Aro Tolbukhin: en la mente del asesino
Sinopsis de la película
Película de ficción en clave documental que retrata los terribles sucesos acontecidos en 1982 en Guatemala. Ese año el húngaro Aro Tolbukhin fue detenido por quemar vivas a siete personas en la enfermería de la Misión del Divino Redentor. En el penal de Kachao, Tolbukhin confiesa haber cometido numerosos asesinatos. Allí es entrevistado por los documentalisas franceses Lise August e Yves Keetman. A partir de ese material, los directores Villaronga, Zimmerman y Racine intentan analizar la personalidad de Tolbukhin para entender su brutal comportamiento
Detalles de la película
- Titulo Original: Aro Tolbukhin: en la mente del asesino
- Año: 2002
- Duración: 95
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Opinión de la crítica
6
54 valoraciones en total
Agustí Villaronga es uno de los directores más personales del más que homogéneo, panorama estatal. Es un director que bucea en la psique humana, examina con espíritu de entomólogo los comportamientos más irracionales del carácter enfermo del ser humano, encuentra la lógica y los porqués de perturbaciones y conductas catalogadas como desviadas. Tal vez derivada de su profesión y estudios de médico, se comprende ese ansia por navegar por estos oscuros caminos con el cine como elemento expresivo.
Aro Tolbukin es una hermana de proyectos anteriores como El Mar o Tras el cristal. Sus personajes erróneos e irracionales en su proceder, no son castigados ni sentenciados.
Aro…es un fake. Un falso documental, un género creado por el maestro Welles y que ha criado obras de desigual interés.
Para dotarle al fake de verosimilitud Villaronga se vale de actores no profesionales y de un tratamiento de la imagen realista: uso del super 8, video, etc. El resultado es un admirable engaño, si se le puede llamar así.
Aro fue un asesino en serie que en Guatemala quemó y mató a 8 mujeres y que terminó ajusticiado y condenado a muerte. Un grupo de documentalistas franceses reconstruyen su historia a través de entrevistas. Villaronga mezcla: las supuestas imágenes de archivo con una dramatización de los hechos.
Al ser un proyecto tan sumamente experimental con los formatos y la estructura, tiene algúna fallo y desequilibrio dramático. Pero su valentía, experimentación, vanguardia y riesgo compensan el valor de este filme como ejemplo de ejercicio de estilo no carente de reflexión.
Agusti Villaronga vuelve a demostrar que es uno de los más personales y arriesgados directores de hoy en día. Eso no quiere decir que todas sus películas sean buenas, pero por lo menos ofrece un cine diferente.
En este caso realiza un documental sobre un asesino, Aro Tolbukhin, que asesinó con crueldad a 7 mujeres en Guatemala. Lo peculiar del asunto es que este documental es pura ficción, nada de lo que en se cuenta ocurrió jamás.
Los directores utilizan todas las técnicas y formatos que ultimamente se están viendo en este género, y lo hacen con habilidad y fuerza visual. Crean una atmósfera oscura y agobiante pese a que las luz del sol brilla durante buena parte de la película.
Se adentran en la mente del asesino, pero desgraciadamente no lo suficiente para que entendamos sus motivaciones. Hay una adolescencia traumática, pero poco sabemos de todo lo que paso después, hasta llegar a Guatemala.
Puestos a hacer un documental de ficción podían haberse dejado llevar por caminos menos transitados dentro del género.
En cualquier caso, no deja de ser una experiencia atractiva e interesante.
Un proyecto liderado por Villaronga que cuenta la vida del húngaro Aro Tolbukin, el cual asesinó en Guatemala a siete personas y fuese condenado a muerte, tras confesar abiertamente esos crímenes y más.
Combinando distintos formatos (el documental puro en súper 8 y con realización cinematográfica, la propia ficción interpretada) se logra una película magnífica, que partiendo de una idea algo descabellada logra que toda la mentira que cuenta estalle en cine vivo, auténtico e inhóspito, embarcando a los ojos del espectador a creerse como puro real lo que no deja de ser ficción plena. Un logro indiscutible y un largometraje interesantísimo y completo, de lo más arriesgado del cine español actual y lo mejor de Villaronga, quien acompañado por Zimmermann y Racine, logra por fin una obra realmente sólida.
Llevaba tiempo con ganas de ver esta película y no me ha decepcionado para nada.
El montaje con imágenes que parecen reales y la dramatización de las partes de la historia contadas me ha parecido bueno, además de que te deja ciertamente intrigado cuando – parece ser – Aro no dice la verdad acerca de su identidad.
Una infancia falta de cariño, un amor fraternal mal entendido, un lamentable suceso en una fiesta ponen a Aro en la senda del mal, entendiendo que nunca tendrá lo que quiere y todo lo que quiere está rodeado de dolor y fuego.
Muy recomendable el proyecto.
Tienes frente a ti a un asesino que ha quemado vivas a siete pobre desgraciados, siete infelices a quien sólo podía robarle penurias. El asesino afirma haber ejecutado a otras cinco mujeres, quemándolas también con idéntica frialdad. Por si estuviéramos adormecidos por crímenes similares, el criminal se acusa de acabar con diecisiete mujeres más y, como si supiera que nuestra sed de sangre es aún mayor, enriquece su confesión declarando que todas sus víctimas estaban embarazadas. No, no lo hizo con un rifle de precisión, ni en Washington. Eso es otra historia, desgraciadamente real, desgraciadamente impactante, desgraciadamente olvidada. Ahora sólo hablamos sobre una película…
Aro Tolbukhin – En la mente del asesino supone un experimento fascinante, un collage de técnicas narrativas (reconstrucción de sucesos, entrevistas, evocaciones al pasado e incluso alucinaciones), de filmación (diferentes formatos, exteriores, directores) y de ritmos, pero sobretodo, de atrevidos forcejeos mentales con el despistado público. De hecho, se me antoja que un título más adecuado habría sido: en la mente del espectador, pues los autores parecen experimentar todo tipo de estratagemas para hacernos navegar entre múltiples planteamientos, frente a la figura de ese tal Tolbukhin ¿lo compadecemos, especialmente cuando se registra algún enternecedor episodio de su infancia o su convivencia con las generosas monjas que lo cuidaron? ¿lo aborreceremos, cuando muestra su terrible daño asesino y posterior indiferencia? ¿llegaremos a identificarnos con él o se nos mantendrá siempre distante?
En ningún momento los autores niegan la inventiva tras la historia pero, sin embargo, la retahíla de situaciones se nos acerca de una manera tan natural, tan previsible aunque inesperada, que tal ficción parece constituir un simple ejemplo de la amarga realidad. Se nos reconoce la mentira narrada como se nos restriega, con no menos fuerza, que la historia bebe de situaciones, quizás más crudas, que podemos encontrarnos en cualquier momento en Guatemala, donde se rodó parte de la historia. Y ahí radica la mayor fuerza de la historia, que con desarrollos como éste no tienen cabida preguntas dónde aún nos extraña el polvorín latinoamericano, o las violentas reacciones ante situaciones límite.
Volvamos a imaginarnos que estamos frente a él? ¿Qué le preguntaríamos? ¿si no le importa que le partamos el cráneo? Oh, vamos, un esfuerzo más… ¿que si se reconoce en nosotros? ¿que si nos reconoce en él? ¿que si…? ¿o le pediríamos que nos diera lumbre? ¿Realmente nos interesa lo que pueda decir semejante engendro de la sociedad, que tan claramente percibimos como dañino? ¿o acaso tememos parecernos a él? Si no fuera así, si buscamos otros modelos, ¿por qué casi nos resulta insulso conocer el motor que empuja a las misioneras que le acogieron, excepto si ocultaran algún sucio secreto? ¿Acaso vamos tras alguna coartada que excuse nuestra maldad humana?