Un paraíso a golpe de revólver
Sinopsis de la película
En Vinegarroon, un pueblo del Oeste, el conflicto entre ganaderos y ovejeros da lugar a continuas reyertas. En este clima de violencia, llega al pueblo Jim Killiam (G. Ford), un forastero que intenta restablecer la paz. La gente cree, al principio, que es un pistolero contratado por los ovejeros, pero, en realidad, es un hombre que se ha reformado y convertido en predicador y que está dispuesto a poner fin a la guerra entre vaqueros y ovejeros.
Detalles de la película
- Titulo Original: Heaven with a Gun aka
- Año: 1969
- Duración: 101
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Opinión de la crítica
Película
5.6
87 valoraciones en total
Un paraíso a golpe de revólver, es ese tipo de películas clásicas de las que se pueden sacar diversas lecturas de interés y ofrecer un entretenimiento ameno, pasajero e ingenioso que puede romper con los esquemas habituales del western, para ofrecer algo edulcorado e inspirador sobre la aceptación y la convivencia, en un mundo en el que encontrar nuevas rutas hacía el cambio.
La película me ha gustado y ha conseguido engancharme por completo hasta alcanzar una resolución en la que hay espacio para el dolor, la comprensión y la aceptación para dar un gran paso en la evolución de una sociedad anclada en conceptos de un pasado violento.
La presencia y labor de Glen Ford, eleva el poder de la calidad de un producto que merece la pena ver. Un pequeño western clásico que deja huella grande en el pensamiento. Digno de ver.
Coincido con la única crítica hecha por el usuario Vercinguetorix sobre esta película, ya que por la puntuación que tiene parece una película regular del montón, de hecho es un film no muy conocido pero si es bueno.
Esta es una buena cinta sobre los conflictos entre vaqueros y ovejeros, refleja bastante bien las diferencias que tenían y lo absurdo de las mismas. Cuenta además con un grande (como siempre) Glenn Ford que borda su papel de pistolero reconvertido en sacerdote.
El director Lee H. Katzin quizás no sea muy conocido pero estamos ante uno de sus mejores trabajos sin dudarlo, y es que hombre no es una obra maestra pero para pasar un rato agradable hay muchos buenos ingredientes:
– Un David Carradine de malo malisimo que lo hace francamente bien.
– Un buen reflejo entre las diferencias entre vaqueros y ovejeros de la época.
– Una película de la que no esperamos mucho pero que nos dará mas de lo que pensamos.
– El gran Glenn Ford que deja un magnifico sabor de boca.
¿Que se puede pedir más?. En un western tan desconocido creo que nada, porque para los verdaderos amantes como yo de este género cinematográfico nos gustará.
No esperen ver una obra maestra pero tampoco una película mala, no es ni una ni la otra, es buena, una buena película, un buen western.
Un western de Glen Ford de ovejeros contra vaqueros. Ya está, Furia en el valle (1958), seguro. Pues no. Aunque en esta ocasión el debate se plantea también entre la faceta de predicador y de pistolero del protagonista Jim Killiam (Ford).
Y es que bajo las formas de uno de tantos enfrentamientos entre vaqueros y pastores lanudos , subyace la posibilidad de que una persona de turbios antecedentes pueda conseguir una auténtica regeneración moral. Jim pone todo de su parte y consigue avances, pero el pasado es una losa muy difícil de arrastrar.
El tema es original y está bien planteado a lo largo del guion. Hay escenas notables como la del sermón donde rompe viejos clichés que convienen a los poderosos vaqueros que han llegado primero al territorio e imponen su ley con violencia. Recuerda Jim que los técnicos han demostrado ya que Es mentira que una vaca no pueda pacer o beber donde lo hace una oveja .
Se estrellan una vez y otra las buenas intenciones de nuestro predicador contra el frontón de la intolerancia del cacique, hasta el punto de hacer tambalear sus creencias religiosas. El pueblo entero asiste expectante a sus dudas en lo que es la mejor escena de la película. ¿Coger o no coger la pistola para castigar a los malvados que persiguen y matan a los ovejeros? La respuesta se la da, nada menos, la madame del saloon Mrs. Andrews (Babcok): Predicador o pistolero. Cielo o infierno. Pero mitad y mitad es infierno . Efectivamente, no hay medias tintas. Así lo entiende el pueblo también que obra como en Fuenteovejuna .
Cinta entretenida, original, bien ambientada, con personajes rotundos de personalidades contrastadas, bien interpretados con un gran Ford. Hay momentos de violencia que chocan un poco con las baladitas un tanto ñoñas del final.
Sin ser algo demasiado excepcional recomendamos su visión.
El maravilloso Glenn Ford realizó con este su último western en el año 1969 cuando el género estaba agonizando en EE.UU y solamente los espaguetis de Leone y el western-violento de Peckinpah se hacían un hueco entre las cientos de producciones que se estrenaban todos los años.
En esta cinta tenemos el debut de un estupendo David Carradine ( Malas calles , Forajidos de leyenda , Kill Bill ) que demuestra desde el principio que los papeles de malo lo borda.
También una de las primeras películas de una atractiva Barbara Hershey ( La última tentación de Cristo , Hanna y sus hermanas ) en el papel de una joven india que se queda huérfana y es recogida por el señor Ford.
Destacar el guión potente de Richard Carr, un tipo que ya había trabajado con Don Siegel en Comando , y la dirección de un desconocido Lee H. Katzin que sin embargo hace un trabajo sensacional, años después rodaría su película más conocida junto con Steve McQueen titulada Las veinticuatro horas de Le Mans , aunque peor que esta que comento.
La mezcla de predicadores, pistoleros, ovejeros, vaqueros, rancheros, mujeres, violaciones, prostitutas, venganzas…hacen un film fascinante, sin lugar a dudas de los mejores de ese estilo Peckinpah (de ese año es también Grupo salvaje ) que proponía un oeste más crudo y duro del que hasta ahora lo mostraban los clásicos. Glenn Ford da toda una muestra de saber actuar de pistolero a pesar de tener ya 50 y pico años y una barriga prominente, sin embargo vuelve a dar su lección de cine.
Western tremendamente recomendable, a rescatar del olvido en el que se encuentra y que demuestra que en los sesenta no se produjo la muerte del western sino el nacimiento de un nuevo western más comprometido con valores como la ecología, pacifismo o el feminismo, tratados de forma más realista.
EEUU le rinde culto a las armas. Su Constitución Nacional todavía permite que cualquier persona mayor de 21 años pueda adquirir las armas que desee, y la industria armamentista -quizás la más poderosa del mundo- no ceja en su esfuerzo por poner las pistolas y revólveres al alcance de cualquier ser humano. Cada que ocurre una masacre, como la ocurrida el 15 de Diciembre de 2012, en una escuela para niños de Connecticut, donde un muchacho le quitó la vida a 20 pequeños menores de 10 años y a seis adultos, la sociedad se rasga las vestiduras y vuelve a hablarse de la necesidad de restringir el porte de armas, limitándolas solo a las instituciones del Estado, pero al paso saldrán los dueños del negocio y sus representantes (muchos de ellos dentro del gobierno), para argumentar las mismas sandeces de siempre (Que eso sería restringir la libertad, Que se le abriría el paso a una dictadura, Que la gente tiene derecho a defenderse…) Pero nadie dirá que, una sociedad donde predomina el materialismo y escasea la espiritualidad, donde el afán de sentirse superior a los demás es motivación para la total falta de escrúpulos, donde el odio y el resentimiento embargan a muchísimos corazones, donde el racismo, la discriminación y el maltrato son cosa de todos los días, y, entre otras cosas, donde las depresiones y los trastornos psicológicos afectan a millones de personas… da cuenta de la enorme cantidad de potenciales asesinos que se mueven en sus espacios cada día.
Para su debut cinematográfico, realizado ¡en 1969!, casi un siglo después de que comenzara la lenta extinción del Far West norteamericano, Lee H. Katzin eligió esta historia, pues todavía algunos realizadores se resistían a dejar morir un género que también estaba en agonía, ya que, su época de oro (1946-1960 aprox.), también era ya cosa del pasado. Pero, nadie sabe hasta cuando las pistolas seguirán siendo símbolo de virilidad, de valor, y la mejor herramienta que ellos conocen para resolver los problemas.
El guión, escrito con cierta solvencia e interesantes diálogos por Richard Carr, intenta dar un paso hacia el progreso humano, mostrando a un pistolero con un turbio pasado, que busca redimirse convirtiéndose en pastor de iglesia en un pueblo donde, un lago, es la causa para las confrontaciones diarias entre los pastores de ovejas y el ganadero emergente, quien pretende quedarse para él solo, la única agua con que cuenta la población.
Jim Killian (interpretado por Glenn Ford con esa arrolladora personalidad que le caracterizó siempre) rinde culto a Dios y al diablo, pues, al tiempo que reza y lee la biblia, puede también batirse a tiros de revólver (no a golpes) o darle una paliza a cualquier hijo o socio de Asa Beck, el soberbio ganadero que viene, desde hace rato, reclamando una buen lección.
Al final, se dará un tímido paso hacia la civilización, pero las armas seguirán en los cintos y bajo las almohadas del todavía primitivo pueblo norteamericano.
Título para Latinoamérica: LOS VIOLENTOS VAN AL CIELO