Vai e Vem (Va y viene)
Sinopsis de la película
João Vuvu, viudo y sin familia, a excepción de un hijo en prisión, vive en una casa de apreciable riqueza en uno de los barrios antiguos de Lisboa. Poco o nada sociable, el señor Vuvu emprende todos los días su paseo en autobús, repitiendo infatigablemente el mismo trayecto. La casa necesita con urgencia los servicios de una asistenta. La salida de prisión del hijo y la decepción que su deseo de regeneración provoca en el padre desencadena una serie de sombríos acontecimientos que revelan el carácter criminal del protagonista… Testamento fílmico de João César Monteiro que relata la historia de un anciano que vive solo. Fue estrenada en el Festival de Cannes de 2003, tres meses después de la muerte del cineasta.
Detalles de la película
- Titulo Original: Vai e Vem
- Año: 2003
- Duración: 175
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Opinión de la crítica
7.1
71 valoraciones en total
Obra póstuma de Monteiro que suele producirme las mismas sensaciones, poco placenteras de Manoel de Oliveira, aunque Vai e vem tiene algo magistral que hace salvarla de una pila funeraria (sólo he visto La comedia de Dios y Recuerdos de la casa amarilla, la primer horrible, la segunda maravillosa en mi opinión).
No es el ni el póster de Pickpocket, ni los paseos en autobús radiografiados por esa cámara tan estática, ni las interminables conversaciones entre miembros de la misma especia ni por algunas referencias cinéfilas a Welles o Minnelli. Hablo de Monteiro persiguiendo a una joven montada en bicicleta en ese parque espléndidamente fotografiado y retratado. El sketch es arcaico, del Pleistoceno al menos, pero simplemente es un momento mágico, que hace viable su visionado para el que escribe y soportar sus tres horas de metraje. Soportar que alguien pueda escribir más de 3000 caracteres sobre la magia, el viento y vitalidad de un filme que es mera sucesiones de largos planos y sacar jugo de una estéril naranja para llenar un vaso por persona en el comedor de un colegio. Efectivamente, hay que dar de beber al que escribe y Monteiro, conociendo la proximidad de su muerte, realizó secuencias sobrecogedoras si uno conoce fondo y contexto.
Pero ah, hay que escribir, escribir sobre João César Monteiro y gustarte, junto al perpetuo director Manoel de Oliveira, parece ser requisito fundamental. Si les pones una cruz a ambos, sobre todo al director de Amor de Perdição, no te dan el carné de gafapasta. Así es la vida de las gafas de pasta gruesa (hasta que llegó el 3D y todo el mundo lo es 90 minutos).
Adiós Monteiro… adiós a mi carné gafapasta, aunque, viene y va, va y viene.
A Monteiro habría que darle de comer aparte en el mundo del cine. Fue un genio con una visión única de la vida y del cine y eso tras más de un siglo de historia se ve cada vez menos. Es cierto que para acercarse a ésta su última película es conveniente haber visto o conocer algunas de sus películas anteriores porque si ésta es la primera puede provocar un shock.
Amante de los planos secuencia y con apenas movimientos de cámara ( algún travelling, algún acercamiento a los personajes o alguna panorámica circular de esas que solía realizar de 360 grados…) sus filmes tienen un ritmo lento y éste no es menos.
Joao Vuvu podría ser perfectamente Joao de Deus, el personaje que también él interpretó en aquella fantástica trilogía. Monteiro le da vida y le transfiere esa extraña apariencia y caracter de filósofo que de alguna manera resulta cercano y amable. Vuelve a interpretar a un enamorado de la belleza femenina aunque en esta ocasión mas contenido que de costumbre. Esta vez Monteiro, consciente de su enfermedad y de que ésta sería su última película, parece mas interesado en plasmar la rutina y la busqueda de la paz de Joao, en mostrar el corazón de una ciudad desde el interior de un autobús, en revolver los cimientos de la familia.
Abundante en humor negro, en ironía, en surrealismo, Monteiro nos deja finalmente un regusto drámatico, más que nunca. Su ojo en primer plano fijo durante más de seis minutos es un epílogo a la película y a su vida, un final conmovedor que rompe las barreras de la pantalla para tocarnos directamente a nosotros, sus espectadores. No se puede pedir más.
Sin duda uno de los autores mas inclasificables y maravillosos.
Va y viene es un film que va a contramano de la mayoría de las tendencias del cine actual. En él, el propio director interpreta a Joao Vuvú, un jubilado que dedica gran parte del día a recorrer Lisboa en colectivo. Entre trayecto y trayecto, pasea por el parque y recibe en su casa a jóvenes mujeres con las que mantiene sabias y divertidas conversaciones. Monteiro no hace más que retomar el personaje que creo (e interpretó) de Joao de Deus, el libertino, aquel que tenía la arrogancia de desafiar a Dios y a la sociedad, quien se rebelaba contra las costumbres y la moral del burgués bienpensante.
Este personaje nos acompañó en Recuerdos de la casa amarilla, La comedia de Dios y Las bodas de Dios. Con todos estos films inclasificables, Monteiro también desafió las convenciones cinematográficas. Al igual que Manoel de Oliveira -ese otro gran maestro portugués-, utilizaba largos planos secuencias, muchas veces planos fijos, y otorgaba un especial lugar a la palabra. Escuchar y ver. El cine entendido como un espacio para pensar el mundo y las cosas.
Por otro lado, Va y viene es una obra maestra cómica. Las diatribas de Joao de Deus sobre los tiempos que vivimos son desopilantes. Quizás, Monteiro sea el último gran director de una larga tradición de autores cómicos que hacían de la subversión su modo de vida: Charles Chaplin, Laurel & Hardy, los hermanos Marx, Jacques Tati, Jerry Lewis, los Monty Python. Y no hay film cómico que no sea contestatario.
Va y viene fue su último film. El montaje final fue terminado poco antes de su muerte. Monteiro sabía que le quedaba poco tiempo de vida cuando lo realizó. Y esto se hace evidente en la parte final, donde Monteiro se despide de nosotros elegantemente. El crítico Olivier Joyard escribió en Cahiers du Cinéma: su elegancia es no pedirnos nunca que lo miremos morir. Su fuerza es la de sumergirnos poco a poco en la muerte misma, acercar los abismos, quedar suspendidos justo encima de ellos para después zambullirse. El último plano del film, y de su obra, conscientemente, es la demostración misteriosa y límpida de ese movimiento. No diremos exactamente de qué está hecho, hay que descubrirlo en estado virgen. Sólo diremos que en él son evocados, metafórica y físicamente a un tiempo, el origen y el fin del cine como concepción moral del mundo, certificado de defunción lúcido y acto de nacer rabioso, ese plano es uno de los más sobrecogedores que él nos haya podido regalar.