Rostros (Faces)
Sinopsis de la película
Richard Forst, un hombre de negocios de mediana edad y casado, tiene una aventura con una joven e inmediatamente le pide el divorcio a su mujer, a la que abandona para irse a vivir con su amante. Mientras tanto, su mujer conoce a un tipo en un bar y pasa la noche con él. A la mañana siguiente, Richard vuelve a su casa.
Detalles de la película
- Titulo Original: Faces
- Año: 1968
- Duración: 130
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Opinión de la crítica
Película
7.5
97 valoraciones en total
Cuarto largometraje de John Nicholas Cassavetes (1929-89) y segundo de su producción independiente. El guión es del propio realizador. Se rueda en L.A., en el interior de la vivienda familiar de Cassavetes y en escenarios exteriores. Nominado a 3 Oscar (guión, actor y actriz de reparto), gana la copa Volpi (mejor actor, John Marley) del Festival de Venecia. Producido por J. Cassavetes (no acreditado) y Maurice McEndree para Castle Hill, se proyecta por primera vez en público en septiembre de 1968 (Fest. Venecia).
La acción dramática tiene lugar a lo largo de 24 horas en L.A. (CA). Richard Forst (Marley), hombre de negocios de mediana edad, y su esposa Maria (Carlin), cansados del vacío de su vida de pareja, deciden buscar consuelo en brazos de otros. Richard persigue una aventura con Jeannie Rapp (Rowlands) y Maria con Chet (Cassel).
El film suma drama y análisis social y de costumbres. Explora la realidad de la clase media norteamericana de la segunda mitad de los años 60, sin valores y sin ideales, aburrida y volcada en el escapismo del alcohol y el nihilismo de la desesperanza. Su aproximación es sinceramente pesimista. A ello contribuye su particular visión de la realidad y su metodología de trabajo, pródiga en observaciones, pero exenta de análisis. Explica comportamientos, costumbres y prácticas, pero no investiga ni las causas personales ni las colectivas. Hace uso de un estilo reiterativo, basado en imágenes, sobre todo de primeros y primerísimos planos del rostro de los personajes, y en los diálogos. A través de imágenes y palabras pone de manifiesto estados de ánimo genéricos: aburrimiento, fatiga, soledad, desánimo. Muestra preferencia por las situaciones extremas: borracheras, obsesiones, arcadas, etc. Suma pretensiones documentalistas y ficción realista, que se ponen al servicio de un realismo desgarrado, trabajado casi obsesivamente, simulando por ejemplo la improvisación de diálogos y movimientos de los actores. Es notable la interpretación de los 4 actores principales (Marley, Rowlands, Carlin y Cassel).
Trata temas que anticipan los de su filmografía posterior, como la crisis general de valores, los problemas del matrimonio convencional, la búsqueda del hedonismo, el consumo de drogas, la proliferación del sexo adulto esporádico, la liberación sexual de la mujer, la importancia de los lazos familiares, la infidelidad conyugal, la liberación del sexo de antiguos prejuicios, etc. Son memorables las escenas de batallas de sexos, la conversación desinhibida sobre sexo oral, la huida de Chet, la reanimación de Maria, etc.
Una de las mejores películas de Cassavetes y de su especial manera de hacer cine y relacionarse con los actores mediante una cámara. Aunque mejor podría decir sus actores, ya que casi funcionaban como una compañía de teatro, deseosa de sacar adelante y con el máximo placer las intenciones de su amigo-querido director, pese a carecer, como en el caso de esta cinta de ningún respaldo económico.
Pocas veces una cámara se ha acercado tanto a los rostros de sus protagonistas reflejando tanta verdad. Siento a los actores vibrar y pasarlo bien en cada una de sus escenas, sean carcajadas o simplemente sonrisas, lagrimas, desatinos, desesperación, frustación, perdición o neurosis, catarsis… todo sincero, todo creíble. Improvisaciones espectaculares enmarcadas en un guión claro de acertadísimos y brillantes diálogos. Pocas veces se siente tanta magia ante tanta sencillez.
Cassavetes buscaba algo tan inasible como Marcel Proust en su monumental En busca del tiempo perdido: la persistencia del instante y de la memoria, la daliniana hora en la que los relojes se derriten, interrumpiendo las agujas su impersonal ronda. Mucho más aún: quería apropiarse del segundo exacto en que acontece el milagro, en que uno descubre que no hay más método ni asidero que el representarse a uno mismo. Como la infructuosa búsqueda de aquel rayo verde por parte de Rohmer y Almendros, de ese fenómeno con algo de sobrenatural del que sólo hemos oído hablar en los libros. ¿Será posible?
En Faces —inspirada en los tiburones de Hollywood que frustraron su aventura dentro del sistema—, Cassavetes podría haber volcado toda su ira, ridiculizando al extremo las existencias de los que ponen el dinero. Pero a medida que la trama avanzaba llegó a la conclusión de que, ¡qué caray!, todos los hombres tienen sus razones, incluso aquellos que habían acabado de un plumazo con su sueño de hacer arte en un entorno industrial. De esa humanidad reencontrada tras tres años montando la película en el garaje de su casa, de esa mirada tierna sobre quienes creen tenerlo todo, surge una de sus mejores películas, imprescindible tríada junto a Una mujer bajo la influencia (A Woman Under the Influence, 1974) y Corrientes de amor (Love Streams, 1984).
[Faces] fueron 215 páginas contra la clase media americana, una expresión de horror hacia la sociedad en general, centrada en un matrimonio. (…) En ella, los hombres usan lo que conocen –las técnicas empresariales— para verificar su nivel de aceptación social. Hacen el amor con un ojo vuelto hacia el respeto y el aplauso, que significarían para ellos que la vida es algo más que la oficina, que su enfermedad moral y aburrimiento pueden ser curadas… si una mujer los encuentra atractivos. John Cassavetes.
Faces es una película extraña, básicamente es una película de caras. Hay mucho histrionismo, mucha exageración, como en todas las películas de caras. Y también hay muchas risas, pero no, no es una película graciosa, ni mucho menos.
John Cassavetes nos cuenta una historia mil veces vista pero nos la cuenta a través de las caras de sus protagonistas: la cara de Gena Rowlands enamorándose despacito de un inmenso John Marley, la cara de éste pidiéndole el divorcio a Lynn Carlin, la cara de Carlin cuando Marley le pide el divorcio, la cara de Carlin seleccionando hombre para la venganza, la cara de Marley reencontrándose con Rowlands, la cara de Carlin desmayada… Mil caras para mil emociones.
Pero entre todas ellas, yo me quedaría con las caras de Marley y Carlin en la escena final de la escalera.
Rotunda y demoledora. No apta para burócratas del amor.
La mejor película de Cassavetes. Realmente muy buena pero veamos, no sería lo mismo sin la troup de actores que lo acompañan. Entre tantas risas y diálogos con doble sentido se va desgrano toda la podredumbre que llevan a cuestas cada protagonista con su respectiva pareja. Los engaños, infidelidades y desdichas que sostienen cada matrimonio y los deseos de cada uno de vivir de otro modo. Tal vez quien la vea hoy en día no le encuentre nada transgesor pero si nos situamos en la época que fué filmada, la exploración de relaciones humanas es tan profunda que habrá movilizado a mas de uno. La actuación de John Marley es impecable, sorprende lo cómodo que se lo ve en todas las escenas acaparando todo con su presencia. Y Gena Rowlands aporta una belleza espléndida, con unos primeros planos brutales que su hermosura y talento resisten sin problemas. Por momentos los desbordes de jolgorio se hacen un poco densos, pero Cassavettes sabe como retomar el hilo narrativo logrando que el interés sea constante. Para ver y entender cómo se sentaron las bases del cine americano independiente.