotesca, pero la única alternativa posible sería que el gorila tuviese curiosidad anal y desease usar la cabeza de la heroína cual desafortunada bola china, lo que podría llevar la película por cauces todavía más trágicos.
En resumen, que nos encontramos ante una película de esas que hacen pensar.
Nota: un notable.