Red Angel
Sinopsis de la película
Sakura Nishi es una joven enfermera enviada en 1939 a un hospital de campaña en China durante la guerra chino-japonesa. Impactada por la inhumana violencia de la guerra en su tarea sanitaria, trata de entender, ayudar y, en la medida de sus posibilidades, humanizar a quienes se hallan inmersos en esa guerra, incluido el doctor Okabe, cirujano del que depende.
Detalles de la película
- Titulo Original: Akai tenshi (Red Angel)
- Año: 1966
- Duración: 95
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Opinión de la crítica
Película
7.6
32 valoraciones en total
Si miramos el cine americano de las últimas décadas, es fácil sacar como poco unos 10-15 nombres de directores importantes en cada una de ellas. En cambio, seguramente cualquier cinéfilo anclado en el cine occidental sólo podría mencionar, como mucho, media docena de grandes maestros del cine asiático en toda su historia. Y es una lástima, por que más allá de la majestuosidad de Kurosawa, la potente narración de Mizoguchi o el costumbrismo de Ozu hay mucha, mucha vida. Yasuzo Masumura es un ejemplo de director que, con un estilo propio, sirvió además para que el cine japonés saliese adelante, algo así como lo que hizo Nieves Conde en España con su fantástica Surcos . Precursor de tipos como Takashi Miike, Masumura firma con Red Angel un alegato antibelicista que no se ciñe únicamente a un conflicto bélico sino que lo utiliza como excusa para desarrollar la historia de una enfermera en ese marco de dolor.
¿Y qué creíais, que esto iba a ser un drama? Pues no. O al menos, no uno tradicional. La historia comienza cuando una enfermera japonesa (interpretada por la preciosa Ayako Wakao) llega a un hospital militar de heridos de guerra. Allí, es violada en una escena bastante peculiar y, para colmo, es enviada al frente un día más tarde, lugar en el que no encontrará nada más que amputaciones precarias y olor a sangre. Una ambientación malsana que desde luego no parece ser lo más apropiado, pero que es lo que le toca vivir día a día a causa del cada vez más creciente número de las víctimas de la guerra. Masumura es inteligente al enfocar todo esto desde un lado humano, pero sin prescindir en ningún momento de la crudeza ni echarle azucar a las situaciones. Así, con un toque puramente buñuelesco, asistimos a escenas que más vale descubrir por uno mismo a que las cuenten -por tanto, me morderé la lengua- pero que, efectivamente, son sencillamente espectaculares desde el punto de vista más retorcido posible. Contribuyen a ello, eso sí, unas interpretaciones magistrales, así como una delicia de blanco y negro que aporta mucha sordidez a las imágenes.
Red Angel es un ejemplo de buen cine trasgresor, no sólo en el contenido sino también en las formas, que sirve como muestra del talento de Masumura, un pequeño adelanto de lo que se le pasaba por la cabeza y que consiguió plasmar en pantalla tres años más tarde con la excepcional Blind Beast. Si queréis ver un drama diferente, una cinta bélica atípica o sencillamente una de las obras japonesas más lúcidas de los 60, adelante. Eso sí, no esperéis largos planos de abuelos tomando té ni una historia anclada en los convencionalismos, por que no van por ahí los tiros.
Pólvora, barro, metralla, ruinas y cuerpos en descomposición devorados por los cuervos. Así es el panorama de la guerra, ni más ni menos, el escenario que sintetiza y ofrece la definición perfecta de miseria, caos y horror.
Nada brotará ya de este suelo cubierto de trozos de carne supurantes de sangre y fluidos…excepto una flor de cerezo de bellos pétalos y fuerte tallo que lo iluminará todo con su presencia.
Había pasado casi una década desde su primer trabajo conjunto como director y actriz (una encantadora y optimista Aozora Musume ), y desde entonces, y aunque Hitomi Nozoe también trabajó con él en varios títulos, la hipnótica Ayako Wakao iría ligada a la filmografía de Yasuzo Masumura, traducido en una serie de obras transgresoras y abrasivas donde lo que primaba era alcanzar la perfección formal y estética por medio de la introspección psicológica y sexual del ser humano, sobre todo de la figura de la mujer. El cenit de esta colaboración llegó a mediados de los 60 con esa trilogía que conformaron La Mujer de Seisaku , Tatuaje y Red Angel .
Ayako había dejado de ser la sensación juvenil de la Daiei para convertirse en una actriz erótica y arrolladora, así como Masumura ya era considerado una de las voces más poderosas de la Nueva Ola del cine japonés, todo ello lo lograron juntos. La trilogía fue rematada con la adaptación de otro relato de Yoriyoshi Arima, quien ya había visto su Hoodlum Soldier llevado al cine poco antes por el director, enfocada en un escenario similar: los momentos más crudos de la 2.ª Guerra Sino-Japonesa, que desembocarían en la 2.ª Guerra Mundial a no mucho tardar con la entrada de EE.UU..
De hecho Red Angel empieza exactamente igual que la hazaña de los soldados Arita y Kisaburo (además de estar narrada en primera persona): con el conflicto bélico mostrado de cerca, detallando a través de grotescas imágenes en blanco y negro todo el horror, degradación y miseria de la guerra, que el propio Masumura tuvo la desgracia de contemplar con sus propios ojos al igual que muchos colegas de profesión. La narración proviene de Sakura Nishi, protagonista de la historia, una joven enfermera de Tokyo trasladada en 1.939 al frente en la China ocupada por las fuerzas niponas.
No es extraño que tal escenario no genere ninguna esperanza, pues ese es un concepto que no tiene cabida en la guerra. Masumura, ayudado de una puesta en escena áspera y oscura realzada por la fotografía de Setsuo Kobayashi, desea que apreciemos hasta el olor llegado del campo de batalla, un olor pestilente de muerte que emerge de los órganos de los soldados mutilados para introducirse directamente en nuestras fosas nasales. En este infierno en la tierra poblado de cuerpos agonizantes es lanzada Sakura, quien en su primera misión ya sufre las inclemencias que cabría esperar de los soldados (en una secuencia de violación extraña y del todo angustiante).
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Al mismo tiempo, ya todo un experto en ello, modela atmósferas extrañas, envolventes y sugerentes más propias de Michelangelo Antonioni, Luis Buñuel, Ingmar Bergman, Kaneto Shino o Hiroshi Teshigahara (las escenas de sexo, muy recatadas, elevan el erotismo a límites insospechados de hipnótico lirismo), aunque en esencia Red Angel no se distancia del neorralismo ni de los prestados trazos de nouvelle vague que marcaron Historia de una Prostituta , estrenada tan sólo un año antes (y que a su vez recordaba a Le Soldatesse ), con la cual ésta guarda no pocas conexiones.
Pero al contrario de la obra maestra de Seijun Suzuki, la heroína de Masumura rechaza verse como una esclava del sexo para los hombres (aun siéndolo realmente) y jamás muestra insurrección contra los valores militares y patrióticos, más bien contra la absurda y dañina presencia de la guerra, causante de todos los males de la Humanidad, tampoco se le concede a los amantes un romance longevo y optimista como sí sucedía en La Mujer de Seisaku . Aún así el cineasta vuelve a filmar a su musa rindiendo pleitesía a cada centímetro de su bello físico y extrayendo de ella todo su potencial dramático.
El resultado puede ser el mejor jamás expuesto en pantalla (difícil es de afirmar, ya que todo trabajo de Wakao a las órdenes de Masumura es memorable), acompañándola ese soberbio Shinsuke Ashida como el nihilista dr. Okabe y buenos actores secundarios como Jotaro Senba, Ranko Akagi o Yusuke Kawazu en un gran papel.
Las calaveras se apilan, los miembros cercenados cubren el espacio, se puede oler aún la pólvora en el aire y los cuerpos infectados del virus del cólera, pero la flor del cerezo, lo que representa Sakura, permanece intacta, aunque a su alrededor se erija un mundo reducido a cenizas, lugar donde ella perderá su amor y su alma para siempre. No hay obras tan sumamente líricas que arañen las tripas con tanta rabia como Red Angel , pero Masumura es un genio y lo consigue.
A partir de aquí su carrera sólo podría ir en una línea descendente.
Una enfermera militar no presta sus servicios en la gran urbe protectora, a partir de hoy sé que una enfermera militar ha de trabajar en unas condiciones durísimas durante turnos inacabables, rodeada de gritos, muerte y suciedad. Si hay algo que me ha sorprendido de Red Angel y quiero que quede claro ya es que no es la típica película que se hace dura desde su inicio e intenta acaparar todo el salvajismo de una guerra. Eso no está mal tampoco cuando se hace bien. Si esta película destaca es porque además de eso, de mostrarnos la crudeza de un conflicto bélico, nos enseña la vida de una enfermera que lucha por desmarcarse de lo que le rodea, ella no quiere ser una más alineada y con todas sus fuerzas intenta escapar a base de humanidad. No nos ha de extrañar que se enamore, que tenga la capacidad de sentir amor en un contexto tan poco propicio para el amor.
Si ella se llama cerezo en flor es por algo. A su alrededor cualquier desastre que uno pueda imaginar dentro de la guerra va a suceder, nada que no hayamos visto ya antes, nada que no sepamos y ella, pobre alma avasallada, es capaz de ofrecer humanidad. Cualquier enfermo, futuro lisiado, futuro cadáver, quisiera encontrarse con ella al volver del frente.
Más allá de la película es necesario mencionar el nombre de Yasuzo Masumura, ¿he dicho bien?, sí, efectivamente, no es Mizoguchi, no es Ozu ni Kurosawa, incluso más allá de Kobayashi, otro que en el marco de la IIªGM quiso poner humanidad a una guerra unos años antes de este Red Angel con su espectacular trilogía, quien firma la película es alguien que no es que no sea tan famoso, es casi un desconocido en occidente. Doble placer entonces, ahí queda la observación.
Desde el minuto uno, la película que nos ocupa, perdón, el trozo de vida al blanco y negro más exquisito, exuda autenticidad, maestría, cine con mayúsculas, vamos. La película se hace líquida, fluye ante nosotros, se contonea perfectamente acompasada, a un ritmo delicioso, hipnótico, que se dice. El bueno de Caith habla de Buñuel y no es por nada, es que la atmósfera -quimérica- de esta cinta japonesa es impresionante, tanto que enamora. Como enamora, nada más verla, la enfermera protagonista, la femme fatale sin un solo propósito malévolo, el ángel de la muerte, la que habrá de llevarnos de la mano hasta el centro mismo del horror, mientras nos sumergimos en sus rasgos faciales primorosos. Delicadeza de ella enfrentada al lado más amargo y más bestial de la guerra y sus consecuencias devastadoras, las cuales nos conocemos al dedillo pero no viene mal recordar de vez en cuando, que hay quien dice por ahí que el ser humano es cabezota. En este sentido, cabe hacer tres incisiones:
-La guerra como tal, ya mencionada, nunca la noté más cerca. Se respira la sangre, se palpan las vísceras, se transmiten el espanto y la aversión como una inyección en vena. Saboréalos, porque andamos escasos de existencias y las reglas son bien claras: sólo para los oficiales. El pase de honor, la butaca hasta el abismo, a dos pasos. Magnetismo puro. Y como dice hermanonegro, ¡escupiendo verdades como puños!
-Relacionado con lo anterior, igualmente fidedigno y convincente es el dibujo que se arroja de la locura, de la progresiva degradación de la mente humana ante situaciones límite. Y sin signos de exclamación ni cosas raras, todo narrado desde la calma y el saber estar de los nipones, que parecen ofrecer la sonrisa desquiciada como la mejor de las sonrisas. Y yo la compro, porque el influjo a ratos perturbador, a ratos narcolépsico pervierte. Vaya si lo hace.
-Por si queda alguna duda, yo también pienso en qué hermoso sería morir marcado a beso por los labios de tus sueños. Cualquier indicio de cursilería que pueda sugerir el comentario queda eclipsado al asistir a la puesta en escena: irresistiblemente bella… Como toda la cinta en realidad. El infierno rodado por los dioses. Y es que por momentos abruma tanta perfección para tanto sufrimiento.
En cualquier caso, no me malinterpreten, esta mierda es buena. Más que buena, es la hostia. Prueben prueben, a mí me ha dejado con más ganas. Habrá que volver a verla.
Fascinante película sobre causas perdidas, deseos, muerte, oportunidades y callejones sin salida. El objetivo capta, y no escatima en detalles, el horror en primera persona. El blanco de los delantales se mezcla con la mugre y la sangre transportadas por centenares de cuerpos buscando redención, de una u otra forma, pues es la forma la que otorgará al condenado una última sonrisa que hará fruncir el ceño a la muerte.
Que los ojos más sensibles se abstengan de no dar cuerda a esta película. También los oídos olvidarán por un momento sus cuitas. Se lanzan frases y palabras incluso más punzantes y más dañinas que las armas, sin ningún pudor, situándose entre el bien y el mal. Auténticas verdades como puños que, aún hoy, son capaces de colorearte el mentón.
Pero, sin duda, lo que más me seduce es el hedor intimista que restalla en mi salón, como la penumbra del blanco y negro sagrado inyectado en mis pupilas. Creo estar formando parte de un secreto, de un intervalo eterno al que sólo a mí se le permite la entrada. Se me exige. Consciente de una necesidad natural impuesta, consciente de un amor que va más allá de manos y piernas.