The Imitation Game (Descifrando Enigma)
Sinopsis de la película
Biopic sobre el matemático británico Alan Turing, famoso por haber descifrado los códigos secretos nazis contenidos en la máquina Enigma, lo cual determinó el devenir de la II Guerra Mundial (1939-1945) en favor de los Aliados. Lejos de ser admirado como un héroe, Turing fue acusado y juzgado por su condición de homosexual en 1952.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Imitation Game
- Año: 2014
- Duración: 114
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Opinión de la crítica
Película
7.2
58 valoraciones en total
Puntual a su cita llega el intento anual de la compañia de los hermanos Weinstein por acaparar los grandes premios anuales en el mundo del cine. Después de que La Gran Estafa Americana les saliera rana en este aspecto, este año apuestan algo más sobre seguro bajo el género del biopic, que tanto suele agradar a académicos y críticos.
Ante todo, The Imitation Game es una película biográfica realmente ejemplar. La vida del criptógrafo Alan Turing cuenta con todos los elementos para resultar interesante y la película del noruego Morten Tyldum los aprovecha de manera inteligentísima. Turing es un personaje lo suficientemente desconocido, complejo, fascinante y relevante en la historia de la humanidad para que la dirección de Tyldum y el fantástico guión de Graham Moore salgan victoriosos apostando todo a la carta de su personaje protagonista, sin caer en la tentación de desviarse hacia otros personajes o al entorno histórico en el que se desarrolla su historia, por muy relevante que este sea.
Un film de corte clásico, con un montaje sobrio que utiliza de manera elegante y sin abusar el recurso del flashback, cuyos artífices están tan seguros de su apuesta que se permiten casi prescindir de localizaciones exteriores y de escenas bélicas o que muestren en pantalla las consecuencias directas de la segunda guerra mundial, desarrollando la totalidad del film en un par de interiores y focalizando la acción en los diálogos y la interacción del omnipresente Turing y el resto de los personajes.
De esta manera se evita que la cinta se vaya a las tres horas de duración por exceso de ambientación e información (una de las lacras habituales de este tipo de películas) y además crea una constante sensación de distancia entre el conflicto bélico y los protagonistas, básica para comprender como resultaron de decisivas sus acciones, pese a los kilómetros que les separaban de la guerra propiamente dicha. La estructura subterranea de thriller y la sensación de urgencia en la carrera contra el reloj, aportan fluidez a la trama, sin olvidarse nunca del objetivo principal, que es ofrecer el más completo retrato de su protagonista.
Una vez que decides apostar todo al personaje retratado, no queda otra opción que confiar tal responsabilidad a un actor descomunal. Si el año pasado fue el año de Matthew McCohaughey, este ha sido sin duda el de Benedict Cumberbatch. El actor británico está aprovechando su dulce momento eligiendo con maestría los proyectos donde interviene, siendo muy consciente de que este es el año en el que su estatus pasa de grandísimo actor a superestrella.
Consciente de que él es la película, Cumberbatch se mete en la piel de Turing regalándonos un auténtico festival de intensidad y matices. Al igual que cuando interpreta a Sherlock Holmes, es un espectáculo verle simplemente pensar. Presente en la práctica totalidad de los planos del film, no para de transmitir inteligencia, vulnerabilidad, carisma, soberbia, timidez, soledad, dolor… Sencillamente enorme, los premios cinematográficos son siempre caprichosos y habrá que contar con una fiera competencia, pero si Cumberbatch se alza con el Oscar o el Globo de Oro será con el total de los merecimientos.
El resto del fantástico reparto cumple magníficamente, sin olvidar por un momento su papel secundario y sin ensombrecer jamás a su protagonista. Destacan una Keira Knightley que mejora como actriz película trás película y un Mark Strong impecable como director del MI6. Charles Dance y Matthew Goode rebosan presencia y elegancia puramente británicas.
Más allá del descaro en la intención de acaparar galardones o ciertas similitudes en la personalidad de su protagonista o el estilo clásico de dirección que comparte con Una Mente Maravillosa, The Imitation Game es una de las mejores experiencias cinematográficas del año y, por encima de todo, un homenaje tan auténticamente sentido y necesario como desgraciadamente tardío a un ser humano cuyo único pecado fue ser diferente en una época (no tan lejana) tremendamente bárbara. Un alma atormentada devorada por los secretos que guardó durante toda su existencia y una persona absolutamente machacada y castigada por la vida de manera tan injusta e indignante como desproporcionada.
El cine consigue de nuevo hacer justicia, dándonos a conocer un personaje decisivo para nuestra historia reciente y lo hace entreteniendo, fascinando y emocionando. Poco más se puede pedir.
http://losreyesdelmando.com/2014/12/26/critica-the-imitation-game-descifrando-enigma/
Es The Imitation Game ante todo una historia de amor, de las clásicas. De aquellas en que el amor imposible marca la existencia del protagonista, aquí en la piel de un deslumbrante Benedict Cumberbatch, en una interpretación sobresaliente. La máquina, el hecho de descifrar el complejo lenguaje codificado de los nazis, llamado Enigma, para poder así ganar la II Guerra Mundial no es sino un pretexto histórico en el que se enclava esta poderosa historia.
Casi todo encaja en esta cinta bañada en una notable banda sonora de Desplat. Asistimos desde el primer momento a la pasión cuasi obsesiva de Alan Turing por crear una máquina inteligente, un sueño que a finales de los años 30 no resultaba sino una utopia a la que él se aferró. Amado, odiado pero sobre todo incomprendido, Turing apenas sí contó con unos pocos cómplices que le permitieron llevar a la realidad su sueño.
Película nominable, contada en distintos tiempos, que sabe desde un primer momento qué quiere contar y cómo quiere contarlo. Es cierto, que varios personajes quedan a medio dibujar, pero no menos cierto que muchos de ellos quedan a la sombra en un enorme Cumberbatch.
Pocas personas más interesantes, relevantes e injustamente desconocidas que el británico Alan Turing (1912-1954), matemático de inusitado talento, visionario de la inteligencia artificial y padre putativo de los modernos ordenadores que pueblan nuestra cotidianeidad. Héroe silenciado y oculto de la II Guerra Mundial, villano según la legislación británica del momento que lo sometió a una aberrante castración química, desfigurándole por completo y haciéndole físicamente imposible cualquier trabajo intelectual por la inyección de estrógenos que arruinaron su brillante mente y le incapacitaron para la vida. Una añeja leyenda urbana no verificada – pero verosímil – es que el famoso logo de Apple de Steve Jobs es un sutil y discreto tributo a Alan Turing, quien se suicidó tomando unos bocados de una manzana impregnada de cianuro… ¿Y cuál fue su supuesta abominación? Ser homosexual.
A veces la timidez enfermiza y la torpeza para relacionarse socialmente suele tomarse como orgullo, arrogancia, vanidad o altanería, cuando en verdad se trata de una viscosa, compacta y compleja capa de protección que personas demasiado vulnerables y sensibles se construyen, muy a su pesar, para protegerse de las brusquedades, zafiedades y atropellos de sus (supuestos) semejantes. Poner distancia en el trato para sentirse seguro en su mundo de delicados matices y diferencias que los demás no saben, no quieren o no pueden apreciar, ni valorar, ni entender. Poner distancia entre uno mismo y los demás para no quemarse y para no sucumbir al doloroso calvario de creerse diferente y socialmente inadecuado, para no tener que dar datos personales (proporcionar información es dar potenciales armas letales al enemigo) que exhiban su vulnerabilidad y expongan su extremada fragilidad.
Esta es una muy honesta y primorosa película sobre la tortura de saberse diferente (y señalado por el dedo acusador) por los motivos equivocados y sobre la imposibilidad de salvarse buscando en la inteligencia y altanería intelectual la tabla salvífica que nos redima de nuestros pecados, que nos limpie o exonere de nuestra mancha original, como si tuviéramos que purgar o expiar una profunda culpa que permanece acechante como una espada de Damocles sobre nuestras atribuladas cabezas heridas. Y nunca hay suficiente esfuerzo ni sacrificio que nos permita alcanzar la meta anhelada: la paz interior, la tranquilidad, la reconciliación con la sociedad, la relajación emocional. Por ello el interminable juego lacerante del disimulo, de la mentira, de la ocultación.
Brillante, sorprendente y reconfortante película británica, dirigida por un noruego talentoso que acierta en el tono, en la recreación de un momento histórico y en el reflejo de un sufrimiento íntimo y que sabe dotar de luminosa claridad expositiva la contribución indeleble de Alan Turing a la historia contemporánea. Muy necesaria y recomendable.
Convencional y correcta. Académica. La peli empieza a oler a Oscar ya desde que compras la entrada, y cuando entras en la sala el tufo se vuelve embriagador.
Estas pelis siempre están cortadas por el mismo patrón: Drama biográfico, mitad interesante, mitad prescindible y ñoñoso, con reparto de campanillas, de pulcra ambientación, depurada fotografía, intensa banda sonora y metraje tirando a largo, aunque en este caso, afortunadamente, no mucho. Un patrón que nunca falla.
En realidad, a la película no se le pueden poner muchas pegas. Está bien. Personalmente, hubiese preferido ahorrarme los viajes temporales a la afligida infancia del prota, ya que tampoco es que aporten mucho a la historia, salvo subrayar lo evidente, como si el espectador fuese tonto. Y, desde luego, ya se podían haber buscado a un niño que se pareciese un poco al actor adulto. ¡Como un pato a una lavadora, oiga! Si hubiesen elegido para hacer de Turing joven a un niño chino, hubiese quedado igual de raro. ¿Era ciego el director de casting?
Lo mejor de la película es su primer tercio, que goza de muy buen ritmo e incluso un ligero puntillo cómico al inicio. También es de agradecer, y mucho, que el director prefiera centrarse en describir la hipócrita y timorata sociedad castrante (nunca mejor dicho) de la época en la que se desarrolla el relato, así como la inestimable aportación a la ingeniería informática de Alan Turing, en vez de en sus desgracias personales, tema que la peli trata, claro, pero sin especial ahínco.
Y, por supuesto, hay que hablar de Cumberbatch, que está divino. Este hombre hace el friki como nadie. Su Alan Turing se presenta como una especie de ameno Sheldon Cooper, brillante cerebrito de habilidades sociales llamativamente nulas, lo cual es bastante entretenido, pero hacia el final de la peli, ¡válgame Dios!, empezó a recordarme a la Streep, con sus temblores y gimoteos de intensidad abrumadora. Le dan el Oscar, fijo.
A saber:
– Personaje con alguna tara física/psíquica que haga las delicias del espectador y asegure algún Oscar para el actor principal.
– Primorosa recreación histórica de escenarios, vestuario, etc.
– Emotividad de baratillo: ni un espectador sin nudo en el estómago (como poco).
– Trama basada en un hecho real modificada a placer por los guionistas para que encaje en un esquema aceptable para cualquier espectador medio. Sin riesgos. Sin complicaciones.
– Moraleja evidente y, a ser posible, ensalzando valores universales y que quepan en un eslogan publicitario, del tipo Si quieres, puedes o El mundo te necesita tal y como eres .
Muchos alzaran sus voces en contra de los cínicos que atacan esa película tan bonita que han recomendado a todo el que quiso oirles: yo les invito a revisitar El discurso del Rey y a informarse de la verdadera historia de Allan Turing. The imitation game, sin ser una mala película, apesta a fórmula en cada uno de sus fotogramas y obliga a Cumberbatch, magnifico actor, a convertir a Turing en una especie de Sheldon Cooper caricaturesco, maniobra muy conveniente de cara a los Oscars pero dudosa desde un punto de vista histórico. Otro gran problema es que se mueve entre dos hilos argumentales (la homosexualidad de Turing y el asunto Enigma) y no remata ninguno de los dos. En fin, una oportunidad perdida que dará mucho dinero.