Una jornada particular
Sinopsis de la película
El 6 de mayo de 1938, Hitler visita Roma. Es un día de fiesta para la Italia fascista, que se vuelca en el recibimiento. En una casa de vecinos sólo quedan la portera, un ama de casa, Antonietta y Gabriele, que teme a la policía por algún motivo desconocido. Al margen de la celebración política, Antonietta y Gabriele establecen una relación afectiva muy especial que les permite evadirse durante unas horas de la tristeza y monotonía de la vida cotidiana.
Detalles de la película
- Titulo Original: Una giornata particolare
- Año: 1977
- Duración: 105
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Opinión de la crítica
Película
7.9
54 valoraciones en total
Hitler y Musolini se reunieron el 1938 en lo que constituyó uno de los encuentros más nefastos y horteras de toda la historia de los encuentros, con himnos militares a todo trapo y multitud de banderitas y camisas negras…
Y la que liaron!
Pero Ettore Scola prefiere narrarnos la historia de otro encuentro/desencuentro, que se produce simultáneamente al de los líderes de masas.
Así pues, Sofía Loren conoce a Marcello Mastroianni… y pasa lo que pasa.
Las pelis malas me divierte destriparlas, pero las que son tan buenas como ésta sólo puedo recomendarlas.
Nota: un excelente.
Tenía 1 hora y 20 minutos antes de que empezara la novela de mi abuela.
Sabía que la película duraría más, pero podía acabar de verla en otro momento, si era necesario.
Los rótulos me informaron Sophia Loren y Marcello Mastroianni , y entonces pensé será la primera vez que veo a estos actores en una película .
A continuación me dije Pobre de mí y de mi ignorancia! Cuánto me queda por aprender!
Me reí, sonreí, me exalté, me dolió, me enojé y sentí los sentimientos de los personajes como si fuesen los míos.
Y si no lloré fue porque el cine nos hace cada vez más fuertes, porque podemos ser otros protagonistas y seguir viviendo situaciones reales y sentirnos identificados en muchos momentos.
Siento que hoy Scola me enseñó y yo también logré aprender.
Y por eso mandé a mi abuela a la cocina hasta que terminara la película.
Las cuentas con el pretérito fascista, tardaron en ser saldadas en el cine italiano, al igual que a Alemania le ocurrió con el pasado nazi. Una Jornada Particular es una película radical, nada condescendiente con la ceguera del pueblo italiano que apoyaba en masa a su Duce.
Los hechos suceden a lo largo de un día, el 6 de Mayo de 1938, en el que Hiler visitó Roma y fue recibido con todos los honores por los ciudadanos romanos y el ejército. Sin embargo, lo que sucede en las calles no se ve, nos lo cuenta una radio que pone la portera del bloque de edificios donde viven los personajes interpretados por Mastroianni y Loren.
El bloque se vacía al acudir todos en masa con sus mejores galas al desfile. Antonietta se queda sola para ejercer como ama de casa aunque su deseo era acudir a la parada. El azar determinará que se encuentre con la otra persona que se ha quedado en el edificio, además de la portera. Es Gabriele, un locutor de radio al que desde el principio se nos muestra que no le hace ni puñetera gracia tal parafernalia en las calles de la capital.
Charlan y toman café. Poco a poco van conociendo las mutuas frustraciones y sinsabores que les produce el sentirse ignorados. El tono de la fotografía es mustio y contribuye a ese pesimismo. El drama es contenido en la realización y la complicidad entre ambos permite momentos de plena identificación de un espectador que comprueba como la inmensa mayoría del pueblo apoyaba al fascismo y se enorgullece de ello. Este es el gran escándalo que causó el largometraje, ya que expone la ausencia de resistencia al mismo y la soberana estupidez de unos italianos que soñaban con fastos imperiales.
Una jornada particular es original y sencilla. Con momentos para la sonrisa amarga y para la desolación tranquila. Si fuese italiano, sentiría vergüenza de mi nacionalidad y su pasado. Vergüenza que también siente Scola y le lanza a la cara a sus compatriotas en este film.
… y dejó a solas a Mastroniani y a Loren.
El encontronazo entre ambos es un momento culminante en el sinsentido de sus vidas. Apenas unas horas, mientras nos radian la retórica del discurso fascista en las calles de Roma, la pareja escapa a la cerrazón del régimen, a la opresión que se respira fuera de ese edificio que les sirve de refugio. El inmueble que se hace cómplice de sus confesiones, frustraciones existenciales, abusos maritales, orientaciones sexuales.
La película, magistralmente interpretada por estos dos grandes, con una Loren abatida y en bata, de zapatillas rotas, cabello descuidado y un Marcelo impecable pero deprimido, guasón pero destronado de su propia vida, es una apuesta por internarse en la psicología de una mujer que acepta lo que le ha venido dado, sin posibilidad de renuncia o siquiera escarceo hasta el momento en que conoce al vecino homosexual amante de las novelas de Alexandre Dumas. Él, encuentra en esa mujer madre de seis hijos, esclava marital, ignorante, rendida a los encantos de Mussolini a su confidente. A la única persona en el mundo que será capaz de comprender cuáles son sus ansias, cuál su indolencia, dejadez, apatía.
El único momento en sus vidas en que se han recuperado el uno al otro, en que han vuelto a ser ellos mismos, en que han sido libres. En el que dos completos desconocidos empatizan al grado de salvarse el uno al otro.
Hitler y Mussolini en las calles, arrastrando a la muchedumbre, han dejado por una jornada particular, que dos personas recuperen y vivan las únicas horas de libertad de sus anodinas vidas.
Sin duda lo mejor de esta magistral película es el logro de esa atmósfera asfixiante que se cuela de la calle al inmueble y a través de las ondas y los megáfonos que radian el desfile de cuando Adolf, encontró a Benito. Además de las sublimes interpretaciones, en especial de Sofía. El momento sublime, el baile bajo las sábanas rotas en la terraza. El momento culminante, esa tortilla compartida.
Qué poco hace falta para convertir una película en una obra maestra que rinde homenaje a algo tan grande como escaso: la libertad.
Haciendo alusión a la crítica de Pas, que os gustará, amigo: yo no me avergonzaría de ser italiana. Al contrario, me enorgullecería de que Ettore Escola haya impartido una clase magistral sobre la idisincrasia de su propio pueblo. Qué buena es la autocrítica y qué poco la valoramos en este país en el que no nos aguantamos los unos a los otros.
Cuando llegue el día en que una película denuncie lo que Franco hizo en su Patria, sin demagogias, sin rojos y fascistas a la gresca, sin escatológicos momentos como los de Berlanga en La Vaquilla (único cineasta digno de obrar el milagro, por cierto) quizás en ese momento, puede ser, llegue sentir algo de eso que Escola consiguió para Italia, con esta obra maestra y para su redención: orgullo.
Muy recomendable, primero para Berlusconi, luego, para todos vosotros.
Scola es un cineasta singular que realiza sus trabajos alejado de modas y, con un estilo reposado y contemplativo, aquí nos cuenta un momento de la vida de dos seres anónimos en la plenitud del fascismo en Italia.
De actores tan grandes como Loren y Mastroianni extrae interpretaciones concisas pero carnales y veraces acercándose estrechamente a ellos, pero también marcando la distancia adecuadamente.
Sophia Loren raya a gran altura con su ropa raída, aspecto fatigado y un rostro que sólo por momentos se ilumina, Mastroianni hace nuevamente una demostración de que nadie como él es capaz de pasar de lo dramático a lo cómico y viceversa.
Fotografiada exquisitamente por el maestro Pasqualino de Santis, es un sereno encuentro de dos personas a las que la vida no trata bien pero, ¿hay un futuro para ellos?