Pizza, birra, faso
Sinopsis de la película
Cuatro amigos. Una ciudad. Una única salida… El Cordobés vive con sus tres amigos y su mujer embarazada, Sandra, en la misma casa. Los cuatro forman una banda de adolescentes marginales, que pulula por las calles de Buenos Aires, y vive del robo, pero no actúan por cuenta propia, siempre cumplen órdenes de alguien que les quita la mayor parte del botín. La filosofía de vida del Cordobés y los suyos consiste en que mientras no les falte cerveza, pizza y cigarrillos, todo es soportable.
Detalles de la película
- Titulo Original: Pizza, birra, faso
- Año: 1997
- Duración: 82
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Opinión de la crítica
Película
6.8
79 valoraciones en total
Narrar historias callejeras siempre es un riesgo. El caracterizar a esos anónimos errantes, ocupar sus espacios comunes o manejar el lenguaje de los marginales de la gran ciudad, supone un conocimiento y un trabajo previo para no caer en historias distantes, poco verosímiles, plagadas de clichés y caricaturas. Lo primero, es lo que maneja a la perfección Adrián Caetano quien, en conjunto con Stagnaro, nos ofrece Pizza, birra, faso de manera ágil, rápida y explosiva.
Una historia cotidiana de Buenos Aires, pero de contenidos complejos, con un lúcido guión realzado por diálogos protagonizados con naturalidad y cercanía, quebrando la barrera de verticalidad con los espectadores y acercándolos a éste cuento más de las calles bonaerenses.
Los cuatro protagonistas de esta película argentina pueden ser un claro reflejo de la propia situación del país tras implantarse la polémica Ley de Convertibilidad del Austral llevada a cabo por el presidente Carlos Menem en 1991 y que finalizó con la grave crisis financiera en 2001. En la época en que se rodó la película, 1996, los efectos de la política de austeridad pública, con grandes recortes en sanidad, educación y seguridad y con la privatización de muchas empresas nacionales, estaban casi en su clímax, con una tasa de desempleo del 18,4% global y más del 60% entre jóvenes de 18 a 28 años. Una situación de corrupción estatal como casi nunca vivió el país, desde los organismos locales hasta los de mayor trascendencia nacional. Una situación de pobreza extrema en las afueras de grandes urbes como Buenos Aires y una inmigración interior brutal hacia la capital en busca de una falsa prosperidad. Con este panorama, la denuncia social de Bruno Stagnaro y Adrián Caetano calaron hondo en la sociedad argentina, pero, desgraciadamente, no fue suficiente para eliminar esa ley, y haber evitado el colapso económico de Argentina en 2001.
Por ello, Pizza, birra, faso marcó a una generación de argentinos que se vieron inmediatamente reflejados en ella. Sin ser una gran película, hay que darle el gran valor que tiene, con un presupuesto ínfimo, haber sido capaz de haber hecho reflexionar a toda una nación, y ser una advertencia e, incluso, una predicción de lo que iba a llegar: una generación perdida por culpa de una política neoliberal bestial. ¿Les suena de algo, hoy, a inicios de 2013 a los españoles que lean esto? Por el bien de todos, espero que sí.
Cada vez que alguien solía criticar una película por demasiado fantástica, me gustaba decir sarcásticamente: Si querés realidad, mirá por la ventana
Ahora puedo decir, a la vez: Si querés realidad, mirá Pizza, birra, faso. Una película que para muchos no dice absolutamente nada. Para mí es un documental estupendo de una de las realidades de gran parte de la juventud Argentina y mundial.
Quizá porque en ningún momento de la película uno puede decir: esto no es cierto, esto no pasa, quizá porque los personajes son inventados, ya que la historia no esta basada en nadie en concreto, no es un relato de la vida de fulano de tal, pero a la vez es el relato de la vida cotidiana de cientos de Argentinos, quizá porque estamos tan cegados por la ficción de los grandes medios de comunicación. Quizás por todo eso es que para el que está esperando un mensaje, la película no dice nada.
Creo que, si ver una juventud quemada por la pobreza, por una política económica debastadora que la mantiene marginada, determinada, con tres únicos placeres: la pizza barata, la birra tomada en la calle y del pico y el faso mangueado, si eso es no ver nada, entonces me parece que voy a volver a mi frase original y a aconsejarles a muchos que dejen de ver ficción y empiecen a mirar por la ventana
Allá por el 92 el magistral Rejtman había diagramado Rapado , una película necesaria que empezó a encenderle el camino a los jóvenes directores de este país para crear una nueva tendencia, algo que pasara por arriba la onda que venía de atrás y se instaurara de una vez por todas. Pizza, birra, faso fue tal vez la segunda de estas obras que entusiasmó a los cineastas con una nueva estética: el vértigo de una cámara inquieta que nos lleva por las sucias callejuelas de Baires, que da a conocer la noche porteña alejada de todo frívolo glamour tercermundista para enfoncar a las bailantas, a los villeros, a los marginales , a los okupas, todo eso que nadie quiere que se note cuando se habla de la Gran Ciudad.
Cuatro pibes, sin oportunidades, con hambre, salen todos los días a asaltar a demás ciudadanos casi o tan apretados como ellos con tal de obtener algo de lo que tanto se les ha negado y se les restrega en la cara en la ciudad luminosa. Otra no hay: hay que recurrir al fierro, hacer lo que se venga. Acá me llama la atención la actuación de Héctor Anglada, una auténtica y fulgurante revelación que no había aparecido en los papeles de nadie pero que de la mano de Stagnaro y Caetano construyó al Cordobés, el líder de la banda, un personaje decidido y a pura sangre fría al momento de actuar pero que por debajo esconde una actitud inesperadamente sensible que hace todavía más interesante al personaje.
Junto con su performance, la otra perlita de este film son los diálogos: no hay nada convencionalismos ni de rodeos. Los directores, que hacen las veces de guionistas, se dejan llevar por la realidad y construyen frases que sobre el asfalto del barrio se hacen solas. Es la lengua de la calle, la lengua de la gente, expresiones genuinas, frases directas, algo fresco y simple.
Las fallas de la película se encuentran en algunos tópicos innecesarios en el concepto de marginados que se quiere dar a entender entre los personajes. Otro paso en falso, los errores y las contradicciones dentro de ciertas características de los mismos, como se puede apreciar en la secuencia final de la película. El ritmo es acelerado y vertiginoso -la única forma de la que se podría haber hecho esta obra, sin dudas- y tal vez no se tome el tiempo necesario para construir varias situaciones, y sin embargo, el entusiasmo que los autores destilaban por hacer este film se puede respirar en cada fracción del mismo.
Pizza, birra, faso fue un paso al frente por parte del cine argentino. Significó un avance, dejar atrás la mala herencia de lo que se venía dejando, tomar lo bueno y construir una nueva dirección. No fue una película excepcional, no fue una obra grandiosa, pero en su momento se volvió -con merecimiento- una sensación tanto en la crítica como en el público. Fue una bocanada de aire fresco, fue saber que el primer gran paso para el cambio ya estaba dado.
Excelente película que refleja una dura realidad de los que no tienen nada , solamente la lealtad entre ellos mismos, compañeros de la vida y lamentablemente de la delincuencia.
Magnifico debut de estos directores que marcaron un antes y un después con esta realización, la cual podría considerarse una película de culto.