Testigo de cargo
Sinopsis de la película
Leonard Vole (Tyrone Power), un hombre joven y atractivo, es acusado del asesinato de la señora French, una rica anciana con quien mantenía una relacion de carácter amistoso. El presunto móvil del crimen era la posibilidad de heredar los bienes de la difunta. A pesar de que las pruebas en su contra son demoledoras, Sir Wilfrid Roberts (Charles Laughton), un prestigioso abogado criminalista londinense, se hace cargo de su defensa.
Detalles de la película
- Titulo Original: Witness for the Prosecution
- Año: 1957
- Duración: 114
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Opinión de la crítica
Película
8.6
85 valoraciones en total
Testigo de cargo es una obra de engaños y mascaradas en lo que nada es lo que parece. Marlene Dietrich nos regala una interpretación perfecta. Charles Laughton, quien junto a Spencer Tracy y James Cagney me parece el mejor actor clásico, despliega en Testigo de Cargo toda su dosis de inteligencia, recursos y sarcasmo. También su cuerpo es un campo de batalla y satisfacer sus necesidades exige un espíritu subversivo.
La elegante alternancia entre comedia y drama brilla con luz propia en este film que para mí, junto con Herencia del Viento, es de lo mejor sobre dramas judiciales.
Tras las críticas leídas sobre este film en esta página me gustaría decir en favor de Wilder que observo la escena final más bien como una secuencia onírica que como un desenlace serio. Es cierto que no está brillantemente rodada, pero presiento que fue deseo del director. Y Con Faldas y a lo Loco es bastante cutre, por cierto.
Un clásico judicial para disfrutarlo en cualquier ocasión. 9.4
Señorita Plimsoll, si fuese una mujer la azotaría ahora mismo.
Es Testigo de cargo una de esas películas que de tanto rizar el rizo en su final, se vuelve todo inverosímil pero que te quedas con una agradable sonrisa en la cara. Sonrisa al comprobar unos diálogos ingeniosos, con grandes toques de humor, con un sarcasmo tan sutil que pasa desapercibido.
Magistralmente interpretada por su trío protagonista: Tyrone Power, Marlene Dietrich, Charles Laughton. Laughton lleva la interpretación en esta cinta hasta confundir su personaje con su propia persona. Cercano, ral, bonachón y pícaro. Fantástico durante todo el metraje.
La película se hace corta. Ni el tiempo, ha podido borrar la brillante realización del director Billy Wilder.
Divierte, fascina, inquieta y sorprende. ¿Qué más se le puede pedir a una película?
La Dietrich siempre refinada, puesta para nuestro disfrute dice: Nunca me desmayo porque no estoy segura de caer con elegancia.
Y yo contesto: señora, con frases como esa y directores como el que le ronda la elegancia esta garantizada.
Película absolutamente tramposa e inverosímil, con un final ridículo, precipitado, que manipula desde el más chabacano embeleco. La trama no se sostiene por sí misma, está claro. Pero la sostiene, entre trapisondas varias, el propio espectador. Y la sostiene un poco por la simpatía que le genera Laughton y un poco sin saber por qué, pero con un interés que no le prestaría, normalmente, a una peli actual de estas características.
Quizás sí sea una obra maestra, aunque a mí no me lo parezca. Y si finalmente lo fuera lo sería por unos diálogos estupendos, un guión milimétrico en su despropósito pero de tremenda precisión técnica, etc. Pero sobre todo, creo yo, lo sería por su condición de película consistente, inoxidable, que está ahí, y ahí se queda. No la mueve ni el tiempo. Permanece fresca, joven. Aguanta la ventolera de los años y la marejada de sucesivas generaciones de espectadores.
Por ello, es digno de alabar el método mágico e indescifrable de algunos directores para generar películas (no sé si obras maestras o no, no entro en ese debate) capaces de mantenerse como el primer día, capaces de conectar con el espectador y hacerle vibrar 40 ó 50 años después (con lo difícil que es eso en el terreno audiovisual, nos criamos con imágenes y nos condicionan las imágenes).
Y no me refiero al cinéfilo medio, ni siquiera. Voy más allá, me refiero al aficionado a las películas, no al cine, que se traga lo que le echen siempre que sea en color y de no más de 15 años. Incluso ése, en su mayoría, se zamparía esta peli sin rechistar. Y por muchas protestas que formule por el desenlace y por mucho que adelante su resolución (que lo hará), se lo pasará de la hostia con un espectáculo en que engañarle y sorprenderle no es lo prioritario (aunque le engañen), y porque se le ha contado de manera estupenda una historia entretenidísima, apuntalada con elementos (una introducción impecable, actores, guión y realización de soberbia capacidad narrativa) de primer nivel. Y en esos elementos radica la diferencia entre películas como ésta y el grueso del thriller sorpresivo actual. No existe comparación posible partiendo de confrontar finales y sorpresas… Esta cinta condensa un enorme trabajo artesanal en un desarrollo que va más allá del final, el disfraz, el acento o el cuchillo. Cuestiones irremisiblemente pasajeras puesto que se dirigen a un público concreto, a la sensibilidad y la ingenuidad, en este caso, de una época determinada. Pero… ¿contar bien una historia? Eso no tiene fecha de caducidad.
En esto de la longevidad de las pelis Wilder es, probablemente, el gran especialista, el mejor (junto a Hitchcock). Siempre que busco cine clásico para ponérselo a no aficionados al cine recurro a ¡Qué bello es vivir! o al maestro Wilder. Siempre que busco cine imperecedero, ése que hace hincapié en el nudo tanto o más que en el desenlace, recurro a películas como ésta.
Y la verdad es que normalmente acierto. Bueno, Wilder… Wilder acierta.
Me sorprende mucho que Testigo de cargo ocupe una de las posiciones más altas del top de FilmAffinity y que las dos obras maestras indiscutibles de Billy Wilder: Con faldas y a lo loco y El apartamento se encuentren en posiciones menos dignas.
No considero en absoluto a Testigo de cargo una mala película: sus diálogos son extraordinarios, la dirección es excelente, los actores están magníficos y sus primeros veinte minutos son de una comedia perfecta. El problema reside en que la trama va descubriendo errores monumentales que hacen que su final sea uno de los más tramposos y aparatosos de la historia del cine. Paso a relatar los hechos:
Sin ningún tipo de duda estamos ante una de las mejores películas del maestro Wilder junto con El apartamento o En bandeja de plata. Estamos ante una obra maestra.
Se trata de un adaptación de una pieza teatral de Agatha Christie, considerada como una de las mejores adaptaciones hachas para el cine partiendo de un relato de Christie.
Lo primero ha destacar es el guión, es un guión perfecto, sólido, ligero… con todo el sello de garantía de Wilder. Lleno de un humor extraordinario, con unos diálogos llenos de ironía, de humor… Y también donde se deja ver esa sentimentalismo especial de Wilder conjugado con su particular ironía. Ambas cosas tan bien enlazadas.
Es una película de actores, destacando evidentemente por encima de todos el gran Charles Laughton, haciendo aquí uno de los mejores trabajos de su vida. Hace una interpretación tan portentosa que deja sin habla. Yo creo que junto con su trabajo en Tempestad sobre Washintong, esta es su mejor interpretación, está en el mejor momento de su vida. Destacar también a Marlene Dietrich, muy pocas veces ha estado tan maravillosa como aquí. Su presentación y su puesta en escena es soberbia. Y por supuesto destacar a Tyrone Power, en su última interpretación ya que moriría meses después. Wilder hace una excelente dirección de actores, hace que los personajes sean todos entrañables y les da esa encarnadura vital. La propia Agatha Christie reconoció que Wilder había conseguido hacer a sus personajes más humanos.
Es una película que reflexiona sobre la moral en el ejercicio de la defensa, la duplicidad de testigos, una película sobre la traición, la pasión, la frustración… En este sentido en una película que anticipa mucho a su posterior La vida privada de Sherlock Holmes, en el sentido de retratar la curiosidad y la frustración del investigador. Es una película de detalles, de esos detalles con importancia y que nos revelan el carácter de los personajes, el monóculo, las pastillas, el termo, los sombreros, los puros…
En definitiva estamos ante una obra maestra por la que no pasa el tiempo, sino que conserva esa frescura y enganche. Es una película de una fluidez narrativa tan conseguida que el espectador entra y se siente participe de la película. En ese sentido es una película joven, que ha resistido muy bien el paso del tiempo. Imprescindible.