Pluma blanca
Sinopsis de la película
La Caballería de los Estados Unidos lleva a cabo una misión de paz entre los cheyennes en el territorio de Wyoming. Cuando uno de los oficiales se enamora de la hija del jefe de la tribu, la misión se verá amenazada.
Detalles de la película
- Titulo Original: White Feather
- Año: 1955
- Duración: 102
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Opinión de la crítica
Película
5.5
49 valoraciones en total
Western del año 55, protagonizado por Robert Wagner, el cual encarna el papel del joven topógrafo Josh Tanner, en la etapa más joven y brillante de su carrera cinematográfica.
Y es que la cámara lo quería, la belleza indiscutible de Wagner, junto a su magnética presencia presagiaba un romance asegurado, aquí de la mano de Debra Paget, quien encarna a Amanecer, la joven cheyenne hermana de Cachorro y prometida de Caballo Americano, el hijo del jefe Mano Rota el primero y su amigo el segundo, ambos tras tramar una gran amistad con Tanner.
Se convierte así Tanner en un espectador casi medio, chupando cámara los casi noventa minutos, no participando en nada peligroso, pero al menos en algo sí emocional.
Y es que la grandeza de Pluma Blanca reside no en Wagner o en los contoneos de Debra Paget o Virginia Leith, sino en la pureza con que filman a los indios, sus caminos personales, y su vida diaria, en una palabra, su figura.
Con cientos de extras, el vestuario de esta película y la recreación histórica ha sido realmente una obra de arte nada fácil de conseguir.
Jeoffrey Hunter, quien interpreta al joven guerrero Cachorro será realmente el alma de esta cinta, junto a Hugh O´Brian quien es Caballo Americano, ya que ambos representan el espíritu rebelde de los indios, su reticencia, miedo, dolor y vergüenza a firmar tratados que temen que los blancos violarán, y sobre todo, la terrible aceptación del Éxodo al que Mano Rota se ve abocado por parte del gobierno.
Será en esta rebeldía, tomada según los ojos del espectador como un gran momento de pataleta infantil o como la decisión final de dos guerreros vencidos por las circunstancias finales en el último acto lo que sea el cénit de esta película.
Ellos son los verdaderos protagonistas.
Es una película en la que Robert Wagner brilla mucho, pero donde el mayor mérito lo tienen Hunter y O´Brian, ya que es una película escrita para los indios realmente, donde al fin se les escucha, y se les intenta entender a través de las distintas reacciones, al menos eso es lo que el guionista ha tratado de plasmar.
La interacción de Tanner con Cachorro y Caballo Americano han sido momentos memorables, así como ese mecer de ángeles que Wagner poseía a esa edad, su presencia siempre optimista, luminosa, absolutamente blanca y deslumbrante, como la luz de la luna, que hacía que todos lo amasen, entre ellos esas dos diferentes mujeres.
Todos buscan a Josh Tanner, los indios, los soldados, sus mujeres…es algo que solo la cámara lo sabe y que comenzó en su juventud para seguir a toda su carrera y que siempre tuvo Wagner.
Escenas épicas en esta película e inesperadas, la presencia de los extras indios y los movimientos y la colocación de la cámara colina arriba son remarcables.
Oiga, esto es el despelote. Avispados productores querían aprovecharse del éxito de Lanza rota el año anterior y volvieron a mezclar al bueno de Robert Wagner con apaches y hermosas mujeres en un nuevo western más bien digno de los Hermanos Marx. Así pues, nos enfrentamos a un disparate tras otro, lo cual, tampoco viene mal en estos tiempos de dura crisis pues lo que vemos en la cinta de Robert Webb nos lleva del estupor a la carcajada. El estupor nos lo causa un horrible uso del color, la falta de ritmo y de acción, el dislate argumental, etc. Pero, no me diga usted, mi querido espectador, que el fuerte de piedra (tipo medieval), el rastro que hay montado delante del mismo o el plano general desde el fuerte en que se ve el rastro, el río y dos tiendas apaches, no son para troncharse. Aunque si usted no es de risa fácil quizás podría explicarme por qué Rober Wagner cabalga toda la película con la mano derecha sujetando las riendas y la izquierda dejándola caer tontamente como si fuera Elvis. ¿O es que era realmente Pluma blanca?
En la línea del filme Flecha rota (USA 1950) que fue la detonante de una serie de películas donde se caía en la cuenta de que los indios del Oeste estadounidense eran seres humanos, con los mismos sentimientos, deseos y patriotismo o interés por defender lo suyo, como cualquier otro pueblo del mundo. Es más, al fin los guionistas y realizadores norteamericanos del género western se percataron que los indios también tenían la boca por debajo de la nariz como los rostros pálidos invasores del Este.
En verdad este es un filme menos bueno que Flecha rota , pero en la misma línea. Aquí también está el típico vaquero explorador blanco que se hace amigo de los indios, que se enamora de una bellísima joven apache y que se inculturiza con esta gente subvalorada, cuando no asesinadas y tratadas como animales recluidos en pequeños territorios, también echados o trasladados a otros lugares distantes y mucho peores (ellos que eran los legítimos propietarios y dueños de la mayor parte de la tierra de los EE.UU. de América).
Se ve bien.
En la historia de los Estados Unidos de Norteamérica, siempre me ha resultado bastante irónico cuando se hablaba de, Tratados de Paz con la culturas nativas, pues, ¿qué clase de paz podía haber para los indios, cuando el resultado para ellos era sentir que perdieron gran parte o la totalidad de su territorio y que, en este caso, eran llevados a tierras poco fértiles donde vivían arrinconados, sobreviviendo, en gran parte, con las irregulares dádivas del gobierno? ¿Qué paz podían tener cuando se sentían discriminados, su cultura vulnerada, las promesas incumplidas y su invaluable labor de protectores de los ecosistemas reducida a la mínima expresión?… ¿Y qué paz puede dar el Universo a los verdugos, cuando sus nuevas riquezas las obtuvieron mediante el exterminio, el sometimiento y el despojo?
Los Cheyennes (Gente que habla otra lengua), habitaron diversos territorios de los EE.UU. y vivían de la caza del bisonte y la agricultura, pero, se hicieron famosos por la cría de caballos, ya que lograban obtener magníficos ejemplares. En sus tiempos difíciles, también hay que admitir que se dedicaron al pillaje con sus vecinos nativos… y fueron guerreros que enfrentaron con alguna fortuna, pero casi siempre en desventaja, al ejército de los Estados Unidos. Son recordadas: La Batalla de Sand Creek (1864), en la que los cheyennes fueron bombardeados y atacados con cañones, hasta conseguir arrasar, quemar y asesinar a gran parte de su pueblo. La batalla de Washita (1868), cuando el general, George A. Custer y 500 soldados, aniquilaron por completo una aldea de los cheyenes y sacrificaron a casi un millar de caballos.… y entre otras, la llamada Batalla de Dull Knife, realizada como retaliación por la gran derrota que los cheyennes (junto a los Lakota y los Arapaho) le causaron a Custer, en la gran Batalla de Little Bighorn en junio de 1876.
Lo que se derivara de la Batalla de Dull Knife, es lo que vamos a ver en la trama que escribieran Delmer Daves y Leo Towsend, basados en una corta historia real contada por el periodista, historiador y novelista inglés, John Prebble, con el título: My Great-Aunt Appearing Day, la cual se publicó, en 1952, en la revista Lilliput.
Sirviéndose de un magnífico cinemascope en esplendorosos escenarios de Durango, México, el director Robert D. Webb, consigue un filme que se propone mostrar el lado humano de los cheyennes, pero, sin dejar de lado sus salidas improcedentes, a lo largo del que sería su definitivo proceso de rendición mediante un nuevo Tratado de Paz.
Con más de amistad y romanticismo que de escenas de acción, el filme resulta sentido y conmovedor, y será agradable ver lo que ocurre entre Robert Wagner (como Josh Tanner), Jeffrey Hunter (Little Dog), Debra Paget (Appearing Day) y, Hugh O’Brian, como el rudo American Horse.
Para complementar este tema, en 1964, John Ford nos traería, The Cheyenne Autumn, con resultados aún más positivos.
Título para Latinoamérica: LA LEY DEL BRAVO
No, no es tan mala como a alguno de los aficionados le ha parecido. El argumento responde al conocido tema de los tratados que firmaban los EEUU con las tribus indias, para que abandonaran sus territorios y se trasladaran hacia Florida. Y el guión responde bastante bien para la comprensión de la historia.
Robert D. Webb no fue un prolífico director pero firmó algunos films que los aficionados recordarán con agrado. Y aquí no lo hace del todo mal.
Es verdad que Wagner no está -ni mucho menos- brillante y -además- el doblaje a castellano no le hace ningún favor. Tal vez en la ejecución de su papel se vea el mayor defecto de Webb como director de actores permitiéndole esa mano blanda al cabalgar y otras muchas actitudes censurables. Sin embargo, maneja bien las escenas que requieren de muchos extras.
Sin embargo la colección de secundarios completa el elenco muy dignamente: John Lund como coronel, Jeffrey Hunter como Cachorro, Eduard Franz como Mano Rota … da gusto verles. Las chicas … ya se sabe en este género aportan muy poco aunque Debra Paget esté muy mona.
La música acompaña adecuadamente los diferentes momentos: épica cuando lo requiere, romántica cuando se la necesita, militar o india en las escenas adecuadas. No destaca, pero subraya cada acción.
La cinta contiene todos los elementos que forman parte de una película del género: soldados, indios, caballos,fuerte, campamentos indios y está casi toda ella rodada en bonitos exteriores con feraces ríos y verdes campiñas lo que permite un visionado agradable … sin mas pretensiones.
A destacar una buena galopada de Wagner con los cheyenes y los crows y la escena final en que -muerto Cachorro- su amigo homenajea su cuerpo caído del caballo como un guiñapo colocándole en una postura digna ante su pueblo.