Trabajos de amor perdidos
Sinopsis de la película
El Rey de Navarra y sus tres camaradas hacen el solemne y público juramento de estudiar juntos y de renunciar a las mujeres durante tres años. Su honor es inmediatamente puesto a prueba con la llegada de la Princesa de Francia y de sus tres adorables acompañantes. Los cuatro se quedan prendados de las damas francesas, y los esfuerzos que harán para salvaguardar su honor y ocultar sus sentimientos resultarán inútiles.
Detalles de la película
- Titulo Original: Loves Labours Lost aka
- Año: 2000
- Duración: 93
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Opinión de la crítica
Película
5.9
43 valoraciones en total
Un día estaba en casa cambiando de canal sin ninguna esperanza de ver nada decente cuando de repente me encuentro con una joya en bruto cómo esta.
El señor Brannagh adapta de manera maravillosa una de las mejores obras de Shakespeare (a mi modesto entender) y la mezcla con una estética de años 20 que, aunque a priori resulta extraña, a la que te acostumbras se vuelve exquisita. Un humor increíblemente fino, y unas magistrales actuaciones de unos actores que te hacen sentir cada momento de la obra con total intensidad son la guinda de esta película.
No soy un gran aficionado al teatro, ni a los musicales, ni a Shakespeare, pero esta película mezcla estos géneros tan diversos y los convierte en una sutil y elegante obra de arte.
Cabe destacar la forma tan natural con la que tratan el amor y el romance, y el increíble erotismo y sensualidad de algunas escenas y de los continuos coqueteos. Los Actores transmiten que disfrutaron mientras filmaban la película. Una gran obra maestra.
Un elenco de actores fantástico, una ambientación en mitades del S.XX muy bien adaptada a la obra de Shakespeare, unos números musicales francamente bien realizados… vuelve la magia de la época dorada de los musicales de la mano de… nada menos, que de Shakespeare. Eso sólo puede significar una cosa: Shakespeare es atemporal: se puede ambientar en el S. XVII o en pleno S. XX, pero seguirá emocionando con la misma fuerza e intensidad. Hay que darle mucho de este mérito a Branagh que, como siempre, adapta el teatro al cine de un modo impecable. Los actores parece que llevan toda su vida haciendo esos papeles, parece que les sale solo. Bravo.
Manida frase en el mundo del cine es la que sigue: Ya no se hacen películas como las de antes. Tal aseveración es patente. Siempre, empero, pueden surgir fisuras: Esta película es una de ellas.
Cuando asomó al horizonte de la taquilla y dijeron de ella que mezclaba Shakespeare y musical, pensé en que debía de ser una chorrada. Más adelante fui a verla en gran pantalla. Y sonó la música de Así hablaba Zaratustra del inicio de 2001: UNA ODISEA EN EL ESPACIO, y no en la sala de cine, precisamente, sino que mi interior ejercía a la vez de emisor y caja de resonancia de tal corte musical. ¡Que grandiosa experiencia! Mi estado anímico al salir del cine era de flotación en un nirvana infrecuente y maravilloso.
La mezcla de Shakespeare con Gershwin y Porter, esos popes de grandes canciones standards americanas -y mundiales, nos pongamos como nos pongamos- resultó ser una fusión altamente simbiótica que, a buen seguro, no hubiera disgustado al famosísimo bardo isabelino. Por otra parte, demuestra el film fehacientemente que la magia es posible, que no es un desvarío de románticos majaretas (¿deberíamos considerar esto una redundancia?). Una arriesgada y exitosa empresa de ejercicio de estilo, con la vista puesta en los musicales clásicos y que se diría apadrinada, ungida, amparada y bendecida por San Fred Astaire.
Por cierto: Que a Matthew Lillard le den el protagonista de un biopic del gran Astaire. Tanto por parecido físico como porque en el film que tratamos hace sus pinitos bailongos.
Para terminar: La película hacia su parte final cambia peligrosamente de registro para volver al anterior tras ciertos -llamémosles- efectos colaterales . Hasta ahí puedo escribir.
CONVOCATORIA PARA LOS CURIOSOS AL SPOILER.
Un ejercicio de comedia divertido, sensual y lleno de imaginación. Tendrán que pasar seis años para que Nathan Lane vuelva a destacar en un musical (Los productores), pero ya aquí el talento de Branagh lo pone en la palestra: y lo añade a un reparto de primerísimas figuras con enorme capacidad para el musical y la comedia, capaces todos juntos de jugar al musical clásico, al Fred Astaire, al toque de comedia de enredos… sin dejar de hacer Shakespeare nunca. Eso sólo lo puede hacer un tipo tan especial como Branagh, realmente pletórico en recursos y, encima, capaz de derretirte en las ruedas de prensa con una sencillez, un toque de camaradería… que te desarma por completo. Esta es una de sus incomprendidas películas, sólo para adictos al musical innovadory, a la vez, tradicional: menuda mezcla.
El cine musical se ha convertido en un género carente de prestigio y de seguidores – por lo menos en el momento actual –, cuando no relegado a mero pasatiempo para nostálgicos. Se trata, sin duda, de una reducción simplista que ignora, por comodidad y rutina, el esfuerzo creativo, la búsqueda de nuevas soluciones espacio-temporales y, por qué no, la vivacidad, la imaginación, la fantasía, la vitalidad, el romanticismo, la picaresca, todo ello inherentes al género. Siempre ha sido escapista, soñador, brillante y divertido, por lo que algunos cineastas actuales se han atrevido a filmarlo desde el respeto y la memoria del legado en su época dorada, los años 50 del siglo pasado.
Kenneth Branagh, el enfant terrible del cine britanico, heredó el prestigio de creador y adaptador del verbo shakesperiano que el gran Laurence Olivier y el genio Orson Welles habían legado al cine y la escena mundial. Branagh, además de ser un profundo conocedor de la prosa literaria del maestro, resulta hábil a la hora de colocar la coreografía musical. El cineasta, curtido en tragedias y comedias, adapta una de las obras menos conocidas del dramaturgo, permitiéndose una licencia decisiva: convertir este enredo de intrigas palaciegas desarrolladas en un país imaginario en un musical dotado de los cánones clásicos del género musical. No faltan los clásicos: Cole Porter e Irving Berlin.
La trama se inicia cuando el rey de Navarra y sus tres camaradas y amigos juran solemnemente renunciar a todo trato con las mujeres durante los tres años que les ocupan sus estudios, pero la llegada de de la princesa de Francia y unas amigas a la corte, pondrán a prueba dicha promesa. Por lo que asistiremos a una amena y divertida batalla de sexos en la que los verdaderos sentimientos acaban por imponerse a cualquier otra hipocresía. Hasta ahí la prosa del dramaturgo, tan pronto los cuatro protagonistas masculinos insertan la primera canción: I’d Rather Charleston with You de George Gershwin, la película levanta el vuelo hacia otros aires. El film ubica su acción poco antes del inicio de la 1ª Guerra Mundial, precisamente toma alguna licencia extra temporal, sería algo más tarde, el periodo en que Fred Astaire instauraba los cánones del cine musical al ritmo de las mismas melodías recuperadas en este evocador film.
Branagh es muy hábil colocando entre las frases del dramaturgo los números musicales, gracias a una ingeniosa puesta en escena, allá donde la acción parece pedirlo a gritos: desde el Cheek to cheek hasta el There’s not business like show business, todas ellas pertenecientes a la memoria cinéfila musical. El cineasta convierte ese mítico y luminoso reino de Navarra en una recreación tan kitsch como los escenarios centroeuropeos de cualquier opereta de Lubitsch y hace partícipe a los intérpretes de ese juego equidistante entre el homenaje y la parodia. Aunque los actores que acompañan al propio Branagh no son especialistas en el baile, logran un trabajo aceptable en un film que resulta liviano y simpático. No es la primera vez que alguien se atreve a ponerle música a Shakespeare, pero sólo Branagh ha cometido la osadía de recurrir a un repertorio tan popular, además de las mencionadas está incluso el I Get a Kick out of You. Una gozada total.