Un día en Nueva York
Sinopsis de la película
Tres marineros disfrutan de un alegre, romántico y musical día de permiso. Donen y Kelly ruedan su ópera prima, en la que, por primera vez en la historia del cine, las cámaras abandonan los platós y los decorados interiores para salir a las calles a rodar los bailes de estos tres vitalistas marineros.
Detalles de la película
- Titulo Original: On the Town
- Año: 1949
- Duración: 98
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Opinión de la crítica
Película
7.2
34 valoraciones en total
Eso es lo que dice una de las chicas al final de la película. Obviamente, por la fecha de estreno (1949), está más que justificada esa frase, aunque no deja de tener su punto de humor. Los americanos saben reírse de sí mismos y lo hacen mejor que nadie, eso se ve a lo largo de toda la película mediante un guión ingenioso, que no obstante en algunos momentos desbarra un poco, sobre todo en la segunda mitad.
De todas formas, el guión no es más que una excusa para los números musicales, maravillosos y vitales, alegres como sólo podían hacerlos en aquellos momentos, cuando el musical iba a vivir su época más esplendorosa (no es casual que esta fuera la primera película de Stanley Donen y su primera colaboración con Gene Kelly).
Luego, a finales de la década (de los cincuenta) tomaría tanta fuerza la televisión, y se metería tanto en los hogares, que ya el cine nunca fue lo mismo. Por supuesto trataron de adaptarse, el cinemascope, el cinerama, el estéreo, los efectos especiales… pero ¡ya nunca fue lo mismo!
Había perecido, entre las brumas, toda una época, quizás la mejor época de Hollywood. Westerns, musicales, aventuras, el peplum, el mejor cine negro, el STAR SYSTEM en todo su esplendor (la muerte de Marilyn marca un final, queramos o no).
Como curiosidad, en esta película comienza a rodarse en exteriores, en este caso las calles de la ciudad que nunca duerme, Nueva York.
Primer largometraje dirigido por Gene Kelly y Stanley Donen (Cantando bajo la lluvia). El guión, de Adolph Green y Betty Comden, se basa en el libreto de la comedia musical de los mismos autores, inspirado en el espectáculo de ballet Fancy Free. Éste, estrenado (1944) en Broadway, con música de Leonard Bernstein y coreografía de Jerome Robbins, desarrollaba una idea de Jerome Robbins. Es el primer musical con escenas de música y baile rodadas en exteriores (New York, New York), si bien la mayoría de los números se filman en estudio. El resto del metraje se rueda en exteriores y en los platós de MGM Studios (Culver City, CA), con un presupuesto total estimado de 2 M USD. Gana un Oscar (adaptación musical) y un WGA (guión de musical). Producido por Arthur Freed para MGM, se proyecta por primera vez en público el 8-XII-1949 (NYC).
La acción tiene lugar en NYC a lo largo de las 24 horas (de 6 de la mañana a 6 de la mañana) de un día de la primavera de 1949. Narra la historia de tres marines, Gabey (Kelly), Chip (Sinatra) y Ozzie (Munshin), naturales de pequeñas poblaciones del interior de los EEUU (Meadowville/IN, Peoria/IL…), que no conocen NY y que quieren descubrirla y vivirla intensamente durante el tiempo de permiso. Conocen a Ivy Smith (Ellen), ganadora de un concurso de belleza y estudiante de ballet, a Brunhilde Hilde Esterhazy (Garrett), taxista desenvuelta, y a Claire Huddesen (Miller), estudiante de antropología y paleontología. Forman tres parejas (Hilde-Chip, Ivy-Gabey y Claire-Ozzie), ávidas de vivir y divertirse.
El film suma musical, comedia y romance. El argumento es sencillo y esquemático, pero suficiente para sustentar los números musicales. Las escenas rodadas en exteriores de NYC confieren a la obra un brillo especial. La ciudad, alegre y fascinante, se erige en protagonista del film. Las tres parejas recorren la ciudad: visitan las estatua de la Libertad, el Museo de Historia Natural, el Symphony Hall, el Rockefeller Center, el Metro, el Puente de Brooklyn, el puerto, Central Park, Wall Street, etc. La ciudad se presenta como un conjunto monumental vivo, en el que florecen con esplendor la música, el baile, la pintura, las finanzas, el progreso, la ciencia, la enseñanza, la alegría, etc. La visita nocturna muestra salas de fiestas abarrotadas, ambientes de diversión con música y baile y la presencia mayoritaria de una juventud que impone su alegría y sus ganas de vivir.
Bajo la apariencia de una trama sencilla e inocente, el film apuesta a favor de la nueva cultura, los nuevos valores y las nuevas costumbres surgidas en los años de la IIGM y que se encuentra en proceso de generalización y consolidación. Muestra con complacencia la figura de la mujer trabajadora, con iniciativa, independiente, libre de viejos prejuicios, que convive con los chicos en términos de igualdad, hace deporte (incluso atletismo) y es capaz de llevar la iniciativa.
Con On the Town nació el musical moderno, Busby Berkeley y Vincent Minnelli, establecieron las bases de lo que, en cierto modo, habría de ser el nuevo musical, pero fueron Gene Kelly y Stanley Donen, con este primoroso trabajo, quienes dieron carta de naturaleza a la etapa de oro del género (1949-1957). La novedad de esta película consiste en su maestría, al tiempo que esa maestría radica precisamente en su novedad. En este film todo huele a nuevo, la perfección del conjunto transfigura esa novedad en un goce estético no menos inédito. Era nuevo, en efecto, que los protagonistas de la historia, tres marinos de permiso por 24 horas, sin pertenecer al mundo del espectáculo, como era habitual, y que la acción transcurriese más allá de un estudio, en escenarios urbanos reales.
La obra original fue estrena en Broadway en Diciembre de 1944. Desde su misma obertura, la película constituye un himno a la alegría de vivir. Desde el instante en que los marinos descienden por la escalerilla del buque atracado en el puerto de Nueva York hasta que regresan a bordo. La ciudad de los rascacielos les depara a los tres marinos, toda suerte de sorpresas, incluyendo naturalmente el amor. La maravillosa partitura musical lleva la firma de Leonard Bernstein, polifacético compositor y director de orquesta del que guardo muy buen recuerdo en una grabación antológica junto a la soprano Kiri Te Kanawa y al tenor José Carreras en una versión definitiva de su obra cumbre West Side Story.
Gene Kelly y Frank Sinatra encabezan un reparto excepcional que cantan y bailan gracias una dinámica coreografía en los lugares paradigmáticos de la ciudad, de la mano del productor Arthur Freed. La cámara es esencial en cada una de las coreografías y los personajes pasan del diálogo a la canción con la mayor naturalidad, lo que hace que la euforia de los números sea contagiosa. On the Town huye de la fastuosidad y los oropeles que daban impronta al género y rejuvenece el musical marcando un antes y un después. No es casualidad que los grandes admiradores, caso de Jacques Demy, le rindiesen entusiasmados homenajes. Tras más de medio siglo Un día en Nueva York es un antídoto contra el desánimo.
Más que un aprovecha el momento, podríamos decir vive el momento al máximo. Imagínate, tienes tan sólo 24 horas para disfrutar de una metrópolis como Nueva York. ¿Qué puedes hacer? Pues cantar y bailar mientras te pierdes por las calles de la ciudad y, si de paso, conoces a una mujer de la que enamorarte, mejor que mejor.
Nueva York es una ciudad maravillosa. El Bronx está arriba y el Battery, abajo. Qué energía para empezar una película, ¿no? Los tres marineros (Kelly, Sinatra y Munshin) bajan del barco, a las 6 de la mañana, al ritmo de la canción más emblemática de la película. Una magnífica excusa para degustar los monumentos y las vistas que ofrece Nueva York. Porque esta película fue un hito en la historia cinematográfica al utilizar la ciudad como un complemento más de la trama. Fue el primer musical rodado, en parte, en exteriores.
Lo peor de Un día en Nueva York es la extremada exageración de las coreografías – hechas, principalmente, para el lucimiento de Kelly y Sinatra – y de la trama en sí. Pero, qué leches, debajo de la ingenuidad aparente de chico llega a una ciudad nueva y conoce a una chica mojigata de la que se enamora, hay mucha valentía, divertimento y buen rollo. Es bastante difícil no contagiarse de la alegría que transmiten los números musicales, sobre todo, el New York, New York del comienzo.
Y no decimos en vano lo del atrevimiento -fantástico y rico en matices el personaje de Betty Garrett- , no. Hablamos de una película de 1949 en la que, sin ningún tipo de pudor, se muestra cómo una mujer lleva la iniciativa en una relación, no nos referimos únicamente a castos besos, se insinúa algo más. Pero hay más ejemplos, fijaos, si no, en la escena del museo.
Stanley Donen y Gene Kelly co-dirigieron este espléndido musical humorístico, lleno de referencias implícitas al sexo, de ritmo frenético (¡sólo tienen un día y lo que da de sí el condenado!) construyendo una oda al carpe diem, al disfrutar a tope ese único día descanso que tienen los pobres y trabajadores marineros.
Pese a que quizás no haya envejecido demasiado bien, Un día en Nueva York sigue siendo una muy divertida y vitalista comedia musical, beneficiada por una espléndida partitura del gran Leonard Bernstein. Con algunos toques patrioteros y cierto regustillo moralista, indispensable en su época, se trata de una obra colorista, vibrante y llena de magistrales números musicales, algunos de ellos antológicos dentro del género, y cuya ingenuidad le confiere un encanto especial.
Uno de los mejores musicales de la época con un contagioso optimismo y unos actores muy adecuados entre los que destaca la arrolladora Ann Miller con un descacharrante sentido del humor. Una película para ser vista y disfrutada sin prejuicios. Solo así puede uno dejarse encandilar por la simpatía y cierta simpleza de un guión muy divertido e ingenioso, pero que definititvamente pertenece a una época que vista desde una perspectiva actual puede parecer demasiado lejana.