Viernes noche
Sinopsis de la película
Viernes noche: ya está, Laura lo ha empaquetado todo. Mañana se irá a vivir a casa de François. Pero esta noche sale del piso vacío, donde ya no se siente en casa, para ir a cenar con Marie y Bernard. Se encuentra paralizada en medio de un descomunal atasco porque – ya no se acordaba – hay una huelga. Pero a Laura le da igual, esta noche, aquí, en su coche, es donde se siente realmente en casa. Hace calor, pone música, nada le puede pasar. Fuera es invierno. Los peatones parecen tener prisa por volver a casa, el clamor de los claxons, nervios y agitación general excepto, un poco más allá, un hombre con chaqueta de cuero, inmóvil…
Detalles de la película
- Titulo Original: Vendredi Soir
- Año: 2002
- Duración: 90
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Opinión de la crítica
6.8
30 valoraciones en total
* Vendredi Soir es mágica, y aún no me explico ni me queda claro si lo que vemos es una ensoñación o sueño de la protagonista, lo cual explicaría muchas cosas, excepto como Claire Denis ha logrado plasmar tan finamente ese mundo onírico de sensaciones.
Gran parte del efecto será causado por los omnipresentes pasajes musicales, de una música etérea y emocional que nos atrapa en un hipnótico bucle, pero no solo a nosotros, pues la simbiosis entre imagen y música es casi total.
También es cierto que Denis parece tener una concepción cadenciosa y musical del movimiento y la fisicidad, que genera suertes de corrientes y sensaciones como aquellas que experimentamos soñando.
Y ya estamos de vueltas con lo del sueño. La película tiene algún elemento grueso que remarca la irrealidad de lo que vemos, pero su ritmo y el tratamiento de los personajes hace que dichos elementos sean superfluos para generar ese ambiente de, digamos, suspensión, a no ser que se pretenda explicitar que lo mostrado es un sueño, porque realmente la protagonista se lanza a su aventura como si de un sueño se tratase, y su compañero, una huera criatura de sueño parece.
Pero es que la situación de inicio que dispararía la ensoñación o los fantaseos de ella, bien podría generar el clima y el estado mental propicio, no solo para la ensoñación, sino para desconectar la vigilancia y realmente lanzar a una Laure (nuestra protagonista) consciente a su aventura.
Desde el principio ya vemos que parte de su realidad se esfuma reducida a un montón de cajas con etiquetas: está de mudanza. Se traslada a casa de su pareja, de la cual no sabemos nada, ¿y ella, sabe algo? Echa un último vistazo a la fachada de su ex casa y cuando le vuelve la espalda se encuentra un mundo nuevo, porque el viejo se consume tras ella. Ya de entrada parece haber un largo camino hasta su nuevo hogar, pero la huelga de transportes parece dilatarlo hasta el infinito. El caos del tráfico solo aumenta su extrañamiento y confusión, sumiéndola en un estado de sopor del que saldrá, pero sin saber a donde, aunque somos nosotros los que acabamos descolocados. Solo sabemos que sortea espacios familiares (la cena con unos amigos) y que se lanza a un affair con un desconocido.
La intimidad cómplice y totalmente libre y desprendida que se consigue transmitir entre los dos protagonistas es del todo inexplicable, pero se logra.
Quizá la protagonista se haya permitido un momento de total libertad antes de volver a su realidad, y esa desinhibición la suma en un estado extático.
* El film puede verse como una oda a la libertad, al éxtasis del momento, o a la embriaguez de un amor efímero que solo alcanzamos dejando en vilo nuestras concepciones y atribuciones. Un dejarse llevar por los sentidos, por esa música que suena en lo recóndito del pecho y en los más ocultos recovecos de nuestra mente. En ningún momento elucubración alguna sobre aquellos que me rodean, dejarse llevar, dejarse ir.
París está paralizada por la huelga. El caos inunda las calles de la capital francesa, especialmente en lo que se refiere al tráfico rodado. En medio del ajetreo, una mujer sale de su domicilio después de empaquetar sus pertenencias en varias cajas y meterlas en el automóvil. Al día siguiente, ya estará viviendo en casa de François, pero antes ha quedado para cenar con unos amigos. Dejando atrás su antigua vida, Laura se introduce en el coche con todo el material e intenta conducir a través del monumental atasco que hay formado. Sin embargo, y a diferencia del estrés que se respira en el ambiente, a Laura parece importarle poco la lentitud con la que se mueven los vehículos, como si realmente no quisiera que su vida afrontase el decisivo amanecer que está por llegar. Al menos, hasta que un tipo desconocido llama a la puerta del copiloto y pide a la protagonista que le deje subirse al coche.
Así es el inicio de Viernes noche (Vendredi soir), cinta dirigida por la aplaudida realizadora Claire Denis que parte de una novela de Emmanuèle Bernheim, también guionista del film. Una obra que sitúa su punto de mira en el decisivo cambio de vida que afronta una mujer adulta de clase media. Un giro en su existencia que lleva varias cuestiones aparejadas, especialmente la pérdida de independencia a la que debe renunciar para compartir hogar con otro ser humano. En los planos que muestran a Laura en el interior de su automóvil ya se nota claramente su actitud ante este nuevo capítulo. Música nostálgica, mirada perdida, frases sencillas a las preguntas que le hacen otros conductores… Todo responde a algo que en el fondo ronda en su mente, por mucho que no se nos transmita de forma explícita a los espectadores: la duda.
La última noche de Laura como alma independiente comienza con este sentimiento de no saber muy bien cómo debe afrontar el cambio, pero una nueva vía se abre ante ella con la aparición de Jean. De apariencia seria, madura y hasta cierto punto triste, este hombre llama a la puerta de Laura como anunciando la existencia de un camino alternativo. Denis nos lo transmite al enfocar la cámara en sus manos, los botones de la camisa y unos ojos que, al igual que los de Laura, parecen estar buscando algo que se ha perdido… La cineasta francesa da aquí un pequeño curso sobre cómo rodar la atracción hacia otra persona de una manera elegante y sensual, manteniendo la naturalidad. Los fatigados rostros de Valérie Lemercier y Vincent Lindon nos enseñan la crónica de la vida de sus personajes, aunque conozcamos poco de ellos (o nada, en el caso de Jean), pero Denis es consciente de que no hace falta más, hay acciones y reacciones que no necesitan ser comentadas.
El crepúsculo avanza en Viernes noche de manera calmada pero firme, siempre con la cámara de Denis presente allá donde se la necesita. Los diálogos, no excesivamente numerosos en la parte inicial del film, van perdiendo incluso más protagonismo conforme avanza el metraje. El devenir de la historia no es más que uno de los posibles caminos hacia los que Laura podía dirigirse, pero ya sabemos que no es el único y ni siquiera es el más habitual. Lo decisivo, en cualquier caso, no es saber cómo una mujer cualquiera va a resolver las inminentes cuestiones que asaltan su corazón, sino la forma en que lleva a cabo este proceso. Ahí es donde aparece el sentido de la oportunidad de Denis, para recoger esos instantes y esos gestos que todos conocemos, pero que no siempre se transmiten a través de la pantalla con el don que exhibe aquí la cineasta parisina.
Álvaro Casanova – @Alvcasanova
Crítica para @CineMaldito
FILMADRID 2018