Winters Bone
Sinopsis de la película
Ree Dolly (Lawrence) vive en una zona rural de los montes de Missouri. Es una chica de 17 años que tiene que hacerse cargo de su familia en una situación de extrema precariedad. Su padre Jessup, tras salir de la cárcel en libertad condicional, ha desaparecido misteriosamente y, si no aparece, en pocos días perderán la casa donde Ree vive con su madre enferma y sus dos hermanos pequeños. Encontrar a su padre se convierte entonces para la joven en una cuestión vital.
Detalles de la película
- Titulo Original: Winters Bone
- Año: 2010
- Duración: 100
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Opinión de la crítica
Película
6.5
86 valoraciones en total
La película que Debra Granik nos trae supone una apuesta interesante, más por la recreación de una tensión constante y el dibujo de caracteres, que por una trama que realmente aporte algo. Basada en una novela de cierto éxito en este país y ganadora del último Sundance, Winters Bone es una película que, sin llegar a altas cumbres cinematográficas, consigue cautivar la atención del espectador merced a grandes interpretaciones, un sórdido escenario y y una tensión sostenida.
La película nos relata la historia de una joven que se ve obligada a cuidar de su madre y de sus dos hermanos pequeños en una situación límite. La película toma inicio abruptamente con el conflicto principal. La compañía que asegura la presencia de testigos en el juzgado amenaza con quedarse la propiedad familiar ante la incomparecencia del padre. A raíz de este suceso, la joven protagonista se ve en una frenética búsqueda por encontrarlo, rodeada de personajes hostiles y oscuros. En su camino, solo algunos vecinos, su siniestro tío y una amiga parecen servirle de apoyo en uns búsqueda que pronto se da de bruces con asuntos de droga.
Puesto que la trama no da para mucho, no desvelaré el desarrollo. Sólo comentaré que el film se centra en un retrato sucio y salvaje del mid-west americano. Pareciera que la directora se interesara más por la psicología de la white-trash como aquí la llaman que por un argumento sólido. Como consecuencia de ello, el espectador asistirá a un drama básicamente psicológico, lleno de primeros planos que tratan de penetrar entre la selva oscura de almas. El sonido de cuervos, de perros que ladran encadenados, el viento, la nieve, de árboles que se recortan como esqueletos, constituye buena parte del film.
Cabe una mención especial a los actores, profundamente creíbles, y sobre todo un aplauso mayúsculo a su actriz principal, Jennifer Lawrence, sencillamente cautivadora.
Esta es una de esas críticas en las que voy a quedar como un analfabeto cinematográfico. Y es que no entiendo la admiración generalizada que Winter’s Bone despierta en la crítica, aparte de la solvente actuación de Jennifer Lawrence y el convincente retrato realista y feísta de la white trash de Minnesota. Quizás se deba a esta sequía de grandes títulos en el yermo 2010, que se tiende a ensalzar obras que no merecerían tanta atención en épocas más boyantes.
En sí el film está bien, es un thriller duro, áspero, de claras tendencias indie, ritmo pausado, bien dirigido e interpretado, que se sigue con interés, pero (y para mí, un gran pero), nunca apasionante. En cuanto a la dinámica del film en sí, una chica de 17 años que se ve obligada a ejercer de detective para encontrar a su desaparecido padre, recuerda mucho en intenciones, como ya se ha apuntado en otras críticas, a otro que encuentro bastante más apreciable y original, Brick, que también jugaba con mezclar los códigos del cine negro clásico aplicados a un entorno poco habitual, en aquel caso, enmarcado en la vida de un instituto teenager, y aquí en un lóbrego pueblo sureño de la América profunda, en la que nada es lo que parece.
Y no está mal, nada mal, pero es que el film acaba y uno tiene la sensación de que no se ha sacado todo el partido que se pudiera al asunto, que muchos elementos dispersos y dispuestos en el tablero no se han aprovechado o llevado a sus últimas consecuencias, dando un resultado demasiado inane para mi gusto. Como en la vida, dirán algunos, ya, pero es que yo no quería ver la vida, amigos. Yo sólo quería ver cine.
En Winters bone se puede morder el frío y caminar entre tentáculos de vaho. Su atmósfera, sol de invierno, envuelve y sitúa en una discreta esquina para asomarse a la desesperanza que habita en el interior de una cerrada comunidad Ozark. Una adolescente inicia una investigación para encontrar a su padre y nos invita a seguirla por parajes helados, tristes y pobres, poblados por una fauna hostil pero no carentes en cierto modo de una especie de fascinación atávica.
La preciosa banda sonora de Dickon Hinchliffe, de los Thindersticks evoca un lugar apartado del tiempo, donde las leyes son las propias y donde no se mata, se ejecuta, pero también un lugar en el que todavía quedan vecinos que echan una mano y en el que la gente se reúne en las casas para jugar al póker y cantar canciones dolientes sobre amores que nunca volvieron.
Un lugar con música de mito.
La dirección de Debra Granik evoca el ritmo pausado de la música y refuerza el efecto alienando a la protagonista, cortando el hilo entre nosotros y sus sentimientos, por suerte la interpretación de Jennifer Lawrence supera los peligros de este proceder porque debajo de su dureza se intuye la ternura, la inseguridad o la pérdida definitiva de la infancia. La cámara la persigue y va sumergiéndonos poco a poco en ese universo, en esas vidas, en esa chica.
Es un frío placer seguir toda la película, desgranando como Ree Dolly las claves del misterio de su padre y del misterio de la gente que la rodea, una historia de una sencillez aplastante y por sencillez quiero decir una historia real que sin grandes alardes golpea donde tiene que golpear, porque los males relatados son los pequeños y ruines males de la gélida naturaleza humana.
El paseo por el invierno de Winters bone puede haber acabado pero el frío aún permanecerá un buen rato.
Con dureza y sinceridad, la directora Debra Granik retrata una realidad de extrema
sordidez en un pueblo rural de Missouri, donde cuenta una tragedia familiar que
tiene como protagonista a Ree, una chica de 17 años que ha quedado a cargo de sus
dos hermanos pequeños y de una madre postrada. Sin dinero, con escasa ayuda,
muchos antagonistas y un plazo temporal perentorio, la adolescente deberá
descender a los infiernos en busca del padre ausente, lo que motoriza la acción y
desencadena los misterios de la trama.
El modo de contar la historia va cortando el hilo en torno de los sentimientos de
los protagonistas, pero la interpretaci¢n de Jennifer Lawrence deja intuir debajo de
su dureza una áspera ternura y una nobleza esencial, transmitiendo en todo momento su inocencia y su fuerte temperamento.
Para nada complaciente, y con situaciones agobiantes, la directora maneja
con maestría los tonos de una historia durísima, que nunca se excede. Con un estilo controlado, Granik sabe contar la odisea de su heroína sin sucumbir al golpe bajo sentimental, aunque sin renunciar a la poesía. El sufrimiento evita las lagrimas y ante la inevitable sangre, la cámara prefiere perderse entre sombras antes que mirar directamente, como cuando la joven enseña a los hermanitos a destripar las escasas ardillas del bosque para sobrevivir.
Conmueve el entorno miserable y hostil al que se enfrenta alguien mucho más frágil
que no duda en luchar contra la adversidad, para revertirla.
Contada con peculiar estilo seco, lacónico y agreste, el ritmo narrativo se despliega
sin prisas y pesan los tiempos largos, pero la historia sigue adelante con su ritmo
propio de sol invernal con aguada luz que apenas entibia. Una fotografía que imita a
una acuarela que se vuelve densa y sombria, cuando el periplo se sitúa en el
descenso a los infiernos de bosques gélidos y crepusculares habitantes.
En ese ámbito rural, primitivo y violento, la mirada de la película resalta
lo trash , ya no en la urbe, sino también en esos bosques marginales. Entre esqueletos de árboles y nieve contrasta el subproducto urbano de chatarra
inservible, contaminando a estos pobladores entre los que abunda el alcohol, la
droga y la violencia física.
El film logra cierta simbiosis entre thriller, elementos del cine negro y ambiente
rural: hay involucrado un misterio en torno a una desaparición que remite a zonas
oscuras pero sin la presencia de mujeres fatales. Aunque el protagonismo femenino
es esencial para apuntalar la inestabilidad familiar, porque paradójicamente se
demuestra que es una sociedad matriarcal, a pesar de sus cowboys mafiosos y
delincuentes que han cambiado el trabajo de granja por la cocina de drogas. Aunque
lo macabro y tétrico de la atmósfera no impide la tenacidad de la condición humana, capaz de
emerger y recomenzar.
Érase una vez un sueño de una doncella maltratada por la vida que nunca deseó ser princesa. Con doncella le bastaba y sobraba. Nunca pidió más de lo que el destino le tenía que ofrecer. Vivía en un reino tan gélido como desmigajado habitado por gente que decía ser de su misma sangre pero eran absolutamente desconocidos, desagradables y vengativos. Su madre estaba loca y cuidaba de sus hermanos pequeños hasta que terribles noticias sobre su padre vinieron desde la más profunda oscuridad y ley del Reino. Tendría que realizar una peligrosa partida de su humilde casa y cruzar un frondoso y gélido bosque repleto de lobos que querían devorarla. Allí, en ese bosque inaccesible, se escondían terribles secretos que los lobos no querían que fueran revelados ya que traerían terribles maldiciones. Pero lo más difícil de sobrellevar sería que aquellas aterradoras fieras eran seres conocidos y de su condición. Entones, soñó.
… Y ese sueño ni siquiera es el único momento de descanso para su protagonista y público: un fragmento onírico y monocromático terriblemente angustioso con ardillas ‘desalojadas’ de un bosque que una vez fue su hogar. Lo macabro y tétrico se sumerge de nuevo entre la piel del espectador.
Parece existir un gélido lazo de unión entre dos de los recientes éxitos de Sundance. Me refiero a Winters Bone y Frozen River. Ambos hermanados por la poderosa interpretación de sus protagonistas y situaciones cotidianas petrificadas hasta límites de vigorexia dramática: Ray Eddy y Ree Dolly (nuevamente parecidos razonables en sus nombres) deben ejercer de heroínas ante la ausencia varonil y viril para no perder sus hogares. En el filme de Debra Granik también hay un río helado aunque esconde terribles secretos que no tiene que ser contados. Winter’s bone parece seguir líneas anteriores del cine independiente norteamericano en su frialdad y suciedad, con esos paisajes paridos, donde se describe a esa América profunda, viejas y arraigadas deudas y disputas familiares bajo un fondo de nerviosismo emocional surgido del thriller. No hay apenas lágrimas ni sentimentalismo barato, simplemente terror por mostrar las verdaderas emociones.
Al igual que la exploración y reinserción del noir de otra elevación del cine independiente americano, Brick, aquí la simbiosis entre thriller, paradigmas del cine negro y ambiente rural es notable. Hay dinero, un misterio y un desaparecido pero todo se desarrolla según el libreto. No hay club ni femme fatale sino inestabilidad familiar, matriarcas, folk, pocas ostentaciones mafiosas y guitarras. Sí, Winters Bone es un thriller invernal envuelto en drama rural con aires shakesperianos con reglas y códigos que desconocemos pero que sumergen la entidad familiar en una nueva dimensión. Hay mucha tensión helada que se resquebraja a cada paso que da la protagonista pero lo que provoca mayor pánico y terror es la excelente interpretación de Jennifer Lawrence.