Un feliz acontecimiento
Sinopsis de la película
El guión, escrito por el director y Vanessa Portal, adapta una novela de Eliette Abeccassis, protagonizada por una pareja que vive como si fueran solteros sin hijos. La llegada de un bebé cambia drásticamente su vida cotidiana convirtiéndola en un verdadero calvario. Film que habla con humor y ternura de la felicidad, y también de las dificultades de ser padres jóvenes (Bezançon).
Detalles de la película
- Titulo Original: Un heureux événement (A Happy Event)
- Año: 2011
- Duración: 107
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Opinión de la crítica
Película
6.2
98 valoraciones en total
La maternidad, ese milagro de la naturaleza, esa bendición de dios, resulta que no es tan maravillosa como nos la suelen pintar los largometrajes. Un feliz acontecimiento, observen la ironía del título, no es que reniegue abiertamente de la procreación pero sí ofrece al menos una visión más realista de lo que implica tener un bebé, de esos efectos adversos en el cuerpo y la salud emocional de la mujer y de esa prueba de fuego que supone para la vida en pareja.
Conviene retener el nombre de Rémi Bezançon, el director francés que con sólo tres películas ya se ha convertido en todo un experto en desdramatizar auténticos dramas, en plantear la crudeza de lo cotidiano mediante el sentido del humor y una estética plagada de agilidad y frescura. Este parisino de 40 años fue el artífice de una de las grandes sorpresas de 2008, El primer día del resto de tu vida, y ahora vuelve a demostrar con Un feliz acontecimiento su capacidad para emocionar con escenas de lo más sencillas.
El nacimiento del bebé marca un antes y un después no sólo en la vida de Barbara y Nicolas sino también en la propia película. La primera parte del filme es la más amable, la más divertida, la que arranca sonrisas, complicidades e incluso carcajadas en el patio de butacas. Es en esos minutos iniciales que Bezançon se marca una de esas escenas para el recuerdo, cuando nace el amor entre ambos protagonistas con las carátulas de un videoclub como arma de seducción. Pocas comedias pretendidamente románticas han logrado captar un instante con tanta sensibilidad y tan poca sensiblería.
Y es que la pareja que encarnan Louise Bourgoin y Pio Marmaï es absolutamente entrañable, de esas que uno observa con ternura e incluso con cierta envidia, por su maravillosa complicidad, su perfecta sintonía, su equilibrio casi milimétrico entre pasión, humor y confianza. Un estado ideal de enamoramiento que se ve paulatinamente mermado por ese feliz evento, que llega en forma de regalo pero sin un manual de instrucciones, que primero se recibe con los brazos abiertos, luego con pánico y que finalmente termina succionado hasta la última gota de energía.
Un feliz acontecimiento no sólo narra con agudeza las incomodidades propias del embarazo, la histérica sobreprotección de los padres actuales (ahí está la escena en que la pareja observa aterrorizada lo inseguro que es el carrito de bebé que acaban de comprar). Enseguida el relato se va ensombreciendo, y lo que fuera una relación idílica se va convirtiendo poco a poco en una lucha constante de celos y reproches. El filme, que nadie se asuste, no pretende ahuyentar a los más jóvenes de ese milagro de la naturaleza, de esa bendición de dios, pero sirve de advertencia para incautos: los niños no sólo vienen con un pan bajo el brazo.
El filme es la nueva producción de Remi Bezançon, un realizador que cosechó un gran éxito con El primer día del resto de tu vida y que ahora retrata la llegada de la maternidad de una forma cercana. Acostumbrados a cintas ñoñas y sensibleras, que se centran en la parte más amable de ese cambio en la vida de una mujer, aquí predomina el acercamiento realista, con un tono agridulce.
La protagonista es una mujer con inquietudes culturales y la cabeza en las nubes, dedicada a los estudios filosóficos. El embarazo le bajará a la tierra, le creará dudas sobre su capacidad como madre, dudas que se convertirán en pesares cuando llegue el bebé. Su vida deseada y su vida real sufrirán una gran contradicción, llevándola a replantearse sus necesidades y sus prioridades.
Es curioso como va variando el tono de la película a medida que avanza el proceso de maternidad. Al principio hay una cierta ilusión y predomina la comedia: se habla de cómo se llamará el bebé, cuál será su sexo, de los cambios hormonales, del sexo durante el embarazo o de la relación de la protagonista con su madre hippy (una estupenda Josiane Balasko). Una vez nace la criatura, el tono va virando hacia el drama, con una mujer que no se siente capaz de ser la clásica matrona protectora y de sacrificar muchas de las cosas que hacía, que siente que el bebé le está robando su vida.
Cabe destacar a Louise Bourgoin en el papel la atribulada Barbara, demostrando que además de una mujer de gran atractivo es una buena actriz. La descubrí hace cosa de un año en la película La hija de Mónaco y desde entonces le sigo la pista. Ella es la que lleva el peso del filme y lo hace con brillantez, teniendo un peso más secundario el personaje masculino (bien defendido por Pio Marmai).
Una película recomendable para todos aquellos que quieran conocer un poco los entresijos de la primera maternidad, aunque pueda resultar incómoda a los que se hallen en una situación similar a la de sus protagonistas, con temor a la llegada de ese primer bebé que siempre cambia la vida de los que lo tienen.
EL EMBARAZO
La primera parte de la película la dedica Rémi Bezançon a relatarnos todos los tópicos del subgénero embarazo dentro de la comedia romántica. La parejita feliz, la vida loca, escenas de postal, la gran idea: vamos a tener un niño, el test, tengo que darte una noticia, la emoción, contarlo a la familia, la compra del cochecito, la decoración de la habitación, los vómitos matinales, las hormonas revueltas… En fin, qué os voy a contar que muchos no sepáis porque estaréis hartos de ver lo mismo en todas estas pelis.
La cosa transcurre como cabe esperar, es un tema recurrente y cansino que todos los directores repiten casi con idénticos diálogos y planos. Nada que destacar, casi puede el espectador adelantarse punto por punto y coma por coma a las réplicas de los personajes. Hombre, este tipo de cine es simpático y, salvo que tengas una especial aversión al tema, se deja ver gratamente, pero vamos, es perfectamente olvidable y prescindible.
EL BEBÉ
Y llega el parto. Reconozco que ahí lloré, como suelo llorar en todas las escenas de partos, a poco bien hechas que estén. Y ésta estaba muy bien rodada, con mucho realismo y derroche de imágenes tiernas y evocadoras. En fin, las mujeres, sobre todo las madres, con estas cosas siempre nos ponemos moñas porque inevitablemente nos recuerdan a nuestros propios partos, y al ser éstos unos de los momentos más plenos de la vida, pues qué quieres, el moquillo sale casi solo y hay que estar bien atrincherada con el paquete de klinex para que no te pille de improviso.
Pero es a partir de aquí cuando la historia se crece y se convierte en otra cosa. Deja el tono comedia romántica y se acerca poco a poco al drama familiar. Los actores cambian el registro jijijaja y se ponen serios, sobre todo la protagonista, Louise Borgoin, demuestra con creces que sabe hacer otra cosa además de pasear palmito y cara guapa. Resulta que lo del niño no molaba tanto como parecía, que los bebés, aparte de ser graciosillos y monísimos, agotan, consumen tu tiempo y tus energías y te convierten en un trapajo, que se te quitan las ganas de todo, de arreglarte, de salir, de follar, de reír, de trabajar, de cualquier cosa que no sea dormir o morirte. La vida, que era maravillosa, de pronto se convierte en una pesadilla y esto Bezançon lo refleja con gran acierto. El tono cambia, los diálogos se hacen mucho más interesantes, los personajes evolucionan, adquieren entidad, y esta segunda parte, mucho mejor que la primera, redime a la película de su trivialidad inicial, aunque eso sí, no es apta para aquéllos que se estén planteando la paternidad. Chicos, un sabio consejo: yo de vosotros no la vería. O sí, la verdad es que aún estáis a tiempo.
Siempre, desde que recuerdo, quise ser madre, era un deseo que sentía como algo a lo que no renunciaría aunque nunca llegara a tener pareja estable, no es que mitificase la maternidad, es que había nacido para ser madre. Y vaya si lo fui, lo soy, con una diferencia de 3 años por dos veces. Me he sentido identificada al ver la película por segunda vez, en alguna de la situaciones de la protagonista, y en la relación con su pareja, pero aun más en la situación con su madre. Es lo que me ha gustado más, y ahora que mis hijos ya son mayores, espero y deseo que cuando se hundan y no puedan más acudan a mi, y cuando les explote la felicidad también. Porque realmente ser madre, no es estar cuidando bebes dia y noche hasta caer exhausta y deprimida, al lado de alguien que no entiende lo que pasa, sino llegar a ser un adulto y necesitar a tu madre, como yo la necesito ahora que ya se ha ido.
Un feliz acontecimiento forma parte de ese tipo de películas que últimamente escasean: el cine que nos hace sentir bien. Visto que el llamado cine comercial no puede ofrecernos buenos ratos de evasión y que ese otro cine festivalero lleva demasiado tiempo con un semblante serio, tendremos que volver al cine francés para conseguir sonreír y sentir que la vida no solo sucede en la pantalla sino que la vitalidad de las imágenes se cuela poco a poco por los poros de nuestra piel, como siempre debe ser, como dicta la contemplación y la fascinación artística. Un feliz acontecimiento tiene momentos de absoluta joya. Más que pequeña es una película humilde, clara, que sabe delimitar muy bien la fantasía de la realidad y que incluye con una facilidad y una efectibidad pasmosas pequeños destellos de gracia en una historia que cuenta la historia de siempre, el acontecimiento no por sabido menos gratificante: el romance, el embarazo, el nacimiento del bebé y la difícil vida en pareja.
Bezançon, que ya salió exitoso del retrato familiar de El primer día del resto de mi vida, tiene un dominio especial para filmar lo cotidiano desde una perspectiva mágica, como si las grandes revelaciones de sus historias fueran nada más y nada menos que el discurrir natural de la vida. Un feliz acontecimiento transmite una joie de vivre increible. Bezançon nunca pierde el norte de su obra y eso convierte Un feliz acontecimiento en una historia que invita a soñar y al mismo tiempo a mantener los pies pegados al suelo: es el mejor cuento de amor y maternidad en mucho tiempo, y además nos brinda escenas de una belleza enternecedora como la batalla de películas en un pequeño videoclub. Esto sí que es romance y ruptura sin las florituras, tonterías y clichés del romance y la ruptura. Una película agridulce que se desmarca inteligentemente del cine social y del realismo mágico. Todo lo que vemos inspira verdad y a la vez es cine, puro cine. No engrosará la lista de gran cine del 2012 pero sí alimentará el alma. Feliz, felicísimo acontecimiento.
@Xavicinoscar, Cinoscar & Rarities
http://cachecine.blogspot.com