No molestar
Sinopsis de la película
A Michel, un entusiasta del jazz, le basta encontrar un album raro para ponerse a escucharlo tranquilamente sentado en su salón. Pero el mundo entero parece tener otros planes para él: su esposa quiere hablarle, su hijo aparece de improviso, su vecino llama a la puerta, incluso su amante requiere su atención. Manipulador y mentiroso, Michel está desesperado por obtener algo de paz, pero hará falta mucha energía para que esa dulce mañana no se transforme en una verdadera pesadilla.
Detalles de la película
- Titulo Original: Une heure de tranquillité
- Año: 2014
- Duración: 79
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Opinión de la crítica
Película
5.2
25 valoraciones en total
Agradable, ligera y divertida comedia francesa. Hay que ver estos franceses con que poquito construyen sus comedias. La idea, simple de por si, no daría para un gang o un monólogo, pero en manos francesas se convierte en una película de hora y cuarto, muy bien hilada y con algunos gangs desternillantes.
Otro punto a favor de la comedia francesa, es que al contrario de la española o americana, rehuye del clásico chiste con contenido sexual o de los actores guapos, pero escasos de talento.
Magnífico el actor protagonista, Christian Clavier interpretando a ese egocéntrico melómano al que no le importa que se derrumbe su matrimonio o unos chapuzas destrocen su casa, todo por poder escuchar un disco de jazz que recuerda con cariño de su juventud.
Lo peor: la trama de los filipinos, que no sé a cuento de qué salen, y la actuación del hijo, poco creíble y que no trasmite.
La comedia francesa ha legado a la historia de cine el genio de Jacques Tati y la bufonada de Louis de Funès. La comedia No molestar, de Patrice Leconte se sitúa justo en el medio de estas dos polaridades.
No molestar se fundamenta en un argumento situacional que parte de la simple premisa de un hombre que busca una hora de tranquilidad (literalmente el título original es Une heure de tranquillité)una mañana sabatina para escuchar un disco de jazz que hacía tiempo anhelaba prestarle toda su atención (Me, Myself and I, de Niel Youart para más señas), pero el mundo entero parece que se ha obstinado en que no consiga su propósito. En apenas 79 minutos veremos desfilar por un escenario, casi único (el edificio donde vive nuestro protagonista) a su esposa (en plena crisis emocional), a su amante (con problemas de conciencia), a un albañil polaco indocumentado, a una chacha española con sinusitis (encarnada por la simpar Rosy de Palma), a su hijo perroflauta, a un vecino cotilla y hasta un numerosa familia de filipinos.
Cada vez que intenta poner la aguja del gramófono en su vinilo algo le impide disfrutarlo: el timbre de la puerta, el dichoso móvil, un molesto ruido inesperado, una improvisada fiesta vecinal… No molestar, basada en una obra teatral de Florian Zeller, es una comedia elegante, refinada, impregnada de una banda sonora ditirámbica, que sin ser una comedia del otro jueves, supera con creces la mediocridad de la reciente Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho? (2014), aunque sin superar a divertidos títulos de los últimos años del cine francés como La cena de los idiotas (1998), Después de usted (2003) o Tímidos anónimos (2010).
Es curioso el viraje en la filmografía de Patrice Leconte en los últimos tiempos. Con una dilatada trayectoria a sus espaldas que abarca 28 largometrajes, entre los que se encuentran títulos estimables como El marido de la peluquera (1990), El perfume de Ivonne (1994), La viuda de Saint-Pierre (2000) o El hombre del tren (2002). Consagrado en el drama, en 2006 dirige Mi mejor amigo, una comedia protagonizada por el inefable Danny Boon, en la que se mofaba de un esnob. Después vendría Guerra de misses (2008), que se adentraba en los concursos de belleza con sentido del humor.
El tema de esta simpática comedia que es No molestar no es otro que la imposibilidad del silencio en la sociedad contemporánea. Recientemente entrevisté al pintor Cristino de Vera y una frase suya se quedó grabada en mi cerebro: El silencio absoluto es el paraíso. Sabias palabras. Desafortunadamente, ese paraíso es cada vez más difícil de conseguir, aunque solo sea una hora al día, por culpa de la ubicua tecnología, que ha modificado la manera de comunicarnos. Kristine Billmayer, decana de Educación Continuada de la Universidad de Columbia, arroja luz sobre esta problemática social: Estamos abrumados de comunicación, pero tenemos elección. Podemos apagar los móviles, apagar el ordenador o la televisión. Hay que recuperar la voluntad de hacer las cosas cuando uno quiere hacerlas.
No Molestar tenía, a priori, los ingredientes necesarios para entusiasmarme: Vinilos + cine francés (las comedias francesas suelen hacerme más gracia que las americanas.)
Sin embargo, como película es muy floja, y si le pongo un 5 es por esos momentos en los que los freaks del vinilo nos vemos reflejados en el protagonista, aunque, por desgracia, no abundan este tipo de escenas. Si yo no fuera coleccionista de discos (además lo soy de música negra) la nota de esta película seguramente sería un 3 o así. Personajes típicos, situaciones mil veces vistas, humor fácil…
Para los de mi especie, la película tiene un gran comienzo en el mercadillo, después va decayendo y se olvida de los guiños musicales para centrarse en dramas familiares y amorosos típicos. Hacia los 20 minutos finales vuelve a recobrar algo del encanto musical pero, para entonces, ya es tarde para curar el aburrimiento.
Si no te gusta la música, mejor que te pongas otra comedia más entretenida. O quizás la aprecies más así, ya que para un melómano, leer ese argumento te hace poner unas expectativas más altas.
P.D: Rossy de Palma borda el papel.
Esta película trata de un problema de ricos, al fin y al cabo, pero no me refiero al de la falta de tiempo, sino al de que la gente te moleste tanto. O al menos eso pienso yo:
Si uno no es rico, lo más probable es que no se pueda permitir tener como asalariada a una señora de la limpieza, por ejemplo. Una molestia menos. Seguramente, tampoco existiría la figura del mejor amigo gorrón, o sí existiría, pero difícilmente te estaría pidiendo dinero cada día, pues ambos os encontraríais en las mismas. En cuanto a los hijos, lo cierto es que tú los has traído al mundo y tú sabrás si piden o no demasiado de ti, a cambio, pero sin dinero, seguramente un hijo se hubiese tenido que buscar algún oficio con beneficio y no te daría tanto por saco, en este sentido. No se puede negar, tampoco, que salvo por herencia, un pobre tampoco tendrá esa cantidad de vinilos —al precio al que están actualmente— ni un espacio tan amplio donde alojarlos, pero eso no es óbice tampoco para tener derecho a disfrutar de un poco de tiempo para uno mismo, y no me refiero al onanismo, obviamente. En cuanto a lo de los vecinos, eso es así, no hay más remedio, es como con los cuñados, (casi) todo el mundo tiene uno, o más, si uno es pesado, toca aguantarse…
Pero en cuanto al amor, en fin, esto es ficción, claro, todo es posible, incluso el amor. Que un hombre como este, al que no conocemos en circunstancias distintas a estas y que por tanto igual no tendríamos derecho a juzgar en demasía (pero que se fastidie), tenga dos relaciones sentimentales —pelín pesadas ambas— que no le dan ni una hora de tranquilidad, ni tan sólo quince minutos, pues seguramente sea, también, por dinero.
En cualquier caso, comprendo perfectamente al protagonista de No molestar. El mundo está lleno de injusticias, pero la música no es una de ellas. Cómo no entenderle, si es, también, junto con el cine, uno de mis vicios confesables. La comedia, en cambio, no está muy bien vista, a pesar de su éxito de público. Nos gusta reír, pero cada uno se ríe por cosas muy diferentes y es difícil acertar o ir un poco más allá. No molestar entretiene más que hacer gracia, dura poco y no va mucho más allá, pero te ríes, como mínimo, dos pares de veces, las que sale Rossy de Palma (si no te cae mal). Es lo que tiene jugar con el idioma, que el propio hace más gracia si se encuentra entre extranjeros (por lo que es recomendable verla en versión original). Pero vamos, que la película no defrauda y está bien si se pretende pasar un rato agradable en el cine.
Porque ver a un burgués acomodado pasarlo mal en la ficción es divertido, tanto como lo sería ver a tu jefe, eso ya lo sabía Francis Veber cuando ideó La cena de los idiotas. Uno se siente un poco mal por el devenir de los acontecimientos, para el adinerado, pero es gracioso, en todo caso, como si, en realidad, la culpa fuese suya, de su egoísmo. Y es que No molestar huele bastante a La cena de los idiotas, a homenaje, aunque aquí el lumbago sirva para resarcirse con la vida, como si de un ‹esprit de l’escalier› se tratara, siempre más tarde que pronto, bajando la escalera porque el ascensor no funciona, pero encontrando, por fin, la respuesta a la soledad que estabas buscando.
Una de las tácicas para construir una comedia consiste en plantear un objetivo importante para el protagonista y, acto seguido, desglosar una serie de obstáculos, cada vez mayores, que eviten que lo alcance. Michel, el protagonista de No molestar (2014), se dispone a escuchar un disco que lleva años tratando de localizar, y todo a su alrededor se desmoronará poco a poco para impedírselo. La propuesta es sencilla. Encontrar el tono adecuado no lo es tanto. Una película basada en sacar de quicio al protagonista tiene que cuidarse las espaldas de no acabar desesperando al público, que es lo que acaba ocurriendo. Las situaciones, más que cómicas, resultan irritantes. Quizás el problema esté en la imposibilidad de empatizar con un pequeñoburgués egoísta e hipócrita.
Ésta, y otras críticas, en http://blogquenuncaestuvoalli.blogspot.com.es/