Una botella en el mar de Gaza
Sinopsis de la película
Tal es una jovencita francesa que vive en Jerusalén con su familia. Tras la inmolación de un terrorista en un café del barrio donde vive, Tal escribe una carta a un palestino imaginario en la que le plantea preguntas y expresa su contundente rechazo al odio que hay entre los dos pueblos. Mete la carta en una botella y le pide a su hermano que la tire al mar cerca de Gaza, donde él cumple el servicio militar. Unas semanas más tarde, Tal recibe la respuesta de un misterioso Gazaman.
Detalles de la película
- Titulo Original: Une bouteille à la mer
- Año: 2011
- Duración: 99
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Opinión de la crítica
Película
6.8
49 valoraciones en total
Vi ayer esta película casi de casualidad. Me gustó, y me decidí a echarle un vistazo a las críticas. Me encuentro con una enredadera de opiniones casi tan complicada con la resolución del conflicto citado, imposible de resolver, bajo mi punto de vista. Leyendo a los entendidos, me da la sensación que no se puede opinar, filmar o debatir de este asunto si no se es un erudito del tema, con unos mínimos conocimientos de historia, política y economía. Y si se hace, como el amigo Thierry, uno se sube a la poltrona para ser lapidado, a lo talibán.
Venga por delante que no pertenezco a ninguna de estas etnias, y que dese mi punto ignorante de vista voy a hablar de la película que vi ayer, contrastada con lo poco que se. Y punto. La sabiduría para los sabios.
Me sentí cómodo con ella, desde el principio. Se ve con suma alegría dentro de la tristeza general de entorno, engancha fácilmente y con trazo suave sin espantar a los espectadores con la sangre y la carne. Pero la sangre y la carne están ahí, para quien sabe mirar: la primera escena, sólo con sonido y pantalla en negro ya nos enseña cual es la línea que la película va a seguir: la del sufrimiento velado, en las miradas, en el hastío de lo rostros y las vidas, en los sonidos abrumadores sobre los rostros aterrorizados, pero no en el de la sangre. Y a mi modo de ver, acierta.
En medio de la sensación nunca explícita pero siempre presente de que no hay nada que pueda hacerse para resolver el conflicto, la película se centra en el sufrimiento de las víctimas, las que no quieren la guerra pero se ven arrastrados por ella, en los que que pretenden ser enfrentados por fuerzas externas a ellos mismos y se niegan, en los que se preguntan porque tu y yo somos enemigos, si no nos conocemos. Los humanos, humanos son, y como tal sufren y gozan, y no pueden evitar tomar partido ante el dolor y la agonía. Para mi, la película habla sobre todo de cuánta fortaleza se necesita para mantenerse firme ante lo humano que tenemos dentro, cuándo se enfrenta a la barbarie que también forma parte de nosotros.
Naim y Tal lo intentan, cada uno a su manera. Naim y Tal luchan, lo mejor que saben o pueden, para quedarse quietos mientras todo el entorno quiere matarse, y preguntarse por el origen de tanta negrura. Son una luz en medio de una oscuridad abisal que dura ya 3000 años.
Varias escenas subliman al espectador que ve la película como lo que es. La última, en especial, me tocó a fondo, y me hizo pensar en cuántos cineastas necesitan un mundo de efectos para emocionar, y cuan fácilmente lo consigue Binisti en este film. Salí del cine pensando que había visto una gran película, y que mucha gente debería verla y disfrutarla como yo.
El gran error de esta película, según mi opinión, es que nos da a entender que éste es un conflicto sin solución donde parece que nadie es culpable… nada más lejos de la realidad, puesto que existen organismos internacionales que opinan justo lo contrario (la ONU, la UNESCO, Amnistía Internacional, Médicos Sin Fronteras e incluso ONGs israelíes)
Por otro lado, la película es anacrónica, puesto que los atentados suicidas en Israel son del milenio pasado, en cambio las masacres en el lado palestino, el robo de tierras/recursos, la imposibilidad del libre movimiento, el muro que encarcela Cisjordania y el bloqueo de Gaza es actual, aunque en la película no es apenas mencionado.
Películas como éstas, políticamente correctas, sin profundizar ni explicar nada, banalizan el problema palestino y lo perpetúan en el tiempo: a Israel el empate les vale, mientras Palestina mengua y se desangra día a día… y seguirán llamándolo conflicto , mientras sólo una parte lo sufre…
Ví esta película en el momento más tonto de una tarde lluviosa y me sorprendió muy gratamente. Creí que quizás era más dura con todo el tema del conflicto pero aprovecha para situarte desde las dos partes protagonistas sin entrar demasiado allá para hacerlo más accesible y sobre todo se centra en la vida de los dos protagonistas sin hacer concesiones fáciles entre ellos dos por ejemplo cuando se escriben las primeras veces o el mismo final. También la recomiendo a estudiantes de Francés porque hace un bonito homenaje al idioma y lo que todo ello significa.
Otra muestra más, y van…., de que el cine francés goza de muy buena salud. Colocarle un 9 a una cinta que no esta dotada de grandes alardes técnicos, ni de una dirección creativa , implica que Teherry Binisti, director francés de 49 años curtido en el mundo de la tv, ha conseguido en esta su segunda película, llegar a la esencia del cine, contar una historia que nos haga pensar, disfrutar y nos llegue al corazón. Es sorprendente como refleja el conflicto palestino israelí con una simplicidad abrumadora poniendo el dedo en la llaga, y con que sutileza y elegancia nos describe los horrores, (impresionante ese laberinto que tiene que atravesar el protagonista para poder salir del país), sin caer en el dramatismo fácil y conseguir un equilibrio donde todos son inocentes y culpables. Apuesta Tiherry por el futuro, por la juventud que accede a un mundo globalizado en el que las barreras ya no son suficientes con muros de hormigón. A una toma de conciencia de que las personas deben estar por encima de las tradiciones y los intereses políticos que no son otros que los de controlar en beneficio propio a los pueblos por sus dirigentes.
Se ha escrito con razón que esta cinta debería proyectarse en los institutos. Sobre todo de un mundo occidental que asume este y otros conflictos como si fuera una píldora amarga que hay que acostumbrase a tragar una vez al día en el telediario.
París como símbolo de la luz que ilumine a este mundo de tinieblas que hemos construido.
Estupendos los actores principales y secundarios. Lo dicho un 9.
Cuando en 2005 Valérie Zenatti escribió su novela Une bouteille dans le mer de Gaza pretendía reflejar un sentimiento que la contrariaba: un conflicto, el de israelies y palestinos, ante el cual no cabe posicionamiento posible, desde la perspectiva de la escritora, no se trata tanto de otorgar un enfoque desde el punto de vista de un ″,bando″, u otro, sino más bien comprender la postura de que tras ambos ″,bandos″, conviven seres y personas que están por encima de cualquier otra cosa. Este hecho, pese a las condiciones de un rodaje que, por su dificultad, bien podrían haber truncado lo que acontece una virtud en el conjunto, se ve reflejado a través del prisma con que enfoca Thierry Binisti ese relato construído (en parte, nutrido por hechos reales o noticias que llegaban desde la capital israelí) por Zenatti, y es que por mucho que en esa historia entre ambos protagonistas, Tal y Naim, se atisbe una mirada más hostil y reticente por parte de él durante los primeros compases del film, todo acaba derivando en una relación que nunca se llega a materializar por la naturaleza del propio relato, condicionado por la propia escritora, que lo impregna con un halo cercano. Así es como Binisti transforma lo que parecía la crónica de una tensa situación en algo mucho más próximo e, incluso, humano si se quiere.
No rehuye, no obstante, Binisti la construcción del conflicto mediante secuencias que, ya sea por su ligereza o la poca gravedad con que se muestran, no socavan el tono de Una botella en el mar de Gaza. Es, de hecho, bastante inteligente el cineasta galo tanto suministrando la información como llevando el relato al terreno que él quiere, y lo hace manejando de modo sutil todos los elementos que componen la obra (desde el reflejo de la situación que viven ambos protagonistas mediante una perspectiva que se sitúa en el marco más humano, hasta la relajación de ese marco que, en sus pocos momentos de tensión, precipita los acontecimientos sin que ello suponga un percance a nivel narrativo), así como tratando con mesura el material dramático con el que trabaja, evitando enfatizar en exceso instantes que podrían someterse a una carga que Binisti relega con perspicacia.
Muchos encuentran en Una botella en el mar de Gaza una de esas historias de redención que transmiten un sencillo mensaje de esperanza pero, más allá de ello, queda el perfecto reflejo de una población que tan pronto atisba el horizonte con cierta melancolía como vive con rechazo entorno a su vecino más inmediato. Se podría definir incluso el film como un estado de ánimo, el estado de ánimo de una sociedad que parece vivir reflejada en una paleta tonal donde todo tiene cabida y que se manifiesta a la perfección en esos retales de vida que presenta Binisti y que incluso van más allá de ambos protagonistas, pues tanto los padres de Tal, como todos aquellos amigos y familia que rodean el ambiente en el que se mueve Naim, muestran que ante una situación de esa envergadura poco importan las consideraciones que se puedan tener al respecto, pero sí marcan tanto su entorno como el día a día que viven con una aspereza que aquí se diluye en haras de ese cercano retrato.
A todo ello contribuye la aparición de dos intérpretes desconocidos para la cartelera española, pero que maduran otorgando complejidad y pulso a un trabajo que empieza y termina con ellos. Mahmud Shalaby, que ya tuvo un papel importante en Jaffa de Keren Yedaya, pero todavía no había disfrutado de ninguno como protagónico, demuestra que se pueden urdir secuencias tan delicadas como una de las que cierra el film (la de los coches) con una contención que posee los matices necesarios como para dar a entender que esa secuencia solo podía cohabitar así en la obra. Mientras, Agathe Bonitzer, con un mayor rodaje a sus espaldas, aporta la justa templanza en cada momento exacto, hecho éste que parece acompañar el tono general de un trabajo a través del cual Binisti parece aunar las cualidades de un cine tan moderado como maduro pero, sin embargo, capaz de encontrar la empatía en un espectador que no sabe bien si se halla ante una historia de amor a medio camino, ante un relato de la amistad más pura o ante el recorrido de dos personajes que, durante ese tiempo, comprenderán que el valor de una relación humana escapa al consentimiento de cuantos enfrentamientos pueda generar nuestra sociedad.
Crítica para http://www.cinemaldito.com
@CineMaldito