The Gladiators
Sinopsis de la película
La guerra es tratada como un evento deportivo en la que dos partes se enfrentan en un conflicto bajo la supervisión de unos ‘oficiales’. Los ‘juegos’ se desarrollan de forma similar a un programa de televisión. Watkins pretende con esta película ilustrar la vaciedad de la guerra, caricaturizando a los líderes políticos y la forma en la que utilizan argucias para empujar a sus tropas a la victoria.
Detalles de la película
- Titulo Original: Gladiatorerna (The Gladiators) (Peace Game)
- Año: 1969
- Duración: 102
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Opinión de la crítica
Película
6.3
57 valoraciones en total
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Ralph Wiggum, Bloodhound Gang
En Cabin In The Woods una suerte de funcionariado del mal recluido en un búnker tejía una farsa con fatales consecuencias para los pobres implicados en ella pero que a su vez era necesaria para salvar el futuro de la humanidad, y conforme las cosas se iban torciendo para los maestros de marionetas estos iban cejando en su actitud desenfadada (con las clásicas porras que se dan en todo ámbito laboral entre sus currelas e incluso los no menos clásicos torpes acercamientos beodos a compañeras de trabajo en toda fiesta de trabajo) para implementar toda clase de planes B, C y Z, todos ellos de orden penal en cualquier ordenamiento jurídico civilizado. Cuarenta años antes ya había una película sobre un paripé de matar a un grupo de personas para evitar que el mundo se acabase, si bien en vez de realizado por la vía del jolgorio metarreflexivo iba por la senda de la crítica geopolítica. Gladioterne, se llamaba. Y la hizo Peter Watkins ya exiliado de su Reino Unido natal, en Suecia. Entre Privilege y Punishment Park, ahí es nada. Tenía hasta una escena en la que se ordena desde un panel de control contenido en un búnker que se accionen los efectos de niebla y humo.
Durante los años sesenta –y en lo que parece ser un presente alternativo- las grandes naciones mundiales deciden evitar futuras guerras que supongan el exterminio de toda vida sobre la faz de la tierra (a causa de la invención de la bomba atómica) creando una reproducción a escala de un conflicto bélico mundial que, convenientemente televisado, apacigue a las gentes de todos los países. Salvo los neutrales, claro, que no precisan de tal cosa, se limitan a enriquecerse siendo sede del concurso, lo mismico que hacen cuando hay un conflicto bélico real, sacar rédito de la coyuntura sin mojarse. El caso es que ese diorama de panem et balaseos, ese simulacro baudrillardiano de guerra (tan parecido a lo que el propio Jean decía sobre las emisiones de la Guerra del Golfo en la CNN) cuenta con dos estamentos claramente diferenciados. Uno es el formado por los soldados rasos, que en el clásico estilo documental de permitir hablar de Watkins cada uno expone sus razones, siendo los más gente joven cuasi niños ni sabiendo muy bien cuáles son. El otro el de los comandantes mayores de cada ejército. Y si los primeros batallan en una guerra con todas las características de ésta, es decir, se muere, se mata, se apresa y selena, los otros disfrutan mirando en formación de francachela a lo palco de dirigentes de Endesa del Bernabéu: se pasan viandas entre ellos, ríen, fuman, intercambian presupuestos de partidas de defensa como quien compara pollas en un baño con sus amistades y van cambiando las normas del juego a su antojo. Porque esa guerra es un juego literal, un atrapa la bandera que admite cualquier improvisación sobre la marcha y que incluso cuenta con sus correspondientes anuncios.