Platillos volantes
Sinopsis de la película
En 1972, son hallados en la vía del tren de Tarrasa los cadáveres decapitados de dos obreros textiles así como una nota de despedida: Los extraterrestres nos llaman, pertenecemos al infinito . Poco después aparecen otras cartas póstumas totalmente sobrecogedoras dirigidas a la ONU y a los investigadores del fenómeno OVNI en toda España. En ellas, los dos suicidas hablan de la increíble mutación que han sufrido sus cuerpos, lo que les ha preparado para un viaje definitivo a Júpiter, donde creen que se encuentra la base alienígena más cercana.
Detalles de la película
- Titulo Original: Platillos volantes
- Año: 2003
- Duración: 100
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Opinión de la crítica
5.5
48 valoraciones en total
Platillos volantes es una de esas pelis que, trascendiendo sus propias virtudes cinematográficas (que las tiene), reactiva en el que esto suscribe una serie de imágenes y añoranzas infantiles absolutamente entrañables.
El valor añadido que para mi posee la peli de Aibar estriba concretamente en el escenario y en la época en la que transcurre la acción: Terrassa, principios de los setenta.
Yo tenía apenas cuatro años cuando los hechos que nos narra el joven Oscar acontecieron en mi ciudad. Obviamente, dados los años transcurridos y la naturaleza del caso (el misterioso suicidio de dos obreros del textil en la vía férrea presuntamente poseídos por un ente extraterrestre), mi memoria no atesora recuerdo alguno al respecto. Sin embargo, la peculiar atmósfera que consigue recrear con incuestionable éxito Aibar me resulta tan familiar que no puedo evitar un escalofrío de nostalgia al reconstruir en mi mente la puesta en escena de Terrassa durante aquellos años en los que el régimen franquista exhalaba el último suspiro.
Terrassa era por aquellos entonces un municipio gris y feúcho urbanísticamente dislocado a causa de las oleadas migratorias de los sesenta. Corría incluso una leyenda urbana que afirmaba que expertos japoneses habían considerado mi población como la más desnivelada de Europa. Sus calles, muchas de ellas todavía adoquinadas, reproducían día tras día la acompasada sinfonía de unos telares que nunca callaban. La Plaça Vella, centro neurálgico de la ciudad, acogía con estricta ecuanimidad a las dos grandes tribus urbanas que guarnecían sus tropas en aquellos legendarios bares de concentración. Los pijos en Las Vegas y los progres en El Mesón de Los Arcos.
Muy poco queda ya de esa postal setentera. Los edificios considerados como patrimonio histórico artístico han sido cuidadosamente restaurados o remodelados, pero auténticos templos de la cultura popular como el Las Vegas, el Mesón o el Catalonia ya no existen. La antigua Jazz Cava fue reubicada y los cines Rambla, Principal y Regina cesaron su actividad. También cerró la librería Grau, una especie de cueva de Aladino donde las montañas de libros solo dejaban paso a angostos y laberínticos pasillitos por los que el fallecido señor Grau, con su perenne guardapolvo azul, deambulaba con extrema cautela ante el riesgo de posibles aludes bibliográficos.
Tampoco queda rastro alguno de las discotecas de mi adolescencia. La Nau, Neón, Baby’O o Tangaroa fueron inevitablemente clausuradas. En el mejor de los casos, trasladadas.
Hoy he sabido que El Cau Ple de Lletres, la única gran librería de la ciudad que nos quedaba, ha pasado a manos germanas.
Es duro ir perdiendo referentes urbanos.
Creo que iré a tomarme un gin-tonic al Reina Victoria. Espero que el incombustible Salva, con su lacia y canosa melena de artista bohemio, siga detrás de la barra. Como siempre.
Quien quiera ver ovnis y marcianos, que ponga Cocoon. Esta es la historia de dos personas que ante su falta de realización personal y por causas sociales (el franquismo, la situación laboral y de pareja…) se autoengañan y se creen personas importantes en el universo, estableciendo un peculiar contacto con los extraterrestres. Una historia triste con toques de ironía sobre la evasión de las personas cuando su vida no vale nada. A puntito de llorar estuve al final, a mí, personalmente, me sorprendió mucho.
Singularísima película española. Estoy con aquellos que consideran esta obra más un drama con toques humorísticos que una comedia. Se trata de una película de enorme profundidad, mucha más de la que las apariencias camuflan, y precisamente quien capta esa profundidad entiende que este filme en modo alguno es una comedia sino algo muy serio, real y dramático que viven muchos seres humanos, quijotes que aspiran a un mundo muchísimo mejor que el desgraciado panorama terráqueo en el que han de desenvolverse a diario.
De hecho yo estuve en el año 2005 en un pueblo de Barcelona de nombre Santa María de Palautordera donde conocí a varias personas entre hombres y mujeres muy parecidos a los dos protagonistas de esta historia real sucedida también en Cataluña a principios de los años setenta del siglo XX. ¿Y son gente loca? Nooooo. Se trata personas normales y corrientes, obreros, empresarios, intelectuales, ciudadanos de los más diversos estratos, pero muy abiertos a lo trascendente, a la credulidad, muy ingenuos, bastante pacíficos, humanistas, solidarios, naturalistas, de honda idiosincrasia religiosa en el sentido esencial del concepto religión, entre sus características no está precisamente el escepticismo-negativismo, sino que por el contrario creen en las cosas más inverosímiles como extraterrestres que habitan en nuestro mismo planeta, etc. Pero en fin, aunque yo en concreto recurra mucho más a la racionalidad que ellos, confieso que esta gente me cae muy bien, les tengo mucho afecto, dado que al fin y al cabo sus creencias no merecen menos crédito que las de los científicos que afirman con absolutismo rimbombante los multiuniversos o los agujeros gusanos, u otras cosas que son meras teorías sin demostración posible por ahora, en resumen, que creer en los ángeles es algo tan respetable como creer en los agujeros negros que nadie ha visto ni de lejos ni de cerca.
Así pues Platillos volantes de Óscar Aibar es una extraordinaria película llena de sutilezas y momentos de exquisito humor, una película que no desmerece en nada a grandes superproducciones norteamericana en torno al mismo tema y mucho más plomazos, supercaras y sin la enjundia idealista que esta película española conlleva. Al menos este filme de Óscar Aibar se distingue por su originalidad, por ser una obra singularísima, por no tener una parecida en todo el mar de filmes que tocan en el mundo de una u otra forma el tema de la creencia en los extraterrestres.
¡Y qué decir del final! Maravilloso, espléndido, tolerante!: una gran concesión que Aibar hace a esas dos personas reales (recordemos que la historia se basa en hechos realmente acontecidos en Cataluña, España), los protagonistas, de corazón universal, evolutivo y lleno de esperanza, toda una referencia para millones de seres humanos entre los que me encuentro y que creemos sin tener que sentirnos avergonzados por ello, que la muerte no tiene la última palabra.
Fej Delvahe
Comienza como una interesante parodia de todas esas películas de ciencia-ficción que tanto nos han marcado a muchos de nosotros, desde ese diálogo prácticamente calcado de Matrix hasta la utilización de fragmentos de clásicos como Ultimátum a la Tierra . Me fue casi inevitable soltar un par de carcajadas. A partir de la mitad evoluciona hacia un drama-denuncia que sigue siendo bastante interesante.
El final (ver SPOILER) es lo que jode, en mi opinión, lo que hubiera sido una nota de 71.
Los peores actores (Jordi Vilches y alguno de los secundarios masculinos) tienen un aire friki que queda muy bien.
Magnífica película en al que, a través del tono tragi-cómico dos pobres hombres: José y Juan, siguen a toda costa su creencia en el mundo exterior, que estuvo tan de moda en esa época. Ahora bien, ¿realmente los personajes están mal de la cabeza? ¿Qué locura es mayor: la del mundo o la suya?.
A través de esta película Aíbar nos lleva a una época no muy conocida por los chavales de mi quinta, dónde los grises primero pegaban y luego preguntaban, así como los padres, una época dónde la mujer llevaba su represión como podía (son muy graciosas las escenas con la señora del jefe de Juan y las de éste con María-su novia). En fin, una película maravillosa, para reflexionar sobre el poder de la mente, sobre la mecanización de los seres humanos, sobre el adormecimiento establecido por las televisiones y las multinacionales ( Tivisa , que luego será un lugar de Tarragona Tivissa) , y ya no os digo más, para que veas vosotros mismos la película.
Es una pena que este creador, Óscar Aibar, así como Laura Mañá y otros tantos que no nos publicitan, pasen casi al anonimato, si no fuera porque aún algunos locos, nos arriesgamos a coger áquello que no coge nadie. Almódovar, Amenabar, Ventura Pons…serán buenos, pero hay muchos grandes,que, por desgracia, nos son desconocidos. Sí, al cine español e hispanoamericano, sí a las historias como novelas.