Trono de sangre
Sinopsis de la película
Japón feudal, siglo XVI. Adaptación del Macbeth de William Shakespeare. Cuando los generales Taketori Washizu y Yoshaki Miki regresan de una victoriosa batalla, se encuentran en el camino con una extraña anciana, que profetiza que Washizu llegará a ser el señor del Castillo del Norte. A partir de ese momento, su esposa lo instigará hasta convencerlo de que debe cumplir su destino.
Detalles de la película
- Titulo Original: Kumonosu-jô (Throne of Blood)
- Año: 1957
- Duración: 110
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Opinión de la crítica
Película
8.1
91 valoraciones en total
Al trasladar la historia de Shakespeare al japón feudal, Kurosawa no sólo crea una adaptación de una obra literaria en imágenes, sino que consigue una intertextualidad hasta la fecha no vista. Como ya demostrara con Rashomon (1950), el director se adelantaba a su tiempo.
Trono de sangre es sin duda, la mejor adaptación cinematográfica de cuantas se han hecho de Macbeth (y una de las mejores adaptaciones literarias de la historia del séptimo arte) y al mismo tiempo, es la versión más alejada de los estrictamente escrito por W. Shakespeare. El director nipón, mutila parte del texto y cambia ciertos pasajes para construir un Macbeth cuya fuerza radica en la imagen y el plano escogido (al contrario que Welles, en Trono de sangre abundan los planos generales, suavizando así la tragedia, pero hay también, unos primeros planos que hielan la sangre -como cuando Washizu (el Macbeth de Shakespeare) y Miki (Banquo en la obra de teatro) adquieren los honores profecitados por la bruja o cuando Lady Washizu (L. Macbeth) convence a su marido para matar al rey-). Kurosawa realiza un meticuloso trabajo de cámara y una maravillosa puesta en escena. Es puro cine conseguido por un lenguaje cinematográfico apoteósico.
En Trono de sangre podemos apreciar a la Lady Macbeth (Lady Asaji Washizu interpretada por Isuzu Yamada) más pavorosa y fría. Kurosawa usa el plano fijo cada vez que Asaji confabula con su marido Taketori Washizu (Toshirô Mifune). Los movimientos suaves, casi gravitatorios de Asaji y un maquillaje fantasmal ayudan a crear a la mejor L. Macbeth de cuantas hayan sido adaptadas. Su suerte no despertará pena alguna en el espectador.
Al desprenderse más del texto, gana en universalidad (el director se queda con la naturaleza ambiciosa y manipulable del hombre para extrapolarlo a un mundo completamente ajeno al medievo europeo de primeros del milenio donde Shakespeare basó su obra) ,y la película se mueve más por el camino psicológico. Todo queda menos expuesto. La universalidad y atemporalidad de Shakespeare hacen que sus obras sean, en cierto sentido, fácilmente adaptables. Pero son pocas las que consiguen ir más allá de lo que dejó escrito el dramaturgo. Escasas son, las adaptaciones cinematográficas que intentan (y triunfan) al llevar a la pantalla no sólo la palabra (los diálogos y la naturaleza humana que Shakespeare radiografió) sino la esencia de la obra en imágenes imperecederas.
El brillante final, traidor al texto de Shakespeare, termina por destapar la importancia de esta obra. Kurosawa se desprende definitivamente del mejor dramaturgo de la historia, y lo hace sin arrugarse, saliendo airoso y cambiando de un plumazo la tragedia clásica por la épica. (1)
(Abrónchense los cinturones porque esto contininúa)
Dramático film en blanco y negro acerca del ser humano y como sus creencias fraguan el devenir. Piensa firmemente en tus más profundos deseos y éstos determinan tu vida.
También una cruda crítica del matrimonio o de la mujer asociada al hombre, en tanto y cuanto ésta desde su impronta física encantadora y mansa, manipula soterradamente la agresividad del varón hasta convertirlo en un títere a su servicio que hace lo que ella quiere. Como consecuencia lo destruye a él, se destruye a sí misma y destruye lo bueno que de ambos juntos pudiera nacer.
Una película tenebrosa, fantasmal, violenta que deja un mal sabor de boca y de ánimo, pero magistral análisis shakespeariano con formas japonesas sobre el ansia de la ambición.
Fej Delvahe
Adaptación con mayúsculas de Macbeth. La línea argumental es prácticamente la misma, pero el poderío visual de Kurosawa y el magnífico aprovechamiento de la música de Sato hacen que la experiencia de ver esta película por primera vez no se olvide fácilmente: las misteriosas apariciones espectrales en el bosque de las telarañas, la recepción entre antorchas de los generales Washizu y Miki, el bosque que, entre jirones de niebla, avanza sobre el castillo, la lluvia de flechas, las sabias transiciones entre escenas, y, sobre todo, el análisis de la ambición humana a través del matrimonio Washizu (o matrimonio Macbeth), en el que el hombre tiene un espíritu débil que contiene sus deseos más oscuros y la mujer es quien le manipula, quien realmente tiene unas ambiciones desmedidas.
Para mí, la mejor adaptación al cine de una obra de Shakespeare.
Porque es la película más oscura y trágica que he visto. Porque todo la pesadilla está envuelta en un halo mágico, ancestral y fantasmagórico. Porque nunca había visto un final tan violento y decadente. Porque las pasiones humanas son eternas. Porque llegado el momento hasta los árboles pueden caminar. Porque la sangre no se va por más que la limpies. Porque nunca antes me habían dado tantas ganas de leer a Shakespeare. Porque Mifune no actúa. Porque Kurosawa entendió como pocos el cine. Porque no se le puede hacer sombra a esta maravilla.
Cuando te cuentan historias o relatos y uno piensa posteriormente sobre lo que ha escuchado, en tu cerebro sólo quedan palabras. Y da lo mismo que quien te lo haya contado sea tu cuñado, un juez de paz o un espíritu del bosque. Al final las palabras dichas revolotean por tu mente y dependiendo de las motivaciones de aquel momento o de tu sentido de la vida, las acciones futuras que emprendas dependerán de la importancia que des a esas palabras. La mujer del jefe guerrero comprende mejor que nadie el poder de la palabra dicha y tejemaneja la cabeza de su esposo con más palabras. La traición, el asesinato y la guerra serán consecuencia inmediata del valor con que algunos hombres tratan la palabra dicha, y algunos (los menos) la escrita.
Toshiro Mifune realiza una de las mejores interpretaciones en la historia del séptimo arte. La cara de enfadado a muerte que tiene en todo el film es inigualable. La secuencia final del balcón es una de las más recordadas del cine de Kurosawa. Y con justicia. Otra buena adaptación de Shakespeare del maestro nipón.
Un hombre sin ambición siempre será más hombre que uno que la tenga. Txarly dixit.