Yo serví al rey de Inglaterra
Sinopsis de la película
Jan Díte fue un joven camarero provinciano que quiso convertirse en millonario. Sabía que para conseguirlo tendría que escucharlo todo, observarlo todo, y utilizar todo lo que había escuchado y observado. Pero de nada le sirvió todo esto, pues acabó en prisión. Quince años después, puesto en libertad gracias a un indulto, se dedicará a examinar su pasado y a evaluar sus errores.
Detalles de la película
- Titulo Original: Obsluhoval jsem anglického krále (I Served the King of England)
- Año: 2006
- Duración: 118
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Opinión de la crítica
Película
6.6
67 valoraciones en total
Esta película me remite directamente a Trenes rigurosamente vigilados , ganadora de un Oscar a la mejor película extranjera en 1967 y también dirigida por Jiri Menzel. Como ella, Yo serví al rey de Inglaterra está basada en una novela de Bohumil Hrabal y plantea la narración de hechos importantes desde una óptica de aparente ligereza, permitiendo así paradójicamente un retrato mucho más acerado.
Como el que no quiere la cosa, a través de la vida de un camarero bajito venido de un pueblo perdido y con deseos de llegar a ser millonario, la película despliega prácticamente treinta años de la historia de Europa, desde los felices veinte/treinta hasta los cincuenta y tantos. Y desde la visión nada partidista del protagonista aparecen grandes momentos, jocosos y trágicos.
La puesta en escena es fantástica, la belleza de las imágenes habla por sí sola, aunque a veces no es una belleza habitual (maravilloso comedor art decó del Hotel París, pero maravillosos primeros planos de los platos que son servidos).
No hay grandes reflexiones (o quizá las haya por no dogmatizar con ellas), sólo la demostración de que los grandes regímenes, los grandes vuelcos de la historia (como en Trenes…) atropellan sin compasión a los seres insignificantes (alabados sean).
Una última cosa: la forma narrativa, con ser ligera y lineal, puede aburrir a personas más adictas a narraciones típicamente americanas. En Yo serví… hay que dejarse llevar, unas veces por la historia, otras por las imágenes, otras por lo que a ti te pueda hacer reflexionar lo que se expone.
No hay nada mejor que el humor para revisar la historia de un país. Ahí tenemos ejemplos como los de Berlanga – Bienvenido Mr. Marshall como botón de muestra de su ácida crónica social de la realidad española- o los de El Tambor de Hojalata de Schlöndorff o La vida es Bella de Benigni: no solo no se resta rigor a los acontecimientos si se ironizan, sino que quizás se comprendan mucho mejor. El actor y cineasta checo Menzel con su mordaz y originalísimo sentido del humor realiza una de las más inteligentes crónicas sobre centroeuropa que hayamos visto en años, a través de un bajito camarero que sobrevive como puede a principios del siglo XX en Praga, y que sueña con hacerse millonario, oportunidad que aparece cuando los nazis conquistan toda Europa, y él se enamora con una alemana de pura raza aria, que tras la Segunda Guerra Mundial le da una insólita colección de sellos que lo convierten en un potentado empresario y dueño de un lujoso hotel. El delirante tono de comedia a veces se rompe con algunos momentos de gran dramatismo, pero esos pequeños puntos negros no pueden empañar un divertidísimo discurso que logra encandilar al espectador de principio a fin, con imaginativas secuencias visuales -apoyadas por unos impecables efectos- y con un impagable protagonista, el búlgaro Ivan Barnev, que da vida al enérgico, diminuto y rubio camarero que ansía en convertirse en el mejor en el gremio de la hostelería. No obstante, a pesar de la aparente ligereza con que pueda mirarse este film de evidente clave humorística, debajo existe una muy lúcida reflexión sobre la sociedad contemporánea, enjuiciando certeramente los regímenes capitalistas y comunistas, sopesando todos y cada uno de los aciertos y los errores de los gobiernos. Ambición y esperanza, recuerdos e ilusiones, todo se conjuga en esta cinta que fue una de las grandes ganadoras en la pasada edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla.
Como un abnegado maitre que sabe que para la plena satisfacción del cliente es imprescindible cuidar tanto el fondo como las formas, el veterano realizador checo Jirí Menzel nos sirve un exquisito plato en forma de fábula humorística en torno a las andanzas de un pícaro con pretensiones en la Checoslovaquia de los años 30. Así pues, asistimos de su mano al ascenso y caída del regímen nazi, del mismo modo que presenciamos las vicisitudes amorosas y profesionales del personaje protagonista que a modo de flash-backs, va relatando su ajetreada vida que le lleva a acabar con sus huesos en la cárcel.
Con un estilo visual atractivo e impecable, Menzel acierta de pleno en su adaptación a la pantalla de la novela de Bohumil Hrabal, al envolver cada una de sus imágenes de una sensualidad y un sentido del humor que nos transporta por momentos a la época del cine mudo, al que se homenajea en no pocas escenas, en parte también gracias a una selección musical justa y acertada. Cierto que no todos los gags acaban de funcionar y que Menzel abusa de la sal gorda en la resolución de algunos pasajes, pero sería injusto no reconocer el tacto pero también el sarcasmo y la mala leche con el que el director checo realiza un ajustado retrato de una sociedad y de unos tiempos revueltos.
No exenta de suficientes dosis de emotividad y elementos para la reflexión, Yo serví al rey de Inglaterra se presenta como una sólida candidata para ser la película sorpresa y la revelación de este año.
Lo mejor: su impecable factura.
Lo peor: que por momentos pueda parecer algo repetitiva.
Con un sentido del humor surrealista, esta divertida comedia se sirve de su pícaro protagonista para confeccionar un desenfadado retrato de la historia política y cultural del país.
Es una comedia reflexiva que usa de manera perfecta a su pícaro protagonista para hacer un repaso de la historia política, económica y cultural de Checoslovaquia.
Tras las obras maestras TRENES RIGUROSAMENTE VIGILADOS Y MI DULCE PUEBLECITO ,
Jiri Menzel nos muestra las costumbres propias del carácter checo a través de la excentricidad. Comedia en el que el retrato caricaturesco predominante a lo largo del metraje queda relegado a un segundo plano en favor de la crítica abierta al nazismo y al comunismo.
Maravillosa.
A pesar que la industria cinematográfica está dominada por las grandes producciones que nos llegan del otro lado del charco, las francesas e inglesas por parte del continente y últimamente las orientales, de vez en cuando algunas películas consiguen romper el cerco y llegar a nuestras pantallas, lo que ya de por sí es un gran mérito a tener en cuenta.
Es el caso de esta película facturada entre lo que antes era Checoslovaquia, que nos narra la história de Jan Dite, contada por él mismo después de salir de prisión. La vida de Dite abarca los grandes acontecimientos ocurridos en su país (y en Europa) desde los años 30 a los 50, una décadas en las que el joven, e ingenuo Dite vivirá casi ajeno a estos grandes acontecimientos, trabajando como camarero en distintos establecimientos. El director Jiri Menzel nos acerca a la historia que nos cuenta un viejo Dite desde un exilio forzoso a las tierras fronterizas con Alemania, con el recurso de la comedia. Más concretamente el slapstick, tratamiento con que adorna los diferentes escenarios en los que trabaja Dite, combinado con unos cuidados diálogos que nos invitan a la sonrisa, con escenas que destilan ironía, cinismo y cierta acidez.
Mientras, de forma muy inteligente, Menzel, nos va situando de fondo a una realidad realmente muy trágica como es la llegada de los Alemanes, aunque él lo adorna con la historia de amor entre Dite y Liza una germana totalmente entregada a la causa del nazismo.
Lo más interesante del film es cómo Menzel aunque toca un tema aparentemente banal, y en ocasiones cómico, no obvía en ningún momento la tragedia, aunque nunca la vemos directamente, ya que el director cuenta con que el propio espectador saque sus propias conclusiones, a partir de pequeños insertos implícitos, puesto que basta con una bandera, un uniforme o un retrato de Hitler para que sepamos lo que está sucediendo (o lo que va a suceder), aunque el personaje principal no se entere, recluido en su trabajo, en su obsesión por hacerse rico y en el amor.
En este sentido es muy interesante la propuesta del director Checo, quien supera con creces lo que podría ser su principal referente (La vida es bella de Benigni), con una excelente puesta en escena, muy dinámica y elegante y que recuerda los mejores momentos del slapstick norteamericano, y que obliga al espectador a participar en lo que se ve, y en lo que no se ve, dejando que él mismo rellene los huecos que voluntariamente ha dejado sin mostrar.