Uno al año no hace daño
Sinopsis de la película
Para saber si Colombia es un país de chupadores (bebedores) o no, Marcos, un joven estudiante de periodismo, en compañía de un amigo decide hacer un documental en el Barrio La Delicias, al sur de Bogotá.Gracias a la ayuda del líder del barrio, Álvaro Rodríguez, de su esposa, Pilar, de sus hijos Alvarito JR y Marcela, Marcos logrará grabar los momentos más importantes de la familia y de algunos de los vecinos que acompañan a Álvaro en la historia, convirtiendo así cada uno de estos importantes momentos en divertidas celebraciones o fiestas.Álvaro, su familia y sus vecinos pasarán entonces por algunas tradicionales celebraciones: El Bautismo, La Primera Comunión, Los Quince Años, El Grado, La Fiesta de la Empresa, El Cumpleaños y hasta El Matrimonio, donde la alegría Colombiana acompañada de buen trago de licor permitirán que Marcos tenga un interesante y entretenido material para su documental.
Detalles de la película
- Titulo Original: Uno al año no hace daño
- Año: 2014
- Duración: 90
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Opinión de la crítica
3.7
93 valoraciones en total
El pueblo es esa gran masa de trabajadores asalariados (o informales) y sus familias, que constituyen la gran mayoría de los habitantes de cualquier ciudad del mundo. Entre los sectores que constituyen el pueblo están: la clase obrera, los empleados de pequeños negocios, los campesinos labriegos, los intelectuales comprometidos y todos aquellos que, con conciencia de pueblo, luchan por el bien común.
Entre las actividades que se desarrollan relacionadas con el pueblo, se encuentran dos estilos. Las principales y bien importantes son las Populares: Todo lo que se hace pensando en su beneficio, en mejorar su calidad de vida, fortalecer los lazos familiares, aumentar sus conocimientos, asegurar su salud física y mental… Pero hay otras actividades, bastante comunes, que se conocen como Populacheras y aquí se incluyen todas aquellas cosas que se hacen para halagar a la gente (licor, rumba, sexo, juego, droga…) que, además de que alientan todos aquellos hábitos que la empobrecen y degradan, casi siempre se llevan a cabo con mezquinos propósitos de ganar posición entre ella, para explotarla luego o utilizarla de alguna manera. Lo popular es honesto y edificante. Lo populachero es hipócrita e indeseable.
Cuanto me halaga saber que una película popular como Colombia Magia Salvaje, ya superó en ingresos y en reconocimiento, a la populachera Uno al año no hace daño, que venía siendo la película colombiana más taquillera hasta hace pocos días. Y para zanjar la bizantina discusión de si la primera puede ser catalogada o no como una película colombiana… Lo es, porque fue totalmente rodada en Colombia con capital colombiano. Son las mismas razones por las que, por ejemplo, Casablanca, es una película estadounidense, aunque la dirigió un húngaro (Michael Curtiz), la protagonizó una sueca (Ingrid Bergman), y entre sus actores de reparto y su equipo técnico (compositor, diseño de producción, vestuario…) tuvo a mucha gente de distintas nacionalidades.
UNO AL AÑO NO HACE DAÑO, parte de la supuesta realización de un documental ‘sobre el alcoholismo en Colombia’, para lo cual los realizadores se inmiscuyen, ¡durante todo un año!, en la vida particular de la familia Rodríguez que habita en el modesto barrio Las Delicias de Bogotá. En lo sucesivo, vamos a presenciar algunas de las diferentes fiestas que, por los más variados motivos (bautismo, primera comunión, 15 años, matrimonio…) se suelen celebrar entre las familias, con las debidas metidas de pata, soltadas de lengua, atrevimientos, riñas… todo esto visto con chistes fáciles que no reclaman ejercicio de inteligencia alguno, con situaciones tan trilladas que parecieran rodadas en fiestas improvisadas… y lo peor de todo, es que la película parece financiada por una empresa de licores porque la apología a los positivos efectos del licor: Valor (atrevimiento, agresividad), desinhibición (liberalidad), sinceridad (‘improcedencia’)… circulan por toda la película, con primeros planos donde, tomar licor ‘es un placer inigualable’.
¿Las actuaciones? Hay simpatía en el veterano Waldo Urrego (Álvaro), aquí una suerte de Pacho sin fortuna, al que los tragos ponen a merced de las comunes improcedencias de los seres reprimidos. El resto, fácil, bien fácil de olvidar.
UNO AL AÑO NO HACE DAÑO (desde aquí hay apología) no es, para nada, la suerte de filme que necesitamos los colombianos.