Todos eran mis hijos
Sinopsis de la película
Adaptación de la obra teatral homónima de Arthur Miller. Joe Keller es un exitoso hombre de negocios con un pasado que le atormenta: durante la II Guerra Mundial se benefició de un lucrativo contrato con el ejército. Pero, en una ocasión, acuciado por las prisas, entregó un avión, a sabiendas de que tenía algunas piezas defectuosas, que acabó estrellándose con 21 hombres a bordo.
Detalles de la película
- Titulo Original: All My Sons
- Año: 1948
- Duración: 95
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Opinión de la crítica
Película
6.8
43 valoraciones en total
173/08(12/10/15) Interesante film de Irving Reiss que adapta la obra teatral homónima del dramaturgo Arthur Miller, un relato que explora las relaciones de confianza paterno-filiales en un contexto de clara crítica al capitalismo como símbolo de enriquecimiento a toda costa. Se apoya en un buen guión de Chester Erskine, hábil en el increscendo dramático, y en una pareja protagonista bastante sugerente, Edward G. Robinson y Burt Lancaster. En 1987 la obra fue llevada a la televisión dirigida por Jack OBrien.
El escenario es un pueblo del medio oeste americano, Joe Keller (Edward G. Robinson) tiene una exitosa fábrica de material militar que se ha lucrado con contratos con el gobierno durante la WWII, su hijo Chris (Burt Lancaster) regresa de la recién terminada guerra para unirse a la empresa paterna, este planea casarse con Ann Deever (Louisa Horton), que fue novia del hermano de Chris, Larry, desaparecido tres años atrás durante la guerra, ella es hija de Herbert (Frank Conroy), ex-socio de Joe, que ahora está en prisión por estar condenado por una negligencia en un envío de material defectuoso de aviones que provocó 21 pilotos estadounidenses muertos. Ann residía en Chicago con su hermano abogado George (Howard Duff), va a visitar a la familia Keller y reabre viejas heridas, en todo esto está presente Kate (Mady Christians), la madre atormentada de Larry, al que se4 niega a dar por muerto.
Sugestivo drama al que le cuesta arrancar, todo se siente confuso y envuelto en una nebulosa, hasta que aparece el personaje George, hijo de Herbert, entonces las emociones se desatan, con unos diálogos incisivos, que tienen su zenit en la cena explosiva, y entonces la madeja se empieza a desenredar y se comienzan a reflexionar temas como la ambición desmedida, la amoralidad, la amistad, los valores familiares, el sentido de la responsabilidad, el tormento por la culpa ajena, el desengaño, la hipocresía, la mentira o la redención. Ello abordado con intensidad dramática, dosificando la información para el espectador sepa lo mismo que el desconcertado y angustiado Chris. La obra resulta una metáfora sobre el capitalismo en su peor versión, en su vertiente de avaricia descontrolada, donde todo vale para obtener más y más plata, adquiriendo dimensión de un retrato deprimente de la Condición Humana, donde pisotear al que sea es posible para tener más y más, autoengañándose falazmente sobre un supuesto patrioterismo torticero, pues la familia Keller se ha enriquecido por la Guerra, incluso llevándose vidas por delante, autoengañándose en que es por el bien de los hijos, es una denuncia a una sociedad que retuerce unos valores éticos a su antojo, una sociedad egoísta, despreocupada, arrogante, que pretendía lanzarse a la felicidad artificiosa sin mirar atrás a sus errores.
La puesta en escena resulta harto sobria, sin ningún tipo de alarde, con una correcta dirección artística de Hilyard M. Brown (La noche del cazador) y Bernard Herzbrun (Harvey), con una fotografía de Russell Metty (Spartacus) en glorioso b/n moviéndose con soltura, jugando en algunos momentos con el expresionismo, son sombras y claroscuros, aunque con todo esto no deja el aire a obra de teatro televisada.
Edward G. Robinson es el alma del film, con una actuación sobresaliente, con carisma, fuerza, ímpetu, garra, derrochando empatía, con un lenguaje gestual soberbio, con esa media sonrisa descriptiva, pero dejando entrever grietas, maravilloso. Burt Lancaster queda muy ensombrecido por el Titán Robinson, aún así deja traslucir en algunos tramos su brío y personalidad, en su filmografía le llegarían momentos mejores. Mady Christians borda su rol de madre hastiada, que intenta vivir una artificiosa felicidad familiar. Louisa Horton resulta algo blandita en su crucial papel de navegar entre dos aguas. (sigue en spoiler)
Tres años han pasado de la Segunda Guerra Mundial y la familia Keller sigue intentando rehacer su vida a pesar de la muerte en combate de su hijo Larry. Recibirán la visita de Ann que fue la novia de Larry y que, ahora, está enamorada del hermano de éste. Con su visita se reviven muchas cosas y la estabilidad de la familia vuelve a peligrar.
Hay que reconocer que con ese fenómeno de Edward G. Robinson en pantalla es difícil que la película sea mala. Una vez más se cumple lo dicho y en Todos eran mis hijos el menudo pero genial actor lleva todo el peso de la historia y da la enésima lección interpretativa. Eso sí, no podemos olvidar la labor del director Irving Reis que nos lleva de una situación a otra sin que sepamos qué sera lo siguiente que nos vamos a encontrar, cómo dar con el intríngulis del asunto. Es decir, dudamos. Y ese es el gran éxito de la cinta. No es predecible. Porque si en algún momento pensamos mal del personaje de Joe Keller, Reis está ahí para decirnos: reflexiona antes de juzgar, cálzate sus zapatos por un momento… aunque no aceptemos en modo alguno ni que otros carguen las culpas ni que Joe Keller sea un cobarde hasta el final.
Drama familiar ambientado tras la Segunda Guerra mundial que narra la historia de una familia angustiada ante la desaparición de el mayor de sus hijos en Francia, el tiempo ya ha pasado y lo difícil es asimilar la irreparable pérdida, por si fuera poco el cabeza de familia ve como se desentierran fantasmas del pasado complicándole de nuevo su existencia. Interesante film en donde Edward G. Robinson hace un correcto y enigmático papel y en el que ya empieza a destacar un joven Burt Lancaster en una de sus primeras apariciones en la gran pantalla.
Es dificil que la matemática falle. Si juntamos uno de los padres de la dramaturgia contemporánea, quizás uno de los cinco escritores más importantes del teatro estadounidense de todos los tiempos, como fue Arthur Miller, con un elenco de lujo bajo la dirección de Irving Reis, (El solterón y la menor) es probable que nos encontremos con uno de esos raros placeres que de vez en cuando propone el cine clásico en el videoclub.
Todos Eran Mis Hijos fue la primer obra de Miller que empezó a darle nombre al autor. La escribió con tan solo 33 años, y fue llevada inmediatamente al cine, con las interpretaciones de Edward G. Robinson y Burt Lancaster que desde aqui recomendamos.
Esta película ha sido traducida en España con el título Todos eran mis hijos , así pues no entiendo porqué en Filmaffinity no proceden a exponer dicha traducción. Además todos eran mis hijos alude a los pilotos que murieron durante la II Guerra Mundial a causa de unas piezas de avión mal fabricadas y que el protagonista principal (Edward G. Robinson), empresario acusado de dicha desgracia considera por lo mismo como hijos suyos a todos esos muertos.
Irving Reis dirigió esta gran película en blanco y nego, sobre un hombre de negocios, trabajador nato, sacrificado por su familia hasta la extralimitación, pero que es de esas personas que se centran tanto en ganar y ganar dinero y temen tanto al fracaso que por evitarlo son capaces de mentir o de escudarse donde haga falta, en definitiva porque no tienen agallas para asumir sus propios errores. En concreto este empresario de una fabrica donde componían determinadas piezas para aviones del Ejército de los EE.UU. en un momento da el visto bueno a un lote de piezas que debían salir para montar aviones, aún sabiendo él que estaban en mal estado. Esto hará que mueran un número importante de pilotos estadounidenses y él junto a un socio sean llevados a juicio, que su famlia quede tocada socialmente y más cosas que se desarrollan entre diálogos y confrontaciones a lo largo del filme
El argumento comienza aconsejando que las cosas es mejor dejarlas como están y no removerlas si van a levantar problemas, pero a partir de la mitad del filme el consejo cambia y dice: No es mejor dejar las cosas como están, a veces es mejor alterarlas.