Tiempo de matar
Sinopsis de la película
En un tranquilo pueblo de Mississippi, dos jóvenes borrachos violan salvajemente a una niña negra de diez años. La mayoría blanca de la ciudad se muestra horrorizada ante un crimen tan atroz. Carl Lee, el padre de la niña, decide tomarse la justicia por su mano y mata a los violadores de su hija. Mientras la tensión va creciendo y reaparecen en las calles las cruces ardiendo del Ku Klux Klan, Jake Brigance, un joven abogado blanco, hará todo lo posible por salvar tanto la vida de Carl Lee como la suya.
Detalles de la película
- Titulo Original: A Time to Kill
- Año: 1996
- Duración: 149
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Opinión de la crítica
Película
6.5
37 valoraciones en total
Amigos y amigas. Tiempo de matar , adaptación de la novela homónima de John Grisham, no es una película sobre el racismo o lo contrario, sino el relato encubierto de lo bajo que ha caído el sistema judicial en los Estados Unidos, si es que alguna vez ha estado en un lugar elevado, que creo que no. En realidad, nadie lo busca y de hecho el desenlace nos transmite que se ha hecho justicia , pero en el fondo el mensaje es el de la derrota, la renuncia incluso, a cualquier modo de conocer la verdad y hacer justicia, que no es lo mismo que venganza. Aquí, lo que se ve es que el sistema no condena cuando debe, que los jurados son completamente maleables, que casi todo depende de las triquiñuelas legales, que se juzga según los prejuicios o que incluso, se ve como legítimo plantear una defensa en base a un argumento que el abogado sabe que es falso. Lo que importa no es la verdad sino la condena o absolución del acusado o cliente. Muy triste.
Por otro lado el tema racial es un añadido que despista o que sólo sirve como arma arrojadiza, se lo condena porque es negro . No señor, se lo condena porque ha cometido dos homicidios. Entiendo que en Estados Unidos la pulsión es la de tomarse la justicia por su mano pues el monopolio de la violencia nunca lo ha acaparado el estado, recordemos que el derecho a llevar armas está blindado en la Constitución, pero a nuestros ojos esto no es excusa para absolver al acusado de un delito. El argumento de que si fuera blanco se le permitiría puede buscar la igualdad entre razas pero a cosa de la justicia pues si no partimos de la idea de que sólo puede haber condena tras un juicio legal nos deslizaremos por la ley de la selva, que es la que en el fondo a muchos liberales y demócratas les gusta. Viendo esto, que nadie se extrañe porqué la tasa de homicidios en los Estados Unidos (¡y eso que está bajando!) es más de seis veces mayor que en España.
Una película con uno de esos repartos (lleno de grandes y conocidos actores) que rara vez podremos volver a ver, una idea interesantísima sobre una historia conmovedora, y viene Schumacher y arruina todo cayendo en inverosimilitudes y sensiblerismos baratos.
Una Sandra Bullock desaprovechadísima, a McConaughey le toca una rol demasiado arrogante que no concuerda en el film.
La intriga judicial no está a la altura de Grisham (experto en el asunto) pero es interesante, el gran problema es que se toca varios temas pero ninguno en profundidad (Ku Klux Klan, racismo, injusticia, drama judicial), está todo en la misma cinta (por eso es larguísima).
Lo que creo realmente es que si bien no es mala porque atrae muchísimo y tiene grandes actuaciones (impresionante Spacey) se queda en eso y no ahonda en los ítems que roza, cuando el argumento daba para muchísimo más.
Lo mejor: el reparto.
Lo peor: el final. No tiene sentido que después de más de dos horas viendo la película, lo único que se le ocurra hacer para salvar a Carl Lee sea un discurso sentimentalista, parece que se nos estuviera tomando el pelo.
Dentro de la abundante cantidad de thrillers jurídicos de los noventa y del filón que encontró Hollywood en las adaptaciones de John Grisham (La Tapadera, El Informe Pelícano, El Cliente, Tiempo de Matar, Cámara Sellada, Legítima Defensa, Conflicto de Intereses) en esa década, Tiempo de Matar, además de tratarse de la primera novela del prolífico escritor, tiene los avales de ser una de las más exitosas comercialmente hablando, y ante todo, una de las más interesantes, entretenidas, y con más calidad de todas ellas.
Partiendo de una propuesta comercial que quiere así mismo convertirse en un afilado discurso racial, el director Joel Schumacher (lo menos interesante de la película), filma de manera funcional y efectista los pasos de la trama. Es cierto que no descuida el ritmo en ningún momento y que Tiempo de Matar es endemoniadamente entretenida, pero las virtudes de la cinta, son, ganando por goleada, su excelente guión y la manera en que todo su espléndido reparto lo encara.
Porque habría que mencionar a todos y cada uno de sus actores. Matthew McConaughey dio sus primeros pasos en el cine comercial con esta cinta, en la que demuestra lo buen actor que puede llegar a ser, sometiéndose a un agotador papel sobre el que recae todo el peso de la película. Sin un actor tan entregado como él, ésta no sería igual. Y es que el examen de conciencia al que somete el guión al personaje de McConaughey es la verdadera tesis de la trama: cómo reconocer los prejuicios raciales arraigados en una sociedad hasta lo más profundo: Cuando me miras no ves a un hombre. Ves a un hombre negro, algo que infecta nuestras mentes más allá de las ideologías, más allá de la verdad y la justicia, como el actor apela en su escalofriante monólogo final.
Pero sería injusto no reconocer la labor de, por ejemplo, Sandra Bullock, en su primer papel verdaderamente serio, al que da vida con una entidad indiscutible y un cáliz muy especial en su relación con el protagonista, o de Kevin Spacey, que sortea el convertirse en el malo de la película por cómo saborea cada palabra del guión, o ver a Samuel L. Jackson aún disfrutando de el reto de ser actor, de afrontar las vidas de hombres sumidos en la contradicción, o de Oliver Platt, Donald y Keifer Sutherland, Ashley Judd, Chris Cooper, Brenda Frickner… todos ellos entregados al poder de una historia sobre un país en guerra, una guerra constante y que convive con la aparente paz de un soleado pueblo del sur, donde la justicia no es justa, donde hay hombres negros y hombres blancos y donde se cristaliza un pasado que aún no nos ha abandonado.
Toda obra de John Grisham que haya sido adaptada en el cine es ya un aliciente para ser vista, independientemente del resultado final. En este caso, nos encontramos ante una película que se antoja más que interesante, pero que deja con un sabor un tanto agridulce con la fatal idea de que la cosa podía haber sido mejor y que recursos no le faltaban para ello. El director Schumacher es bastante peculiar, pues es el responsable de increíbles basuras como las dos entregas de Batman que sucedieron a las de Tim Burton, pero también sabe ejecutar con puño de hierro y con cierta originalidad los thrillers, como ya hiciera con última Llamada o El Cliente, también basado en una novela de Grisham.
Aquí, el resultado se sitúa en un intermedio, no se puede negar que sabe mantener un gran interés y atención del espectador, pero no goza de fuerza demasiado plausible. Su carta de presentación es más que arrolladora, todo se vuelve intenso e interesante. A los pocos minutos, Schumacher consigue hacer que el espectador se acomode otorgándole un entretenimiento en forma de thriller judicial de lo más prometedor. Además, dispone para ello de un más que atractivo elenco de actores, algunos de ellos de increíble talento, y todos ellos más que aprovechados.
Sin embargo, ahí se acaba todo, mientras que tenemos una primera hora bastante intensa y atrayente, su segunda parte falla, todo se vuelve demasiado prometedor, para lo que al final resulta ser, incluso con una algún que otro cabo que no termina por resolverse de forma coherente y comprensiva. Su primera parte, goza de los planes y de las motivaciones de todos sus personajes, somos testigos del gran poder ejecutor del Ku Kux Klan y de la mente tan conservadora y cerrada del Mississippi, donde queda claro que para que un negro tenga un juicio justo mejor que se espere sentado y cruce los dedos. La historia nos abre todo un conjunto de tramas que complican a los protagonistas, incluso su vida.
En su segunda parte, el espectador está con unas pretensiones demasiado altas, y el film termina por flojear, el juicio no está llevado con suficiente fuerza y empaque, y todo el resto de tramas son resueltas de forma demasiado simplista y con poca fuerza. Todo se vuelve demasiado convencional. No es tan prometedor como cabía esperar. Su metraje es largo, pero es muy ameno de seguir, su lastre no es su duración, sino que todo es llevado de forma muy débil, sin nada vibrante o con algo de nervio. Por lo que finalmente, el ejercicio acaba siendo más que interesante, pero sólo correcto en su ejecución. Con la idea de que podía haber salido algo mejor, todo se vuelve demasiado típico, conservador, predecible y convencional, con giros argumentales poco interesantes y con una ausencia descarada de intensidad. Lo mejor, sin duda, es el carisma de todo su reparto, todos ellos brillantes.
Esta película es la perfecta adaptación de una novela de John Grisham. El film cuenta con justas dosis de acción, violencia e intriga, propias de una novela de este conocidísimo autor.
La trama empieza de la manera más impactante y cruel, con la violación de una niña de 10 años, a partir de ese momento aparece, sembrando todo tipo de conflictos, el Ku Klux Klan. La cinta contiene momentos muy intensos, dramáticos e interesantes, además el proceso judicial al que es sometido Carl Lee Hailey es de lo más entretenido e instructivo, demostrando, una vez más, la corrupción de la justicia estadounidense.
Las interpretaciones son realmente buenas, un Samuel L. Jackson perfecto, un Matthew McConaughey sorprendente, un Kevin Spacey correcto y una espléndida Sandra Bullock como Ellen Roark.
En definitiva, justas dosis de acción y violencia, eficaz dirección, tema candente y reparto estelar para una película muy entretenida y recomendable.