Tomorrowland: El mundo del mañana
Sinopsis de la película
Unidos por el mismo destino, una adolescente inteligente y optimista, llena de curiosidad científica, y un antiguo niño prodigio inventor, hastiado por las desilusiones, se embarcan en una peligrosa misión para desenterrar los secretos de un enigmático lugar localizado en algún lugar del tiempo y el espacio, conocido en la memoria colectiva como Tomorrowland, y así salvar a la humanidad.
Detalles de la película
- Titulo Original: Tomorrowland aka
- Año: 2015
- Duración: 130
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Opinión de la crítica
Película
5.6
59 valoraciones en total
TOMORROWLAND (2015) es una entretenidísima propuesta de cine de ciencia-ficción familiar con un mensaje claro y contundente: que en nuestras manos está conseguir ese brillante futuro que se nos prometió tantas veces y que no hay nada escrito. De la mano de la ciencia y la tecnología podemos no solo arreglar los males de nuestro planeta, sino crecer como personas. Ningún dios va a venir a arreglar las cosas y es a los soñadores y los emprendedores a los que pertenece el futuro.
Con esa premisa en el guión y con una puesta en escena brillante, Brad Bird nos embarca en una aventura llena de acción de la mano de una estupenda Britt Robertson (que borda su papel de chica decidida, curiosa, inteligente y parlanchina) y de una no menos brillante Raffey Cassidy, joven promesa (12 años) del cine británico a cuya evolución habrá que estar muy pero que muy atentos, pues la muchachita se come la pantalla en todas y cada una de sus apariciones., ¡Ah! También están George Clooney (alias Nespresso Man ) y Hugh Laurie ( House ), muy correctos. Pero los que destacan son sobre todo los más jóvenes. Muestran unas ganas de comerse el mundo que le van de perlas a la película.
A destacar la maravillosa banda sonora de ese genio que es Michael Giacchino, cuyo estilo es inconfundible y que acompaña perfectamente a todas y cada una de las escenas.
Por buscar pegas, la confusa resolución de la trama. Para alguien no metido en el mundo de la ciencia-ficción o para los más pequeños, las referencias a los taquiones o sus curiosos efectos visuales y la explicación de todo el lío por parte del Dr. House (¡Perdón, quería decir Hugh Laurie!) pueden dejarles un tanto desconcertados, y se nota que es la parte menos trabajada del guión, o tal vez el problema sea el contrario: que Damon Lindelof la trabajó demasiado, en su línea de estropear todo lo que toca (recordemos que es el responsable del desastre argumental de Prometheus y de las idas de olla de Perdidos ).
Eso sí, me pregunto si toda la delirante y despitorrante secuencia parisina fue cosa de Lindelof, de Bird o de los dos al tiempo tras pegarle un buen viaje a una caja de cervezas.
Así que ya sabe: en estos días de calor preveraniego, cojan a la muchachada y llévenla a ver TOMORROWLAND. Con algo de suerte, les inspirará, dejarán de perder el tiempo con el Whatsapp y se pondrán a estudiar ciencias para convertirse en los soñadores, en los arquitectos del mundo del mañana.
Hace años, cuando Tomorrowland no era más que un boceto, una idea, se publicitó como la primera película no animada del célebre estudio Pixar. Al final, dicho sueño se dispersó hasta desaparecer, pero Disney siguió al pie del cañón. De aquello, una cosa sí estuvo clara desde un principio, y es que Brad Bird, director estrella de la compañía (Los increíbles, Ratatouille), sería el encargado de llevar aquel mundo imaginario a un proyecto real. Él es, o al menos era, la esperanza fundamental a la que cualquier espectador mínimamente informado se había encomendado para disfrutar de una gran obra. Sus antecedentes al margen de Pixar (El gigante de hierro, el nuevo resurgir de la saga Misión Imposible con Protocolo fantasma) también daban margen para la agradable sorpresa. Por contra, entre los tres guionistas del film se encuentra Damon Lindelof, y eso, a más de uno, le dará un lógico pavor. Para quienes no sepan quién es, o simplemente por hacer memoria, es preciso recordar que Lindelof era uno de los guionistas estrella de Perdidos (2004-2010) y quien tomó el mando de la nave abramsiana cuando empezó, en la más extendida opinión, a irse a pique. Por si fuera poco, también se encargó, ayudado por otros lumbreras del gremio, de hinchar de contraproducente y ridícula seriedad la muy decepcionante Cowboys & Aliens (Jon Favreau, 2011), aunque tocó fondo con aquel despropósito torpe, antipático y, para más inri, infiel al universo alien que fue su aportación a Prometheus (Ridley Scott, 2012). En definitiva, dos puntos de partida, más opuestos imposible, que desequilibraban, hasta casi hasta anular, toda expectativa generada en torno a la película que nos ocupa. Ahora, una vez visionada Tomorrowland: El mundo del mañana (2015), que ha sido víctima de esa absurda costumbre made in Spain de subtitular el nombre las películas con la traducción literal del título original (¿alguien me lo explica?), cabe decir que ni Bird ha brillado demasiado ni Lindelof ha destrozado la idea primigenia. Los prejuicios (tanto positivos como negativos) no han acertado y el resultado final es, precisamente, eso: un término medio que ni emociona ni ofende, una película agradable aunque desaprovechada que no aspira a mucho más que a ser el primer blockbuster de la época (casi) veraniega, aunque con fundamento.
La primera media hora genera unas esperanzas inesperadas y muy gozosas, pues la fantasía incesante y el protagonismo de la aventura infantil y/o adolescente le hacen a uno retrotraerse a la década mágica de los años 80, a ese cine de sello spielberiano, de marca Amblin, que tantas alegrías dio (y sigue dando) a todo buen cinéfilo. Ese ambiente impregna la apertura de la película y extiende su influencia durante un rato vibrante y delicioso dominado por el descubrimiento constante y el sentido de la maravilla. Lamentablemente, ese fulgor cándido termina por extinguirse más pronto que tarde ante el devenir de una aventura fantástica (con auténtico espíritu de sci-fi) más convencional de lo deseado y poco arriesgada que, según pasan los minutos, va estancándose sin apenas darse cuenta, desviándose puntualmente de ese esquematismo narrativo con eventuales fogonazos de humor o de chispa visual (esa Torre Eiffel como lanzadera espacial) merecedores de una sincera carcajada o de un repentino signo de exclamación. Pero a una premisa (y a una historia) con tanto juego y tantas posibilidades (la existencia de un mundo en otra dimensión donde todo es posible y los mejores y más capaces de la Tierra tratan de encontrar solución a los terribles problemas que nos aquejan) cabe exigirle(s) más, mucho más. Hay muchas más competencia que brillo (el cual se reduce a la futurista visualización de Tomorrowland) y Brad Bird permanece más invisible que nunca, con la excepción de algún sensacional plano secuencia en ese mundo del mañana, imágenes grabadas, como curiosidad, en la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia y, visto el resultado, siendo todo un acierto. A colación de esto, mencionar que es de agradecer, como hace poco ocurría (aunque de manera más palpable y meritoria) con la brutal Mad Max: Furia en la carretera (George Miller, 2015), que no haya un abuso de efectos especiales, salvo en momentos donde resultan imprescindibles, algo que ocurre en consonancia con el hecho de que gran parte del metraje suceda en nuestro planeta y no en el que da nombre a la película.
Tomorrowland va a conectar de inmediato con aquellos que fueran niños en los 90 o muy especialmente en los 80.
No se puede negar que la cinta de Brad Bird tiene trazas de clarísimo homenaje al cine de ciencia-ficción y aventuras de los 80, ese en el que los niños no se avergonzaban de ser niños, el que hacía soñar a los niños y también a los adultos con cabañas en los árboles o (para el caso) mochilas voladoras, ese que desprendía emotividad y dejaba con la boca abierta al público con los efectos especiales. en definitiva, ese cine entrañable y familia que abanderó Steven Spielberg y que hoy ya apenas existe salvo excepciones honrosas como Super 8 o Un puente hacia Terabithia. Tomorrowland va por ese camino de mezclar efectos visuales increíbles con esa inocencia infantil del descubrimiento y el placer de la aventura.
El problema, o los problemas, vienen porque todas esas historias de antes (ET, Los Goonies, Encuentros en la tercera fase, Cuenta conmigo, Cocoon, etc) tenían una trama encantadora y unos personajes con los que la gente se identificaba. Tomorrowland no tiene ninguna de las dos cosas. Es más, cuando termina, ciento veinte minutos después de sus créditos iniciales (y créanme, de esos 120 le sobran fácil 30… porque encima es larga como un día sin pan), uno tiene la sensación de que habría que volver al comienzo para saber qué es exactamente lo que nos ha querido contar Brad Bird. El genial director de Ratatouille o Los Increíbles se pierde cosa mala en una trama que avanza con torpeza hacia no se sabe dónde, porque no hay nada memorable en ella más allá del ya mencionado regusto ochentero. Es una película condenada a ser disfrutada más o menos durante su visionado… y a ser olvidada a los cinco minutos de abandonar el cine, tan plúmbea y poco definida está su historia. Ni siquiera se entiende muy bien cuál es la importancia de los personajes en la trama, o por qué no se aprovecha más el diseño del mundo fantástico para crear una aventura a su altura.
Ah, y no se dejen engañar por la fama de George Clooney o Hugh Laurie. La verdadera protagonista es Britt Anderson.
Lo mejor: El diseño de Tomorrowland y su aire ochentero y spilbergiano.
Lo peor: ¿De qué película? ¿De verdad nos han contado algo que merezca la pena recordar? ¿Hay por ahí un guió auténtico guión?
No me gustan las películas que tratan de imponerte su discurso programado, es confusa, visualmente apetecible, pero con un fondo vacío que no conduce a ninguna parte.
Al final la conclusión que te queda cuando sales del cine es una especie de batiburrillo de algo ya visto y agotado, que intenta llegar al espectador pero lo consigue solo en los más entregados e incondicionales a este tipo de trabajos: INFANTIL- FAMILIARES
Tomorrowland tiene uno de los mejores inicios de película que tendremos en el año, quizás sus primeros 15-30 minutos son suficientes para poner en órbita al espectador, quizás suficientes para dotar a la trama de suficiente interés y más encima, pone en primer plano a Tomorrowland, la bella ciudad que ya veíamos en los trailers. Ojala el ritmo pausado y soñador del inicio se hubiese mantenido el resto de la película, ojala.
Tras los primeros 30 minutos la película pervierte su mensaje, lo que en un momento parecía una buena película de conciencia social y narrativamente hermosa se convierte pronto en un pastiche de efectos especiales que llevan a la película al peligroso pozo de efectos gratuitos y efectistas, alejándose TOTALMENTE de la narrativa inicial y descolocando al espectador, confundiéndolo totalmente en los intereses de sus planos personajes y hundiendo la película en un carrusel insufrible de baratijas tecnológicas.
Pero el problema no termina ahí, Brad bird y Lindeloff se ocupan de forzar el mensaje inicial sin continuar con su narrativa, sacrifica TODO lo visto en un inicio para poder darle la espectacularidad que el sello Disney exige y por ende, el interés inicial del espectador atento y soñador decae hasta convertirse en un caótico aburrimiento que por momentos casi me exigía dejar la sala. Los personajes son tópicos y típicos: Por un lado tenemos a la heroína Casey Newton (Britt Robertson en un papel apenas anecdótico) una heroína sin fuelle que se rinde ante los deus ex machina que hace uso su guionista para justificar un poder intelectual nunca demostrado, luego esta Athena, una niña que la guiara de manera inexplicable y confusa con Frank Walker (George Clooney) que juntos deberán regresar a Tomorrowland para solucionar una tragedia de la cual no tenemos conocimiento (y esto destroza la poca atención que hasta este punto tenía el espectador)
El problema en el que cae Tomorrowland es doble: Sacrificar narrativa emocionante por explosiones y querer luego forzar el mensaje hasta hacer la película insufrible y peor aún, terminarla con un final aún más decepcionante que pasara a la posteridad con una especie de villano igual de insufrible a toda la película. Llegué a un punto donde odié oír a la protagonista principal hablar, por ser repetitiva con su mensaje.
El 5 va referido al trabajo de dirección detrás de la composición de escenas, la belleza de ciertos tramos de película y una cierta intención en el guion. Sin embargo, no me puedo encontrar más decepcionado con uno de los directores más interesantes del plano actual (Brad Bird con sus Increíbles y Ratatouille) y un guionista cada vez más decepcionante que, juntos en Tomorrowland, desperdician una de las ideas más bellas y fascinantes que podía pedírsele a una película de la maquinaria Disney.
Critica completa: https://allyourfilms.wordpress.com/2015/05/22/136/