V de Vampiro (Masters of Horror Series) (TV)
Sinopsis de la película
Kerry y Justin, dos adolescentes fanáticos de los videojuegos de terror, se cuelan en una funeraria con la intención de ver un cadáver real. Para su sorpresa, allí, además de encontrar a muertos, sorprenden a un vampiro merendando furiosamente uno de los cadáveres. Horrorizados, intentan huir del edificio pero sólo Justin logra escapar. Capítulo 3 de la segunda temporada de Masters of Horror.
Detalles de la película
- Titulo Original: The V Word (Masters of Horror Series) (TV)
- Año: 2006
- Duración: 56
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Opinión de la crítica
Película
3.8
48 valoraciones en total
Ernest R. Dickerson es el primer director inédito en esta segunda temporada. Su curriculum es más televisivo que cinematográfico y sus largometrajes (Demon Knight, A prueba de balas o Bones) hablan por sí mismos.
No sé si este episodio está subvencionado por Doom 3, la PSP, etc., etc., etc., si quiere reflejar que las sobredosis delante de una pantalla jugando con figuras pixelizadas provocan trastornos cerebrales o si pretende ser homenaje a la figura del vampiro del cine clásico rastreando sus vertientes modernas. Lo que me queda claro es desde su punto de partido típico y funcional empieza lo inverosímil (pese a formar parte del género) y patético que no fantástico (la llamada al 091 o el ridículo que provocan numerosas situaciones).
Realiza un retrato del mundo vampírico que ni resulta original y encamina los pasos de estos jóvenes ocultos a unos zombis adolescentes bastante poco inquietantes y que causan la vergüenza ajena en el espectador.
Claro, que si uno se fija en quién es el guionista del episodio (el propio Mick Garris), comprenderá que tan sólo podría tener cabida la decepción o lo que es lo mismo: uno de esos episodios olvidables, previsibles y patéticos con ninguna sangre que succionar.
Entre los peores episodios, con muy diferencia y posiblemente el peor, de esta segunda temporada.
No se puede hacer peor un capítulo de terror. Destaco varias ideas cancerígenas:
1. Tópico de niños mimados de instituto que se dedican a entrar en la Morgue por curiosidad y, sin que previamente se enteren, por pura excitación sexual y hormonal.
2. Aclarémonos. ¿Vampiros o Zombis? La verdad me decanto por los zombis, puesto que no hay colmillos. Es uno de los temas que más me fastidia de un corto/película. Que los supuestos vampiros no tengan colmillos, cuando el modelo de chupasangre es ese. Al igual que en la primera película de Rise, que me saca de mis casillas por momentos. Menos mal que la rubia de senos turgentes hace su trabajo durante los primeros minutos del film…
3. La persecución se hace pesada y típica. Ya sabes por dónde van a aparecer los monstruos, lo que van a hacer, y cómo narices va a acabar el episodio. Y además el monstruo principal no da miedo y no sabe correr. La escena de la huída de los muchachos por el pasillo del vestíbulo de la Morgue me recordó a cuando Oliver Attom corría, por el campo (en la serie Campeones), a por el balón hacia la portería contraria y nunca llegaba.
4. La escena de la familia alrededor de la pizza le dio al episodio un toque de humor surrealista y patético. No pude evitar reírme unas breves milésimas de segundo.
Si por algo es famoso el bueno de Dickerson no es por su aportación al cine de terror, de hecho, debe su fama a la intervención en capítulos sueltos de series famosas, como Heroes o The Wire. Así pues entiendo que el epíteto Maestro queda un poco grande para el autor de la mediocre Bones (2001) y la más aprovechable Demon Knight (1995). De una forma u otra aquí está constando de tal forma, así que echemos un vistazo a la historia que tenemos entre manos.
V de vampiro pretende ser un homenaje al canon oficial del vampirismo clásico, tan desvirtuado últimamente por el elegante romanticismo de Anne Rice primero, y por el vomitivo fervor adolescente de Stephenie Meyer después. Por ello se agradece este temporal retorno al vampiro como criatura rústica y poco refinada, más cercano a un zombie sanguinario que a un joven y soso guaperas…wooo soy interesante¡¡.
A lo largo de la cinta se van haciendo guiños al cine y literatura vampíricos recurrentemente. En este sentido son insoslayables las escenas de las sombras del vampiro, la primera de ellas homenaje a Nosferatu (Murnau, 1922) y la segunda a Drácula de Bram Stoker (Coppola, 1992), o las frases Déjame entrar (Jóvenes ocultos, 1987) y Jamás bebo vino (Drácula, príncipe de las tinieblas 1966). El medio-metraje, además, se desvela friki, algo de lo que nos cercioramos también con el guiño al mundo de los videojuegos (el depósito de cadáveres y los Survival Horror ) o la reproducción en pleno episodio de Drácula (Bela Lugosi, 1931).
Pero que lo anterior no distorsione el resultado final: un capítulo fallido, nada original y que sólo otorga entretenimiento a los incondicionales del género. Regulera.
Me sorprende un poco, incluso me entristece, no encontrar ni una sóla crítica mínimamente positiva sobre este episodio de la segunda temporada de la serie Masters of Horror, o más bien, me mosquea que las críticas negativas aquí recogidas sean tan contundentes. No pretendo defender lo indefendible, soy bien consciente de cuáles son sus defectos y sus limitaciones, pero sí quiero resaltar algunas de sus virtudes, o explicar porqué, pese a su endeblez crónica, es una obra que no me ha dejado un mal sabor de boca.
En primer lugar, porque tras las cámaras está un tipo al que aprecio, Ernest Dickerson, que tras subsistir casi toda su vida en el campo de la televisión (sus detractores subrayan toda la morralla que ha dirigido, pero pasan por alto que varios episodias de la mítica The Wire tienen su firma) vuelve al campo del terror quince años después de brindarnos El caballero del diablo, genuina serie B a mayor gloria de Billy Zane. Y compruebo que Dickerson mantiene el pulso firme de aquella cinta, que la estética posmoderna ha hecho mella en su estilo sólo de una forma moderada y que, diablos, es bastante competente a la hora de plantear ratoneras peligrosas en las que inevitablemente terminan cayendo sus personajes (la parte inicial en la funeraria engancha muy rápido).
Pero lo que termina redimiendo a V de Vampiro es su combinación de gore y humor marciano. La historia es débil y los guiños a clásicos del cine vampírico son evidentes y prescindibles, pero mola ver a chupasangres como drogatas paseándose por la pantalla, o desconcertando (más bien poco) a padres que pasan bastante de esos hijos adolescentes enganchados a la PSP. Es poco, lo sé, pero el gore fantástico y bestia de Nicotero nos recuerda algo que a veces se olvida: que el terror es también un vehículo perfecto para expulsar adrenalina, una fuente de diversión sin ínfulas a la que tampoco hay que exigirle demasiado.
Dickerson no lo hace y concibe su mediometraje como un sano y clásico divertimento gore, con una mirada puesta en el presente y otra en el pasado, sobrellevando como puede un guión de Garris que se malogra según avanza, pero haciendo notar su condición de afroamericano reivindicativo (fue director de fotografía habitual de Spike Lee) al hacer recaer en el prota negro de la cinta un destino que no es el que uno hubiera imaginado en un principio.
Lo mejor: la visita a la funeraria y los momentazos gore.
Lo peor: la trama desbarra (mucho) hacia el final.
No sé por qué, pero desde el principio este episodio me dió mala espina. Era una extraña sensación en la boca del estómago que me decía que iba a ser insufrible.
Pero lo peor es que todas esas expectativas se quedaron cortas. Es, indudablemente, mucho peor de lo que pude llegar a imaginar.
La principal pregunta es… ¿de verdad ha escrito el guión Mick Garris o su sobrino de 12 años?
Aunque surgen otras como… ¿por qué Michael Ironside ha acabado haciendo esto?, ¿nadie de todo el equipo de la película se dió cuenta de que estaban rodando una capullada?, ¿por qué dejan a Mick Garris acercarse a unos estudios de grabación (y en especial con un guión bajo el brazo)?
Un guión que da verguenza ajena, una tensión tan cutre que incluso llega a desconcertar (lo del ataud que se abre y se cierra que ya han comentado en otra crítica merece una tesis doctoral), unos actores que acaban de tirar sus carreras por la basura y… bueno, un Ernest Dickerson que resulta ser tan inútil como el propio Garris, incluso más.
P.D.: Después de ver este film, ya no quiero jugar al Doom. Ha sido un revulsivo increíble.