Twelve
Sinopsis de la película
Durante las vacaciones de primavera, los estudiantes de élite de Nueva York tienen tiempo libre y mucho dinero que gastar. White Mike (Chace Crawford) ha dejado los estudios para trabajar como camello de marihuana de los privilegiados. Todavía muy afectado por la reciente muerte de su madre, se siente incapaz de transmitirle sus sentimientos a su amiga Molly (Emma Roberts). Su vida se complica más cuando su primo Charlie es asesinado, y Hunter, su mejor amigo, es interrogado como sospechoso del crimen. Mientras tanto, una nueva droga llamada Twelve, mezcla de cocaína y éxtasis, hace furor entre los jóvenes ricos. Adaptación de la novela de Nick McDonell, escrita cuando sólo tenía 17 años.
Detalles de la película
- Titulo Original: Twelve
- Año: 2010
- Duración: 93
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Opinión de la crítica
5
77 valoraciones en total
La verdad es que no tengo ni la más remota idea de lo que pretende el señor Schumacher con esta película. Cuando alguien se embarca en el difícil trabajo de realizar un filme sobre adolescentes tiene dos opciones: la primera y más sencilla es plasmar la realidad del mundo juvenil desde una óptica lejana, abordando el tema de manera relajada y dejando las pretensiones intelectuales para otro momento, la otra opción es más compleja, el profundizar en el inextricable cerebro de un adolescente, tratando de llegar a comprender su manera de actuar, solo puede ofrecer un resultado óptimo si el pretendido proceso se desarrolla de un modo coherente con los objetivos perseguidos, pero si al mismo tiempo que se intenta dar un cierto sentido al mensaje, se articula la estructura de la película de forma que el disparate y el simplismo más absoluto se adueña del conjunto resultante, entonces será imposible que algo bueno salga de tamaño despropósito.
Lo dicho con anterioridad aparece claramente reflejado en Twelve. El desarrollo del guión proporciona a la historia la banalidad que se le supone a una película de este calado. Sin embargo, hay dos elementos que distorsionan esa realidad y que, en vez de conseguir elevar el nivel, lo que hacen es crear un engendro, una mutación sin sentido: por un lado está la voz en off, que se convierte en un auténtico lastre a la hora de conseguir el ritmo necesario, algunas apariciones del narrador omnisciente son absolutamente delirantes, en otro sentido podemos hablar de un confuso intento, sin un objetivo concreto, de hacernos partícipes de los efectos de las drogas a través de una narración semi-subjetiva, en la que el espectador mantiene su posición de observador pero ve modificada su percepción, asemejándola a la del protagonista.
Ni siquiera el director se zambulle claramente en la opción, altamente demagógica, de crear un personaje que, abatido por las adversidades de la vida, pierde el norte y abandona los principios adquiridos a través de la educación para adentrarse en el mundo de la iniquidad. Al menos así la película hubiese conseguido un cierto nivel de intensidad argumental. Del modo que nos la presentan, no podemos decir sino que estamos ante un producto de ínfima calidad, desde luego manifiestamente mejorable.
A Schumacher lo he sabido criticar por la elaboración de pelis supérfluas y mal organizadas, algo que en última instancia se le puede perdonar a cualquier director si luego se destapa con, aunque sea, una obra de mínimo interés. Así como lo elogié en Última llamada, entretenimiento puro y duro construído con una lógica interna que daba envidia, pues no lo puedo perdonar ante ésto. Ésto no tiene nombre.
Desde el comienzo algo huele raro: un narrador en off que analiza a los personajes como si fueran casos clínicos para luego ponerse en el lugar de ellos, una obra coral con varios extras de más (la historia de Molly está dibujada) y un pseudo protagonista cuya historia personal nunca despega por sobre las demás historias. Ya la desprolijidad es muy acusada. Por momentos parecería un documental disfrazado sobre los efectos de las drogas o la inestabilidad familiar (¿chicas mirando a cámara y brindando testimonio como recurso narrativo?), o bien una historia que se precia de reflexiva con una poesía chabacana que se hunde en lo más hondo de la cursilería.
Y el plato fuerte: la demagogia ética que sobrevuela TODA, absolutamente toda la obra y presente en cada una de las historias. En Última llamada ya se encontraba, pero era un error tibio. Aquí ese error tibio es la matrix de lo que se pretende transmitir, por ende se parte de una moralina barata como eje conceptual para la película.
No hay mala intención, hay una inocencia que sin querer provoca una arcada. Schumacher se quemó para siempre.
Se debe encontrar el término medio, y en este caso resulta absolutamente necesario hacerlo. La película es un intento fallido, es cierto, pero la voz en off durante los primeros minutos nos pone en situación de manera admirable, utilizando un lenguaje que llega y resulta impactante, recordando a la tan admirada EL CLUB DE LA LUCHA.
Muchas críticas y algunos críticos PROFESIONALES hacen de su trabajo una cuestión de honor peliculero. En ocasiones existen partes en cualquier película que nos gustan, aunque fallen otras. Pero calificar en este caso a TWELVE únicamente como psicología barata, o sociología de tocador resulta sorprendente. ¿Acaso el crítico en cuestión es psicólogo, o tiene conocimientos de sociología aplicada en los tocadores? En fin.
Que la carrera de Joel Schumacher no atraviesa su mejor momento no es un secreto para nadie. Después de haber sido uno de los cineastas-gancho del cine comercial de los noventa (Batman Forever & Robin, El Cliente, Un día de Furia), se perdió en una serie de trabajos de encubierta Serie B pero con pretensiones de superproducción como esas cosas que fueron El Número 23, 9 Días o El Fantasma de la Ópera. Pero aparte de eso, también ha sido capaz de filmar productos interesantes como Última Llamada, Tigerland o Veronica Guerin.
¿A qué grupo de la heterogénea filmografía pertenece Twelve? Es difícil deducirlo, pues esta película contiene en sí misma tantas virtudes y defectos como la propia filmografía del realizador.
Por un lado es tremendamente entretenida y está filmada con una elegancia formal insólita en el cine de Schumacher. Además, no deja a un lado cierta apuesta por un estilo lírico más allá de lo habitual en el subgénero de las drogas. Y su crítica social, enclavada, recordemos, en la alta sociedad de Nueva York, es, pues eso, una crítica muy condicionada por su localización y por el estilo de vida de ese grupo demográfico en particular. Y quién no disfrute de la película por eso, es que no lo entiende.
Pero el problema, es que Twelve, queriendo ser Bret Easton Ellis, se queda más cerca de Gossip Girl. La posible crítica social queda resumida en algo demasiado superficial y, digamos, educado. Las diferencias de clase, inherentes a esta clase de historias, se dejan a un lado para ser más políticamente correctos, como también se obvian los detalles más escabrosos e inmorales de la historia. Y los personajes, desde el guión, son puros estereotipos.
El reparto hace lo que puede por levantarlos y consigue matices mucho más profundos de los que la propia historia ofrece. Y Schumacher, por su parte, ofrece otro irregular pero interesante entretenimiento sobre las adicciones de la sociedad joven de los EEUU, sobre la hipocresía moral de sus ciudadanos y sobre el vacío existencial de unas vidas abocadas a la nada más absoluta.
Joel Schumacher definitivamente está muerto dentro de la indústria del cine, el que fuera director de películas tan estimulantes como Jóvenes ocultos , o Línea mortal , empezó su caída sin frenos cuando le puso tetillas a Batman en sus olvidables cintas sobre el hombre murciélago. Con Última llamada , se intuía una recuperación, pero este bodrío sobre un traficante de drogas y los problemas de la juventud del Upper East Side neoyorquino, no hacen más que consumar su definitiva caída a los infiernos.
La cinta nos intenta hacer ver, que la vida de estos pijos malcríados no es tan fácil, y que detrás de tanto dinero, hay un millón de problemas. Si además le añadimos que la cinta es aburridísima, que la voz en off de Kiefer Sutherland, acaba siendo agotadora, y que los actores actúan de pena, nos queda un fil vacío, que además, peca de pretencioso, queriendonos concienzar sobre la pena que es ser, rico, guapo y triunfador en Nueva York.
Lo mejor: La fotografía.
Lo peor: Qué quiere ser la peli definitiva sobre la juventud, y acaba siendo casi una parodia.