Trash
Sinopsis de la película
Trash nos cuenta la historia de varios personajes que nos transportan a una realidad social que se refleja en nuestras relaciones personales: la actual cultura de las relaciones de usar y tirar. La joven Clara se entera de que está siendo engañada por su novio y tendrá que aprender a superarlo, David, el novio de Clara, tendrá que aprender de sus errores pasando por un infierno, Nacho tendrá que lidiar con una obsesión que le llevará hasta el límite, Cristian que tendrá que superar muchas tentaciones para darse cuenta de lo que realmente es importante y Carmen que descubrirá un nuevo mundo repleto de sorpresas. Con ellos y sus vivencias ahondaremos algo más en el difícil y extraño mundo de las relaciones de pareja.
Detalles de la película
- Titulo Original: Trash
- Año: 2009
- Duración: 90
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Opinión de la crítica
4.9
32 valoraciones en total
Trash, dícese de la basura, de lo repugnante o despreciable. Desde ‘Disaster Movie’ creo que no ha habido un título que valorara tan bien una película. Que no engañe a nadie la abusiva acumulación de desgracias humanas. En un principio se podría pensar que todo induce a un desgarrado retrato de las miserias de una familia cualquiera… o incluso a la crítica social. Nada más alejado de la realidad. En los palacetes habitados por los protagonistas hay alcohol, sexo y drogas… pero ni rastro de hipotecas o de la amenaza del desempleo, ¿a quién le importa? De lo que aquí se trata es de regodearse en la tragedia ajena, de rizar el rizo en lo que a morbo se refiere (que no falte la relación lésbica ínter-generacional, por favor, ni tampoco el clásico abuso de psicotrópicos a pesar de los consejos del amigo camello), de tirar de la cuerda hasta llegar a situaciones delirantemente ridículas.
Trash bag, dícese de la bolsa diseñada para contener basura. Así podríamos definir al arsenal de personajes que pueblan este drama coral. Cuesta analizar su carácter, cuesta mucho saber cómo son realmente (aunque no por ello deja de ser fácil prever todos sus pasos). La razón de dicha confusión es que el director Carles Torras sólo parece estar interesado en dibujar los infortunios y no a la gente que los sufre. Así, lo único que sé de Clara es que la gente se aprovecha de su buena fe -y de sus altos niveles de alcohol en sangre-, de Cristian que su socio rumano le lleva por el mal camino, de Nacho que su sobreexplotada mano jamás podrá suplir su enfermizo vacío amoroso. Me quedo con sus condenas, no con su personalidad o con las relaciones entre ellos.
Es por ello que, al prestar atención a los títulos de crédito, me sorprendió no ver al ilustrísimo autor de innumerables telenovelas, Josep Maria Benet i Jornet como uno de los guionistas de semejante despropósito. Parece que no ha metido mano el proyecto… pero como si lo hubiera hecho, pues todos los tics de esas historietas sórdidas de sobremesa desfilan sin ningún rubor. Mediocres actuaciones que nunca logran darle sentido a unos diálogos que sólo sirven para presagiar la siguiente desdicha, y aquella insufrible dejadez que sólo puede explicarse por hacer las cosas rápido, en pos de satisfacer una audiencia insaciable que necesita cada día su dosis de infortunina concentrada (y no importa que el resultado sea ridículo, como en la desternillante escena de la embarazada, que en pleno ataque de nervios, se niega a ir al hospital sin antes haber bombardeado a sus familiares a base llamadas perdidas). Y por si fuera poco, ahí va un poco de moralina para amenizar un poco la velada.
Ya lo han dicho otras críticas. El cine catalán y español no consigue salir de su círculo vicioso de tópicos impactantes para conseguir llegar al espectador. Y no paran de darse cabezazos, y más cabezazos ante la desesperada mirada del espectador. Carles Torras y su amigo Ramon Térmens (guionista) ya se han dado tantos que deben tener la cara como Quasimodo. Y sorprendentemente siguen haciendo películas, y dándose de morros… Puede que a estas alturas, se pregunten qué es lo que no funciona. ¿Qué es lo que no funciona? Básicamente que no saben lo que quieren contar, que artísticamente estan huecos, faltan toneladas de madurez, de reflexión. La forma es lo de menos: si no sabes a dónde quieres llegar, ¿cómo vas a encontrar el camino?
Trash es un bonito ejemplo más de cine vacío, de mucho look y poca chicha , de cineastas televisivos , de hijos de la inmediatez y el estímulo directo. Aquí han querido disimularlo un poco más, pero no cuela.
¿Cuando llegará el feliz día en que el cine español deje de darse cabezazos, mire a otra parte y explore otros caminos? ¿Cuantos cabezazos más nos tendremos que dar entre todos para que se apueste de una vez por el talento y por el arte?
No va a ser la primera ni la última vez que se decida desentrañar las miserias de varios miembros de una familia y, menos aún, si esas miserias pueden ofrecerse ante el espectador en forma de espejos que proyecten sobre él la idea de que no hay edades ni momentos específicos para cada trauma, sino que éstos nos visitan cuando nuestra alma más lo necesita.
El director Carles Torras disecciona en su película Trash sentimientos como el miedo a la soledad, el abandono, el amor (roto, correspondido o no, encontrado) a traves de las vivencias en pocas horas (días) de tres miembros de una familia esencialmente femenina. A través de ellas, el director se pasea de manera impune por las necesidades del alma (no sólo femenina, sino humana), hincando el dedo en la llaga de esas heridas con no poca valentía y sí con mucha escasez de pudor. Para ello, se sirve de un efectivo realismo que incide a menudo en la truculencia debido a una cámara nerviosa (quizás el único pero del conjunto) y de una atención corrosiva a los rostros de sus actrices, todas ellas espléndidas, desde la que mayor protagonismo soporta, una Judit Uriach que es emoción a flor de piel (otra gran apuesta este año al Goya revelación), hasta la aparente simpleza, que no es más que dulce sencillez de Marta Solaz, pasando por la cercanía, delicadeza y aplastante fuerza que, en pocas secuencias, es capaz de desprender la mirada (y todo lo demás) de una Assumpta Serna gloriosamente recuperada para el cine español (favorita para este servidor al Goya a la mejor actriz secundaria el próximo año).
La parte masculina del reparto convence rotundamente también, aunque han de soportar la lectura más desagradable de la película: la de que los hombres son seres que hieren sin querer siempre y, casi siempre, llevados por la sinrazón de sus bajas pasiones (el personaje lésbico de Núria Prims -fantástica también- parece tener su razón de ser en la película como una especie de sentencia final e irremisible de esta idea).
En definitiva, una película con garra y fuerza, que va desarrollando una emoción soterrada desde el principio, que irá en crescendo a lo largo de todo el metraje para, al final… quedar contenida casi de forma natural, invitando al espectador a una reflexión del todo gratificante sobre la condición humana y, más importante aún, la razón de ser de nuestras relaciones más íntimas.
Otra vez la manía de hacer el trainspotting español escenificando de la manera más explícita y directa esta supuesta decadencia en la que están sumidos los jóvenes. Un cóctel de sórdidez y perversión a partes iguales conforman este film, agobiante y sombrío pero que se vale contínuamente de imágenes impactantes para mantener una falsa tensión en el espectador.
Lo que realmente me hace hervir la sangre es la forma en la que Torras estereotipa a los personajes. Esto se refleja en el rol de Jaenada, rockero drogadicto víctima de sus propios excesos, sin matices y con un final que se veía venir a la legua. ¿Es que no hay otra forma de retratar a los músicos de rock?.
Y con respecto al empresario de Europa del este, más de lo mismo. Parece que en esta zona del mundo todo está relacionado con la prostitución. El que no es proxeneta es putero, por consiguiente, en Bulgaria no hay personas normales.
Carles Torras, en un alarde de vanidad, se veía salvador del cine patrio, perdido en insulsas comedias exentas de gracia. A mí, su retrato estereotipado y supuestamente angustioso me pareció más de lo mismo.
Es una de esas películas que te hacen sufrir prácticamente desde el principio, de manera que sales con una sensación de agotamiento sentimental. Me ha recordado a Amores Perros o a Babel, por la sensación de implicación. Las historias están muy bien trenzadas.