El siglo del yo (Miniserie de TV)
Sinopsis de la película
Miniserie de TV. 4 episodios. Serie de cuatro documentales producidos por la BBC, en los que Adam Curtis disecciona la influencia de la psicología de masas y la propaganda en la creación de la sociedad de consumo y el Poder en sí mismo del siglo XX. El documental nos introduce en las entrañas del poder sobre las masas, la publicidad, la propaganda, las relaciones públicas y los medios de comunicación.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Century of the Self
- Año: 2002
- Duración: 240
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Opinión de la crítica
Película
8.1
24 valoraciones en total
Ahora que estamos viviendo la muerte del sistema neoliberal se hace más que nunca necesario el visionado de esta obra maestra absoluta de uno de los directores más importantes de nuestro tiempo, Adam Curtis. La película narra el nacimiento del neoliberalismo económico y del theres no alternative político, abstracciones que han dominado la vida occidental durante los útimos 30 años.
The Century of the self, explica así mismo, con mano maestra, la muerte de la política ( y de la ideología) vencida por el mazo del marketing psicológico, la decadencia del movimiento obrero en beneficio de una hiperindividualidad atroz y de la industria occidental en pos de la financiarización parasitaria, en un marco audiovisual de cine-ensayo. En definitiva, un texto analítico audiovisual que, desde mi punto de vista, es a la televisión lo que El Capital de Marx a la filosofía.
Una obra cumbre de la televisión y un documento necesario para entender nuestra inmediatez (pasada, presente y futura). Y para colmo tiene licencia CC, lo que supone que es descargable desde archive .
The Century of the Self es un documental interesantísimo y al tiempo desolador. En cuatro episodios de menos de una hora y con precisión de neurocirujano, o francotirador, Adam Curtis disecciona el proceso de conversión de los ciudadanos en meros consumidores y las consecuencias no sólo devaluadoras, diría incluso trágicas, que ello ha traído para la política y la convivencia.
El punto de partida, o de inflexión si se quiere, lo encontramos, allá por los años veinte del pasado siglo, en la aplicación de los hallazgos del psicoanálisis a la creación de la mercadotecnia moderna por parte de Edward Bernays, sobrino americano de, precisamente, Sigmund Freud. Que la obra más célebre de Bernays lleve por título un ilustrativo Propaganda ya da una idea de la catadura moral del personaje.
Desde el pesimismo antropológico que supone considerar al ser humano como un niño caprichoso en vez de la criatura racional de los ilustrados, Bernays apuesta por halagar dichas veleidades y, aún más, fomentarlas sin pudor. En base a lo cual, se promueve un individualismo radical frente a las dinámicas colectivas que habían caracterizado a la democracia de masas. Tal individualismo, degenerado en la egolatría contemporánea del selfie y que Curtis no contempla todavía —su documental data de 2002—, resulta mucho más del gusto de unos poderes, tanto fácticos como institucionales, que llevan la máxima divide y vencerás hasta sus últimas consecuencias.
El resultado es de sobra conocido y precisamente por ello más dramático: una sociedad despolitizada, poblada de pobres hombres y mujeres vegetando en la creencia de ser únicos, en realidad parte indiscernible de un inmenso rebaño, acrítico y sumiso, cuyo solo cometido en esta vida estriba en comprar, desde café instantáneo hasta los que serán sus gobernantes.
Hacia el final de su cáustica obra, Adam Curtis apunta un problema que, como el del egocentrismo, se ha agravado transcurridos tres lustros. Esto es, lo que ha funcionado de manera inmejorable para el sistema económico capitalista no tiene porque dar tan buenos frutos en la arena política. Y es que, entendido el votante como un párvulo al que se debe mimar de continuo para no perder su favor conlleva, en el menos grave de los casos, la adopción de medidas contradictorias —la anécdota de Tony Blair y los ferrocarriles habla de ello a las claras—, cuando no directamente la caída en el pozo del populismo. De esto último sobran los ejemplos, tanto da el color del cristal con que se miren, o de la bandera en que se envuelvan.
Esta gran serie de cuatro capitulos hace ver al espectador cómo hemos sido manipulados por nuestros dirigentes (ya sean póliticos o grandes empresas) de tal manera como si fueramos una granja humana, moldeando nuestros gustos, personalidad y metas en la vida a su antojo, es muy revelador y para alguien ajeno a esta verdad y puede que se sienta manipulado, aunque como creo recordar, ya que vi la serie hará un mes, no siempre se hizo por capricho.
Recuerdo cómo a finales de 2011 busqué en esta misma página este documental, además de Bagdad rap, The yes men, La doctrina del shock, La guerra que usted no ve y El nuevo siglo americano . Todos los documentales o películas citados son muy reveladores y sólo encontré uno de ellos, hoy únicamente los dos últimos siguen sin constar en filmaffinity. Espero que la difusión de estas películas sea grande ya que su contenido es muy importante y la gente debería saberlo.
Podría decirse que éste es un repaso a las vecindades habidas entre el psicoanálisis y la sociedad de consumo, mediante diversas escalas en figuras que guardan alguna relación con la corriente psicoanalítica: Edward Bernays, Anna Freud, Esalen Institute, (carraspeo) Werner Erhard, Maslow… Multitud de nombres e instituciones, unas más conocidas y otras menos, todas ellas ligadas a fases específicas del consumismo, a la producción fordista en un primer momento, más tarde a los grupos focales, la segmentación de mercado y el universo de deseos infinitos del nuevo consumidor. Curtis propone una historia de cómo determinadas concepciones del yo han ido sentando las bases de una cultura en la que el individuo lo es todo mientras que lo común y los proyectos colectivos han caído en el olvido, si no en el desprestigio. Esa escalada de lo individual desde los setenta también ha afectado a la política, generalizándose el votante que se concibe a sí mismo como un comprador (no hay sociedad, solo individuos), generalizándose también el político que se concibe a sí mismo como un ‘marketer’ cuyo fin es escuchar pasiones efímeras y gobernar según ese dictado. Blair en GB, Clinton en EEUU, y un siglo que finaliza formulando una pregunta: si ésa es la política que queremos, ¿por qué no dejar gobernar directamente a los que mejor manejan esas pasiones, a las ya imperantes corporaciones?