Silencio
Sinopsis de la película
Segunda mitad del siglo XVII. Dos jóvenes jesuitas portugueses viajan a Japón en busca de su mentor, el conocido misionero Padre Ferreira. Los últimos rumores indican que, tras ser perseguido y torturado, Ferreira ha renunciado a su fe, algo difícil de creer para los sacerdotes que parten en su búsqueda. En Japón ellos mismos vivirán el suplicio y la violencia con que las autoridades japonesas persiguen a los cristianos, a los que torturan hasta apostatar o morir.
Detalles de la película
- Titulo Original: Silence
- Año: 2016
- Duración: 159
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Opinión de la crítica
Película
6.3
32 valoraciones en total
Abordar la espiritualidad, lo trascendente o la religión es una temática casi abandonada en el cine occidental. Quizás por considerarse un asunto demasiado abstracto, poco atractivo o incluso desprestigiado para cierto tipo de público laicista, cuando la realidad es que sigue siendo una materia de vital importancia para la mayoría de los seres humanos, ya que aún hoy mueve y motiva – para bien y para mal – los engranajes del mundo. Y Scorsese rema a contracorriente al centrarse en la vivencia de unos padres jesuitas en el Japón del siglo XVII, verdadero aquelarre inquisitorial contra la fe cristiana, lo cual no deja de sorprender en un pueblo como el nipón que se ha caracterizado por tomar prestado – y hacerlo suyo – casi todo lo que culturalmente lo caracteriza, por ejemplo el budismo Zen que vino de la India pasando por China o la escritura y toda su tradición literaria que también tuvo su origen en el venerable Imperio chino.
Además, para el prejuicioso público español, tan predispuesto a ver en el catolicismo el origen de todos los males patrios – y hasta universales – resultar sorprendente el empeño de mostrar una sincera vocación misionera sin la retranca, doblez o censura con la que se suele revestir todo lo que tenga que ver con la Santa Madre Iglesia y sus vituperados clérigos. Porque asistimos al calvario de una fe y de sus predicadores revestida de una fiereza y crueldad que se suele reservar a la estigmatizada Santa Inquisición, mostrándonos así que la intolerancia no es privativa del Vaticano y sus satélites, sino que ha germinado en todos los pueblos de cualquier latitud, rescatando unos hechos brutales que nos muestran la barbarie del ser humano cuando se empeña en perseguir y aniquilar a los que considera diferentes o señalados.
Estamos ante una obra singular, quizás lastrada por un excesivo metraje (se podría o debería haber aligerado al menos en media hora su duración), que se detiene tanto en la aventura y desventura exterior de unos sacerdotes, como en su angustiada y torturada dimensión espiritual íntima, en su lucha entre pragmatismo y conciencia, atendiendo al conflicto personal e insondable entre la voluntad de servir y la necesidad de sobrevivir, a la pugna encarnizada entre hacer el bien y evitar el mal. Los cementerios están sembrados y regados de buenas intenciones. Y siempre queda la duda de si estamos en lo cierto, de si en verdad nuestro afán redentor tiene algún eco o nos tenemos que resignar a vivir con preguntas sin respuesta.
Primorosamente realizada, con una recreación de época subyugante y repleta de momentos mágicos sin parangón en la cinematografía comercial al uso, resulta un retablo tanto de lo mejor como de lo peor de la humanidad. Inquietante.
Tras un primer visionado, que sin ninguna duda no será el último por mucho tiempo, sostengo que Silencio va camino de convertirse en mi película preferida de Scorsese, lo cual no es poco para un artista del que tanto admiro su filmografía. Pero lo más hermoso que se desprende de esta apreciación (totalmente particular y sin ningún ánimo de objetividad, por supuesto) es cómo refuerza mi fe inquebrantable en el cine y en sus maestros. Pues buena parte de la cinefilia debe admitir que acostumbra a ser presa de la crisis de la fe: cuántos espectadores o críticos llevan años, lustros o hasta décadas, proclamando que la mejor película de Scorsese, o de Spielberg, o de Allen, o de Eastwood…, ya está hecha, que la hicieron hace ya demasiado tiempo y que desde entonces solo ofrecen una patética decadencia…
Creo que, como Julieta en el caso de Almodóvar, Silencio, que recordemos era un proyecto muy personal que a Scorsese la ha costado varias décadas poder llevar a cabo, ha llegado en el momento adecuado para él, el momento de una plenitud vital que permite una mirada despojada y esencial, aquella que a la que acceden los más grandes cuando ya no tienen nada que demostrar. Pues Silencio no precisa de la extraordinaria pirotecnia audiovisual con la que usualmente identificamos las formas de Scorsese (y que alcanza su zénit en la para mí todavía infravalorada Casino, en mi opinión un hito del montaje cinematográfico como forjador absoluto del relato, a la altura de lo que representó Eisenstein en su tiempo).
Bien al contrario, nos encontramos ante el film más depurado de su autor, donde cada imagen, de una plasticidad asombrosa en su concepción (la barca en un mar de niebla de Cuentos de la luna pálida revive ante nuestros ojos) es justamente la imagen justa. Cuesta, además, recordar en el cine moderno una película donde el trabajo minimalista con el sonido, tanto su presencia espectral como su ausencia, resulte tan importante.
He hablado, refiriéndome a la pericia técnica, de un cineasta que ya no necesita demostrar nada, pero esto puede extenderse al que quizás sea el gran valor del film, la mirada rosselliniana que no pretende demostrar, sino mostrar. Como en el lema de Renoir, Scorsese pone todo su empeño en exponer que cada cual tiene sus razones. Sobre la fe, sobre si Dios se manifiesta o calla, sobre el sentido de la misión evangelizadora en el otro extremo del mundo, sobre la reacción que eso produce en aquel pueblo, sobre todo eso, el espectador podrá, tras el visionado de la película, disertar libremente y profundamente.
Ahora bien, la duda surge cuando me pregunto a quién debo recomendar esta película. Francamente, no diría que me atreva a recomendarla a todos los admiradores de Scorsese. A muchos sin duda les gustará, pero habrá otros, quizá más que los primeros, a los que es posible que no les guste o les guste bastante menos que otras de sus películas, precisamente porque al estar del todo alejada de su característico tempo crispado e hipervitamínico, les parezca tediosa o aburrida.
El tema, casi tres horas donde como quien dice no hay una sola escena donde no se hable de Dios, del cristianismo y de la fe, es el otro gran problema para su recomendación. Que nadie se lleve a engaño, estamos ante una propuesta eminentemente espiritual. Obviamente, no se precisa ser creyente o agnóstico para entrar en ella, pero parece de sentido común pensar que llenará más y proporcionará mayor placer –o dolor— e interrogantes significativos al espectador con ciertas inquietudes sobre lo trascendente, o con un cierto interés antropológico sobre el papel de las religiones a lo largo de la historia, que al espectador totalmente indiferente u hostil ante estas materias.
En definitiva, y cerrando el círculo con el que he iniciado estas líneas, me limitaré a recomendarla, y no sin precauciones, a todos aquellos que conserven intacta, y cultiven con esmero y cariño, su fe en el Cine.
Nos preguntamos ¿Qué es la FE?, ¿Cómo se obtiene?, ¿Cómo creer en lo que no vemos?, ¿Quien considera si eres creyente o no crees?, la única idea que se me asoma como luz entre tanta penumbra es sencilla, la FE es un GRAN DON, un regalo precioso, una elección que no te pertenece, es una apertura de tu alma y tu corazón, quizá nadie decide creer, nadie elige ser creyente por moda, por ideas inculcadas o por una decisión, abre tu corazón y lo verás, al creer te conviertes en pescador de hombres y a la vez pez cobrado, te sientes elegido, seleccionado para seguir unos pasos y un camino complicado, por la mayoría despreciado e incomprendido, si, así es, y esto lleva sucediendo siglos.
Scorsese vuelve a demostrarnos su maestría, curiosamente, alejándose de su habitual estilo de montaje adrenalítico y narración sincopada para darnos una lección de cine clásico y visceral, sin concesiones al preciosismo y sin embargo entregándonos un trabajo impecable a nivel técnico, de una factura rozando la perfección en la elegancia de las imágenes y otorgando a este sobérbio trabajo la profundidad, intensidad y reflexiones suficientes para plantear un viaje a través de la FE y al mismo tiempo mantener el interés en lo expuesto de una forma apabullante. Una película básicamente para creyentes y quizá, para otros que no tienen, o creen que no tienen, el DON de la Luz, el tesoro que es la FE…quizá en esta obra encuentren algo de provecho.
No es este un trabajo para todos los paladares, su ritmo templado y la calma en la narración alarga el metraje, que si bien, no aburre en absoluto, puede resultar cargante para espectadores atraidos por el aire aventurero (que lo tiene) que expele las imágenes que preceden a su estreno, es esta una historia intensa, de reflexiones, de valoración y dudas en la FE, de convicciones, de lucha interior, y, a veces, de flacura en tus creencias e incluso de derrota, de desolación y pérdida del rumbo en la vida, que sin duda estamos obligados a superar, o bien, a sobrevivir.
Inmenso un SORPRENDENTE Andrew Garfield, un correcto y comedido Liam Neeson y un Adam Driver solvente.
Este trabajo augura algunas merecidas nominaciones a los grandes premios cinematográficos y sobrevuela, por supuesto la nominación a Scorsese como mejor director (que le caerá seguro). En definitiva, un impactante trabajo, un viaje metafísico a través del tiempo en una época convulsa en un territorio complicado para implantar la palabra del Señor (en una película como esta, la imparcialidad, es complicado objetivo).
ID Y PREDICAD MI PALABRA POR TODA LA TIERRA
Saludos
Critica by Javier Toledo
«Los aguaciles insistían una y otra vez en que lo del fumie era solamente una formalidad. Poner el pie encima, y todo estaba listo. Solamente pisar, y a ellos les tenía sin cuidado la fe que les quedase dentro. No tenían ni interés en investigarlo. Las órdenes de palacio eran que en cuanto uno rozara con el pie ligeramente el fumie se le pusiera inmediatamente en libertad.» (p. 152).
«Pensadlo bien —gritaba otro guardia, de espaldas al sacerdote jesuita y vuelto hacia la celda donde una mujer japonesa cristiana acaba de morir tras días de tortura—. Así se acaba cuando se juega con la vida. Perdonad la machaconería: cuanto antes terminéis con esto, antes saldréis de aquí. Y repito lo de antes: no os decimos que piséis de todo corazón. El puro rito de poner un pie encima no tiene por qué destruir la fe.» (p. 154).
«Le repito lo que le dijo Sawano: no se empeñe en ser terco. Nosotros no le pedimos que apostate en su interior. Es sólo una formalidad, ¿sabe? ¿Es que no va a decir apostato ni siquiera como simple formalidad?» (p. 199).
Cf. SHÛSAKU ENDÔ, Silencio. La aventura de los jesuitas en el Japón del siglo XVII. Edhasa. Barcelona 1988.
En los cines que la he visto, estaba en una sala pequeña de apenas cincuenta butacas. Era el día del estreno. Me he preguntado qué tipo de personas irían a ver una película como esta. No es para el gran público. Scorsese ha querido hacer algo radicalmente personal y que vaya el que quiera. Ya no tiene nada que demostrar. Y ciertamente, hacer una película de tres horas en que se desarrolla un intenso debate teológico, filosófico e histórico entre el padre Rodrigues y el Inquisidor que expresa el choque entre el budismo japonés y el jesuitismo del santo Francisco Javier del que son representantes los dos padres que llegan a Japón (Rodrigues y Garupe) es francamente arriesgado, si no suicida. A mí me ha interesado siempre Japón y veo en este debate algo sustancial en la película. El jesuitismo intentó penetrar en Japón el los siglos XVI y XVII. Se contrastaban dos visiones muy distintas acerca de la idea de Dios y la relaciòn con el ser, así como sobre la piedad, la compasión… Los cristianos llegaban llenos de soberbia con la religion verdadera a pesar de que los países cristianos estaban en guerra permanente entre ellos por motivos religiosos fundamentalmente. ¿Debía Japón abrir el país a una religión siniestra, que pugna por el sacrificio y el sufrimiento? La persecución debió ser fortísima a lo que se ve, de modo que los padres pueden volver al origen del cristianismo cuando era perseguido y los cristianos eran puros prefiriendo la muerte antes que que renunciar a su fe. En los padres, especialmente en el padre Rodrigues, cuando es delatado, se abre este debate interior. De él depende que los campesinos cristianos sean martirizados o liberados. El inquisidor aspira a derrotar la fe del padre Rodrígues haciéndole ver que lo que le mueve es solo soberbia y que Cristo pisaría la imagen reilgiosa porque amaría a los hombres y no permitiría que sufrieran. Pero el padre Rodrígues siente el silencio de Dios y la angustia de Cristo en el huerto de Getsemaní. El debate con la imagen de Cristo es de lo mejor de la película.
Dicho esto y sin querer entrar en detalles, entiendo que es una película no comercial que responde a íntimos debates de Scorsese sobre la redención, que ha hecho una película dialógica, compleja y larga. Para mí, muy interesante porque veía los distintos niveles de la agonía del padre y su diálogo con el irónico inquisidor. El tema del cristiano delator, que vende al padre Rodrigues y que una y otra vez pide perdón y confesión, pone a prueba la fe de dicho padre porque el cristianismo es una religión de perdón. Hay un fuerte componente humorístico en este personaje.
Me he metido a fondo en el conflicto de la película y he disfrutado. Cine religioso y metafísico. ¿En una sociedad ajena a estas dimensiones esta película es oportuna? ¿Qué busca Scorsese a estas alturas? Había un niño de unos trece años entre el público y me he dicho por él ¡chapeau! Cine de libertad absoluta por parte de un gran creador que ya no busca el aplauso del público sino hacer lo que le da la real gana y el que quiera entender que entienda. En mi sala éramos cincuenta personas aproximadamente. La sesión ha empezado con el sonido de las palomitas pero poco a poco el ambiente se ha hecho denso. Para la pandilla de progres que abunda por doquier este cine debe ser incomprensible e infumable. El insulso de Boyero la desdeña, pero una secuencia de la película vale más que todas sus críticas bazofia.
Por otra parte me alegro de que le cortaran el acceso del cristianismo a Japón.
Lo peor de la peli. Imperdonable. La última imagen. Destruye todo el valor de la película resolviendo una duda que debía quedar en la mente del espectador y no ser resuelta por el director. Scorsese mete la gamba pero bien con la útlima imagen.