El vientre del arquitecto
Sinopsis de la película
Un arquitecto norteamericano llega a Roma, acompañado de su esposa, con motivo de una exposición dedicada al artista francés del sigo XVIII Étienne-Louise Boullée. El arquitecto, a lo largo del tiempo, se obsesiona con unos tremendos dolores de estómago, convencido de que está relacionado con que su mujer está teniendo una aventura con otro colega italiano.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Belly of an Architectaka
- Año: 1987
- Duración: 108
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Opinión de la crítica
Película
6.9
51 valoraciones en total
Es muy difícil valorar una película de Peter Greenway. Puede resultar envolvente para muchos y totalmente aburrido e irritante para otros. Esta fué la primera película que ví de él. La disfruté sola en una sala de filmoteca justo el día después de la muerte de mi amado abuelo.
Para mi fue un bálsamo, una especie de reconstituyente, yo tenía veinte años por aquel entonces (hace 15 añitos) y me relajó, me entretuvo y me maravilló. La he vuelto a ver en varias ocasiones y aconsejo verla en pantalla grande si es posible, ya que la belleza de las imágenes es desbordante, sin olvidarnos de la estupenda banda sonora de Wenders que crean un ambiente fuera de lo común. Durante el tiempo de la proyección estuve como en una burbuja, atrapada por la simetría de todos los planos, la grandiosidad de una Roma vista con otros ojos, y la estupenda interpretación de Brian Dennehy. Para mi un auténtico placer, pero totalmente de acuerdo con el anterior opinante. El cine de Greenaway en para verlo, mirar y disfrutar, y sobre todo verlo sin más cosas en la mente.
Si decía que el trasfondo en El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante (Ídem, 1989) era la crítica a las clases sociales burguesas, en esta anterior propuesta de su autor, el mensaje que pretende transmitir es la crítica al sistema capitalista. Ya desde su inicio, Greenaway juega con un billete de una libra con la imagen de Newton. Esta puede ser la propuesta, donde continente y contenido están más equilibrados. Aunque los mensajes del director nunca son excesivamente evidentes, con esta propuesta se aprecia una clara vinculación catastrófica entre el arte (arquitectura o cine) y el dinero. Para Greenaway, el arte, a día de hoy, no deja de ser una mera mercancía al capricho de personajes impúdicos: Kracklite (Brian Dennehy ) no puede evitar, que sus socios italianos roben el dinero de su exposición de Boullée para financiar un mausoleo a Mussolini (como no, el director busca en el fascismo el mal mayor).
Por supuesto, el director mantiene en la trama todas sus manías: el adulterio, la comida, los desnudos, las conspiraciones, el voyeurismo, la muerte, las matemáticas y el sexo. Y mantiene una apuesta por los planos fijos en su mayoría alegóricos y con color, logrando una gran composición estética y equilibrada.
De nuevo Greenaway, consigue momentos de gran intensidad, puntuales, como siempre, pero de verdadero regocijo: como el travelling en el estudio fotográfico sobre las fotografías de la estancia en Roma de su protagonista o el desenlace final como fin del viaje al Infierno. Y esto unido a ciertos toques curiosos como las fotocopias de las barrigas (algo que llega a ser reiterativo y que con ello pierde validez), los planos generales de una Roma fastuosa y la impresionante partitura de piano permiten crear la obra más austera del director. Un oxímoron si hablamos de Greenaway.
Un conocido arquitecto americano (Dennehy) llega a Roma para presentar una exposición. Al poco tiempo de estar allí comienza a sufrir terribles dolores de estómago, a la vez que su mujer (Chloe Webb) se da cuenta que está embarazada y su vientre comienza a crecer.
Película típica de Greenaway, llena de un elitismo cultista rimbombante y en este caso hueco, pedante y discursivo, lo que hacen de ella una obra indefendible hasta para los exégetas del cineasta británico.
Construida en base a constantes referencias, reflexiones, análisis y analogías entre la mínima historia contemporanea que cuenta y la antigua Roma imperial (parece como si los devaneos infieles y eróticos, la enfermedad del arquitecto equiparable a otras terribles enfermedades de los grandes emperadores romanos fueran una reencarnación de lo antiguo y clásico en el momento presente -spoiler-), es un film del todo descerebrado e inútil, a veces muy molesto, y realmente pesado. Jamás defendería a Greenaway por esta película.
El vientre del hombre (o mujer) es el termómetro de su estado emocional. En él se manifiestan sus contradicciones. Así lo quiere Greenaway, con esa premisa plantea esta película. Una metáfora certera y cinematográficamente útil. Las entrañas de este arquitecto, desquiciado por un lado por sus pasiones y por otro por las intrigas terrenales, se consumen en Roma, el campo de batalla donde sus conflictos tienen terreno abonado para tomar una dimensión letal.
Boullé toma condición de mito, y en un contexto corrupto, esa pasión se ve acechada y mancillada. Arte y mediocridad, belleza y fealdad, pureza y corrupción. La batalla se plantea en un vientre, y es fácil adivinar quien vencerá y quien resultará derrotado sin ninguna piedad.
¡Lo bello es tan efímero en manos de nosotros los terrícolas, que llenamos la vida de intrigas y bajezas! No queda nada al final de la esencia, o muy poco, porque son los terrícolas los que terminan haciendo bandera de palabras que ellos mismos han convertido en huecas. Ahí está el cinismo de nuestra civilización de masas. No hay victoria posible.
Esta es una película política. Una denuncia en toda regla. Muy poco esperanzadora, porque la realidad es también muy poco esperanzadora. Un cancer pudre las cosas bellas para aprovecharse de ellas, como pudre el vientre de un pobre arquitecto.
Ya lo sabíamos, pero a veces lo olvidamos, nos olvidamos de que somos grandes consumidores de mentiras.
Pero… queda algo en este demoledor panorama: los mitos, los Boullé, los arquitectos vencidos que pasarán a ser mitos. Las pasiones.
Nadie puede dominar las ideas, los sueños, las pasiones puras, porque siempre hay alguien que recoge del suelo su bandera, aunque sea para morir por ello. La batalla, pues, sigue, aunque sepamos que la perderemos una vez tras otra.
Te entusiasmará si te enamora Boullée y sus arquitecturas utópicas, la visión de una roma onírica y simétrica, la visión de la muerte como un drama que te conecta con las generaciones de artistas pasados… Yo amo a Greenaway y su capacidad de crear algo que no es sólo cine, es una obra estéticamente autónoma, más allá del relato argumental.