Tierra de Dios
Sinopsis de la película
Johnny Saxby es un joven granjero de Yorkshire que intenta evadirse de sus problemas con el alcohol y el sexo. Cuando llega al pueblo durante la primavera un inmigrante rumano para trabajar en la cría de ovejas, su visión de la vida cambiará de forma radical.
Detalles de la película
- Titulo Original: Gods Own Country
- Año: 2017
- Duración: 104
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Opinión de la crítica
Película
7
58 valoraciones en total
El paisaje del antiguo condado inglés de Yorkshire es estéril, escabroso y abrupto. El final del invierno hace que el paisaje de la norteña ciudad inglesa parezca aún más triste y sombría. Un lugar donde parece no hay cabida para los sentimientos. Una zona tan áspera, fría y repulsiva que sus habitantes la llaman Tierra de Dios. Este es el nombre que da título a la película con la que Francis Lee debuta como realizador. Esta ópera prima es un proyecto muy personal ya que el director es natal del condado de Yorkshire. De hecho, Lee reveló que la película había sido filmada en la granja de su infancia, en un terreno que su familia había poseído durante décadas.
Johnny Saxby (Josh O’Connor), de 24 años, es un hombre parco en palabras, hasta el punto que no le escuchamos hablar hasta bien entrada la primera mitad de la película, y para colmo lo vemos hacer con uno de sus animales de la granja. Obligado a hacerse cargo de la granja de su familia sin ayuda de nadie desde que su rudo padre (Ian Hart) enfermó. Johnny apenas puede soportar su desesperada situación en la vida, con un trabajo duro, un futuro incierto, una homosexualidad incompleta a medio realizar y una soledad infinita. Ese hogar inhóspito llamado Tierra de Dios parece ser un reflejo de su alma. Johnny, incapaz de lidiar con el aislamiento y las dificultades de la granja, seguramente preferiría huir, marcharse muy lejos, como lo hizo en su día su madre a algún lugar del sur, dejando la granja y la familia.
Johnny está enojado con su entorno, con su vida, consigo mismo, es muy probable que hubiera votado el Brexit. El joven encuentra distracción solo en los bares, donde regularmente se emborracha y tiene sexo rápido y anónimo. Cuando llega a la granja Gheorghe (Alec Secareanu), un trabajador rumano para ayudar a preparar a las ovejas durante la temporada de apareamiento, solo significa que Johnny ha encontrado otra víctima para atacar y despreciar, lo llama gitano. Pero cuanto más tiempo pasan juntos, más fuertes son los sentimientos entre ellos, hasta el punto que Johnny se ve obligado a preguntarse a si mismo que es lo que quiere exactamente para su vida.
Este amor surgido entre ambos jóvenes es magníficamente escenificado, de forma muy erótica y sensual, por Francis Lee. Ante todo se trata de una lucha, una amarga lucha en todos los aspectos. Gheorghe logra acceder al monstruo y perdedor Johnny. La agresión se convierte en pasión, al tiempo que se convierte en ternura. Algunas bellas escenas nos recuerdan a clásicos de Michael Powell, debido a la magnífica representación casi mágica de la naturaleza como si de un cuento de hadas se tratara, en donde Francis Lee consigue con gran precisión que el amor, el paisaje y la luz se fundan en una sola unidad.
Esta relación inesperada entre ambos jóvenes se desarrolla de la manera más natural, mostrada no solo a través de su intimidad compartida, sino también por medio de poderosas y bellas imágenes de un accidentado terreno que los rodea en todo momento. De esta forma, el director británico consigue un memorable estudio y exploración no solo de la sexualidad, sino también de la masculinidad, de la diversidad cultural, las responsabilidades y la familia, utilizando su entorno geográfico con la misma eficacia que Cumbres Borrascosas (2011) de Andrea Arnold o Kes (1969) de Ken Loach, ambas ubicadas en los desolados páramos de Yorkshire.
Además, Tierra de Dios parece seguir los pasos de la reciente producción británica The Levelling (Hope Dickson Leach), donde también se ofrece una peculiar visión cinematográfica de la vida en una granja en funcionamiento en medio de una crisis familiar.
Francis Lee presenta espléndidas perspectivas de paisajes, escenificando la naturaleza y la corporeidad masculina, tanto de los cuerpos bien formados de los jóvenes como del cuerpo deteriorado por exceso de trabajo del padre de Johnny. En la fuerza poderosa de este paisaje, en la crueldad de la naturaleza y en las personas de mente estrecha, el director intenta descubrir una belleza secreta y una poesía oculta. En Tierra de Dios, observamos innumerables primeros planos de manos, manos realizando su trabajo, tocando animales, e incluso buscando y acariciando otras manos, como parte de un lenguaje cargado de simbolismos que sugiere y anhela compañia, proximidad o el descubrimiento de un nuevo hogar, una nueva patria.
La comparación con Brokeback Mountain de Ang lee (2006) es inevitable y en cierto modo tienen muchas similitudes, pero Tierra de Dios va mucho más allá, es más profunda y eso lo que la hace especial, diferente y única. A diferencia de la película de Ang Lee, no es la homofobia del entorno rural lo que se interpone en el camino de la felicidad de los dos jóvenes. De hecho notamos como la abuela de Johnny tolera la relación entre ellos porque se siente conmovida del cambio positivo de su nieto, e incluso en el pueblo saben de su condición sexual. La xenofobia al extranjero, la hostilidad a la entrada de inmigrantes en busca de trabajo es el elemento conflictivo en Tierra de Dios y, uno de los pilares sobre los que se apoyó el Brexit en el Reino Unido.
Tanto Josh O’Connor como Alec Secareanu realizan unas magníficas actuaciones, casi impecables, pero destaco especialmente la de Josh como Johnny. Es asombroso ver como ejecuta de forma maravillosa esa lenta transformación de su personaje, que pasa de un tipo macho alfa a una persona sensible y afectuosa. La interpretación contenida y matizada de Josh O’Connor a lo largo del metraje es absolutamente brillante. Se nos presenta como un individuo dolido, solitario y enojado, pero a medida que avanza la película, comprendemos, sentimos y justificamos su comportamiento, y deseamos que sea feliz, y para ello, solo hay una persona que puede conseguirlo………..
Alec Secareanu como Gheorghe es la otra pieza……………..
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https://cinemagavia.es/pelicula-critica-tierra-de-dios/
Vengo del cine con el corazón arrobado.
No esperaba que esta peli me gustase tanto.
A mí el llamado cine social inglés es una cosa que me aburre un poco… pero es el marco perfecto para contarnos la historia de estos dos personajes que, después de estar perdidos y solos en el mundo, se encuentran y tratan de encajarse entre sí.
Esta es la historia de un joven del medio rural inglés (y de su desprecio por la vida y por sí mismo) que sólo puede contarse mediante la crudeza. Y de como su mundo cambia, a su pesar, debido a que las circunstancias familiares llevan a que tengan que contratar a un joven rumano para echar una mano en su granja.
Esos dos mundos colisionaran con una violencia que será el detonante del inicio de la salvación de ambos.
Es imposible no pensar en Brokeback Mountain, por supuesto. Pero que esta historia no sea nueva no significa que no aporte nuevas perspectivas dadas las identidades y los bagajes de sus protagonistas.
Una de las sorpresas del presente año en el ámbito del cine off ha sido Tierra de Dios, el debut en el largometraje de Francis Lee. Su carrera a través de diversos festivales ha culminado, en principio, con once nominaciones para los premios independientes del cine británico, ensalzando la figura de su alma mater , Francis Lee, que ha sido propuesto como mejor director, nuevo director y guionista. El riesgo, en principio, ha tenido su recompensa. Pero no por ello lo van a convertir en un film claramente comercial, porque Tierra de Dios es un ejemplo de lo que es un cine austero, comedido y sentido, no creado para el gran público.
Se trata de una visión, personal y con pleno conocimiento de lo que se cuenta sobre la campiña inglesa, una visión que no se ha dado mucho en el cine británico, que en algunos momentos roza el cine documental, con los diálogos justos y necesarios, exenta de estéticas agradables y manidas y con pocos personajes en un entorno agreste y frío. Más que una crítica social es un viaje interior de unos personajes alejados de la civilización, para bien y para mal con todo lo que este aislamiento conlleva, en la que el drama es latente en varios sentidos, pero que en ningún momento se dramatiza gratuitamente.
También, uno de los puntos originales que posee, es la historia de Johnny Saxby, sobre todo cuando se cruza por casualidad con el rumano Gheorghe, en la que la naturalidad y la cotidianidad imperan ante el melodrama, siendo creíble en todo momento. Porque esa es una de las virtudes de este largometraje, quizás la mayor, su veracidad. Sirva de ejemplo las escenas en la que sus personajes desempeñan las labores ganaderas. Se lo han trabajado con gran profesionalidad que consiguen parecer auténticos granjeros.
Los actores están absolutamente maravillosos: Josh O´Connor en el difícil y desagradecido rol de Johnny está estupendo, así como Gheorghe, que lo lleva a cabo el atractivo Alec Secareanu. Ambos son los pilares fundamenteles de Tierra de Dios, sin olvidar a los actores de reparto Ian Hart, también nominado como sus protagonistas, y Gemma Jones, la cual no ha sido nominada para estos premios, siendo una gran injusticia. Esto no le va a suponer ningún contratiempo a esta veterana actriz, pero ese olvido clama al cielo, ya que su Deidre Saxby es una composición absolutamente memorable y merecía su reconocimiento.
La parte técnica da el empaque necesario a las intenciones de su director, con su buen montaje o sonido, escueta utilización de su música o una fotografía notable de Joshua James Richards que no adorna más de la cuenta el impresionante paraje, necesario e integrado en la historia que se nos cuenta.
Con todo lo dicho, conviene aclarar que es un film, repetimos, minoritario, que no guarda relación, a pesar de que argumentalmente pueda parecerlo, con, como por ejemplo Brokeback Mountain, ni por su ejecución, como pudiera ser Padre Padrone de los Taviani. Aunque, en nuestra opinión, sea algo inferior a las mencionadas, se encuentra entre esas dos aguas. Se trata de un buen film que los cinéfilos deben ver, arriesgado, que expone temas, algunos cruentos, como la muerte o la supervivencia, pero que en ningún momento se regodea en ellos. Puede que esa falta de ahondamiento juegue en su contra, pero lo que le honra es su cohesión interna y su coherencia, algo que cada vez nos cuesta más encontrar en el cine actual. Y con algunas escenas sobrecogedores que quedarán en nuestra memoria, como la confección del abriguito a la ovejita recién nacida.
Existen emociones que son tan intensas como el rechazo y la vulnerabilidad que provocan.
Excelente trabajo tanto de su director, como los actores. Las actuaciones contenidas, las que se muestran a través de miradas y gestos, no necesitan más para resultar elocuentes. Una historia dura, de aceptación, de miedos, de dudas… de búsquedas y tropiezos. Con en lenguaje visual y narrativo sencillo, te inunda de emociones. Muy superior a Brokeback Mountain, de la que pudiera haber bebido.
Una narración tan cautivadora, que se hace corta. Totalmente recomendable.
Un 7
Quizás nosotros – los instruidos, prepotentes y atolondrados urbanitas – estemos habituados a llamar a cada cosa por su nombre, a estar advertidos y de vuelta de todo, a pensar que la vida es sencilla y que todos tenemos la posibilidad (¡y el derecho!) de elegir nuestro futuro. Quizás no nos demos cuenta que hay tantos impedimentos y condicionantes en la existencia de cada cual que casi nunca es ni natural ni frecuente que tengamos la autonomía de tomar cualquier camino que se nos antoje. Nos debemos a nuestros familiares, a nuestros vínculos afectivos, a nuestra estirpe, a nuestro terruño, a nuestros semejantes e, incluso, a nuestros prejuicios. Las ataduras que impiden escoger lo que nos venga en gana son más feroces y rocosas de lo que sospecharse o enumerarse puedan.
Los hilos invisibles que nos atan y amordazan semejan grilletes indestructibles y tenaces que nos asfixian sin matarnos, que nos oprimen sin percibirlo, que nos paralizan sin sospecharlo, que nos recluyen entre barrotes invisibles y cancerberos insospechados. Salir del cautiverio que nos aprisiona no requiere que cambiemos de lugar o mudemos nuestra naturaleza o nos exiliemos de nuestro entorno y allegados. Sólo nos exige tomar conciencia de lo que somos, tener claro qué es lo que queremos, identificar nuestros sentimientos y respetar nuestros afectos. Pero todo esto se convierte en una quimera cuando nadie nos ha enseñado a cómo vivir, ni adónde mirar, ni con quién sincerarnos ni en quién confiar. Damos palos de ciego, nos destruimos a fuerza de sentirnos inadecuados, diferentes, desechados, ajenos a lo que de verdad nos preocupa: pero somos incapaces de reconocerlo. La libertad no es un lugar recóndito, allende de nosotros mismos, sino una vivencia profunda e íntima que debemos desentrañar paso a paso y con tiento, tanto más fértil si es en compañía de un ser querido que nos enseña a desbrozar el secreto sendero.
Esta ópera prima de Francis Lee nos muestra con delicados trazos – que, sin embargo, rehúyen la mojigatería y el disimulo trasnochado – el doloroso aprendizaje de un joven granjero británico que deambula entre la dipsomanía y el sexo canalla, embrutecido, carente de toda empatía, incapaz de percatarse de sus verdaderas necesidades, esclavizado por su montaraz, chulesco y cruel comportamiento. Gracias a la atención, paciencia y cuidado de un jornalero rumano aprenderá lo que es la ternura, lo que significa el compromiso, lo que representa en nuestras vidas el amor y el ser capaces de mostrar nuestro cariño por las personas que nos importan: una perseverante y profunda revelación que le cambiará todo su ser.
En definitiva, una aquilatada joya que habla de grandes temas sin levantar la voz ni eludir la compasión. Conmovedora.