La naranja mecánica
Sinopsis de la película
Gran Bretaña, en un futuro indeterminado. Alex (Malcolm McDowell) es un joven muy agresivo que tiene dos pasiones: la violencia desaforada y Beethoven. Es el jefe de la banda de los drugos, que dan rienda suelta a sus instintos más salvajes apaleando, violando y aterrorizando a la población. Cuando esa escalada de terror llega hasta el asesinato, Alex es detenido y, en prisión, se someterá voluntariamente a una innovadora experiencia de reeducación que pretende anular drásticamente cualquier atisbo de conducta antisocial.
Detalles de la película
- Titulo Original: A Clockwork Orange
- Año: 1971
- Duración: 137
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Opinión de la crítica
8.2
25 valoraciones en total
Un maravilloso primerísimo primer plano de Malcolm McDowell, que nos mira insolente abre esta película (es tal el efecto que produce, que siempre me recordó por sus consecuencias al famoso plano de la navaja de El perro andaluz), mientras que su voz, que cabalga entre la malicia y la inocencia y que nos acompañará a lo largo de la película acercándonos a su personaje, nos presenta a los protagonistas de esta odisea donde la violación, la ultraviolencia y Beethoven tendrán su espacio. Porque La naranja mecánica no sólo se ve, también se escucha, y uno y otro código harán de la visión de esta obra una experiencia única.
La película, con una estructura circular que tanto gustaba al autor, tiene dos partes bien diferenciadas: Por un lado, todas las fechorías de Alex y sus drugos, que nos será mostrada con todo lujo de detalles y una estética muy particular, enseñándonos también el contexto de estos personajes (la familia de Alex, apuntes sobre la sociedad en la que se mueven, el barrio donde viven, etc), por otro, las fechorías de un Estado (dentro de su civilización igual de violento que Alex) que a fuerza de garantizar la seguridad limita la libertad.
Estas dos partes se combinan de un modo asombroso llevándonos Kubrick hasta el meollo de todo lo que nos presenta y moldeando nuestros estados de ánimo a su gusto. En principio, Alex es un monstruo. Es la maldad por la maldad (lo que libremente ha elegido), pero aún así no dejamos de sentir simpatía por él, por la fina ironía que destila su narración, por los golpes de humor macabro que siembran esta obra, por la violencia brutal pero a la vez hipnótica de sus hazañas. Acto seguido, Kubrick nos muestra la otra cara: el fascismo de un Estado que atajará la violencia condicionando, con el famoso método Ludovico, la libre elección de la persona violenta (las cárceles las necesitan para los presos políticos). Igual que en el caso de Alex, no existen escrúpulos, pero si Alex es una anomalía que puede cruzarse accidentalmente en tu vida, el Estado está presente en la vida de todos, por lo que puestos a comparar…
La visión de Kubrick es pesimista (el final no puede ser más desolador), por lo que La naranja mecánica siendo una fábula la tenemos que ver finalmente como una advertencia.
Punto y aparte merece la actuación de Malcolm McDowell. Incomprensiblemente no estuvo nominado para el Oscar, siendo una actuación sentida (la secuencia cantando Singin’in the rain es una aportación suya), sobresaliente y estremecedora. Él es La naranja mecánica, y aunque el resto del elenco está espectacular, todo lo que hace Alex se nos queda grabado en la mente hasta sentirlo y salir de la película convertido en un pequeño drugo.
La naranja mecánica es una joya, una obra maestra más dentro de la filmografía de un maestro singular.
Decía Kubrick que sólo de un libro mediocre podía salir una buena película, y que en cambio las buenas novelas no eran adaptables al cine. Probablemente la megalomanía de Kubrick le hacía decir eso y reservarse por tanto la fama y el éxito que no podría superar al adaptar a un clásico. La novela de Burgess era totalmente desconocida fuera de Gran Bretaña (y dentro sólo para ciertas minorías).
La película es soberbia, fascinante y hay poco que añadir a todos los adjetivos que tan generosamente le otorga el público.
Pero la película tiene, y hay que decirlo, un punto claramente demoníaco. Con Kubrick uno no sabe si lo que crítica lo ensalza o lo que alaba lo termina por criticar. Tiene esa ambigüedad típicamente judía. ¿Dónde está la compasión kubrickiana que muestra por el hombre en Senderos de gloria? Simplemente ha desaparecido. Kubrick ya es otro.
Malcolm McDowell que hace un trabajo perfecto, a pesar de que luego no ha tenido mucha suerte en el mundo del cine, ya reconocía que Kubrick era un tirano y que su calidad humana no estaba en sintonía con su talento. En realidad la crítica de La naranja mecánica no es contra el Estado, sino contra la sociedad en su conjunto, es una película antropofóbica, donde el hombre y su sociedad son literalmente basura.
Película bella y maravillosa pero a la vez maligna y perversa. ¿Alguien después de verla le ha hecho ser mejor persona? No ¿Y al contrario? Sabemos que sí, que muchos grupos violentos la reivindican y copian sus fórmulas. El arte, como todo en la vida, no debe olvidar su parte ética, ya que podemos caer en un refinamiento como el que sentían los nazis mientras oían música clásica y exterminaban de forma científica a millones de seres humanos.
Hace algún tiempo, me encontraba cenando en el salón de mi casa cuando ví una noticia en los informativos de la noche que me dejó sin aliento. Se trataba de unas imagenes captadas por la cámara de seguridad del metro de Madrid. En esta grabación veíamos como un varón de unos 20 años, con la cabeza rapada, agredía física y sexualmente a una mujer sudamericana. En aquellas imagenes, el agresor le propinaba patadas indicriminadamente a la pobre mujer, insultándola y abusando de ella sexualmente.
Tras ver esta grabación recordé con una clarividencia casi profética una imagen, la que para mí es la escena más brutal de la historia del cine: la imagen de Alex cortando con unas tijeras el vestido naranja de la mujer dejando sus pechos descubiertos y violándola en el suelo, mientras, sus drugos obligan al anciano a que lo vea con sus propios ojos | Videa bien hermanito |.
Lo más estremecedor del episodio de la casa ( Home ), es: que no es ficción, Anthony Burguess fue asaltado por unos ladrones que violaron y mataron a su esposa, por ello que sintiese la necesidad de escribir su novela. No fue un acto de indiferencia que Kubrick rodase de la manera en que lo hizo esa escena. La auténtica fuerza de realidad en esa escena radica (además de en Malcolm y su Singing in the rain) en que Kubrick se adentrá en el hogar, en el interior de nuestra cálida casa en la que pensábamos, nadie podría hacernos daño. En cambio él lo hace, rompe cualquier vínculo de seguridad (entre él y el espectador) que pudiese existir y concibe la imagen como si de un jugador de ajedréz profesional ruso se tratase.
En el año 71, cuando se estrenó por primera vez la naranja mecánica, tanto la crítica como el público se abalanzaron sobre Stanley Kubrick, lo acusaban de inducción a crímenes de jóvenes que imitaban las fechorías de sus personajes y le echaban la culpa a su película. Cuando sucedió toda esta tragedia y despúes de cartas que amenazaban de muerte a su familia, Kubrick retiró su película de los cines en el Reino Unido. Anthony Burguess dió la cara por él, defendiendo la película a capa y espada. Aún así hay algo que Burguess jamás perdonó a Stanley Kubrick: al final de la novela Alex sufría una metamorfosis , sin embargo, creo que para que su obra perdurase en el tiempo, Stanley prefirió dejar a Alex intacto con ese aire de inmadurez e insana ironía que destila durante toda la obra.
Olvidando lo anterior, ningún director en la historia del cine ha sabido combinar la música clásica (Beethoven-Symphony No.9, Rossini-William Tell…) con las imagenes como lo hizo Kubrick y, seguramente, nadie será capaz de hacerlo jamás.
En realidad, esta es la venganza personal de un genio que tuvo la osadía de responder al Estado con la misma moneda, el trabajo de un director que tuvo la valentía e inteligencia de crear una obra adelantada a su tiempo, mostrándonos una verdad pesimista pero cierta que como una profecía se ha ido cumpliendo hasta nuestro días.
Día a día, expertos psicólogos trabajan codo a codo con escritores, cineastas, actores, ilustradores, diseñadores gráficos y artistas en general, con la única intención de manipular nuestro subconsciente y desbarajustar nuestros impúlsos límbicos hasta el extremo de hacernos creer cosas de lo más absurdas (como por ejemplo que Nixán limpia más blanco, o que los refrescos de cola saben bien y tienen un color bonito).
Lo llaman marketing, pero también podría llamarse brainwashing, y, simplificando un poco su elaborado método, se trata de inundar nuestros oidos y retinas (a través de los medios de comunicación y de los carteles en los espacios públicos) con imágenes y sonidos que combinan estímulos atractivos (música molona, imágenes sensuales, frases inspiradas…) con productos inanes (refrescos, contratos de telefonía, hamburguesas…), hasta que, sin darnos cuenta, se producen connexiones neuronales que no deberían producirse y quedamos condicionados y empezamos a babear frente a los escaparates, tal cual el perrito de Pavlov cuando oía campanitas.
Mayormente su objetivo final no es otro que rellenar los bolsillos de las grandes corporaciones haciéndonos consumir sin criterio hasta que se vaya a tomar por culo el planeta.
¿Pero qué pasaría si se intentase usar este tipo de tecnologías con fines más nobles?
¿Qué pasaría si los psicólogos dejasen de hacer el Mal e intentasen manipular nuestras mentes para convertirnos en mejores personas en lugar de en autómatas consumistas?
¿Podría manipularse el subconsciente de un psicópata hasta el punto de hacerle abominar el uso de la violencia?
¿Qué es lo peor que puede pasar si seguimos maltratando algo tan delicado como es el cerebro humano?
La Naranja de Relojería (también conocida como la Naranja del Infierno en Serbia o Naranja Mecánica en España) es una interesante novela de Anthony Burguess que explora estos temas medio en broma medio en serio, y que Stanley Kubrick adaptó al cine casi literalmente.
Y se lió la de Dios es Cristo, no por las profundas connotaciones morales del asunto, sino porque (pausa para bostezo) en la peli había imágenes de sexo y violencia, y, sobretodo en UK, surgieron como setas grupúsculos de proto-skinheads que imitaban a los zumbaos protagonistas del relato y zurraban a los indigentes por la calle.
Un gran libro y una gran peli, pero qué asco de mundo.
Nota: excelente.
El oficio de un director no consiste en grabar, sino en concebir.
No debe rodar, sino imaginar.
No debe tomar imágenes, sino esculpirlas.
Cada plano de una película es una creación. Los rodajes de guiones arreglados en montaje sólo conducen a la mediocridad.
Sin permitirse una concesión al relleno, el primer plano de La Naranja Mecánica ya es un puñetazo en la mesa. La primera nota de una sinfonía de dos horas.
Cuando el cine se fabrica así, no está supeditado a la tensión de la situación, ni al interés argumental, ni a la fuerza de la historia. Cuando se concibe de este modo, no agota. Y soporta mil visionados, como si fuese un buen disco.
Consciente de ello, Kubrick no dejó que la debilidad de lo impactante convirtiese en perecedera a su película. Así que cogió al impacto y lo estilizó.