Pacifiction
Sinopsis de la película
En la isla de Tahití, en la Polinesia Francesa, el Alto Comisario de la República, De Roller, representante del Estado francés, es un hombre calculador de modales impecables. Tanto en las recepciones oficiales como en los establecimientos ilegales, no deja de tomar el pulso a una población local cuya ira puede despertarse en cualquier momento. Y más aún cuando un rumor se instala: parece haberse avistado un submarino, cuya presencia fantasmal podría anunciar una reanudación de los ensayos nucleares franceses.
Detalles de la película
- Titulo Original: Pacifictionaka
- Año: 2022
- Duración: 165
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Opinión de la crítica
Película
6.7
58 valoraciones en total
*Lo políticamente incorrecto
Pacifiction arrasa nada más entrar, con un plano secuencia que nos va mostrando el puerto de la isla de Tahití de una forma bellísima. Acto seguido, pasamos a acompañar a De Roller (un Alto Comisariado francés) en su trayecto de relaciones públicas por la isla, un aparente hombre bueno que debe tener todo controlado, pero al que todo se le acaba escapando. La incapacidad de este nos revela su carácter patético, moviéndose en un entorno semejante a él. Y es aquí donde reside la belleza de esta obra, en su atmósfera decadente.
El director catalán siempre se ha fijado en personajes pertenecientes a la aristocracia o en figuras mitificadas como Don Quijote o Luis XIV, habitualmente queriendo sacar a la luz la parte más decadente del ser humano. En esta ocasión decide contar una historia desde el presente, criticando la ineptitud de los altos mandatarios europeos. Nos encontramos ante su obra más narrativa, pero a la vez la más compleja, porque en ella podemos observar numerosos detalles que revelan la profundidad de la misma.
Albert Serra nunca ha sido políticamente correcto en sus obras, es algo que pudimos comprobar con Liberté en 2019, que supuso para él un acercamiento a la Sección Oficial de Cannes, al ser presentada en la Sección Una Cierta Mirada, en donde se proyectan las obras más experimentales. Quizá es por ello que en esta ocasión ha decidido apostar por una narrativa más convencional, pero sin dejar de plasmar toda su ideología, o eso nos quiere hacer pensar, ya que con él nunca se sabe dónde está el límite entre personaje y persona.
*Una experiencia sensorial decadente
Narratividad y experimentación se unen a la perfección en la obra más convencional a nivel estructural de Serra, que deja de divagar y se centra para contarnos una historia palpable. Lo hace a través de largos discursos en los que sus personajes reflexionan sobre la vida con un tono irónico y oscuro y que, en algunos momentos, llega a no importar su contenido, solo la vacuidad del monólogo cotidiano.
Su protagonista interpretado por Benoît Magimel, se comunica en esta atmósfera decadente de una forma hierática, pero elocuente, a través de conversaciones banales que van variando según el plano de conversación que le parece más interesante al propio Albert Serra, que en ocasiones pareciera más un director de orquesta, que de cine. Llega a crear una narrativa muy personal a través del sonido, con una música constante bastante siniestra y una variación del punto de vista sonoro en el mismo plano estático.
La cámara siempre se mantiene distante y fija, anclada a un mismo punto, pero Serra logra generar dinamismo gracias al movimiento de los personajes y del propio entorno, como sucede en la maravillosa escena del barco que surca las olas. Logra que Pacifiction sea muy atractiva gracias a la dirección de fotografía de Artur Tort y a la dirección de arte, que van creciendo de menos a más, llegando a un gran despliegue de medios en la última media hora de película, donde se desata el caos y disfrutamos de la obra de una forma plenamente sensitiva.
*Conclusión
El gran director Albert Serra nos presenta con gran atrevimiento Pacifiction, una especie de thriller político con un marcado carácter experimental, moviéndose entre los márgenes de la narrativa tradicional y el videoarte. Llega a romper todos los esquemas, los estructurales y los de los espectadores que se atrevan a aguantar durante 165 minutos la verborrea de un Alto Comisariado de la República francesa en la isla de Tahití. Un Serra más experimental visualmente, pero clásico en su narrativamente.
Está claro que será una obra que no va a dejar indiferente a nadie, unos la amarán por su atmósfera y otros la odiarán por la chapa del discurso pausado y contemplativo. Pero lo que no se puede rebatir es la complejidad de la misma, ya que el director catalán ha empleado todos los recursos formales que tenía guardados, para poder desahogarse y criticar a aquellos que hablan mucho, pero hacen poco. Quizá ha llegado un punto en que todos estamos como él, cansados de unos mandatarios que nos están llevando a la ruina con sus discursos vacíos.
Escrito por Santiago Varela Antúnez
Esta es la única pregunta que surge en mi cabeza tras haber visionado Pacifiction.
¿Es arte? Desde luego que sí. El cine se compone de una serie de técnicas destinadas a estimular nuestros sentidos, provocar una reacción en nuestra mente y animarnos a reflexionar. Es un ente diseñado para ser admirado, diseccionado y finalmente asimilado como algo más que simples imágenes en movimiento.
Pues bien, Pacifiction es arte, creo que nadie puede dudar de eso. Su director cuida cada plano con una obsesión que se me antoja casi enfermiza. La fotografía, los encuadres, la elección de colores, la banda sonora… Todo está diseñado de tal forma que resulta imposible pasar por alto la enorme factura artística del conjunto. Quizás para algunos resulte excesiva o pretenciosa, pero ese debate también forma parte del arte.
¿Es un medio a través del que transmitir una idea u opinión? Desde luego, el cine tiene ese poder adoctrinador (entiéndanse las comillas). Los creadores buscan verter sus reflexiones, inquietudes o intereses a través de lo que se refleja en la pantalla, mostrar su particular forma de entender un pedacito de este mundo, o simplemente de dar forma a lo que pasa por sus cabezas.
Una vez más, Pacifiction cumple con este propósito, aunque el mensaje pueda atraer en mayor o menor medida al espectador. La visión de la política y sus oscuros entresijos en contraposición a la belleza salvaje de un paraíso lejano no es una mala reflexión sobre el papel, más allá del interés que pueda suscitar en cada uno de nosotros.
¿Y qué más? ¿Qué más forma parte de la idiosincrasia del cine?
La capacidad de contar una historia.
Esto parece algo básico, la función primaria del cine es llevar a los personajes del punto A al punto B, zarandearlos un poco por el trayecto y conseguir que el espectador los acompañe a través de todo ese proceso. Sin historia no hay película, sin historia solo nos encontramos frente a una sucesión finita de imágenes que sugieren ciertos conceptos. El arte no sirve de nada por sí solo, pero funciona como una parte indispensable de la narración, potenciándola y al mismo tiempo valiéndose de ella. Lo mismo sucede con las ideas que se intentan transmitir, si no están asociadas a una historia, serán ideas vacías sin capacidad para dejar poso alguno en el espectador.
¿Tiene Pacifiction una historia? Evidentemente. En la película hay personajes, hay un guion y hay una trama. El problema es que la historia es tremendamente mala, tiene un desarrollo tan pobre que la trama se difumina entre planos grandilocuentes, el guion hace aguas a través de monólogos interminables y los personajes se pasean por la pantalla como si no acabasen de entender qué se espera de ellos. Lo mismo le sucede al espectador, que no sabe qué esperar de lo que está viendo. Y tanto es así que, tras una hora de idas y venidas, uno pierde todo el interés en dichos personajes. Cuando se acerca el final de la película, el espectador solo espera que la tortura finalice (casi tres horas, por cierto), pero el destino de esos hombres y mujeres le es del todo indiferente.
Dicen algunas críticas que esta es una de esas películas en las que hay que dejar de pensar para centrarse en sentir. El problema es que sentir no es algo voluntario, sino algo que debes experimentar de forma espontánea. Si la película no estimula los sentimientos del espectador no es un problema del espectador, sino de la propia película.
Querido Albert Serra, tal vez debería haber probado usted con la pintura, o como publicista de una agencia de viajes. Le recomiendo su película a cualquiera que no pueda permitirse viajar a Tahití, pero aconsejo a todo potencial espectador que acude al cine con paciencia y tras haber descansado correctamente. De lo contrario, más le vale ponerse cómodo en su butaca y dejar que el sueño le haga sentir lo que la película no puede.
Una película que parece criticar el hedonismo y que sin embargo lo rezuma. El metraje de la película, casi tres horas, conduce a unas escenas interminables en donde la belleza de los actores y actrices logra mantener una mínima atención. El mensaje de la película se articula en monólogos que los actores ejecutan con voluntarismo pero que a mi entender resultan falsos y huecos.Imagino que gran parte de las escenas están cargadas de un simbolismo que a mi se me escapa y me aburre. Lo mejor sin duda alguna los atardeceres en la Polinesia. Imagino la dificultad de rodar tantas escenas en el corto periodo de tiempo que dura el atardecer y el amanecer. Fernando Fernán-Gómez lo plasma en sus memorias. La única razón por la que no valoro con un 1 es esa belleza paisajística y la de actores y actrices.
Por fin he visto la película de la cual salió la cortinilla que estuvieron pasando durante meses en la Filmoteca y que generó odio y cachondeo por igual entre los más veteranos del lugar. He tenido la suerte o desgracia de estar en sesión presentada por su inefable director Albert Serra (A.S.) así que pondré cosas que ha dicho según yo las recuerdo.
En mi opinión, la peli es un más o menos velado chiste continuo pero realizado con elegancia, y las imágenes que presenta tienen fuerza y belleza, parece que en la Polinesia Francesa siempre es salida o puesta de sol. Aunque A.S. no ha querido admitirlo, la lectura más directa que se le puede sacar es la crítica política y funciona bastante bien en este aspecto. Ya con estas dos o tres cosas doy por bueno el pago de entrada.
Como ha dicho A.S. en la presentación, esta es quizás su peli más accesible (aunque yo diría que la de Luis XIV lo es más) pero no confiarse porque ya le dijo una de las editoras que pensaba que se entendería todo pero ahora que la veo montada entera no termina de cuadrar del todo . También ha comentado antes de la proyección que la crítica opinaba que lo mejor es el final (últimos 45 minutos), así que aguantáramos como pudiéramos. No estoy totalmente de acuerdo, el final es más de su estilo de siempre pero lo previo también tiene interés. Un espectador le ha echado en cara que hay demasiado diálogo, a lo que ha respondido ostras, antes que si no hay diálogo, ahora que si hay demasiado, es imposible acertar! y ha aducido que intenta probar cosas distintas, ir al terreno desconocido (se ve que para él, mucho diálogo = terreno desconocido)
Otras perlas de A.S., en preguntas y respuestas tras la proyección:
– (esta me ha encantado) Que una buena descripción de la peli sería que como un animal herido que se retuerce pero no termina de morir.
– Que para el montaje final ha elegido las escenas al límite , donde pueda haber varios sentidos y capas, también las que le activan más su sentido del absurdo y por tanto le hacen más gracia. Así que la película sería en realidad una comedia.
– Relacionado con ello, ha hablado muy bien de los actores (bueno, de los polinesios no sé, mejor no entro) y que ojalá él pudiera actuar tan bien y así se ahorraba sus sueldos. Ha dicho que los de esta peli son tan buenos que consiguen dar credibilidad, al menos para un espectador inmerso en la película, a momentos objetivamente muy absurdos. Doy fe, que hay cosas que no he pestañeado pero pensándolas a posteriori no tienen pies ni cabeza.
– Del actor principal, Benoît Magimel, ha dicho que era brillante enriqueciendo diálogos pero luego hacía preguntas que ni un niño de primaria, contraste tal que le dejaba incrédulo.
– También ha dejado abierta la posibilidad de que él mismo sea un genio y realmente las altas esferas políticas funcionen, si no como en la película, al menos más cercano a la película que a su contrario, poniendo el ejemplo de Villarejo como realidad que supera la ficción.
– Que obtiene inspiración de la literatura, arte o cosas que le dicen sus amigos, vamos de cualquier lado excepto de otras películas, porque los directores que él admira son imposibles de copiar, como él mismo.
– Ha incidido en que varias escenas son tomaduras de pelo, poniendo ejemplos, pero tomaduras de pelo de quién a quién? de él al espectador, quizás? Aún así sostiene que aunque su cine no ofrezca interpretaciones claras, no roba el dinero a nadie, mientras que en las series siempre está clarísimo cómo interpretarlo todo, pero te roban el dinero (supongo que porque no ofrecen nada nuevo a cambio).
– Alguien ha preguntado por los filtros y dice que es todo post-producción y para conseguir el efecto que quería la ha pasado a 35mm lo cual le ha costado una pasta, pero tenía que hacerlo porque en digital no queda igual.
En fin, y más cosas que no recuerdo o prefiero no mencionar.
Gustará a: māhūs, Paco Umbral, surferos
No gustará a: Testigos de Jehová, almirantes, Macron
De Roller es el alto comisionado de la República Francesa en Tahití. Su labor en la isla es representar al Estado Francés atendiendo a los ciudadanos en sus peticiones y preocupaciones. Un rumor se extiende entre la población: la próxima reanudación de los ensayos nucleares en la zona.
Lo mejor de la película es su hipnótica belleza a la cual contribuye bastante su banda sonora, la fotografía de Artur Tort, su guion de diálogos escuetos y numerosos monólogos que permiten el lucimiento de Benoît Magimel en una gran actuación. Sin embargo, la película es disfrutable hasta cierto punto: lo peor es la excesiva duración para un argumento tan sencillo y, según he leído por ahí, casi improvisado. El efecto de la hipnosis caduca cuando aún queda más de media hora para el final, y se acaba haciendo bastante pesada.